/ sábado 7 de noviembre de 2020

Casa de las ideas | El momento del ciudadano

No existe momento mejor y más propicio para el ciudadano que el tiempo de elecciones. Eso sucede cada tres y cada seis años, de acuerdo a los usos y costumbres que se han convertido en ley. El resto del tiempo el ciudadano pasa a ocupar un lugar secundario, y con gran frecuencia se convierte en un sujeto intrascendente. Pero en tiempo de elecciones el ciudadano se convierte en la presa más codiciada por los políticos que buscan afanosamente alguno de los cargos que se disputan.

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Por unos cuantos meses a los ciudadanos se nos chipilea, se nos busca con insistencia, se nos hace sentir que somos importantes y que nuestras necesidades, nuestros deseos y planteamientos serán tomados en consideración por los políticos, una vez que hayan sido electos. Es el juego eterno de prometer sin la menor intención de cumplir.

A pesar de la infinidad de experiencias y de la abundancia de elementos de juicio, seguimos soñando que tal vez en esta próxima ocasión los resultados serán diferentes, aunque los hechos duros y crueles nos demuestren que tal expectativa no pasa de ser uno de esos sueños guajiros, y que una vez que hayamos depositado nuestros votos en las urnas retornaremos a la oscuridad de una existencia intrascendente y de constantes frustraciones y desencantos, sin mayor valor para los que finalmente resultaron favorecidos con la victoria electoral.

En el proceso electoral 2021 que se puso en marcha desde hace poco más de dos meses, las cosas pintan mal. Mucho peor que en los procesos anteriores, que de acuerdo a los hechos y por diversas circunstancias, cada uno tuvo características por demás negativas, y que no obstante y a pesar de haber dejado hondas huellas en el ánimo de los ciudadanos, han sido relegados al piadoso olvido, para no terminar desembocando en una especie de suicidio cívico compartido.

Hasta el momento no hay más que tres tiradores, y creo que finalmente serán ellos los que tomen la salida en la carrera por la gubernatura: Ricardo Bours Castelo, que fue el primero que saltó abiertamente a la palestra dizque como aspirante independiente, para caer finalmente en brazos de Movimiento Ciudadano. Alfonso Durazo Montaño, que desde la campaña de 2018 ya estaba apuntado, aunque en forma soterrada y un tanto a la sorda que a nadie engañó, y que viene como favorito del Régimen, con todas las ventajas que ello representa. Y Ernesto Gándara Camou, que siempre se ha mantenido en la línea de batalla y aguardando el momento propicio, aunque sin abandonar ese estilo mesurado y discreto que le es característico. En esta ocasión encabezando una muy sui generis alianza tripartita entre PAN-PRI-PRD.

Ninguno de los tres aspirantes podrá ganar con sólo la fuerza propia del partido, o los partidos que lo postulen. Eso resulta absolutamente claro y evidente. Forzosamente necesitarán inclinar a su favor el voto de los ciudadanos “indecisos”, que fluctúa entre el 30 y el 35%, de acuerdo con las encuestas. Y ahí está el detalle, como dice la frase inmortalizada por Mario Moreno “Cantinflas”. El que hasta el momento luce con menos probabilidades de los tres, de acuerdo a las mediciones que se han dado a conocer, es Ricardo Bours, candidato virtual de Movimiento Ciudadano que irá solo atenido a sus propias fuerzas, que no son muchas. En esta forma quedan enfilados hacia una gran colisión de trenes Alfonso Durazo y Ernesto Gándara, con el soporte de las coaliciones que finalmente se logren concretar en torno a cada uno de ellos.

Y entre estos dos gladiadores el que tiene mejores posibilidades de cosechar a su favor la mayor parte de ese porcentaje de “indecisos”, es Ernesto “Borrego” Gándara. Si los indecisos abandonan su indecisión estrictamente con base en los antecedentes y el perfil personal de Durazo y de Gándara, podríamos anticipar que la suerte está echada, a favor del “Borrego”. Pero en estas cosas no siempre sucede lo que la lógica político-electoral indica, porque el diablo siempre trata de meter la cola, y sabemos por experiencia que cuando el diablo mete su hedionda cola en una elección, suceden cosas impredecibles.

