/ viernes 17 de septiembre de 2021

Bio-informando | Despacio que voy de prisa

“Cuando ya no somos capaces de cambiar una situación, nos encontramos ante el desafío de cambiarnos a nosotros mismos”; esta frase fue dicha por el neurólogo, psiquiatra y filósofo Víctor Frankl, la cual considero que encierra una gran verdad ya que el cambio es la única constante en la vida y que nos invita por las buenas a adecuarnos paulatinamente a los nuevos escenarios; quien se resiste sufre y siente que el mundo se ha puesto ‘patas pa’ arriba’ cuando es su visión la que tiene que colocarse en el sentido correcto.

La biotecnología, como ya lo hemos mencionado anteriormente, ha estado ahí siempre; desde las primeras civilizaciones hasta en nuestros hogares pero el término como tal apareció apenas hace cien años. El detalle está en que todo lo ‘nuevo’, ‘desconocido’ y aparentemente ‘complicado’ genera aversión y para mi gusto en el caso de esta ciencia, apatía por informarse y desarrollar un criterio amplio y fundamentado.

Al estudiar la biotecnología, pudiéramos dividirla en ‘tradicional’ y ‘moderna’; la primera es aquella que se desarrolló en las primeras civilizaciones donde los seres humanos mediante la experimentación, ‘manipulaban’ a los organismos mediante la cruza de animales o cultivos con las características deseadas y/o valoradas para que se manifestaran en la descendencia. Aunque no se tenía ni idea de lo que era el ADN como molécula receptora del material genético, sospechaban que con ‘suerte’ al final se pudiera obtener un producto con los requisitos deseados.

Por su parte, la biotecnología moderna surge a raíz del descubrimiento de la estructura del ADN, el desarrollo de las técnicas de secuenciación y de ingeniería genética que permitieron hacer estas modificaciones más finas y dirigidas disminuyendo la probabilidad de que el resultado obtenido sea al azar y se incremente entonces el éxito de los objetivos planteados. No hay teorías conspirativas ni aplicaciones que se deriven de caprichos descabellados de los científicos (o al menos se pretende y se busca regular que así sea); todo está orientado a la búsqueda de soluciones a problemáticas sociales, respetando protocolos y en la menor cantidad de tiempo posible.

Los productos de la biotecnología se derivan de la recopilación del conocimiento, de un control meticuloso y comprensión absoluta de las reacciones y los procesos apegándose a lineamientos legales y éticos.

México es un país rico en recursos naturales y capital humano con la capacidad de estar altura de investigadores de talla internacional y reconocidos por sus contribuciones a esta ciencia. Precisamente ha sido un mexicano quien desarrolló la insulina recombinante, el doctor Bolívar Zapata, lo cual ha hecho posible que varios pacientes que padecen diabetes puedan llevar una vida relativamente normal y de calidad.

Por otro lado, investigadores de distintos centros de investigación mediante el desarrollo de cultivos genéticamente modificados buscan entre algunas cosas, hacerlos resistentes a condiciones de estrés abiótico (sequía, frío o salinidad), incrementar valores nutricionales de los frutos y reducir el uso de fertilizantes para disminuir el impacto al medio ambiente.

También, por si fuera poco, los doctores mexicanos Reyes Sandoval y López Camacho desarrollaron una vacuna contra el zika la cual además puede contrarrestar los efectos del dengue y chikungunya. Lo que pretendo resaltar es que nada de estos productos han representado una intención de daño a la humanidad sino todo lo contrario y que no por ser mexicanos, no significa que no tenemos potencial.

El área de oportunidad que actualmente tenemos es que además de la generación del conocimiento se debe desarrollar una cultura de vinculación con el sector empresarial y social para la implementación pertinente de aplicaciones.

En la medida en que nos documentemos, difundamos adecuadamente e invirtamos en esta ciencia, adquirirá más aceptación y nuestra calidad de vida continuará progresando. Sí podemos, ánimo.

