/ viernes 10 de diciembre de 2021

Bio-informando | Un acto de fe

Cuando inicié Bio-informando, les compartí que desde pequeño manifesté un interés nato por investigar, por descifrar misterios y por tratar de encontrar una explicación a todo lo que me rodeaba: estaba claro, quería ser un científico; el detalle estaba en que desconocía esta profesión.

Por otro lado, tenía una influencia bastante marcada por la fe y la espiritualidad por parte de mi abuela materna, a tal grado que años más tarde, participé en grupos de jóvenes católicos así como en el coro y la liturgia de algunas parroquias; llegué inclusive a plantearme el tomar el camino del sacerdocio. No obstante, las experiencias, la misma vida y ese Ser Superior (Dios, el karma o el nombre que cada persona le asigne) me ha ido orientando hacia donde yo tengo que servir en este tiempo y espacio.

Si me permiten comentarles algo íntimo, para su época, mi abuela era una mujer muy adelantada en su manera de pensar: la innovación, el arte, la ciencia, la fe y el misticismo convergían en armonía en ella, por lo que siempre he creído que ella ha influido fuertemente en mi vida. Aunque no hice de mi religión una profesión, mi fe me acompaña a diario en el laboratorio y en el salón de clases.

Anteriormente comentaba que durante mi formación profesional, me especialicé en el estudio de los ácidos nucleicos (ADN y ARN) y quien se dedique a trabajar con estas biomoléculas sabe que no es cosa sencilla porque son altamente susceptibles a la degradación y contaminación tanto por factores externos como intrínsecos.

El simple hecho de extraer estas biomoléculas de las células es una tarea retadora ya que se debe cuidar en primer lugar que la muestra no se descongele y que todo el proceso se realice en frío. Por otro lado, aunque los fundamentos de extracción de ácidos nucleicos es el mismo para cualquier ser vivo, los protocolos para cada especie deben ajustarse ya que por la naturaleza de la célula o la composición del tejido de donde pretendemos realizar este procedimiento pueden dificultarlo. Además, les sorprendería que aun haciendo todo de forma correcta, con los cuidados, ajustes y recomendaciones sugeridas puede no obtenerse éxito en tal objetivo.

Lo más curioso que también me ha tocado presenciar es que el resultado de dicho procedimiento puede variar de una persona a otra: a uno le puede salir y a otro no, con y sin tener los cuidados que dicha labor representa. De tal manera que siempre he comentado que el trabajar con ácidos nucleicos es un acto de fe, porque aun haciendo todo como se tiene que hacer, la posibilidad de que no se obtengan está siempre latente y sólo hasta que se concluye el procedimiento se puede tener certeza; caso contrario a otras biomoléculas e investigaciones de diferente tenor que desde antes se puede ir previendo cómo van avanzando o simplemente se limita a su observación e interpretación.

Lo que rescato de esto, es que en el trayecto hacia la meta planteada, se aprende qué funciona y qué no: se adquiere experiencia. Esta última es compartida con colegas y con nuevas generaciones con el fin de ahorrar dificultades y aprovechar mejor el tiempo. Claro, cada persona sabrá si la aprovecha o no y también se enfrentará a sus propios escenarios y desafíos. Lo mismo ocurre en el salón de clases con los alumnos. Uno como docente se ocupa en brindarles las herramientas, el conocimiento, las experiencias, el tiempo y las oportunidades para que puedan salir adelante. No obstante, habrá quienes las aprovechen y otros que prefieran experimentar por su propia cuenta haciendo caso omiso de las recomendaciones que se le hacen. Se puede poner el ímpetu y el alma en ayudarlos pero si ellos no quieren no hay más que se pueda hacer y eso no significa que seamos malos docentes sino que debemos respetar su libre albedrío. Mientras haya por lo menos un estudiante que haya hecho suyo el mensaje, podemos tener nuestra mente tranquila y la fe viva en que todavía hay esperanza en las generaciones que vienen detrás de nosotros.