Mi percepción se basa en los factores externos que influyen a favor o en contra de Durazo y de Gándara, más allá de sus características personales. Impacta en forma determinante el ambiente que existe entre los ciudadanos de Sonora con respecto a las diversas acciones y decisiones del gobierno de López Obrador, y las que siga adoptando en los meses que faltan para la elección. También está el ambiente que existe respecto al gobierno de Claudia Pavlovich, aunque en este caso no influya en forma directa por las diferencias que sabemos que existen entre Claudia y Ernesto. Influyen también los resultados de las administraciones de los alcaldes provenientes de Morena en los principales municipios de Sonora, en cuya designación la influencia de Durazo fue determinante. Tenemos además los resultados (o la ausencia de resultados) obtenidos por Durazo durante los dos años al frente de la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana. Y por otro lado tenemos la forma como se ha desempeñado “El Borrego” en los diferentes cargos que ha ocupado a lo largo de su carrera en el servicio público. Hay varios factores más, pero considero que con los que he mencionado es suficiente. De la voluntad de los electores sonorenses dependerá la gran decisión, y la ejercerán mediante su voto el domingo 6 de junio de 2021.

Por cierto y dicho sea de paso, admito que soy de los que comulgan con la idea de que los ciudadanos somos como el famoso gallo enano, que en querer y no alcanzar (o en pedir y no obtener) se la pasa todo el año. Pero bueno, ya que nos encontramos en el camino electoral mil veces recorrido, hagamos valer nuestro derecho de petición.

En mi caso particular tengo una propuesta para el que resulte triunfador el próximo año, entre Ernesto Gándara y Alfonso Durazo, con la esperanza que he manifestado abiertamente y sin tapujos, de que el próximo gobernador de Sonora sea “El Borrego” Gándara.

Considero que Sonora debe contar entre las dependencias de gobierno con una Secretaría de Tecnología y Energías Renovables (Seter), o cuando menos con una Comisión de Tecnología y Energías Renovables (Coter). En el segundo caso tendría que ser una Comisión totalmente autónoma, integrada con científicos e investigadores de primera línea, con presupuesto propio y que no dependa de ninguna otra área de gobierno. Una Comisión “staff”, en línea directa y constante con el nuevo gobernador.

Sonora, por sus condiciones y características particulares, se encuentra en inmejorable situación para aprovechar la diversidad de recursos naturales que posee, entre los cuales el sol y el viento ocupan un lugar preponderante, aparte de los recursos minerales, marítimos y agropecuarios. No estoy descubriendo el agua caliente o el hilo negro. Todos conocemos la riqueza natural de nuestro Estado, y la forma lamentable como ha sido desperdiciada, o mal aprovechada.

Con la llegada del siguiente gobierno se nos ofrece una nueva oportunidad de enderezar el rumbo. Los tiempos están cambiando en forma acelerada, y la dinámica económica está dando constantes giros de campana. La pandemia ha acabado con multitud de negocios y fuentes de trabajo, generando por otro lado nuevas e insospechadas oportunidades, para quienes las sepan aprovechar. Ya nada es igual, y nada volverá a ser igual en los tiempos por venir. Las personas están cambiando, la forma de trabajar está cambiando, las mentalidades están cambiando paulatinamente, la sociedad por consiguiente está cambiando también, y por consiguiente el gobierno estatal deberá cambiar radicalmente.

Si el Gobierno federal en turno ha cerrado las puertas a la ciencia y a la tecnología con una ceguera retrógrada y criminal, el Gobierno de Sonora no tiene por qué seguir ese mismo camino de perdición. Si en algún momento ha sido imperioso e impostergable ejercer a plenitud la soberanía en nuestro Estado, es en estos tiempos turbulentos y desconcertantes que se nos vienen encima como un tren de carga a toda velocidad.

Necesitamos un gobierno estatal post-pandemia que rompa con los paradigmas y los viejos moldes establecidos, una administración moderna, ágil, flexible, con gran dinamismo y movilidad, y con capacidad para aprovechar las oportunidades que se están presentando constantemente en el nuevo mundo que tenemos a la vista.

Para poder lograr lo anterior requerimos con urgencia que surjan nuevos y más fuertes liderazgos dentro de nuestras comunidades. Personas ética y moralmente íntegras, capaces de servir de guía e inspiración para todas las generaciones, para las viejas y las nuevas, y las que vendrán después. Necesitamos cambiar las bases, pero sin destruir las anteriores. Necesitamos nuevas formas de organización y de participación. Debemos dejar de ser simples habitantes para convertirnos en ciudadanos activos en el nuevo mundo. Y desde luego, además de lo anterior necesitamos un nuevo modelo de gobernante que asuma el lugar que le corresponde en el nuevo orden social y político que se avecina.

Hoy más que en ningún otro momento debemos extremar las precauciones y poner la máxima atención en los perfiles y la personalidad de quienes pretenden gobernarnos. Los tenemos a la vista, podemos desnudarlos y cortarlos en pedacitos para ver lo que realmente lleva cada uno dentro de sí, y debemos recordar en todo momento que no todo lo que brilla es oro.

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Este es el momento del ciudadano, y en este momento nada ni nadie debe tener el poder de influir sobre nosotros a la hora de tomar las cruciales decisiones que definirán nuestro futuro, excepto el libre y soberano albedrío con que el Supremo Creador nos dotó.

