/ lunes 15 de julio de 2019

Casa de las ideas | De zánganos y colmenas

Paulatinamente se ha ido poniendo más y más fea la situación política en nuestro país, y está tan agitado el ambiente social nacional en estos momentos, que quienes desde diferentes espacios nos dedicamos a comentar los sucesos que como aerolitos espaciales, caen sobre este supuesto cuerno de la abundancia al que llamamos “México”, nos encontramos ante un parteaguas que intriga y confunde: o abandonamos el campo de batalla para no ser víctimas del sangriento zafarrancho, o tratamos de sacarle la vuelta, pero sin arriar banderas. “Cuerno de la abundancia” ha sido llamado México, en forma más o menos elegante, porque efectivamente, ha proveído mucho, para muchos, y durante mucho tiempo. Por ello cualquiera diría que es un cuerno de abundancia inagotable… pero no lo es. Como todo en este mundo el cuerno es finito, y la abundancia por consecuencia.

Las opciones: hundir la cabeza en los arenales como los avestruces, con lo cual se deja la cola expuesta; salir corriendo en una estampida de abandono cobarde; o quedarse parado temerariamente sobre los charcos de sangre, en medio de las bayonetas caladas, los cuchillazos, la balacera, y los cadáveres que se van amontonando sobre la geografía nacional, como si se tratara de levantar con ellos un monumento a la crueldad y a la estupidez de los hombres que han gobernado a este país, que se desgarra y se desangra en forma inexorable.

En este sombrío escenario se presentan momentos en que es indispensable hacer una pausa, aunque sea breve. Sacudir la cabeza aturdida y tomar aire para que la circulación de la sangre se normalice siquiera un poco. Tratar de recobrar la calma, aun cuando en derredor el fragor de la cruenta batalla que se ha entablado se torne todavía más ensordecedor, y los cuerpos caigan como moscas en derredor… ¡Piedad, Señor, para el que sufre!

A continuación, ofreceré al lector una alegoría, una especie de cuento un tanto sombrío, en el que trataré de describir una situación que tal vez alguien encuentre comparable con lo que está sucediendo en nuestro gran país/colmena. Y es posible conseguirlo, haciendo una traspolación de la figura de una abeja reina con la figura presidencial, y la de los zánganos con la multitud de inútiles mantenidos que infestan las estructuras de gobierno, y que constituyen el lastre, la carga muerta, y el peso asfixiante que arrastra al país hacia abajo, hacia el fondo, con un bloque de cemento encadenado a los tobillos.

ooOoo

“El momento se acerca. Los zánganos, lustrosos y cebados, arden en la expectativa del gran momento, cuando la reina les dará la señal. La señal para que el rebaño como uno solo se unifique en pos del designio. Son muchos miles de zánganos, más del triple de lo normal (y prácticamente todos innecesarios)…

“Se trata de una colmena degenerada y como bien saben los apicultores, cuanto más decae una colmena más zánganos produce, y éstos han mermado ya las provisiones del país, del colmenar. El trabajo extenuante, esclavizante de todas las obreras, ya no basta para saciar el apetito voraz de esos ‘parásitos’.

Es ley que sólo cinco o diez zánganos a lo sumo llenarán los requisitos para tener probabilidades de realizar la cópula imperial. Y solo uno logrará satisfacer a la ególatra ‘imperatrix’ en turno, aunque en ello le vaya la muerte de su individualidad. Mientras el momento llega, la caballada espera, allá afuera, a que el César actual cruce el Rubicón y la suerte de 130 millones de abejas sea echada.

Pero en esta ocasión la colmena muestra síntomas insólitos. Las abejas productoras, inexorablemente destinadas a trabajar y producir y amantes de hacerlo, empiezan a mostrar gran molestia. Con sus alas rotas y desvencijadas, con sus cuerpos cubiertos de laceraciones por el trabajo, con hambre a pesar de su trabajo, se han cansado de oír los zumbidos exigentes de la reina y su séquito, y de los zánganos. Se les ve reunirse, tocarse con sus antenas y transmitirse extraños mensajes con nerviosismo. Hay confusión, existe intranquilidad y cunde el desasosiego en la colmena. Era frecuente verlas propinando empujones a los zánganos -varias veces más fuertes que ellas-, pero aún su reina, foco incuestionable del ser de la colmena, ahora las atiende con ira, incluso con impaciencia y desdén.

Una reprimida cólera como electricidad estática crepita en el ambiente enrarecido que se vuelve más inestable a cada momento. Miles de abejas abandonan su colmenar para irse a buscar otras colmenas. Un ominoso, amenazante, cada vez más sincronizado zumbido de las obreras trabajadoras se eleva en el aire, y poco a poco lo torna irrespirable. La naturaleza, entendiendo el fenómeno, se prepara para un hecho sin precedentes: La corte imperial y los zánganos, en actitud cínica frente a los signos, aumentan sus exigencias de productividad y sacrificio.

