/ viernes 27 de agosto de 2021

Bio-informando | Abogando por la ciencia

“Quien no conoce su historia está condenado a repetirla”. Esta frase le es atribuida a dos personajes: al poeta y filósofo Jorge Agustín Nicolás Ruiz de Santayana y Borrás y al abogado, periodista, político y estadista Nicolás Avellaneda. Independientemente de a quien pertenezca, engloba una gran verdad que no deja de repetirse.

A través de los tiempos, en la historia de la humanidad se han repetido infinidad de veces los mismos escenarios con los mismos personajes y circunstancias; quizás con diferentes nombres y caras, pero siguen siendo los mismos. ¿Entonces por qué se repiten?

Estamos viviendo tiempos confusos, complejos pero no distintos a los que la humanidad se ha enfrentado en su historia. Las epidemias y pandemias no son eventos insólitos del siglo XXI, sino que se remontan, al menos hasta donde se tiene registrado, ¡al año 165 a.C.! Estos eventos permitieron el plantear estrategias, mejorar los hábitos de higiene y el desarrollo de la ciencia y la tecnología con el fin de preservar la mayor cantidad de vidas. Sin embargo, la necedad humana se empeña a poner resistencia, a no cooperar y a no ser empático con nuestros semejantes; pareciera que por más que contemos con antecedentes, ciencia e información confiable, preferimos hacer las cosas a nuestra manera y hacer caso únicamente a nuestros razonamientos.

Entiendo y comparto la incertidumbre de lo que depara el mañana en relación a esta contingencia pero la solución del problema a nivel global no reside en una sola persona, sino en todos. Las vacunas comenzaron a desarrollarse desde el año 1798 y se han ido perfeccionado hasta la fecha. La tecnología de ARN mensajero, que se usó para el diseño de algunas vacunas para hacer frente a Covid-19, ya se está utilizando para prevenir otras enfermedades ya conocidas y perfeccionar vacunas ya existentes.

Además, para la mayoría de enfermedades con vacuna disponible, se requieren de varias dosis (incluso refuerzos posteriores), de darle tiempo al biológico para que “trabaje” en nuestros cuerpos y así pueda garantizar cierta inmunidad, la cual no se alcanza automáticamente al ingresar la aguja en nuestra piel. ¡Ah, lo olvidaba! Y aun así existe la probabilidad de que, aun siguiendo las recomendaciones al pie de la letra, se contraiga la enfermedad pero con suerte de que no la pasemos tan mal. Además, existe la probabilidad de que aún "inmunizados", podemos ser portadores de enfermedades y transmitirlas a otros que no cuenten con ningún tipo de protección. De ahí la importancia de seguir usando cubrebocas, las recomendaciones de higiene y sana distancia.

Esto no es exclusivo de Covid-19, sino de todas las enfermedades. ¿Pero entonces por qué es tan letal y contagioso? Bueno, a eso se le puede dedicar otra entrega pero tiene que ver con la naturaleza del virus. Me causa gracia que seamos exigentes con la farmacéutica con la que deseamos ser “inmunizados” ya que para otras vacunas ni averiguamos ese dato ni nos interesa, simplemente vamos y nos la aplicamos. ¿No queremos que nos inoculen “cosas extrañas” en nuestros cuerpos? Consumimos tantos productos de dudosa procedencia y preparación a diario que esta excusa está de más para no vacunarnos. Confío en Dios y doy mi voto a la ciencia. Las vacunas son seguras y tienen más estudios que muchos de nosotros juntos.

Las pandemias no han durado ni días ni semanas, sino meses y hasta años. A nadie le conviene que el mundo esté detenido. No son verdad ninguna de las teorías conspirativas que circulan en redes sociales o WhatsApp; aunque de serlo, prefiero ser un "humano híbrido con chip" o un "zombie" en lugar de huir de ellos. Ya en serio; si bien es cierto que no se han tomado las mejores decisiones, también está lo que cada uno de nosotros puede aportar y lo que estemos dispuestos a colaborar entre todos para superar este reto. Confío en que poco a poco veremos la luz. Seamos responsables, conscientes, empáticos y vacunémonos.

