/ sábado 24 de octubre de 2020

Andanzas | Mírense en ese espejo

Contra lo que las bases y simpatizantes de Andrés Manuel López Obrador pensaban y deseaban, en el tercer intento por alcanzar la Presidencia de la República se construyeron alianzas impensables en otros tiempos, ideológicamente opuestas, como el PES y sumando políticos ex militantes del PRI, PAN, PRD, algunos nada presentables y una que otra figura pública conservadora y oportunista.

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La creencia y la apuesta era que con ellos y ellas podía llegarse a segmentos de la sociedad que de ninguna manera le habrían dado su voto y en parte había razón, aunque claramente el triunfo fue multifactorial. No obedeció a la suma de los impresentables o de algunas figuras públicas que con algunos grupos generaban simpatías, eso fue un extra.

El liderazgo de López Obrador se fortaleció en medio del hartazgo ciudadano con gobiernos del PRI y del PAN, cuyas corruptelas habían rebasado todo límite, lo mismo que la violencia, la pobreza, la desigualdad. Supo capitalizar todo eso, con lo que quizá hubiera triunfado igualmente, pero prefirió crear una capirotada, que ya le está pasando factura.

La mezcla de ingredientes era una bomba de tiempo desde su concepción. Mucho se advirtió que, una vez llegados al Gobierno federal, Congreso de la Unión, gubernaturas, congresos locales y alcaldías, no tardarían en mostrar su “verdadero yo” quienes se unieron a la coalición Morena-PT-PES por mera ambición personal o de grupo, que en los hechos sirve a otros intereses.

Hay varios casos, cuyos nombres no tiene caso repetir, pero es un hecho que se convirtieron en los caballos o las yeguas de Troya para Morena y el Presidente. Aunque hay que reconocer que en buena parte él mismo, con su discurso polarizador se ha metido el pie.

Alianzas en ciernes

De cara a los comicios de 2021, en Sonora se ha fortalecido el cabildeo para construir una alianza como la que llevó a AMLO a Palacio Nacional: un Frankenstein.

Partidos como el PRI y el PAN, que a nivel local y federal se han unido un sinnúmero de veces para sacar adelante reformas, pero que por el actuar desaseado de algunas de sus figuras con uñas muy largas, se han ganado varias veces el voto de castigo.

Una alianza entre ambos y también con el PRD está fuera de toda confluencia ideológica y por el desgaste mismo de la marca de dichos partidos, que no pasan por su mejor momento.

Nadie experimenta en cabeza ajena, pero si hay la convicción de que con una alianza evitarán un eventual triunfo de Morena —que tampoco lo tiene ya en la bolsa, más con las pugnas internas locales y nacionales y por mucho que el partido esté arriba en las encuestas—, al tricolor, al blanquiazul y al PRD les conviene mirarse en el espejo de lo que sucede con el Presidente.

¿Para qué lado jalaría una bancada tuti fruti si quien esté al frente de la gubernatura propone ir en un sentido y algunos se oponen? ¿Quiénes estarían en el gabinete, a qué intereses servirán?

¿Qué garantizará la gobernabilidad con un proyecto de orígenes tan distintos? Muchos sonorenses todavía tienen presentes los escándalos de corrupción del padrecismo, que hábilmente han sabido incrustarse por todos lados en aras de su supervivencia, unos sin dejar al PAN, otros más aventados lo hicieron.

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Si esos rostros vuelven en 2021 por cualquier partido, ¿ya analizarían los estrategas el rechazo que podría generar, ya no digamos hacia los nombres en sí, sino hacia el proceso electoral como tal? Veremos en qué terminan estos cochupos aliancísticos de unos y otros lados.

Contra lo que las bases y simpatizantes de Andrés Manuel López Obrador pensaban y deseaban, en el tercer intento por alcanzar la Presidencia de la República se construyeron alianzas impensables en otros tiempos, ideológicamente opuestas, como el PES y sumando políticos ex militantes del PRI, PAN, PRD, algunos nada presentables y una que otra figura pública conservadora y oportunista.

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La creencia y la apuesta era que con ellos y ellas podía llegarse a segmentos de la sociedad que de ninguna manera le habrían dado su voto y en parte había razón, aunque claramente el triunfo fue multifactorial. No obedeció a la suma de los impresentables o de algunas figuras públicas que con algunos grupos generaban simpatías, eso fue un extra.

El liderazgo de López Obrador se fortaleció en medio del hartazgo ciudadano con gobiernos del PRI y del PAN, cuyas corruptelas habían rebasado todo límite, lo mismo que la violencia, la pobreza, la desigualdad. Supo capitalizar todo eso, con lo que quizá hubiera triunfado igualmente, pero prefirió crear una capirotada, que ya le está pasando factura.

La mezcla de ingredientes era una bomba de tiempo desde su concepción. Mucho se advirtió que, una vez llegados al Gobierno federal, Congreso de la Unión, gubernaturas, congresos locales y alcaldías, no tardarían en mostrar su “verdadero yo” quienes se unieron a la coalición Morena-PT-PES por mera ambición personal o de grupo, que en los hechos sirve a otros intereses.

Hay varios casos, cuyos nombres no tiene caso repetir, pero es un hecho que se convirtieron en los caballos o las yeguas de Troya para Morena y el Presidente. Aunque hay que reconocer que en buena parte él mismo, con su discurso polarizador se ha metido el pie.

Alianzas en ciernes

De cara a los comicios de 2021, en Sonora se ha fortalecido el cabildeo para construir una alianza como la que llevó a AMLO a Palacio Nacional: un Frankenstein.

Partidos como el PRI y el PAN, que a nivel local y federal se han unido un sinnúmero de veces para sacar adelante reformas, pero que por el actuar desaseado de algunas de sus figuras con uñas muy largas, se han ganado varias veces el voto de castigo.

Una alianza entre ambos y también con el PRD está fuera de toda confluencia ideológica y por el desgaste mismo de la marca de dichos partidos, que no pasan por su mejor momento.

Nadie experimenta en cabeza ajena, pero si hay la convicción de que con una alianza evitarán un eventual triunfo de Morena —que tampoco lo tiene ya en la bolsa, más con las pugnas internas locales y nacionales y por mucho que el partido esté arriba en las encuestas—, al tricolor, al blanquiazul y al PRD les conviene mirarse en el espejo de lo que sucede con el Presidente.

¿Para qué lado jalaría una bancada tuti fruti si quien esté al frente de la gubernatura propone ir en un sentido y algunos se oponen? ¿Quiénes estarían en el gabinete, a qué intereses servirán?

¿Qué garantizará la gobernabilidad con un proyecto de orígenes tan distintos? Muchos sonorenses todavía tienen presentes los escándalos de corrupción del padrecismo, que hábilmente han sabido incrustarse por todos lados en aras de su supervivencia, unos sin dejar al PAN, otros más aventados lo hicieron.

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Si esos rostros vuelven en 2021 por cualquier partido, ¿ya analizarían los estrategas el rechazo que podría generar, ya no digamos hacia los nombres en sí, sino hacia el proceso electoral como tal? Veremos en qué terminan estos cochupos aliancísticos de unos y otros lados.