/ viernes 3 de junio de 2022

Bio-Informando | Comunicación transgénica

Desde las antiguas civilizaciones (egipcios, babilonios y chinos, sólo por mencionar algunos), ya los seres humanos nos dedicábamos a la manipulación de los seres vivos para la obtención de algún producto o servicio, es decir, ya hacíamos Biotecnología.

Evidentemente, no se sabía de la existencia del ADN, no se tenía en mente el concepto de ‘gen’ ni mucho menos de ‘clonación’, ‘ingeniería genética’ y ‘transgénicos’; simplemente mediante la observación y ‘prueba y error’, se realizaban experimentos para satisfacer las necesidades básicas como alimentación y salud.

No fue hasta el año de 1953, que gracias a los trabajos previos de Florence Bell y Rosalind Franklin que James Watson y Francis Crick lograron proponer la estructura doble hélice del ADN y a partir de este descubrimiento, ‘se le metió la chancla al acelerador’ en los avances en ciencia hasta el punto de poder descifrar los genomas de la mayoría de los seres vivos y, si nos ponemos exquisitos, a realizar modificaciones puntuales en el ADN (reduciendo considerablemente el factor del azar al que las antiguas civilizaciones se vieron expuestas) logrando así la obtención de organismos con características deseadas, en menor tiempo y con un margen de error pequeño comparado al que se tendría si se dejara todo en manos de la naturaleza.

De estos avances surgen lo que se conoce como organismos genéticamente modificados (OGM) y transgénicos. Los OGM son aquellos cuyo material genético fue modificado con la finalidad de inducir o inhibir alguna característica propia.

Por otro lado, los transgénicos son OGM a los cuales se les insertó, mediante técnicas de transformación genética, genes ajenos a su genoma (es decir, que no se encuentran dentro su información ‘original por naturaleza’) para conferirles alguna característica deseada. Los transgénicos también son OGM; el detalle es que para que un organismo reciba el nombre de transgénico se requiere insertarle material genético externo.

La finalidad de la obtención de OGM, no es meramente para ‘ver qué sale’ sino obtener recursos naturales con características deseadas reduciendo el efecto del azar para mejorar la calidad de vida de la sociedad.

Otra de las estrategias empleadas para la obtención de productos de interés biotecnológico es someter a los organismos a distintas condiciones específicas que pueden llevarlos a un estado de estrés; sin embargo, a pesar de que se generan metabolitos de interés, el efecto del estrés en los organismos les puede ‘pasar factura’ en otras partes de su metabolismo afectando el rendimiento y productividad de dichos productos. De ahí que la información generada por estudios en respuesta a estrés en organismos sienta las bases para identificar los mecanismos moleculares clave para, dentro de una de las aplicaciones, diseñar OGM; de tal manera que, al insertar y/o realizar modificaciones en el material genético, ya no sea necesario inducir el estrés en un organismo para la obtención de productos de interés.

Para entender esto, consideremos la siguiente analogía: hasta cierto punto, en todas nuestras relaciones interpersonales podemos llegar a tener expectativas que, mediante la convivencia y el ‘estira y afloje’ con la o el otro, pueden o no cumplirse y en ocasiones esto se vuelve estresante si no comunicamos efectivamente lo que queremos, sentimos y buscamos. En cambio, si estamos abiertos al diálogo y brindarle retroalimentación al otro de forma clara, es más probable que las relaciones sean más sanas o bien que si no son compatibles, puedan dejarse por la paz con el menor daño posible.

Volviendo al lenguaje científico, la inserción o modificación de la expresión de genes en un organismo para conferir características deseadas puede reducir la necesidad de recurrir a condiciones estresantes para tener los resultados esperados; es decir, brindarle las instrucciones para que responda (o quizás no) en virtud de lo que se necesita.

Buen fin de semana.

Desde las antiguas civilizaciones (egipcios, babilonios y chinos, sólo por mencionar algunos), ya los seres humanos nos dedicábamos a la manipulación de los seres vivos para la obtención de algún producto o servicio, es decir, ya hacíamos Biotecnología.

Evidentemente, no se sabía de la existencia del ADN, no se tenía en mente el concepto de ‘gen’ ni mucho menos de ‘clonación’, ‘ingeniería genética’ y ‘transgénicos’; simplemente mediante la observación y ‘prueba y error’, se realizaban experimentos para satisfacer las necesidades básicas como alimentación y salud.

No fue hasta el año de 1953, que gracias a los trabajos previos de Florence Bell y Rosalind Franklin que James Watson y Francis Crick lograron proponer la estructura doble hélice del ADN y a partir de este descubrimiento, ‘se le metió la chancla al acelerador’ en los avances en ciencia hasta el punto de poder descifrar los genomas de la mayoría de los seres vivos y, si nos ponemos exquisitos, a realizar modificaciones puntuales en el ADN (reduciendo considerablemente el factor del azar al que las antiguas civilizaciones se vieron expuestas) logrando así la obtención de organismos con características deseadas, en menor tiempo y con un margen de error pequeño comparado al que se tendría si se dejara todo en manos de la naturaleza.

De estos avances surgen lo que se conoce como organismos genéticamente modificados (OGM) y transgénicos. Los OGM son aquellos cuyo material genético fue modificado con la finalidad de inducir o inhibir alguna característica propia.

Por otro lado, los transgénicos son OGM a los cuales se les insertó, mediante técnicas de transformación genética, genes ajenos a su genoma (es decir, que no se encuentran dentro su información ‘original por naturaleza’) para conferirles alguna característica deseada. Los transgénicos también son OGM; el detalle es que para que un organismo reciba el nombre de transgénico se requiere insertarle material genético externo.

La finalidad de la obtención de OGM, no es meramente para ‘ver qué sale’ sino obtener recursos naturales con características deseadas reduciendo el efecto del azar para mejorar la calidad de vida de la sociedad.

Otra de las estrategias empleadas para la obtención de productos de interés biotecnológico es someter a los organismos a distintas condiciones específicas que pueden llevarlos a un estado de estrés; sin embargo, a pesar de que se generan metabolitos de interés, el efecto del estrés en los organismos les puede ‘pasar factura’ en otras partes de su metabolismo afectando el rendimiento y productividad de dichos productos. De ahí que la información generada por estudios en respuesta a estrés en organismos sienta las bases para identificar los mecanismos moleculares clave para, dentro de una de las aplicaciones, diseñar OGM; de tal manera que, al insertar y/o realizar modificaciones en el material genético, ya no sea necesario inducir el estrés en un organismo para la obtención de productos de interés.

Para entender esto, consideremos la siguiente analogía: hasta cierto punto, en todas nuestras relaciones interpersonales podemos llegar a tener expectativas que, mediante la convivencia y el ‘estira y afloje’ con la o el otro, pueden o no cumplirse y en ocasiones esto se vuelve estresante si no comunicamos efectivamente lo que queremos, sentimos y buscamos. En cambio, si estamos abiertos al diálogo y brindarle retroalimentación al otro de forma clara, es más probable que las relaciones sean más sanas o bien que si no son compatibles, puedan dejarse por la paz con el menor daño posible.

Volviendo al lenguaje científico, la inserción o modificación de la expresión de genes en un organismo para conferir características deseadas puede reducir la necesidad de recurrir a condiciones estresantes para tener los resultados esperados; es decir, brindarle las instrucciones para que responda (o quizás no) en virtud de lo que se necesita.

Buen fin de semana.