Las hormonas son mensajeros químicos producidos por las glándulas endocrinas y liberadas en el torrente sanguíneo para ‘viajar’ por todo el cuerpo hasta llegar a los sitios adecuados y así regular una amplia gama de procesos fisiológicos vitales; su contribución influye de manera significativa en la homeostasis (equilibrio entre todos los sistemas de un organismo para funcionar de manera adecuada), permitiendo a los organismos adaptarse a los cambios internos y externos.
En relación a estos últimos, en respuesta a señales sociales o factores de estrés ambiental, los cambios hormonales en animales pueden desencadenar comportamientos adaptativos, como el apareamiento o el cuidado parental, garantizando que puedan prosperar de manera rápida y eficaz en su entorno que se encuentra en constante cambio.
La endocrinología del comportamiento investiga cómo las hormonas influyen en el comportamiento de los animales ante los estímulos que se ven expuestos; un ejemplo de lo anterior, en algunas especies de peces, los individuos pueden cambiar de sexo en respuesta a señales sociales.
En la especie de peces comúnmente conocida como “cara de cotorra”, cuando el macho dominante desaparece de un grupo, la hembra más grande sufre una drástica transformación y se ‘convierte’ en macho para ocupar su lugar; dicho cambio está impulsado por cambios en los niveles hormonales, sobre todo de testosterona, lo que demuestra el profundo impacto de las señales endocrinas en el comportamiento y la fisiología.
Otro ejemplo fascinante es el fenómeno del embarazo psicológico en animales en donde las hembras pueden mostrar síntomas de embarazo, como el anidamiento y la lactancia, aunque no estén esperando crías.
Los embarazos psicológicos se pueden originar a causa de fluctuaciones hormonales, sobre todo de progesterona y prolactina, que pueden desencadenarse por la percepción de embarazo por parte de las hembras ante la presencia de otros animales en su entorno que sí lo están; estos cambios hormonales dan lugar a comportamientos que garantizan la supervivencia y el cuidado de las crías, incluso en ausencia de embarazo real.
Una anécdota personal reciente es de una muy querida amiga mía que tiene una basset hound de dos años que experimentó un embarazo psicológico tras acoger a una cachorrita de la raza golden retriever de un mes de edad.
La basset hound y la cachorrita se llevaban muy bien, pero al cabo de unas semanas, la cachorrita se fue a vivir con el hermano de mi amiga y tanto ella como su perra se habían encariñado con ella y ambas resintieron su ausencia. Un par de días después, mi amiga descubrió que su perra estaba produciendo leche, lo que era algo inusual ya que no se encontraba embarazada ni alimentando crías, por lo que mi amiga optó por llevarla al veterinario.
El diagnóstico del veterinario fue que la basset hound de mi amiga tenía un embarazo psicológico como consecuencia de la convivencia con la cachorrita. Este ejemplo pone de manifiesto la poderosa influencia de las interacciones sociales y las respuestas hormonales en el comportamiento animal.
A medida que se profundiza en el conocimiento de la endocrinología del comportamiento, siguen surgiendo nuevas líneas de investigación en otras áreas de la biología como la biología molecular y la genómica permitiendo a los científicos explorar a detalle las interacciones hormona-conducta a niveles sin precedentes; dichos estudios están revelando la naturaleza dinámica y recíproca de estas interacciones, en las que el comportamiento también puede influir en los niveles hormonales, creando un bucle de retroalimentación que moldea la fisiología y el comportamiento de los animales.
A medida que seguimos desentrañando los misterios de la regulación hormonal, obtenemos valiosos conocimientos sobre la resistencia y adaptabilidad de la vida en la Tierra, enriqueciendo nuestra apreciación de la complejidad y maravilla de todos los seres vivos que la habitamos.
Excelente fin de semana.