/ viernes 29 de julio de 2022

Bio-Informando | Cierre de ciclos

En este espacio hemos abordado temas diversos: desde aquellos que poseen un enfoque más técnico o científico y otros más desenfadados y prácticos mostrando fundamentos, aplicaciones y novedades de la ciencia así como un poco del ambiente en el que se desenvuelven los estudiantes y profesionales de las ciencias biológicas y de la salud.

Este último tema en particular, quizá es uno de los más escasamente expuesto y que menos relevancia se le da pero que en definitiva es crucial ya que sin salud emocional, mental y en consecuencia física, el desempeño, la producción científica, las colaboraciones y relaciones interpersonales pueden verse afectadas. Recientemente, hemos venido hablando en un par de ocasiones de la epigenética y de cómo a partir de ella se puede explicar con una profundidad mayor el cómo se expresan nuestros genes, cómo un mismo estímulo puede ser percibido de manera diferente y cómo su intensidad puede alterar desde el metabolismo hasta la calidad de vida de los individuos.

Por otra parte, hemos discutido cómo el conocimiento, en un momento dado como ‘expertos’ del área, se nos olvida trasladarlo a situaciones más prácticas, banales o sencillas y en consecuencia, a veces, pudiéramos pasar como ‘elevados’, ‘cuadrados’, ‘fríos’ y hasta ‘chiflados’.

Al estudiar una carrera, si es que se ejerce, se sabe que existe un compendio de escenarios donde el profesionista puede incursionar según sus aptitudes e intereses; en el caso de la ciencia, dos de los rubros más populares son la investigación y la docencia y en ocasiones se presenta la bendición de desempeñar ambos simultáneamente.

Hay colegas y en su momento mentores, que son excelentes investigadores con una amplia producción científica, pero con un área de oportunidad considerable a la hora de transmitir el conocimiento. Por otro lado, he conocido y han influido en mí grandes maestros que, aunque no tienen las certificaciones o títulos académicos ‘rimbombantes’, tienen una facilidad para enseñar y transmitir el conocimiento a otros, así como un trato cálido que los vuelve magnéticos para los estudiantes.

El número de profesionistas que logran incorporar tanto la facilidad para enseñar como el generar investigaciones de alto impacto es bajo, pero la buena noticia es que hay también aquellos que trabajan en sus áreas de oportunidad y tienen la actitud de brindar lo mejor de sí en la medida de sus posibilidades. No obstante, a la par existen ‘eminencias’ que no realizan a conciencia un análisis personal de su ejercicio en la profesión de investigador-docente porque consideran ser propietarios de la erudición, que su visión del mundo es la correcta (emitiendo su opinión cruda y sin filtro) y además poseen un área de oportunidad en lo que se refiere a la empatía y trato hacia las personas que le rodean.

Después de un trabajo consciente en mi persona, he entendido que todos somos resultado de las experiencias que vivimos (estímulos), de cómo las procesamos y enfrentamos con los recursos que tenemos cuando éstas se manifiestan; algunos construimos con las piedras que nos arrojan mientras que otros las juntan para lanzarlas a los que vienen detrás de ellos o sucumben a la profesión. Una palabra, una acción u omisión pueden generar emociones y por ende afectarnos en nuestra salud mental y física (ya que se ha visto que, como estímulos, las emociones también pueden regular la expresión de genes y a su vez se pueden producir sustancias que alteran el metabolismo de quienes las experimentan) por lo tanto hay que tener conciencia de cómo nuestras acciones pueden impactar en otros.

Debemos tener compasión de aquellos que en su momento fueron ‘verdugos’ en la formación y entender que a través de su ejemplo nos enseñan a cómo no se debe de ser para así cortar esos patrones de tajo y brindar a las nuevas generaciones una formación más sana y optimista para su futuro.

Sonríe y suelta para avanzar. Buen fin de semana.

En este espacio hemos abordado temas diversos: desde aquellos que poseen un enfoque más técnico o científico y otros más desenfadados y prácticos mostrando fundamentos, aplicaciones y novedades de la ciencia así como un poco del ambiente en el que se desenvuelven los estudiantes y profesionales de las ciencias biológicas y de la salud.

Este último tema en particular, quizá es uno de los más escasamente expuesto y que menos relevancia se le da pero que en definitiva es crucial ya que sin salud emocional, mental y en consecuencia física, el desempeño, la producción científica, las colaboraciones y relaciones interpersonales pueden verse afectadas. Recientemente, hemos venido hablando en un par de ocasiones de la epigenética y de cómo a partir de ella se puede explicar con una profundidad mayor el cómo se expresan nuestros genes, cómo un mismo estímulo puede ser percibido de manera diferente y cómo su intensidad puede alterar desde el metabolismo hasta la calidad de vida de los individuos.

Por otra parte, hemos discutido cómo el conocimiento, en un momento dado como ‘expertos’ del área, se nos olvida trasladarlo a situaciones más prácticas, banales o sencillas y en consecuencia, a veces, pudiéramos pasar como ‘elevados’, ‘cuadrados’, ‘fríos’ y hasta ‘chiflados’.

Al estudiar una carrera, si es que se ejerce, se sabe que existe un compendio de escenarios donde el profesionista puede incursionar según sus aptitudes e intereses; en el caso de la ciencia, dos de los rubros más populares son la investigación y la docencia y en ocasiones se presenta la bendición de desempeñar ambos simultáneamente.

Hay colegas y en su momento mentores, que son excelentes investigadores con una amplia producción científica, pero con un área de oportunidad considerable a la hora de transmitir el conocimiento. Por otro lado, he conocido y han influido en mí grandes maestros que, aunque no tienen las certificaciones o títulos académicos ‘rimbombantes’, tienen una facilidad para enseñar y transmitir el conocimiento a otros, así como un trato cálido que los vuelve magnéticos para los estudiantes.

El número de profesionistas que logran incorporar tanto la facilidad para enseñar como el generar investigaciones de alto impacto es bajo, pero la buena noticia es que hay también aquellos que trabajan en sus áreas de oportunidad y tienen la actitud de brindar lo mejor de sí en la medida de sus posibilidades. No obstante, a la par existen ‘eminencias’ que no realizan a conciencia un análisis personal de su ejercicio en la profesión de investigador-docente porque consideran ser propietarios de la erudición, que su visión del mundo es la correcta (emitiendo su opinión cruda y sin filtro) y además poseen un área de oportunidad en lo que se refiere a la empatía y trato hacia las personas que le rodean.

Después de un trabajo consciente en mi persona, he entendido que todos somos resultado de las experiencias que vivimos (estímulos), de cómo las procesamos y enfrentamos con los recursos que tenemos cuando éstas se manifiestan; algunos construimos con las piedras que nos arrojan mientras que otros las juntan para lanzarlas a los que vienen detrás de ellos o sucumben a la profesión. Una palabra, una acción u omisión pueden generar emociones y por ende afectarnos en nuestra salud mental y física (ya que se ha visto que, como estímulos, las emociones también pueden regular la expresión de genes y a su vez se pueden producir sustancias que alteran el metabolismo de quienes las experimentan) por lo tanto hay que tener conciencia de cómo nuestras acciones pueden impactar en otros.

Debemos tener compasión de aquellos que en su momento fueron ‘verdugos’ en la formación y entender que a través de su ejemplo nos enseñan a cómo no se debe de ser para así cortar esos patrones de tajo y brindar a las nuevas generaciones una formación más sana y optimista para su futuro.

Sonríe y suelta para avanzar. Buen fin de semana.