/ martes 4 de febrero de 2020

Casa de las ideas | Comunicación y comunicadores

La comunicación (del latín communicatio, -ōnis) es la acción consciente de intercambiar información entre dos o más participantes con el fin de transmitir o recibir información u opiniones distintas. Los pasos básicos de la comunicación son la formación de una intención de comunicar, la composición del mensaje, la codificación del mensaje, la transmisión de la señal, la recepción de la señal, la decodificación del mensaje y finalmente, la interpretación del mensaje por parte del receptor.

RECIBE LAS NOTICIAS DE EL SOL DE HERMOSILLO DIRECTO EN TU WHATSAPP, SUSCRÍBETE AQUÍ

La comunicación es un proceso de interrelación entre dos (o más) personas donde se transmite una información desde un emisor que es capaz de codificarla en un código definido, hasta un receptor el cual decodifica la información recibida, todo eso mediante un medio físico por el cual se logra transmitir el mensaje, con un código en convención entre emisor y receptor, y en un contexto determinado.

El proceso de comunicación emisor —mensaje— receptor, se torna bivalente cuando el receptor logra codificar el mensaje, lo interpreta y lo devuelve al emisor originario, quien ahora se tornará receptor. Quizás de todos los elementos que definen el proceso comunicativo, sea la retroalimentación el componente que nos proporciona las claves necesarias para distinguir una comunicación adecuada y efectiva.

La comunicación es eficaz en la medida de que el receptor interpreta el mensaje en el sentido que pretende el emisor.

La comunicación es dinámica, continua y sistemática. Por lo que plantea una amplia gama de posibilidades de interacción en el ámbito social, que es allí donde tiene su razón de ser, ya que a través de ésta las personas logran el entendimiento, la coordinación y la cooperación que posibilitan el crecimiento y el desarrollo de las organizaciones y, en el campo más amplio, de las sociedades humanas.

La comunicación en general toma lugar entre tres categorías de sujetos principales: los seres humanos (lenguaje), los organismos vivos (biosemiótica) y los dispositivos de comunicación habilitados (cibernética).

En un sentido general, la comunicación es la unión, el contacto con otros seres, y se puede definir como el proceso mediante el cual se transmite una información de un punto a otro. Su propósito u objetivo se puede denominar bajo la acción de informar, generar acciones, crear un entendimiento o transmitir determinada idea. Los comunicadores tienen como función entregar información verídica, y confirmada por tres o más fuentes diferentes.

Lo anterior, aun teniendo connotaciones claramente académicas, nos sirve como un punto de partida adecuado para la determinación y el análisis sobre la situación de la comunicación y los comunicadores en la actualidad, en un mundo ávido de inmediatez en el que la comunicación, más allá de ser y de servirnos como una maravillosa herramienta de interacción, en infinidad de casos y por infinidad de motivos, se convierte en una auténtica arma de manipulación y de agresión. V.gr. las incontrolables y peligrosamente incendiarias redes sociales.

La comunicación entre los seres humanos ha sido y es un elemento precioso, invalorable, de incalculable importancia a lo largo de los siglos. ¿Quién puede dudarlo, o discutirlo? Instrumento poderoso para transmitir mensajes, ideas, conceptos y doctrinas, sirve también para desinformar, pervertir, confundir y hacer caer en terribles errores a los destinatarios, cuando éstos no tienen la más elemental capacidad de discernimiento, o por cualquier motivo no la aplican.

Y en estos tiempos que estamos viviendo, donde sobre todo los medios masivos y los teléfonos inteligentes permiten difundir en cuestión de segundos todo aquello que surge como información —aunque en la realidad no lo sea— y lo hacen llegar de manera instantánea a millones de personas en cualquier parte del planeta, la comunicación, con alarmante frecuencia, entra a bayoneta calada en los terrenos infernales de la perversidad, dentro del derecho de expresarnos y de informarnos, a los que todos supuestamente tenemos derecho.

Se me ocurre pensar que Jesús de Nazaret fue de los primeros grandes líderes que utilizaron la voz viva y directa para hacer llegar su mensaje a quienes acudían a escucharlo. Sin micrófonos, sin altavoces y sin medios de comunicación de ninguna clase, la palabra era la única herramienta, agregada a los comentarios que se hacían de boca en boca entre los que escuchaban sus mensajes. Y la doctrina cristiana cundió y se extendió por todos los confines de aquel mundo totalmente ajeno y distante de los medios y las herramientas de comunicación que llegarían siglos después. Nadie ignora el poder que puede tener la palabra, sea benigna y positiva, o maligna y negativa.