La abeja reina remonta el vuelo… ¡He aquí el dorado momento de brillo de los zánganos, el momento de elevar su flamígero dedo para hacer sentir su presencia en el universo! Su reina los convoca. Sus ojillos, condenados a ver solo a través de los de ella, sienten la súbita concentración todas sus potencias, y guiados por su libido se arrojan al espacio en pos del clímax. Hacia su cielo, el nirvana, el tálamo de sus sueños nupciales.

Abajo queda una colmena desgastada. Pero todavía en pleno trabajo. Quienes han sostenido una y muchas generaciones de zánganos mantiene casi intacta su capacidad productiva, incluso en el ambiente de desánimo que prevalece… ¡Cuando la monarquía regrese se llevará una sorpresa! Lo insólito ha ocurrido en la naturaleza. Las leyes inexorables han sido cambiadas. La colmena cierra las puertas y repudia a su antigua consorte imperial… ¡Que busque, que inicie otra colmena y que la haga habitable! ¡Que las nuevas generaciones de zánganos (vibrando ya en el vientre de la ex- monarca) trabajen, para que sepan lo que es productividad y sacrificio! ¡Que sufran las consecuencias de sus decisiones, lejos del amparo de sus abejas trabajadoras!

Esta colmena ha lanzado un reto… ¿Quién dice que necesitamos zánganos? ¿Quién decide cuál será nuestra reina? Con reverencia nos quedamos contemplando esta colmena que ha decidido sacudirse leyes y yugos y lastres contrarios a su dignidad y a su supervivencia.

Cuando la monarca olvida que "el espíritu de la colmena" es el que manda y se arroga ese derecho, se ha sentenciado a muerte. Cuando reina y zánganos dejan de cumplir con su función, que es servir a su colmena, ha llegado la hora de prescindir de ellos.

Una nueva forma de organización y gobierno se está gestando”.

ooOoo

Como dije antes de empezar esta alegoría, para que adquiera pleno sentido y se haga la luz, basta con sustituir la figura de la reina de la colmena por la del Presidente de la República, y la figura de los zánganos por la improductiva masa burocrática, y los cortesanos que no aportan nada, consumen mucho, y cuestan tanto.

Los mexicanos no tenemos más colmena que esta en que vivimos. Quienes en sus angustias y desesperanzas tratan de escapar de ella, están siendo perseguidos como criminales, y sometidos a las peores indignidades. En la lucha sin cuartel entablada entre los que se sienten conquistadores y los que se saben conquistados, los que más pierden son los débiles, los que siendo tantos no tienen voz ni defensa, y que van al garete por la vida, navegando por un océano infinito, en una barca desvencijada con las velas hechas pedazos.

En Twitter soy @ChapoRomo

Mi dirección de correo es oscar.romo@casadelasideas.com

Paulatinamente se ha ido poniendo más y más fea la situación política en nuestro país, y está tan agitado el ambiente social nacional en estos momentos, que quienes desde diferentes espacios nos dedicamos a comentar los sucesos que como aerolitos espaciales, caen sobre este supuesto cuerno de la abundancia al que llamamos “México”, nos encontramos ante un parteaguas que intriga y confunde: o abandonamos el campo de batalla para no ser víctimas del sangriento zafarrancho, o tratamos de sacarle la vuelta, pero sin arriar banderas. “Cuerno de la abundancia” ha sido llamado México, en forma más o menos elegante, porque efectivamente, ha proveído mucho, para muchos, y durante mucho tiempo. Por ello cualquiera diría que es un cuerno de abundancia inagotable… pero no lo es. Como todo en este mundo el cuerno es finito, y la abundancia por consecuencia.

Las opciones: hundir la cabeza en los arenales como los avestruces, con lo cual se deja la cola expuesta; salir corriendo en una estampida de abandono cobarde; o quedarse parado temerariamente sobre los charcos de sangre, en medio de las bayonetas caladas, los cuchillazos, la balacera, y los cadáveres que se van amontonando sobre la geografía nacional, como si se tratara de levantar con ellos un monumento a la crueldad y a la estupidez de los hombres que han gobernado a este país, que se desgarra y se desangra en forma inexorable.

En este sombrío escenario se presentan momentos en que es indispensable hacer una pausa, aunque sea breve. Sacudir la cabeza aturdida y tomar aire para que la circulación de la sangre se normalice siquiera un poco. Tratar de recobrar la calma, aun cuando en derredor el fragor de la cruenta batalla que se ha entablado se torne todavía más ensordecedor, y los cuerpos caigan como moscas en derredor… ¡Piedad, Señor, para el que sufre!

A continuación, ofreceré al lector una alegoría, una especie de cuento un tanto sombrío, en el que trataré de describir una situación que tal vez alguien encuentre comparable con lo que está sucediendo en nuestro gran país/colmena. Y es posible conseguirlo, haciendo una traspolación de la figura de una abeja reina con la figura presidencial, y la de los zánganos con la multitud de inútiles mantenidos que infestan las estructuras de gobierno, y que constituyen el lastre, la carga muerta, y el peso asfixiante que arrastra al país hacia abajo, hacia el fondo, con un bloque de cemento encadenado a los tobillos.

ooOoo

“El momento se acerca. Los zánganos, lustrosos y cebados, arden en la expectativa del gran momento, cuando la reina les dará la señal. La señal para que el rebaño como uno solo se unifique en pos del designio. Son muchos miles de zánganos, más del triple de lo normal (y prácticamente todos innecesarios)…

“Se trata de una colmena degenerada y como bien saben los apicultores, cuanto más decae una colmena más zánganos produce, y éstos han mermado ya las provisiones del país, del colmenar. El trabajo extenuante, esclavizante de todas las obreras, ya no basta para saciar el apetito voraz de esos ‘parásitos’.