No existe momento mejor y más propicio para el ciudadano que el tiempo de elecciones. Eso sucede cada tres y cada seis años, de acuerdo a los usos y costumbres que se han convertido en ley. El resto del tiempo el ciudadano pasa a ocupar un lugar secundario, y con gran frecuencia se convierte en un sujeto intrascendente. Pero en tiempo de elecciones el ciudadano se convierte en la presa más codiciada por los políticos que buscan afanosamente alguno de los cargos que se disputan.

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Por unos cuantos meses a los ciudadanos se nos chipilea, se nos busca con insistencia, se nos hace sentir que somos importantes y que nuestras necesidades, nuestros deseos y planteamientos serán tomados en consideración por los políticos, una vez que hayan sido electos. Es el juego eterno de prometer sin la menor intención de cumplir.

A pesar de la infinidad de experiencias y de la abundancia de elementos de juicio, seguimos soñando que tal vez en esta próxima ocasión los resultados serán diferentes, aunque los hechos duros y crueles nos demuestren que tal expectativa no pasa de ser uno de esos sueños guajiros, y que una vez que hayamos depositado nuestros votos en las urnas retornaremos a la oscuridad de una existencia intrascendente y de constantes frustraciones y desencantos, sin mayor valor para los que finalmente resultaron favorecidos con la victoria electoral.

En el proceso electoral 2021 que se puso en marcha desde hace poco más de dos meses, las cosas pintan mal. Mucho peor que en los procesos anteriores, que de acuerdo a los hechos y por diversas circunstancias, cada uno tuvo características por demás negativas, y que no obstante y a pesar de haber dejado hondas huellas en el ánimo de los ciudadanos, han sido relegados al piadoso olvido, para no terminar desembocando en una especie de suicidio cívico compartido.

Hasta el momento no hay más que tres tiradores, y creo que finalmente serán ellos los que tomen la salida en la carrera por la gubernatura: Ricardo Bours Castelo, que fue el primero que saltó abiertamente a la palestra dizque como aspirante independiente, para caer finalmente en brazos de Movimiento Ciudadano. Alfonso Durazo Montaño, que desde la campaña de 2018 ya estaba apuntado, aunque en forma soterrada y un tanto a la sorda que a nadie engañó, y que viene como favorito del Régimen, con todas las ventajas que ello representa. Y Ernesto Gándara Camou, que siempre se ha mantenido en la línea de batalla y aguardando el momento propicio, aunque sin abandonar ese estilo mesurado y discreto que le es característico. En esta ocasión encabezando una muy sui generis alianza tripartita entre PAN-PRI-PRD.

Ninguno de los tres aspirantes podrá ganar con sólo la fuerza propia del partido, o los partidos que lo postulen. Eso resulta absolutamente claro y evidente. Forzosamente necesitarán inclinar a su favor el voto de los ciudadanos “indecisos”, que fluctúa entre el 30 y el 35%, de acuerdo con las encuestas. Y ahí está el detalle, como dice la frase inmortalizada por Mario Moreno “Cantinflas”. El que hasta el momento luce con menos probabilidades de los tres, de acuerdo a las mediciones que se han dado a conocer, es Ricardo Bours, candidato virtual de Movimiento Ciudadano que irá solo atenido a sus propias fuerzas, que no son muchas. En esta forma quedan enfilados hacia una gran colisión de trenes Alfonso Durazo y Ernesto Gándara, con el soporte de las coaliciones que finalmente se logren concretar en torno a cada uno de ellos.

Y entre estos dos gladiadores el que tiene mejores posibilidades de cosechar a su favor la mayor parte de ese porcentaje de “indecisos”, es Ernesto “Borrego” Gándara. Si los indecisos abandonan su indecisión estrictamente con base en los antecedentes y el perfil personal de Durazo y de Gándara, podríamos anticipar que la suerte está echada, a favor del “Borrego”. Pero en estas cosas no siempre sucede lo que la lógica político-electoral indica, porque el diablo siempre trata de meter la cola, y sabemos por experiencia que cuando el diablo mete su hedionda cola en una elección, suceden cosas impredecibles.

Mi percepción se basa en los factores externos que influyen a favor o en contra de Durazo y de Gándara, más allá de sus características personales. Impacta en forma determinante el ambiente que existe entre los ciudadanos de Sonora con respecto a las diversas acciones y decisiones del gobierno de López Obrador, y las que siga adoptando en los meses que faltan para la elección. También está el ambiente que existe respecto al gobierno de Claudia Pavlovich, aunque en este caso no influya en forma directa por las diferencias que sabemos que existen entre Claudia y Ernesto. Influyen también los resultados de las administraciones de los alcaldes provenientes de Morena en los principales municipios de Sonora, en cuya designación la influencia de Durazo fue determinante. Tenemos además los resultados (o la ausencia de resultados) obtenidos por Durazo durante los dos años al frente de la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana. Y por otro lado tenemos la forma como se ha desempeñado “El Borrego” en los diferentes cargos que ha ocupado a lo largo de su carrera en el servicio público. Hay varios factores más, pero considero que con los que he mencionado es suficiente. De la voluntad de los electores sonorenses dependerá la gran decisión, y la ejercerán mediante su voto el domingo 6 de junio de 2021.

