/ viernes 15 de noviembre de 2019

Casa de las ideas | ¿Es Hermosillo una gran ciudad?

No cabe duda, amigo lector, Hermosillo ya es una ciudad grande. Aunque algunos dirán que no es más que un pueblotote. No obstante y desde luego, hoy es mucho más grande y complicada que aquella apacible ciudad donde nací, crecí, y me hice joven y luego hombre. Nuestro Hermosillo, el de usted, el mío, y de todos los que aquí vivimos, repito, es una ciudad grande… pero aun siendo una ciudad grande, de ninguna manera significa que sea que una gran ciudad. Para merecer ese calificativo le falta bastante: mucho amor de sus habitantes, mucha atención de sus gobernantes y, en fin, resolver la enorme cantidad de problemas y rezagos que existen.

No faltará quien diga “Mira nomás este, si todas las grandes ciudades como Nueva York, Tokio, París, Londres, Barcelona y Berlín tienen tremendos problemas, y eso no les quita su categoría de grandes ciudades” y, desde luego, no le faltará razón. Pero guardando las proporciones y sin pretender agraviar, hasta la comparación de Hermosillo con aquellas urbes del primer mundo, resulta ridícula. Usted sabe muy bien a qué me refiero ¿no?

Pues bien, siguiendo con el comentario, nuestra ciudad muestra su indudable crecimiento no sólo por el incremento constante en la extensión de la mancha urbana y el explosivo crecimiento poblacional, sino por el intenso movimiento de visitantes que acuden de todos los rumbos de la entidad, ya sea a resolver asuntos oficiales relacionados con el Gobierno, a atender asuntos relacionados con la salud en alguno de los muchos buenos hospitales con que contamos en la actualidad, o bien a realizar compras en el comercio local que realmente ofrece casi todo lo que es posible desear.

Hermosillo, a pesar de sus múltiples problemas y rezagos en todos los órdenes, siguió creciendo en tamaño y en población. En forma sostenida e incontenible. Creciendo y creciendo, pero sin desarrollarse en lo que es esencial: en su infraestructura urbana y de servicios, y en la calidad de vida que brinda a sus habitantes, que ya llegan al millón de personas.

Y se abren nuevos centros comerciales, y se anuncian nuevas e importantes inversiones inmobiliarias, como por ejemplo las nuevas torres de condominios en construcción, tales como: Kyo Update (Centro-Norte de la ciudad): 4 torres de 12-13 niveles. Andenes Living Tercera Etapa, una torre de 24 pisos. Kyo Hexus (zona Poniente de la ciudad), 2 torres de 10 pisos. En el corredor bulevar Kino: Park View Pitic, una torre comercial/residencial de 22 pisos. Alatorre 1122, 2 torres de 20 niveles. Tesota View, 3 torres de 13 pisos c/u. Altitud M, en el Morelos Norte, 1 torre de 10-11 pisos. En conjunto, todos estos desarrollos verticales representan centenares de unidades de condominio, con un valores de varios millones de pesos por unidad. Miles de millones de pesos en inversión. Puro luxury living en términos gabachos.

Y todos estos proyectos en proceso de construcción, con diferentes grados de avance, implican mayor carga y mayor presión sobre los principales servicios urbanos, todos los cuales se encuentran rebasados, o a punto de serlo. El reglamento en materia de Coeficiente de Uso del Suelo (CUS) —el más reciente data de finales del periodo del Maloro Acosta en 2018— establece restricciones para proyectos verticales u horizontales de gran magnitud, pero para los desarrollos de tipo comercial, no para los de tipo residencial. Y aquí surge una gran pregunta: ¿Acaso los desarrollos residenciales no sobrecargan los servicios municipales, tanto o más que los comerciales?

Una cuestión que nos habla de la posibilidad de grandes “moches” a la hora de que esos enormes proyectos de inversión son sometidos a estudio para obtener el VoBo de la autoridad municipal. Hablo de posibilidad, no de certeza, aunque sabiendo cómo masca la iguana en estos menesteres, entre la posibilidad y la certeza media solamente un paso muy breve.

Crecimiento y desarrollo no son la misma cosa, aunque ambos conceptos son manipulados constantemente para que parezca que son lo mismo, desde luego sin serlo. Así, la ciudad crece, pero no se desarrolla, y la actual responsable de administrar este nido/nudo de problemas en que se ha convertido la ciudad capital de Sonora, lo sabe, a pesar de su falta de oficio y de capacidad. Lo sabe, y lo oculta, y disfruta apareciendo vestida con sus atuendos de gusto chabacano, pero de alto precio, en los cortes de listón de los proyectos convertidos en realidad. Mientras ella disfruta, la ciudad cruje y se revienta por todas sus endebles costuras.

