/ martes 4 de junio de 2019

Casa de las ideas | David vs. Goliat, versión 2019

¿Quién no conoce la historia de David y su resonante triunfo en el combate contra el coloso Goliat?

La historia tiende a repetirse en forma cíclica, enrollándose sobre sí misma como una serpentina mágica, y a veces siniestra. De esa manera muchos sucesos ocurridos en tiempos remotos vuelven a surgir, con las naturales diferencias que imponen el cambio de circunstancias, y los nuevos personajes y sus situaciones. Pero las similitudes que existen entre el ayer y el hoy son con frecuencia asombrosas. Y las enseñanazas que nos han dejado siguen siendo útiles y aplicables a los acontecimientos actuales.

Del Antiguo Testamento (Samuel 17:1-54) tomo esta descripción del episodio bíblico que a lo largo de los años ha servido para ilustrar la clásica lucha del débil contra el fuerte, del abusado contra el abusivo, y que a pesar de los siglos transcurridos, sigue siendo tan actual hoy, como lo ha sido siempre.

“Los filisteos vienen otra vez para pelear contra Israel. Pero los israelitas le tienen miedo a Goliat, debido a que es un hombre muy grande. Él mide casi 3 metros, y tiene otro soldado que le carga el escudo.

Cuando David llega al campamento, corre a la línea de batalla en busca de sus hermanos. El gigante filisteo Goliat sale a burlarse de los israelitas. Ha estado haciendo esto cada mañana y noche por 40 días. Grita: ‘Escojan a alguien para que pelee conmigo. Si él gana y me mata, nosotros seremos esclavos suyos. Pero si yo gano y lo mato, ustedes serán esclavos nuestros. Los reto a escoger a alguien para esto.’

David pregunta a algunos soldados: ‘¿Qué se le dará al que mate a este filisteo y libre a Israel de esta vergüenza?’

‘Saúl le dará muchas riquezas,’ un soldado dice. ‘Y también le dará a su propia hija como esposa.’

David baja a un río y recoge cinco piedras lisas y las mete en su bolso. Entonces sube con su honda a pelear contra el gigante. Goliat no puede creerlo. Le parece que es cosa demasiado fácil matar a David.

‘Ven acá,’ dice Goliat, ‘y daré a comer tu cuerpo a los pájaros y los animales.’ Pero David dice: ‘Tú vienes a mí con espada, una lanza y una jabalina, pero yo voy contra ti con el nombre de Jehová. Hoy Jehová te dará en las manos mías y yo te derribaré.’

Ahora David corre hacia Goliat. Saca de su bolso una piedra, la pone en su honda, y la lanza contra Goliat con toda su fuerza. ¡La piedra entra en la cabeza de Goliat, quien cae muerto! Al ver a su campeón caído, los filisteos huyen. Los israelitas los siguen y ganan la batalla”.

La historia de las relaciones entre México y los Estados Unidos es, en muchos sentidos, una réplica fiel de la historia de David y Goliat, del pequeño contra el gigante, del débil contra el poderoso. La diferencia que existe entre el suceso que nos narra la Biblia, y lo que ha sucedido entre nosotros y ellos, es tan triste como dolorosa, y tan dolorosa como encabronante. Avergüenza y solivianta la forma como se conduce el gobierno de un país supuestamente amigo, y que con el correr de los años se ha convertido en nuestro principal socio comercial, según se dice.

Tal vez lo sea, no lo voy a discutir, pero es un socio/Goliat que cuando pierde, arrebata. Y un socio así no es un verdadero socio, sino un animal ventajoso y abusivo, que utiliza su fuerza descomunal para imponer condiciones y obtener lo que desea. Es el rey de la selva internacional que ruge, y cuando ruge y muestra sus poderosas zarpas, todos los demás animales tiemblan… o temblaban hasta hace algunos años, porque de un tiempo a la fecha le han crecido los rivales, que le disputan la hegemonía que ha ostentado durante más de un siglo, sin oposición apenas.

Nosotros los mexicanos somos pequeños y visiblemente débiles, tal como se veía el pequeño David al enfrentar al imponente Goliat. En la Biblia ocurre el milagro y el insignificante David, con solo una modesta honda y una piedra –y desde luego una puntería de indio zurdo– derrumba al coloso y reivindica para la historia a los débiles ante los que, sabiéndose poderosos, utilizan su poder de manera brutal y despiadada.