¡Viva México! Buen fin de semana.


“Cuando ya no somos capaces de cambiar una situación, nos encontramos ante el desafío de cambiarnos a nosotros mismos”; esta frase fue dicha por el neurólogo, psiquiatra y filósofo Víctor Frankl, la cual considero que encierra una gran verdad ya que el cambio es la única constante en la vida y que nos invita por las buenas a adecuarnos paulatinamente a los nuevos escenarios; quien se resiste sufre y siente que el mundo se ha puesto ‘patas pa’ arriba’ cuando es su visión la que tiene que colocarse en el sentido correcto.

La biotecnología, como ya lo hemos mencionado anteriormente, ha estado ahí siempre; desde las primeras civilizaciones hasta en nuestros hogares pero el término como tal apareció apenas hace cien años. El detalle está en que todo lo ‘nuevo’, ‘desconocido’ y aparentemente ‘complicado’ genera aversión y para mi gusto en el caso de esta ciencia, apatía por informarse y desarrollar un criterio amplio y fundamentado.

Al estudiar la biotecnología, pudiéramos dividirla en ‘tradicional’ y ‘moderna’; la primera es aquella que se desarrolló en las primeras civilizaciones donde los seres humanos mediante la experimentación, ‘manipulaban’ a los organismos mediante la cruza de animales o cultivos con las características deseadas y/o valoradas para que se manifestaran en la descendencia. Aunque no se tenía ni idea de lo que era el ADN como molécula receptora del material genético, sospechaban que con ‘suerte’ al final se pudiera obtener un producto con los requisitos deseados.

Por su parte, la biotecnología moderna surge a raíz del descubrimiento de la estructura del ADN, el desarrollo de las técnicas de secuenciación y de ingeniería genética que permitieron hacer estas modificaciones más finas y dirigidas disminuyendo la probabilidad de que el resultado obtenido sea al azar y se incremente entonces el éxito de los objetivos planteados. No hay teorías conspirativas ni aplicaciones que se deriven de caprichos descabellados de los científicos (o al menos se pretende y se busca regular que así sea); todo está orientado a la búsqueda de soluciones a problemáticas sociales, respetando protocolos y en la menor cantidad de tiempo posible.

Los productos de la biotecnología se derivan de la recopilación del conocimiento, de un control meticuloso y comprensión absoluta de las reacciones y los procesos apegándose a lineamientos legales y éticos.

México es un país rico en recursos naturales y capital humano con la capacidad de estar altura de investigadores de talla internacional y reconocidos por sus contribuciones a esta ciencia. Precisamente ha sido un mexicano quien desarrolló la insulina recombinante, el doctor Bolívar Zapata, lo cual ha hecho posible que varios pacientes que padecen diabetes puedan llevar una vida relativamente normal y de calidad.

Por otro lado, investigadores de distintos centros de investigación mediante el desarrollo de cultivos genéticamente modificados buscan entre algunas cosas, hacerlos resistentes a condiciones de estrés abiótico (sequía, frío o salinidad), incrementar valores nutricionales de los frutos y reducir el uso de fertilizantes para disminuir el impacto al medio ambiente.

También, por si fuera poco, los doctores mexicanos Reyes Sandoval y López Camacho desarrollaron una vacuna contra el zika la cual además puede contrarrestar los efectos del dengue y chikungunya. Lo que pretendo resaltar es que nada de estos productos han representado una intención de daño a la humanidad sino todo lo contrario y que no por ser mexicanos, no significa que no tenemos potencial.

El área de oportunidad que actualmente tenemos es que además de la generación del conocimiento se debe desarrollar una cultura de vinculación con el sector empresarial y social para la implementación pertinente de aplicaciones.

En la medida en que nos documentemos, difundamos adecuadamente e invirtamos en esta ciencia, adquirirá más aceptación y nuestra calidad de vida continuará progresando. Sí podemos, ánimo.

¡Viva México! Buen fin de semana.