/ viernes 27 de mayo de 2022

Bio-Informando | Expediente 270522

En esta época del año, los ciclos escolares están por concluir; comienzan los preparativos para el cierre del ciclo, se dan las últimas instrucciones para la elaboración de trabajos y evaluaciones finales, en fin, es una temporada en donde toda la matrícula de estudiantes, docentes y administrativos se encuentran trabajando arduamente para poder cubrir las metas y objetivos propuestos en tiempo y forma.

No hace mucho, para ser honesto, que me encuentro del otro lado de las cámaras desempeñando el rol de docente y he llegado a entender mejor y admirar más a todos aquellos maestros e investigadores que en su momento me brindaron lo mejor de sí para formarme como profesionista y humano.

Por otro lado, mantengo presentes mis experiencias vividas como alumno; aquellas que me hicieron sentir guiado, respetado y acompañado como también aquellas en donde sentí que las medidas y forma de dirigirse hacia mi persona y manejar desavenencias entre ambas partes no fue la adecuada. Esto con el fin de que si algún día me tocaba tener bajo mi supervisión a otras personas que se estuvieran formando dentro del área en la que me desempeño, yo pudiera ayudarlas a explotar su máximo potencial.

Cada profesión tiene un perfil característico; en el caso particular de las ciencias biológicas y de la salud, a pesar de la amplia diversidad de personalidades y, tomando también como primicia que cada cabeza es un mundo, el común denominador o lo que se esperaría de un estudiante de esta área es que presente una curiosidad activa en la búsqueda de explicar el mundo que nos rodea con un sentido humano y actitud de servicio. No obstante, tanto en mi vida como estudiante como en mi experiencia docente, me ha tocado toparme con alumnos que por el simple hecho de ser admitidos dentro de un programa de estudios, ya se sienten como si tuvieran el título y las competencias suficientes para desempeñar la profesión y ser jefes (ojo, que ser líder y jefe no es lo mismo).

Al ser jóvenes nos sentimos invencibles y creemos que con el mínimo esfuerzo y haciendo las cosas a nuestra manera alcanzaremos todo lo que nos propongamos y no es así. Se necesita sudar la camiseta, se necesita tener una actitud de servicio, aprender a tener disposición para realizar las tareas intrínsecas de la profesión que no sean de nuestro total agrado y tener la humildad suficiente para dejarse guiar y seguir instrucciones.

Por otro lado, como docente-investigador, jamás debemos olvidar que nosotros estuvimos también sentados en un aula, que en ocasiones nos sentíamos agobiados con los deberes, que a veces el docente no se preocupaba por dar más de sí mismo para que la lección fuera comprendida o no era flexible con circunstancias que ocurrían fuera del contexto escolar.

El ser empático no es sinónimo de debilidad. El buen docente es alguien que acompaña, guía e inspira a sus alumnos a crear su propio criterio, es alguien firme pero flexible, es alguien que reconoce en público los logros de sus estudiantes y que corrige en privado, es alguien que ve al estudiante como un ser humano y no como un número de expediente más al qué evaluar o del cual valerse desde su posición para que le construyan su carrera o un chalán que le resuelva asuntos personales o que no le competen.

Los que tengamos la oportunidad en algún momento de nuestra vida de enseñar, tengamos conciencia de la responsabilidad que tenemos en nuestras manos; a veces, el aula es el lugar seguro y de paz de los estudiantes. Es por ello que en lo particular, no podría pararme en un aula sin tener el material y actitud adecuada para ejercer mi labor sabiendo que puede haber alumnos que junto con su familia hacen muchos sacrificios para pagar una colegiatura, trasladarse y prepararse para salir adelante. De ahí que busco ser el docente que alguna vez tuve y me gustaría tener siempre.

Excelente fin de semana.

En esta época del año, los ciclos escolares están por concluir; comienzan los preparativos para el cierre del ciclo, se dan las últimas instrucciones para la elaboración de trabajos y evaluaciones finales, en fin, es una temporada en donde toda la matrícula de estudiantes, docentes y administrativos se encuentran trabajando arduamente para poder cubrir las metas y objetivos propuestos en tiempo y forma.

No hace mucho, para ser honesto, que me encuentro del otro lado de las cámaras desempeñando el rol de docente y he llegado a entender mejor y admirar más a todos aquellos maestros e investigadores que en su momento me brindaron lo mejor de sí para formarme como profesionista y humano.

Por otro lado, mantengo presentes mis experiencias vividas como alumno; aquellas que me hicieron sentir guiado, respetado y acompañado como también aquellas en donde sentí que las medidas y forma de dirigirse hacia mi persona y manejar desavenencias entre ambas partes no fue la adecuada. Esto con el fin de que si algún día me tocaba tener bajo mi supervisión a otras personas que se estuvieran formando dentro del área en la que me desempeño, yo pudiera ayudarlas a explotar su máximo potencial.

Cada profesión tiene un perfil característico; en el caso particular de las ciencias biológicas y de la salud, a pesar de la amplia diversidad de personalidades y, tomando también como primicia que cada cabeza es un mundo, el común denominador o lo que se esperaría de un estudiante de esta área es que presente una curiosidad activa en la búsqueda de explicar el mundo que nos rodea con un sentido humano y actitud de servicio. No obstante, tanto en mi vida como estudiante como en mi experiencia docente, me ha tocado toparme con alumnos que por el simple hecho de ser admitidos dentro de un programa de estudios, ya se sienten como si tuvieran el título y las competencias suficientes para desempeñar la profesión y ser jefes (ojo, que ser líder y jefe no es lo mismo).

Al ser jóvenes nos sentimos invencibles y creemos que con el mínimo esfuerzo y haciendo las cosas a nuestra manera alcanzaremos todo lo que nos propongamos y no es así. Se necesita sudar la camiseta, se necesita tener una actitud de servicio, aprender a tener disposición para realizar las tareas intrínsecas de la profesión que no sean de nuestro total agrado y tener la humildad suficiente para dejarse guiar y seguir instrucciones.

Por otro lado, como docente-investigador, jamás debemos olvidar que nosotros estuvimos también sentados en un aula, que en ocasiones nos sentíamos agobiados con los deberes, que a veces el docente no se preocupaba por dar más de sí mismo para que la lección fuera comprendida o no era flexible con circunstancias que ocurrían fuera del contexto escolar.

El ser empático no es sinónimo de debilidad. El buen docente es alguien que acompaña, guía e inspira a sus alumnos a crear su propio criterio, es alguien firme pero flexible, es alguien que reconoce en público los logros de sus estudiantes y que corrige en privado, es alguien que ve al estudiante como un ser humano y no como un número de expediente más al qué evaluar o del cual valerse desde su posición para que le construyan su carrera o un chalán que le resuelva asuntos personales o que no le competen.

Los que tengamos la oportunidad en algún momento de nuestra vida de enseñar, tengamos conciencia de la responsabilidad que tenemos en nuestras manos; a veces, el aula es el lugar seguro y de paz de los estudiantes. Es por ello que en lo particular, no podría pararme en un aula sin tener el material y actitud adecuada para ejercer mi labor sabiendo que puede haber alumnos que junto con su familia hacen muchos sacrificios para pagar una colegiatura, trasladarse y prepararse para salir adelante. De ahí que busco ser el docente que alguna vez tuve y me gustaría tener siempre.

Excelente fin de semana.