Los filisteos del Norte tienen en estos momentos a un Goliat de pelo rubio y modales groseros, valentón, majadero y muy confiado en el poder de su espada, su lanza y su jabalina, y que se ha empeñado en doblegar al débil pueblo mexicano, sometiéndolo por la fuerza a sus caprichos y designios. Si el pueblo israelita tuvo como defensor y campeón a un David –fundador de la Casa de David, a la cual pertenecía Jesús– México, el México de nuestros días, no puede presumir de tener a un defensor que se le asemeje. Por azares del destino ha llegado a gobernarnos un tipo que a todas luces carece de los atributos necesarios y las características indispensables para hacer frente a la descomunal fiera que ruge y agita furiosamente su melena, allende la frontera Norte.

No hay un David que nos defienda. No hay una honda ni una piedra para derrumbar al coloso del Norte. No hay un Jehová que intervenga y vea por nosotros. Hay villanos, pero no hay héroes. Hay furia de un lado y hay resignación del otro, porque no hay espíritu, no hay corazón y no hay modo de enfrentar la amenaza. Tenemos lo que tenemos y es más que evidente que no basta.

Para el poderoso gobernante del vecino país no fue suficiente la amenaza de construir entre Estados Unidos y México una muralla similar al muro de hielo que se muestra en la serie Juego de Tronos, y que impedía que los salvajes del Sur invadieran a los del Norte. No lo ha logrado, pero no quita el dedo del renglón, y sigue y seguirá insistiendo durante el tiempo de mandato que le resta. Por si lo anterior fuera poco, hace unos días lanza la amenaza de imponer aranceles progresivos sobre los productos de exportación mexicanos, empezando con un 5% a partir de próximo 10 de junio, hasta llegar a un 25% el 1º de octubre, si México no hace lo que el sátrapa quiere que haga, o sea detener por completo el paso hacia el Norte de los inmigrantes centroamericanos: un México convertido en dique de contención, o un México arruinado.

El Gobierno mexicano, en total y absoluta inferioridad de condiciones –hay que reconocerlo– y sin la valentía y la dignidad suficientes para asumir posiciones firmes y decididas, ha respondido con una carta muy comedida que seguramente fue a parar al cesto de la basura del mandatario “Gringo”. Para tratar de evitar el grave daño que implica la amenaza de Donald Trump, se ha enviado además una nutrida comitiva de funcionarios a pactar las condiciones de la rendición, encabezada por el canciller Marcelo Ebrard, que tiene gran estatura física, pero pequeña dimensión moral. Siglos después, la serpentina de la historia repone la sumisión de Moctezuma ante Cortés.

En el campo de batalla que se establece en este 2019, se alinean de un lado las huestes filisteas encabezadas por su campeón Goliat, y del otro lado las desorganizadas, divididas, confrontadas y vulnerables brigadas de israelitas que, para colmo de males, ya no cuentan con un David y su honda como defensor. Es el enfrentamiento del poder avasallador de quien, sabiéndose fuerte y creyéndose invencible, abusa de su fuerza; contra la mortecina dignidad de un pueblo que, sabiéndose débil y en inferioridad total de condiciones, se envuelve como último recurso en una deshilachada bandera de dignidad nacionalista, y se lanza al precipicio en un gesto de valentía que no alcanza a ocultar su indudable inferioridad, y su profunda amargura de siglos.

El desenlace final y definitivo del desequilibrado enfrentamiento aún no se conoce, pero es absoluta y totalmente previsible. En la desigual lucha del poder contra la dignidad, el fuerte impondrá sus condiciones y el débil tendrá que aceptarlas a regañadientes, buscando la manera de no salir demasiado maltrecho al aceptar las condiciones que se le impongan, y otorgar sus concesiones a cambio del perdón.

La crisis arancelaria pasará, como pasa todo en esta vida, y mañana surgirá otra diferente, y pasado mañana otra más, y así hasta el final de los tiempos oscuros que nos esperan, en una relación de vecindad que muy pocas veces nos ha sido realmente propicia, por más que se pretenda pintarla con los colores optimistas de algunos magros e intangibles beneficios transitorios.

Comentario final

Un ejército nacional que permite que se le insulte y avergüence a plena vista por un grupo de delincuentes de poca monta, nunca podrá ser el David salvador que la nación requiere en los momentos de ser agredida desde el exterior, o desde el interior.