Y de pronto aparece la señora y llora en público, y se lamenta y se desgarra las vestiduras, diciendo que los hermosillenses no la comprendemos y no le ayudamos, y que no cumplimos con nuestras obligaciones como debe ser. Olvida la señora que cuando los ciudadanos se niegan a cumplir con sus obligaciones impositivas, generalmente es porque desconfían del uso que se les va a dar, por parte de las autoridades. Y esta administración municipal despide un penetrante hedor a corrupción por todos sus rincones y dependencias.

En la ruleta rusa que son las elecciones que se realizan cada tres años, Hermosillo corre una suerte similar a la de los casi 2 mil 500 municipios que tiene el país. Y le han tocado administradores malos y pésimos, y uno que otro bueno o regular, en una patética escasez de calidad que duele y solivianta. Hoy tenemos una de las peores administraciones que se recuerden, tan mala o comparable a la de Alejandro López Caballero, que es imposible de olvidar. Pero como ahora la moda es echarle la culpa de todo lo malo que pasa, y de las propias incapacidades al inmediato anterior, doña Celida se la pasa criticando y culpando de todo a la administración de El “Maloro” Acosta, que desde luego tuvo sus zonas oscuras.

Y mientras la Alcaldesa de los berrinches, los conflictos y las lágrimas de cocodrilo se da vuelo creando conflictos y buscando pleitos por doquier, la ciudad sigue cayendo y cayendo, y deteriorándose más y más. Mientras que el millón de seres humanos que aquí vivimos sufrimos las penas del infierno, en una ciudad violenta, caótica y enmarañada que poco a poco se nos cae a pedazos, de manera irremediable e incesante.

Ya nadie habla de que Hermosillo sea “la capital del Noroeste”, como sus eufóricos promotores estuvieron pregonando hace algunos años. Ni tampoco se dice que sea “la ciudad más limpia y ordenada del país”, como en algún tiempo fue considerada, aunque usted sonría burlonamente al escucharlo. Hermosillo se ha convertido en una ciudad en la que se conjugan los malos gobernantes con las peores administraciones. Hermosillo puede considerarse como una ciudad en la que concurren los peores vicios que existen en las capitales de las entidades del país. Y no es sólo el decir de quien esto escribe. Es lo que la ciudad revela en un vistazo leve, sin ir incluso a las tripas de la situación.

Se informa que el Cabildo municipal acaba de aprobar la contratación de un crédito por la cantidad de 160 mdp pagadero en el corto plazo, para cubrir los aguinaldos de esta Navidad, y dizque para la rehabilitación de las calles y avenidas. Celida López llora porque no tiene recursos para lo más perentorio e indispensable, pero sonríe ladinamente cuando le aprueban la contratación de más deuda. Y esta que se acaba de aprobar es a corto plazo, lo cual resulta mortal, dadas las condiciones financieras en que se encuentra esta ciudad. Sin recursos y con mala calificación crediticia ¿qué cree usted que va a pasar? A patear el bote y que lo recoja la siguiente administración. Eso es lo que va a pasar.

Hermosillo es una ciudad grande en tamaño y más grande aún en problemas, y no consuela saber que hay muchas ciudades más importantes y menos importantes que la nuestra, que se encuentran en peores condiciones. Dicen que el mal de muchos, es el consuelo de los tontejos, así que las tribulaciones de las otras ciudades y de sus autoridades, no le debe servir de consuelo ni de justificación a la alcaldesa que un mal día llegó con la firme intención de rompernos la madre, cumpliendo así una solemne promesa que hizo en su campaña electoral.

Respondiendo yo mismo a la pregunta con que he titulado este escrito, Hermosillo no es ni podrá ser una gran ciudad, porque el concepto de “gran ciudad” tiene todo que ver con la calidad de vida de que disfrutan sus habitantes. Y yo no sé usted, estimable lector, pero ni yo ni mi familia podemos presumir de disfrutar de una calidad de vida siquiera medianamente pasable. Por el contrario, cada día decae más y más, en un descenso imparable que no parece preocuparle demasiado a la mediocre alcaldesa que estamos padeciendo desde hace poco más de un año.

Sin embargo, la señora de marras se siente la trompa del tren, y cree a pie juntillas el cuento chino de que está calificada dentro de los cinco mejores alcaldes del país. Es lo que sucede con las encuestas a modo y sin sustento. Y si usted lo duda, a las pruebas me remito.