Buen fin de semana.


Cuando inicié Bio-informando, les compartí que desde pequeño manifesté un interés nato por investigar, por descifrar misterios y por tratar de encontrar una explicación a todo lo que me rodeaba: estaba claro, quería ser un científico; el detalle estaba en que desconocía esta profesión.

Por otro lado, tenía una influencia bastante marcada por la fe y la espiritualidad por parte de mi abuela materna, a tal grado que años más tarde, participé en grupos de jóvenes católicos así como en el coro y la liturgia de algunas parroquias; llegué inclusive a plantearme el tomar el camino del sacerdocio. No obstante, las experiencias, la misma vida y ese Ser Superior (Dios, el karma o el nombre que cada persona le asigne) me ha ido orientando hacia donde yo tengo que servir en este tiempo y espacio.

Si me permiten comentarles algo íntimo, para su época, mi abuela era una mujer muy adelantada en su manera de pensar: la innovación, el arte, la ciencia, la fe y el misticismo convergían en armonía en ella, por lo que siempre he creído que ella ha influido fuertemente en mi vida. Aunque no hice de mi religión una profesión, mi fe me acompaña a diario en el laboratorio y en el salón de clases.

Anteriormente comentaba que durante mi formación profesional, me especialicé en el estudio de los ácidos nucleicos (ADN y ARN) y quien se dedique a trabajar con estas biomoléculas sabe que no es cosa sencilla porque son altamente susceptibles a la degradación y contaminación tanto por factores externos como intrínsecos.

El simple hecho de extraer estas biomoléculas de las células es una tarea retadora ya que se debe cuidar en primer lugar que la muestra no se descongele y que todo el proceso se realice en frío. Por otro lado, aunque los fundamentos de extracción de ácidos nucleicos es el mismo para cualquier ser vivo, los protocolos para cada especie deben ajustarse ya que por la naturaleza de la célula o la composición del tejido de donde pretendemos realizar este procedimiento pueden dificultarlo. Además, les sorprendería que aun haciendo todo de forma correcta, con los cuidados, ajustes y recomendaciones sugeridas puede no obtenerse éxito en tal objetivo.

Lo más curioso que también me ha tocado presenciar es que el resultado de dicho procedimiento puede variar de una persona a otra: a uno le puede salir y a otro no, con y sin tener los cuidados que dicha labor representa. De tal manera que siempre he comentado que el trabajar con ácidos nucleicos es un acto de fe, porque aun haciendo todo como se tiene que hacer, la posibilidad de que no se obtengan está siempre latente y sólo hasta que se concluye el procedimiento se puede tener certeza; caso contrario a otras biomoléculas e investigaciones de diferente tenor que desde antes se puede ir previendo cómo van avanzando o simplemente se limita a su observación e interpretación.

Lo que rescato de esto, es que en el trayecto hacia la meta planteada, se aprende qué funciona y qué no: se adquiere experiencia. Esta última es compartida con colegas y con nuevas generaciones con el fin de ahorrar dificultades y aprovechar mejor el tiempo. Claro, cada persona sabrá si la aprovecha o no y también se enfrentará a sus propios escenarios y desafíos. Lo mismo ocurre en el salón de clases con los alumnos. Uno como docente se ocupa en brindarles las herramientas, el conocimiento, las experiencias, el tiempo y las oportunidades para que puedan salir adelante. No obstante, habrá quienes las aprovechen y otros que prefieran experimentar por su propia cuenta haciendo caso omiso de las recomendaciones que se le hacen. Se puede poner el ímpetu y el alma en ayudarlos pero si ellos no quieren no hay más que se pueda hacer y eso no significa que seamos malos docentes sino que debemos respetar su libre albedrío. Mientras haya por lo menos un estudiante que haya hecho suyo el mensaje, podemos tener nuestra mente tranquila y la fe viva en que todavía hay esperanza en las generaciones que vienen detrás de nosotros.

Buen fin de semana.