En Tweeter soy @ChapoRomo

e-mail: oscar.romo@casadelasideas.com

¿Quién no conoce la historia de David y su resonante triunfo en el combate contra el coloso Goliat?

La historia tiende a repetirse en forma cíclica, enrollándose sobre sí misma como una serpentina mágica, y a veces siniestra. De esa manera muchos sucesos ocurridos en tiempos remotos vuelven a surgir, con las naturales diferencias que imponen el cambio de circunstancias, y los nuevos personajes y sus situaciones. Pero las similitudes que existen entre el ayer y el hoy son con frecuencia asombrosas. Y las enseñanazas que nos han dejado siguen siendo útiles y aplicables a los acontecimientos actuales.

Del Antiguo Testamento (Samuel 17:1-54) tomo esta descripción del episodio bíblico que a lo largo de los años ha servido para ilustrar la clásica lucha del débil contra el fuerte, del abusado contra el abusivo, y que a pesar de los siglos transcurridos, sigue siendo tan actual hoy, como lo ha sido siempre.

“Los filisteos vienen otra vez para pelear contra Israel. Pero los israelitas le tienen miedo a Goliat, debido a que es un hombre muy grande. Él mide casi 3 metros, y tiene otro soldado que le carga el escudo.

Cuando David llega al campamento, corre a la línea de batalla en busca de sus hermanos. El gigante filisteo Goliat sale a burlarse de los israelitas. Ha estado haciendo esto cada mañana y noche por 40 días. Grita: ‘Escojan a alguien para que pelee conmigo. Si él gana y me mata, nosotros seremos esclavos suyos. Pero si yo gano y lo mato, ustedes serán esclavos nuestros. Los reto a escoger a alguien para esto.’

David pregunta a algunos soldados: ‘¿Qué se le dará al que mate a este filisteo y libre a Israel de esta vergüenza?’

‘Saúl le dará muchas riquezas,’ un soldado dice. ‘Y también le dará a su propia hija como esposa.’

David baja a un río y recoge cinco piedras lisas y las mete en su bolso. Entonces sube con su honda a pelear contra el gigante. Goliat no puede creerlo. Le parece que es cosa demasiado fácil matar a David.

‘Ven acá,’ dice Goliat, ‘y daré a comer tu cuerpo a los pájaros y los animales.’ Pero David dice: ‘Tú vienes a mí con espada, una lanza y una jabalina, pero yo voy contra ti con el nombre de Jehová. Hoy Jehová te dará en las manos mías y yo te derribaré.’

Ahora David corre hacia Goliat. Saca de su bolso una piedra, la pone en su honda, y la lanza contra Goliat con toda su fuerza. ¡La piedra entra en la cabeza de Goliat, quien cae muerto! Al ver a su campeón caído, los filisteos huyen. Los israelitas los siguen y ganan la batalla”.

La historia de las relaciones entre México y los Estados Unidos es, en muchos sentidos, una réplica fiel de la historia de David y Goliat, del pequeño contra el gigante, del débil contra el poderoso. La diferencia que existe entre el suceso que nos narra la Biblia, y lo que ha sucedido entre nosotros y ellos, es tan triste como dolorosa, y tan dolorosa como encabronante. Avergüenza y solivianta la forma como se conduce el gobierno de un país supuestamente amigo, y que con el correr de los años se ha convertido en nuestro principal socio comercial, según se dice.

Tal vez lo sea, no lo voy a discutir, pero es un socio/Goliat que cuando pierde, arrebata. Y un socio así no es un verdadero socio, sino un animal ventajoso y abusivo, que utiliza su fuerza descomunal para imponer condiciones y obtener lo que desea. Es el rey de la selva internacional que ruge, y cuando ruge y muestra sus poderosas zarpas, todos los demás animales tiemblan… o temblaban hasta hace algunos años, porque de un tiempo a la fecha le han crecido los rivales, que le disputan la hegemonía que ha ostentado durante más de un siglo, sin oposición apenas.

Nosotros los mexicanos somos pequeños y visiblemente débiles, tal como se veía el pequeño David al enfrentar al imponente Goliat. En la Biblia ocurre el milagro y el insignificante David, con solo una modesta honda y una piedra –y desde luego una puntería de indio zurdo– derrumba al coloso y reivindica para la historia a los débiles ante los que, sabiéndose poderosos, utilizan su poder de manera brutal y despiadada.