Por cierto y dicho sea de paso, admito que soy de los que comulgan con la idea de que los ciudadanos somos como el famoso gallo enano, que en querer y no alcanzar (o en pedir y no obtener) se la pasa todo el año. Pero bueno, ya que nos encontramos en el camino electoral mil veces recorrido, hagamos valer nuestro derecho de petición.

En mi caso particular tengo una propuesta para el que resulte triunfador el próximo año, entre Ernesto Gándara y Alfonso Durazo, con la esperanza que he manifestado abiertamente y sin tapujos, de que el próximo gobernador de Sonora sea “El Borrego” Gándara.

Considero que Sonora debe contar entre las dependencias de gobierno con una Secretaría de Tecnología y Energías Renovables (Seter), o cuando menos con una Comisión de Tecnología y Energías Renovables (Coter). En el segundo caso tendría que ser una Comisión totalmente autónoma, integrada con científicos e investigadores de primera línea, con presupuesto propio y que no dependa de ninguna otra área de gobierno. Una Comisión “staff”, en línea directa y constante con el nuevo gobernador.

Sonora, por sus condiciones y características particulares, se encuentra en inmejorable situación para aprovechar la diversidad de recursos naturales que posee, entre los cuales el sol y el viento ocupan un lugar preponderante, aparte de los recursos minerales, marítimos y agropecuarios. No estoy descubriendo el agua caliente o el hilo negro. Todos conocemos la riqueza natural de nuestro Estado, y la forma lamentable como ha sido desperdiciada, o mal aprovechada.

Con la llegada del siguiente gobierno se nos ofrece una nueva oportunidad de enderezar el rumbo. Los tiempos están cambiando en forma acelerada, y la dinámica económica está dando constantes giros de campana. La pandemia ha acabado con multitud de negocios y fuentes de trabajo, generando por otro lado nuevas e insospechadas oportunidades, para quienes las sepan aprovechar. Ya nada es igual, y nada volverá a ser igual en los tiempos por venir. Las personas están cambiando, la forma de trabajar está cambiando, las mentalidades están cambiando paulatinamente, la sociedad por consiguiente está cambiando también, y por consiguiente el gobierno estatal deberá cambiar radicalmente.

Si el Gobierno federal en turno ha cerrado las puertas a la ciencia y a la tecnología con una ceguera retrógrada y criminal, el Gobierno de Sonora no tiene por qué seguir ese mismo camino de perdición. Si en algún momento ha sido imperioso e impostergable ejercer a plenitud la soberanía en nuestro Estado, es en estos tiempos turbulentos y desconcertantes que se nos vienen encima como un tren de carga a toda velocidad.

Necesitamos un gobierno estatal post-pandemia que rompa con los paradigmas y los viejos moldes establecidos, una administración moderna, ágil, flexible, con gran dinamismo y movilidad, y con capacidad para aprovechar las oportunidades que se están presentando constantemente en el nuevo mundo que tenemos a la vista.

Para poder lograr lo anterior requerimos con urgencia que surjan nuevos y más fuertes liderazgos dentro de nuestras comunidades. Personas ética y moralmente íntegras, capaces de servir de guía e inspiración para todas las generaciones, para las viejas y las nuevas, y las que vendrán después. Necesitamos cambiar las bases, pero sin destruir las anteriores. Necesitamos nuevas formas de organización y de participación. Debemos dejar de ser simples habitantes para convertirnos en ciudadanos activos en el nuevo mundo. Y desde luego, además de lo anterior necesitamos un nuevo modelo de gobernante que asuma el lugar que le corresponde en el nuevo orden social y político que se avecina.

Hoy más que en ningún otro momento debemos extremar las precauciones y poner la máxima atención en los perfiles y la personalidad de quienes pretenden gobernarnos. Los tenemos a la vista, podemos desnudarlos y cortarlos en pedacitos para ver lo que realmente lleva cada uno dentro de sí, y debemos recordar en todo momento que no todo lo que brilla es oro.

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Este es el momento del ciudadano, y en este momento nada ni nadie debe tener el poder de influir sobre nosotros a la hora de tomar las cruciales decisiones que definirán nuestro futuro, excepto el libre y soberano albedrío con que el Supremo Creador nos dotó.