Cuando la comunicación es personal, cara a cara entre dos personas, si usted elimina de la ecuación a una de las dos, la comunicación deja de existir y se convierte en un monólogo, en una voz solitaria en medio de un páramo desierto donde no hay nadie que escuche. En la fórmula triple de la comunicación, tan importante es el emisor como el transmisor y el receptor. Si se rompe la fórmula, o se altera, de destruye o se limita una parte esencial del proceso.

Salvo casos específicos y situaciones muy especiales, en la comunicación lo importante es el mensaje, más allá del emisor, el transmisor y el receptor. En el mensaje está implícita la intención del que lo emite, y en términos generales quien lo transmite se hace solidario con él. El receptor o destinatario queda como una entidad pasiva, que no obstante tiene la opción de escuchar el mensaje, o de rechazarlo, negándose a recibirlo. En los medios e instrumentos de comunicación modernos el rechazo del receptor se encuentra a un minúsculo, aunque demoledor “click” de distancia.

Los líderes carismáticos en la historia de la humanidad han utilizado sus mensajes como vehículo preferente para transportar sus ideas, sus doctrinas y sus conceptos. Y en la amplia diversidad ha habido líderes virtuosos y líderes perversos. Al final de cuentas, es el destinatario —individualmente o en plan colectivo— el que tiene la última palabra: sucumbir y doblegarse, o por el contrario, oponer resistencia y rechazar el mensaje. Al igual que la belleza o la fealdad están en el ojo del observador, la armonía o la discordancia están en el oído (y el entendimiento) del que escucha.

En el México actual está ocurriendo algo inédito, insólito y sin precedentes. El mandatario en turno decidió inaugurar una estrategia de comunicación nunca antes intentada en la historia de nuestra nación: Las llamadas “mañaneras” que hasta el momento, y a partir del primer día de su gobierno, son la parte central de la estrategia de López Obrador, para apoderarse de la agenda de comunicación nacional y manejarla a su antojo, mediante medias verdades, mentiras completas, maniobras burdas de distracción, engañifas, ataques verbales y descalificación de sus críticos y opositores, insultos y bromas de pésimo gusto, ademanes seudo expresivos con los que rellena las largas pausas, mil y una artimaña burda que, aún sin convencer, hasta el momento parecen cumplir con el objetivo propuesto: aturdir, saturar, llenar las mentes débiles con patrañas y controlarlas, de esa perversa manera.

Desde su inicio, las “mañaneras” se han realizado de lunes a viernes, dedicando López los fines de semana a “placearse” por aldeas y poblados, llevando su discurso insulso, plano y chabacano a muchedumbres movilizadas como semovientes humanos, abigarradas, de muy bajo nivel educativo y de aún más bajo nivel de entendimiento, para hacer las veces de patiños del cómico de carpa barata que tienen enfrente. De pronto el clown avisa que “las mañaneras” pudieran ampliarse y producirse también los sábados y los domingos, según él mismo ha dicho, “para no dejar espacio a la desinformación que hay en los mensajes de los conservadores que se nos oponen, y a los medios que los difunden”.

Y si lo dijo, es porque tiene la firme intención de hacerlo, convencido seguramente de que su estrategia de comunicación le ha dado resultados hasta el momento. Otra prueba irrefutable de que sólo escucha su propia voz, y sólo entiende sus propias razones.

Es necesario entonces reconocer que, sin ninguna duda, las “mañaneras” han producido resultados y han tenido múltiples consecuencias, pero se vale preguntar: ¿realmente se han obtenido los resultados esperados, y las consecuencias han sido benéficas y positivas para López y su proyecto?

Ante la cerrazón y la persistencia de un presidente obtuso y obcecado, profundamente ignorante, limitado y mentalmente perturbado, y ante la sumisión abyecta y nauseabunda de sus principales colaboradores, que permanecen mudos, ciegos e impávidos [como vistosos pero inservibles floreros] ante la debacle que enfrenta el país, la comunicación —y una buena parte de los comunicadores y los medios nacionales— se convierten en un malsano caldo de cultivo para los males presentes y futuros que amenazan a los mexicanos.

e- mail: oscar.romo@casadelasideas.com

Twitter: @ChapoRomo

La comunicación (del latín communicatio, -ōnis) es la acción consciente de intercambiar información entre dos o más participantes con el fin de transmitir o recibir información u opiniones distintas. Los pasos básicos de la comunicación son la formación de una intención de comunicar, la composición del mensaje, la codificación del mensaje, la transmisión de la señal, la recepción de la señal, la decodificación del mensaje y finalmente, la interpretación del mensaje por parte del receptor.

