/ martes 14 de mayo de 2019

A propósito | Cuetzpalli el retobado

Cuetzpalli Fernández De la Cruz llegó a la presidencia de un país llamado Bananamex después de pasar por varios cargos públicos. Sus orígenes, —aunque él estaba peleado también con la madre patria—, le incomodaban, pues si bien tenía nombre y apellido indígena, lo de Fernández no le agradaba nada.

En una ocasión, vio una entrevista televisiva donde el actor bananero Damián Alcázar abordó el tema de la película La Ley de Herodes, manifestando que era la historia de don Juan Vargas quien era muy dado a visitar casas de mala nota, enredándose con una mozuela con quien tuvo un hijo, que después llegó a presidente de un país de ficción.

Por esa razón, —afirmaba Damián Alcázar—, era un verdadero hijo de puta. Cuetzpalli reflexionó profundamente en el dicho de Alcázar, dejando volar la imaginación respecto a muchos presidentes de Bananamex.

Por ese cargo habían pasado muchísimos personajes de todos perfiles y colores. Populistas, dictadorzuelos, vejestorios, jóvenes, borrachines, homosexuales, inteligentes, corruptos, estúpidos, mujeriegos, impreparados, cultos, mandilones, seductores, uno que otro delincuente, y demás ralea que usted amable lector, se pueda imaginar.

Cuetzpalli logró varias posiciones en gobierno y su partido, hasta llegar a Presidente del país bananero que lo vio nacer. Qué difícil es el ejercicio de gobierno y del poder, reflexionaba en solitario.

Cuetzi, —para sus amigos—, lo sabía y no se arredraba. Él estaba dispuesto a lograr los cambios que se había impuesto desde que aspiraba a gobernar a la nación.

Su país estuvo sometido a un gobierno unipartidista por muchos años. Hasta que llegó el cambio que pregonaban los viagras azules. Poco se pudo cambiar en un país tan disímbolo en muchos aspectos.

Cuetzi sabía que aunque dejara la vida durante seis años de ejercicio gubernamental, poco podría hacer para lograr sus sueños y ambiciones. Cambiar a una sociedad como esa, en particular, era muy difícil, sobre todo cuando es el propio Presidente quien ejerce el poder con una serie de fobias, filias, traumas y complejos muy propios de los bananeros como raza o etnia.

No se puede gobernar con la carga emotiva que se acumula durante todos los años de vida, pero además, frente a una forma de ser, sentir y pensar de los bananeros. Éstos son como el resto de los países donde existen características muy similares en idioma y comunicación, refiriéndose a una etnia que en su conjunto los bananeros llaman Pobre América.

Menos se puede pensar en convertirse en líder de dichos países, cuando no se gobierna y no se controla a los connacionales, justamente porque en Bananamex, los segmentos de población están regidos por una serie de formas de vivir que hacen prácticamente imposible conjuntar esfuerzos para lograr el desarrollo y progreso.

O usted, ¿qué opina amable lector?

El autor es abogado postulante por la UNAM, ha sido catedrático universitario en varios estados y articulista en diversos periódicos del país.

Teléfono (6621) 57.7114 celular

Correo: primalex2010@hotmail.com

Cuetzpalli Fernández De la Cruz llegó a la presidencia de un país llamado Bananamex después de pasar por varios cargos públicos. Sus orígenes, —aunque él estaba peleado también con la madre patria—, le incomodaban, pues si bien tenía nombre y apellido indígena, lo de Fernández no le agradaba nada.

En una ocasión, vio una entrevista televisiva donde el actor bananero Damián Alcázar abordó el tema de la película La Ley de Herodes, manifestando que era la historia de don Juan Vargas quien era muy dado a visitar casas de mala nota, enredándose con una mozuela con quien tuvo un hijo, que después llegó a presidente de un país de ficción.

Por esa razón, —afirmaba Damián Alcázar—, era un verdadero hijo de puta. Cuetzpalli reflexionó profundamente en el dicho de Alcázar, dejando volar la imaginación respecto a muchos presidentes de Bananamex.

Por ese cargo habían pasado muchísimos personajes de todos perfiles y colores. Populistas, dictadorzuelos, vejestorios, jóvenes, borrachines, homosexuales, inteligentes, corruptos, estúpidos, mujeriegos, impreparados, cultos, mandilones, seductores, uno que otro delincuente, y demás ralea que usted amable lector, se pueda imaginar.

Cuetzpalli logró varias posiciones en gobierno y su partido, hasta llegar a Presidente del país bananero que lo vio nacer. Qué difícil es el ejercicio de gobierno y del poder, reflexionaba en solitario.

Cuetzi, —para sus amigos—, lo sabía y no se arredraba. Él estaba dispuesto a lograr los cambios que se había impuesto desde que aspiraba a gobernar a la nación.

Su país estuvo sometido a un gobierno unipartidista por muchos años. Hasta que llegó el cambio que pregonaban los viagras azules. Poco se pudo cambiar en un país tan disímbolo en muchos aspectos.

Cuetzi sabía que aunque dejara la vida durante seis años de ejercicio gubernamental, poco podría hacer para lograr sus sueños y ambiciones. Cambiar a una sociedad como esa, en particular, era muy difícil, sobre todo cuando es el propio Presidente quien ejerce el poder con una serie de fobias, filias, traumas y complejos muy propios de los bananeros como raza o etnia.

No se puede gobernar con la carga emotiva que se acumula durante todos los años de vida, pero además, frente a una forma de ser, sentir y pensar de los bananeros. Éstos son como el resto de los países donde existen características muy similares en idioma y comunicación, refiriéndose a una etnia que en su conjunto los bananeros llaman Pobre América.

Menos se puede pensar en convertirse en líder de dichos países, cuando no se gobierna y no se controla a los connacionales, justamente porque en Bananamex, los segmentos de población están regidos por una serie de formas de vivir que hacen prácticamente imposible conjuntar esfuerzos para lograr el desarrollo y progreso.

O usted, ¿qué opina amable lector?

El autor es abogado postulante por la UNAM, ha sido catedrático universitario en varios estados y articulista en diversos periódicos del país.

Teléfono (6621) 57.7114 celular

Correo: primalex2010@hotmail.com