En Twitter soy @ChapoRomo

Mi dirección de correo es oscar.romo@casadelasideas.com

No cabe duda, amigo lector, Hermosillo ya es una ciudad grande. Aunque algunos dirán que no es más que un pueblotote. No obstante y desde luego, hoy es mucho más grande y complicada que aquella apacible ciudad donde nací, crecí, y me hice joven y luego hombre. Nuestro Hermosillo, el de usted, el mío, y de todos los que aquí vivimos, repito, es una ciudad grande… pero aun siendo una ciudad grande, de ninguna manera significa que sea que una gran ciudad. Para merecer ese calificativo le falta bastante: mucho amor de sus habitantes, mucha atención de sus gobernantes y, en fin, resolver la enorme cantidad de problemas y rezagos que existen.

No faltará quien diga “Mira nomás este, si todas las grandes ciudades como Nueva York, Tokio, París, Londres, Barcelona y Berlín tienen tremendos problemas, y eso no les quita su categoría de grandes ciudades” y, desde luego, no le faltará razón. Pero guardando las proporciones y sin pretender agraviar, hasta la comparación de Hermosillo con aquellas urbes del primer mundo, resulta ridícula. Usted sabe muy bien a qué me refiero ¿no?

Pues bien, siguiendo con el comentario, nuestra ciudad muestra su indudable crecimiento no sólo por el incremento constante en la extensión de la mancha urbana y el explosivo crecimiento poblacional, sino por el intenso movimiento de visitantes que acuden de todos los rumbos de la entidad, ya sea a resolver asuntos oficiales relacionados con el Gobierno, a atender asuntos relacionados con la salud en alguno de los muchos buenos hospitales con que contamos en la actualidad, o bien a realizar compras en el comercio local que realmente ofrece casi todo lo que es posible desear.

Hermosillo, a pesar de sus múltiples problemas y rezagos en todos los órdenes, siguió creciendo en tamaño y en población. En forma sostenida e incontenible. Creciendo y creciendo, pero sin desarrollarse en lo que es esencial: en su infraestructura urbana y de servicios, y en la calidad de vida que brinda a sus habitantes, que ya llegan al millón de personas.

Y se abren nuevos centros comerciales, y se anuncian nuevas e importantes inversiones inmobiliarias, como por ejemplo las nuevas torres de condominios en construcción, tales como: Kyo Update (Centro-Norte de la ciudad): 4 torres de 12-13 niveles. Andenes Living Tercera Etapa, una torre de 24 pisos. Kyo Hexus (zona Poniente de la ciudad), 2 torres de 10 pisos. En el corredor bulevar Kino: Park View Pitic, una torre comercial/residencial de 22 pisos. Alatorre 1122, 2 torres de 20 niveles. Tesota View, 3 torres de 13 pisos c/u. Altitud M, en el Morelos Norte, 1 torre de 10-11 pisos. En conjunto, todos estos desarrollos verticales representan centenares de unidades de condominio, con un valores de varios millones de pesos por unidad. Miles de millones de pesos en inversión. Puro luxury living en términos gabachos.

Y todos estos proyectos en proceso de construcción, con diferentes grados de avance, implican mayor carga y mayor presión sobre los principales servicios urbanos, todos los cuales se encuentran rebasados, o a punto de serlo. El reglamento en materia de Coeficiente de Uso del Suelo (CUS) —el más reciente data de finales del periodo del Maloro Acosta en 2018— establece restricciones para proyectos verticales u horizontales de gran magnitud, pero para los desarrollos de tipo comercial, no para los de tipo residencial. Y aquí surge una gran pregunta: ¿Acaso los desarrollos residenciales no sobrecargan los servicios municipales, tanto o más que los comerciales?

Una cuestión que nos habla de la posibilidad de grandes “moches” a la hora de que esos enormes proyectos de inversión son sometidos a estudio para obtener el VoBo de la autoridad municipal. Hablo de posibilidad, no de certeza, aunque sabiendo cómo masca la iguana en estos menesteres, entre la posibilidad y la certeza media solamente un paso muy breve.

Crecimiento y desarrollo no son la misma cosa, aunque ambos conceptos son manipulados constantemente para que parezca que son lo mismo, desde luego sin serlo. Así, la ciudad crece, pero no se desarrolla, y la actual responsable de administrar este nido/nudo de problemas en que se ha convertido la ciudad capital de Sonora, lo sabe, a pesar de su falta de oficio y de capacidad. Lo sabe, y lo oculta, y disfruta apareciendo vestida con sus atuendos de gusto chabacano, pero de alto precio, en los cortes de listón de los proyectos convertidos en realidad. Mientras ella disfruta, la ciudad cruje y se revienta por todas sus endebles costuras.