RECIBE LAS NOTICIAS DE EL SOL DE HERMOSILLO DIRECTO EN TU WHATSAPP, SUSCRÍBETE AQUÍ

La comunicación es un proceso de interrelación entre dos (o más) personas donde se transmite una información desde un emisor que es capaz de codificarla en un código definido, hasta un receptor el cual decodifica la información recibida, todo eso mediante un medio físico por el cual se logra transmitir el mensaje, con un código en convención entre emisor y receptor, y en un contexto determinado.

El proceso de comunicación emisor —mensaje— receptor, se torna bivalente cuando el receptor logra codificar el mensaje, lo interpreta y lo devuelve al emisor originario, quien ahora se tornará receptor. Quizás de todos los elementos que definen el proceso comunicativo, sea la retroalimentación el componente que nos proporciona las claves necesarias para distinguir una comunicación adecuada y efectiva.

La comunicación es eficaz en la medida de que el receptor interpreta el mensaje en el sentido que pretende el emisor.

La comunicación es dinámica, continua y sistemática. Por lo que plantea una amplia gama de posibilidades de interacción en el ámbito social, que es allí donde tiene su razón de ser, ya que a través de ésta las personas logran el entendimiento, la coordinación y la cooperación que posibilitan el crecimiento y el desarrollo de las organizaciones y, en el campo más amplio, de las sociedades humanas.

La comunicación en general toma lugar entre tres categorías de sujetos principales: los seres humanos (lenguaje), los organismos vivos (biosemiótica) y los dispositivos de comunicación habilitados (cibernética).

En un sentido general, la comunicación es la unión, el contacto con otros seres, y se puede definir como el proceso mediante el cual se transmite una información de un punto a otro. Su propósito u objetivo se puede denominar bajo la acción de informar, generar acciones, crear un entendimiento o transmitir determinada idea. Los comunicadores tienen como función entregar información verídica, y confirmada por tres o más fuentes diferentes.

Lo anterior, aun teniendo connotaciones claramente académicas, nos sirve como un punto de partida adecuado para la determinación y el análisis sobre la situación de la comunicación y los comunicadores en la actualidad, en un mundo ávido de inmediatez en el que la comunicación, más allá de ser y de servirnos como una maravillosa herramienta de interacción, en infinidad de casos y por infinidad de motivos, se convierte en una auténtica arma de manipulación y de agresión. V.gr. las incontrolables y peligrosamente incendiarias redes sociales.

La comunicación entre los seres humanos ha sido y es un elemento precioso, invalorable, de incalculable importancia a lo largo de los siglos. ¿Quién puede dudarlo, o discutirlo? Instrumento poderoso para transmitir mensajes, ideas, conceptos y doctrinas, sirve también para desinformar, pervertir, confundir y hacer caer en terribles errores a los destinatarios, cuando éstos no tienen la más elemental capacidad de discernimiento, o por cualquier motivo no la aplican.

Y en estos tiempos que estamos viviendo, donde sobre todo los medios masivos y los teléfonos inteligentes permiten difundir en cuestión de segundos todo aquello que surge como información —aunque en la realidad no lo sea— y lo hacen llegar de manera instantánea a millones de personas en cualquier parte del planeta, la comunicación, con alarmante frecuencia, entra a bayoneta calada en los terrenos infernales de la perversidad, dentro del derecho de expresarnos y de informarnos, a los que todos supuestamente tenemos derecho.

Se me ocurre pensar que Jesús de Nazaret fue de los primeros grandes líderes que utilizaron la voz viva y directa para hacer llegar su mensaje a quienes acudían a escucharlo. Sin micrófonos, sin altavoces y sin medios de comunicación de ninguna clase, la palabra era la única herramienta, agregada a los comentarios que se hacían de boca en boca entre los que escuchaban sus mensajes. Y la doctrina cristiana cundió y se extendió por todos los confines de aquel mundo totalmente ajeno y distante de los medios y las herramientas de comunicación que llegarían siglos después. Nadie ignora el poder que puede tener la palabra, sea benigna y positiva, o maligna y negativa.