Los filisteos del Norte tienen en estos momentos a un Goliat de pelo rubio y modales groseros, valentón, majadero y muy confiado en el poder de su espada, su lanza y su jabalina, y que se ha empeñado en doblegar al débil pueblo mexicano, sometiéndolo por la fuerza a sus caprichos y designios. Si el pueblo israelita tuvo como defensor y campeón a un David –fundador de la Casa de David, a la cual pertenecía Jesús– México, el México de nuestros días, no puede presumir de tener a un defensor que se le asemeje. Por azares del destino ha llegado a gobernarnos un tipo que a todas luces carece de los atributos necesarios y las características indispensables para hacer frente a la descomunal fiera que ruge y agita furiosamente su melena, allende la frontera Norte.

No hay un David que nos defienda. No hay una honda ni una piedra para derrumbar al coloso del Norte. No hay un Jehová que intervenga y vea por nosotros. Hay villanos, pero no hay héroes. Hay furia de un lado y hay resignación del otro, porque no hay espíritu, no hay corazón y no hay modo de enfrentar la amenaza. Tenemos lo que tenemos y es más que evidente que no basta.

Para el poderoso gobernante del vecino país no fue suficiente la amenaza de construir entre Estados Unidos y México una muralla similar al muro de hielo que se muestra en la serie Juego de Tronos, y que impedía que los salvajes del Sur invadieran a los del Norte. No lo ha logrado, pero no quita el dedo del renglón, y sigue y seguirá insistiendo durante el tiempo de mandato que le resta. Por si lo anterior fuera poco, hace unos días lanza la amenaza de imponer aranceles progresivos sobre los productos de exportación mexicanos, empezando con un 5% a partir de próximo 10 de junio, hasta llegar a un 25% el 1º de octubre, si México no hace lo que el sátrapa quiere que haga, o sea detener por completo el paso hacia el Norte de los inmigrantes centroamericanos: un México convertido en dique de contención, o un México arruinado.

El Gobierno mexicano, en total y absoluta inferioridad de condiciones –hay que reconocerlo– y sin la valentía y la dignidad suficientes para asumir posiciones firmes y decididas, ha respondido con una carta muy comedida que seguramente fue a parar al cesto de la basura del mandatario “Gringo”. Para tratar de evitar el grave daño que implica la amenaza de Donald Trump, se ha enviado además una nutrida comitiva de funcionarios a pactar las condiciones de la rendición, encabezada por el canciller Marcelo Ebrard, que tiene gran estatura física, pero pequeña dimensión moral. Siglos después, la serpentina de la historia repone la sumisión de Moctezuma ante Cortés.

En el campo de batalla que se establece en este 2019, se alinean de un lado las huestes filisteas encabezadas por su campeón Goliat, y del otro lado las desorganizadas, divididas, confrontadas y vulnerables brigadas de israelitas que, para colmo de males, ya no cuentan con un David y su honda como defensor. Es el enfrentamiento del poder avasallador de quien, sabiéndose fuerte y creyéndose invencible, abusa de su fuerza; contra la mortecina dignidad de un pueblo que, sabiéndose débil y en inferioridad total de condiciones, se envuelve como último recurso en una deshilachada bandera de dignidad nacionalista, y se lanza al precipicio en un gesto de valentía que no alcanza a ocultar su indudable inferioridad, y su profunda amargura de siglos.

El desenlace final y definitivo del desequilibrado enfrentamiento aún no se conoce, pero es absoluta y totalmente previsible. En la desigual lucha del poder contra la dignidad, el fuerte impondrá sus condiciones y el débil tendrá que aceptarlas a regañadientes, buscando la manera de no salir demasiado maltrecho al aceptar las condiciones que se le impongan, y otorgar sus concesiones a cambio del perdón.

La crisis arancelaria pasará, como pasa todo en esta vida, y mañana surgirá otra diferente, y pasado mañana otra más, y así hasta el final de los tiempos oscuros que nos esperan, en una relación de vecindad que muy pocas veces nos ha sido realmente propicia, por más que se pretenda pintarla con los colores optimistas de algunos magros e intangibles beneficios transitorios.

Comentario final

Un ejército nacional que permite que se le insulte y avergüence a plena vista por un grupo de delincuentes de poca monta, nunca podrá ser el David salvador que la nación requiere en los momentos de ser agredida desde el exterior, o desde el interior.

En Tweeter soy @ChapoRomo

e-mail: oscar.romo@casadelasideas.com