¡Excelente fin de semana!

“Quien no conoce su historia está condenado a repetirla”. Esta frase le es atribuida a dos personajes: al poeta y filósofo Jorge Agustín Nicolás Ruiz de Santayana y Borrás y al abogado, periodista, político y estadista Nicolás Avellaneda. Independientemente de a quien pertenezca, engloba una gran verdad que no deja de repetirse.

A través de los tiempos, en la historia de la humanidad se han repetido infinidad de veces los mismos escenarios con los mismos personajes y circunstancias; quizás con diferentes nombres y caras, pero siguen siendo los mismos. ¿Entonces por qué se repiten?

Estamos viviendo tiempos confusos, complejos pero no distintos a los que la humanidad se ha enfrentado en su historia. Las epidemias y pandemias no son eventos insólitos del siglo XXI, sino que se remontan, al menos hasta donde se tiene registrado, ¡al año 165 a.C.! Estos eventos permitieron el plantear estrategias, mejorar los hábitos de higiene y el desarrollo de la ciencia y la tecnología con el fin de preservar la mayor cantidad de vidas. Sin embargo, la necedad humana se empeña a poner resistencia, a no cooperar y a no ser empático con nuestros semejantes; pareciera que por más que contemos con antecedentes, ciencia e información confiable, preferimos hacer las cosas a nuestra manera y hacer caso únicamente a nuestros razonamientos.

Entiendo y comparto la incertidumbre de lo que depara el mañana en relación a esta contingencia pero la solución del problema a nivel global no reside en una sola persona, sino en todos. Las vacunas comenzaron a desarrollarse desde el año 1798 y se han ido perfeccionado hasta la fecha. La tecnología de ARN mensajero, que se usó para el diseño de algunas vacunas para hacer frente a Covid-19, ya se está utilizando para prevenir otras enfermedades ya conocidas y perfeccionar vacunas ya existentes.

Además, para la mayoría de enfermedades con vacuna disponible, se requieren de varias dosis (incluso refuerzos posteriores), de darle tiempo al biológico para que “trabaje” en nuestros cuerpos y así pueda garantizar cierta inmunidad, la cual no se alcanza automáticamente al ingresar la aguja en nuestra piel. ¡Ah, lo olvidaba! Y aun así existe la probabilidad de que, aun siguiendo las recomendaciones al pie de la letra, se contraiga la enfermedad pero con suerte de que no la pasemos tan mal. Además, existe la probabilidad de que aún "inmunizados", podemos ser portadores de enfermedades y transmitirlas a otros que no cuenten con ningún tipo de protección. De ahí la importancia de seguir usando cubrebocas, las recomendaciones de higiene y sana distancia.

Esto no es exclusivo de Covid-19, sino de todas las enfermedades. ¿Pero entonces por qué es tan letal y contagioso? Bueno, a eso se le puede dedicar otra entrega pero tiene que ver con la naturaleza del virus. Me causa gracia que seamos exigentes con la farmacéutica con la que deseamos ser “inmunizados” ya que para otras vacunas ni averiguamos ese dato ni nos interesa, simplemente vamos y nos la aplicamos. ¿No queremos que nos inoculen “cosas extrañas” en nuestros cuerpos? Consumimos tantos productos de dudosa procedencia y preparación a diario que esta excusa está de más para no vacunarnos. Confío en Dios y doy mi voto a la ciencia. Las vacunas son seguras y tienen más estudios que muchos de nosotros juntos.

Las pandemias no han durado ni días ni semanas, sino meses y hasta años. A nadie le conviene que el mundo esté detenido. No son verdad ninguna de las teorías conspirativas que circulan en redes sociales o WhatsApp; aunque de serlo, prefiero ser un "humano híbrido con chip" o un "zombie" en lugar de huir de ellos. Ya en serio; si bien es cierto que no se han tomado las mejores decisiones, también está lo que cada uno de nosotros puede aportar y lo que estemos dispuestos a colaborar entre todos para superar este reto. Confío en que poco a poco veremos la luz. Seamos responsables, conscientes, empáticos y vacunémonos.

¡Excelente fin de semana!