Cuando la comunicación es personal, cara a cara entre dos personas, si usted elimina de la ecuación a una de las dos, la comunicación deja de existir y se convierte en un monólogo, en una voz solitaria en medio de un páramo desierto donde no hay nadie que escuche. En la fórmula triple de la comunicación, tan importante es el emisor como el transmisor y el receptor. Si se rompe la fórmula, o se altera, de destruye o se limita una parte esencial del proceso.

Salvo casos específicos y situaciones muy especiales, en la comunicación lo importante es el mensaje, más allá del emisor, el transmisor y el receptor. En el mensaje está implícita la intención del que lo emite, y en términos generales quien lo transmite se hace solidario con él. El receptor o destinatario queda como una entidad pasiva, que no obstante tiene la opción de escuchar el mensaje, o de rechazarlo, negándose a recibirlo. En los medios e instrumentos de comunicación modernos el rechazo del receptor se encuentra a un minúsculo, aunque demoledor “click” de distancia.

Los líderes carismáticos en la historia de la humanidad han utilizado sus mensajes como vehículo preferente para transportar sus ideas, sus doctrinas y sus conceptos. Y en la amplia diversidad ha habido líderes virtuosos y líderes perversos. Al final de cuentas, es el destinatario —individualmente o en plan colectivo— el que tiene la última palabra: sucumbir y doblegarse, o por el contrario, oponer resistencia y rechazar el mensaje. Al igual que la belleza o la fealdad están en el ojo del observador, la armonía o la discordancia están en el oído (y el entendimiento) del que escucha.

En el México actual está ocurriendo algo inédito, insólito y sin precedentes. El mandatario en turno decidió inaugurar una estrategia de comunicación nunca antes intentada en la historia de nuestra nación: Las llamadas “mañaneras” que hasta el momento, y a partir del primer día de su gobierno, son la parte central de la estrategia de López Obrador, para apoderarse de la agenda de comunicación nacional y manejarla a su antojo, mediante medias verdades, mentiras completas, maniobras burdas de distracción, engañifas, ataques verbales y descalificación de sus críticos y opositores, insultos y bromas de pésimo gusto, ademanes seudo expresivos con los que rellena las largas pausas, mil y una artimaña burda que, aún sin convencer, hasta el momento parecen cumplir con el objetivo propuesto: aturdir, saturar, llenar las mentes débiles con patrañas y controlarlas, de esa perversa manera.

Desde su inicio, las “mañaneras” se han realizado de lunes a viernes, dedicando López los fines de semana a “placearse” por aldeas y poblados, llevando su discurso insulso, plano y chabacano a muchedumbres movilizadas como semovientes humanos, abigarradas, de muy bajo nivel educativo y de aún más bajo nivel de entendimiento, para hacer las veces de patiños del cómico de carpa barata que tienen enfrente. De pronto el clown avisa que “las mañaneras” pudieran ampliarse y producirse también los sábados y los domingos, según él mismo ha dicho, “para no dejar espacio a la desinformación que hay en los mensajes de los conservadores que se nos oponen, y a los medios que los difunden”.

Y si lo dijo, es porque tiene la firme intención de hacerlo, convencido seguramente de que su estrategia de comunicación le ha dado resultados hasta el momento. Otra prueba irrefutable de que sólo escucha su propia voz, y sólo entiende sus propias razones.

Es necesario entonces reconocer que, sin ninguna duda, las “mañaneras” han producido resultados y han tenido múltiples consecuencias, pero se vale preguntar: ¿realmente se han obtenido los resultados esperados, y las consecuencias han sido benéficas y positivas para López y su proyecto?

Ante la cerrazón y la persistencia de un presidente obtuso y obcecado, profundamente ignorante, limitado y mentalmente perturbado, y ante la sumisión abyecta y nauseabunda de sus principales colaboradores, que permanecen mudos, ciegos e impávidos [como vistosos pero inservibles floreros] ante la debacle que enfrenta el país, la comunicación —y una buena parte de los comunicadores y los medios nacionales— se convierten en un malsano caldo de cultivo para los males presentes y futuros que amenazan a los mexicanos.

e- mail: oscar.romo@casadelasideas.com

Twitter: @ChapoRomo