Es ley que sólo cinco o diez zánganos a lo sumo llenarán los requisitos para tener probabilidades de realizar la cópula imperial. Y solo uno logrará satisfacer a la ególatra ‘imperatrix’ en turno, aunque en ello le vaya la muerte de su individualidad. Mientras el momento llega, la caballada espera, allá afuera, a que el César actual cruce el Rubicón y la suerte de 130 millones de abejas sea echada.

Pero en esta ocasión la colmena muestra síntomas insólitos. Las abejas productoras, inexorablemente destinadas a trabajar y producir y amantes de hacerlo, empiezan a mostrar gran molestia. Con sus alas rotas y desvencijadas, con sus cuerpos cubiertos de laceraciones por el trabajo, con hambre a pesar de su trabajo, se han cansado de oír los zumbidos exigentes de la reina y su séquito, y de los zánganos. Se les ve reunirse, tocarse con sus antenas y transmitirse extraños mensajes con nerviosismo. Hay confusión, existe intranquilidad y cunde el desasosiego en la colmena. Era frecuente verlas propinando empujones a los zánganos -varias veces más fuertes que ellas-, pero aún su reina, foco incuestionable del ser de la colmena, ahora las atiende con ira, incluso con impaciencia y desdén.

Una reprimida cólera como electricidad estática crepita en el ambiente enrarecido que se vuelve más inestable a cada momento. Miles de abejas abandonan su colmenar para irse a buscar otras colmenas. Un ominoso, amenazante, cada vez más sincronizado zumbido de las obreras trabajadoras se eleva en el aire, y poco a poco lo torna irrespirable. La naturaleza, entendiendo el fenómeno, se prepara para un hecho sin precedentes: La corte imperial y los zánganos, en actitud cínica frente a los signos, aumentan sus exigencias de productividad y sacrificio.

La abeja reina remonta el vuelo… ¡He aquí el dorado momento de brillo de los zánganos, el momento de elevar su flamígero dedo para hacer sentir su presencia en el universo! Su reina los convoca. Sus ojillos, condenados a ver solo a través de los de ella, sienten la súbita concentración todas sus potencias, y guiados por su libido se arrojan al espacio en pos del clímax. Hacia su cielo, el nirvana, el tálamo de sus sueños nupciales.

Abajo queda una colmena desgastada. Pero todavía en pleno trabajo. Quienes han sostenido una y muchas generaciones de zánganos mantiene casi intacta su capacidad productiva, incluso en el ambiente de desánimo que prevalece… ¡Cuando la monarquía regrese se llevará una sorpresa! Lo insólito ha ocurrido en la naturaleza. Las leyes inexorables han sido cambiadas. La colmena cierra las puertas y repudia a su antigua consorte imperial… ¡Que busque, que inicie otra colmena y que la haga habitable! ¡Que las nuevas generaciones de zánganos (vibrando ya en el vientre de la ex- monarca) trabajen, para que sepan lo que es productividad y sacrificio! ¡Que sufran las consecuencias de sus decisiones, lejos del amparo de sus abejas trabajadoras!

Esta colmena ha lanzado un reto… ¿Quién dice que necesitamos zánganos? ¿Quién decide cuál será nuestra reina? Con reverencia nos quedamos contemplando esta colmena que ha decidido sacudirse leyes y yugos y lastres contrarios a su dignidad y a su supervivencia.

Cuando la monarca olvida que "el espíritu de la colmena" es el que manda y se arroga ese derecho, se ha sentenciado a muerte. Cuando reina y zánganos dejan de cumplir con su función, que es servir a su colmena, ha llegado la hora de prescindir de ellos.

Una nueva forma de organización y gobierno se está gestando”.

ooOoo

Como dije antes de empezar esta alegoría, para que adquiera pleno sentido y se haga la luz, basta con sustituir la figura de la reina de la colmena por la del Presidente de la República, y la figura de los zánganos por la improductiva masa burocrática, y los cortesanos que no aportan nada, consumen mucho, y cuestan tanto.

Los mexicanos no tenemos más colmena que esta en que vivimos. Quienes en sus angustias y desesperanzas tratan de escapar de ella, están siendo perseguidos como criminales, y sometidos a las peores indignidades. En la lucha sin cuartel entablada entre los que se sienten conquistadores y los que se saben conquistados, los que más pierden son los débiles, los que siendo tantos no tienen voz ni defensa, y que van al garete por la vida, navegando por un océano infinito, en una barca desvencijada con las velas hechas pedazos.

En Twitter soy @ChapoRomo

Mi dirección de correo es oscar.romo@casadelasideas.com