Y de pronto aparece la señora y llora en público, y se lamenta y se desgarra las vestiduras, diciendo que los hermosillenses no la comprendemos y no le ayudamos, y que no cumplimos con nuestras obligaciones como debe ser. Olvida la señora que cuando los ciudadanos se niegan a cumplir con sus obligaciones impositivas, generalmente es porque desconfían del uso que se les va a dar, por parte de las autoridades. Y esta administración municipal despide un penetrante hedor a corrupción por todos sus rincones y dependencias.

En la ruleta rusa que son las elecciones que se realizan cada tres años, Hermosillo corre una suerte similar a la de los casi 2 mil 500 municipios que tiene el país. Y le han tocado administradores malos y pésimos, y uno que otro bueno o regular, en una patética escasez de calidad que duele y solivianta. Hoy tenemos una de las peores administraciones que se recuerden, tan mala o comparable a la de Alejandro López Caballero, que es imposible de olvidar. Pero como ahora la moda es echarle la culpa de todo lo malo que pasa, y de las propias incapacidades al inmediato anterior, doña Celida se la pasa criticando y culpando de todo a la administración de El “Maloro” Acosta, que desde luego tuvo sus zonas oscuras.

Y mientras la Alcaldesa de los berrinches, los conflictos y las lágrimas de cocodrilo se da vuelo creando conflictos y buscando pleitos por doquier, la ciudad sigue cayendo y cayendo, y deteriorándose más y más. Mientras que el millón de seres humanos que aquí vivimos sufrimos las penas del infierno, en una ciudad violenta, caótica y enmarañada que poco a poco se nos cae a pedazos, de manera irremediable e incesante.

Ya nadie habla de que Hermosillo sea “la capital del Noroeste”, como sus eufóricos promotores estuvieron pregonando hace algunos años. Ni tampoco se dice que sea “la ciudad más limpia y ordenada del país”, como en algún tiempo fue considerada, aunque usted sonría burlonamente al escucharlo. Hermosillo se ha convertido en una ciudad en la que se conjugan los malos gobernantes con las peores administraciones. Hermosillo puede considerarse como una ciudad en la que concurren los peores vicios que existen en las capitales de las entidades del país. Y no es sólo el decir de quien esto escribe. Es lo que la ciudad revela en un vistazo leve, sin ir incluso a las tripas de la situación.

Se informa que el Cabildo municipal acaba de aprobar la contratación de un crédito por la cantidad de 160 mdp pagadero en el corto plazo, para cubrir los aguinaldos de esta Navidad, y dizque para la rehabilitación de las calles y avenidas. Celida López llora porque no tiene recursos para lo más perentorio e indispensable, pero sonríe ladinamente cuando le aprueban la contratación de más deuda. Y esta que se acaba de aprobar es a corto plazo, lo cual resulta mortal, dadas las condiciones financieras en que se encuentra esta ciudad. Sin recursos y con mala calificación crediticia ¿qué cree usted que va a pasar? A patear el bote y que lo recoja la siguiente administración. Eso es lo que va a pasar.

Hermosillo es una ciudad grande en tamaño y más grande aún en problemas, y no consuela saber que hay muchas ciudades más importantes y menos importantes que la nuestra, que se encuentran en peores condiciones. Dicen que el mal de muchos, es el consuelo de los tontejos, así que las tribulaciones de las otras ciudades y de sus autoridades, no le debe servir de consuelo ni de justificación a la alcaldesa que un mal día llegó con la firme intención de rompernos la madre, cumpliendo así una solemne promesa que hizo en su campaña electoral.

Respondiendo yo mismo a la pregunta con que he titulado este escrito, Hermosillo no es ni podrá ser una gran ciudad, porque el concepto de “gran ciudad” tiene todo que ver con la calidad de vida de que disfrutan sus habitantes. Y yo no sé usted, estimable lector, pero ni yo ni mi familia podemos presumir de disfrutar de una calidad de vida siquiera medianamente pasable. Por el contrario, cada día decae más y más, en un descenso imparable que no parece preocuparle demasiado a la mediocre alcaldesa que estamos padeciendo desde hace poco más de un año.

Sin embargo, la señora de marras se siente la trompa del tren, y cree a pie juntillas el cuento chino de que está calificada dentro de los cinco mejores alcaldes del país. Es lo que sucede con las encuestas a modo y sin sustento. Y si usted lo duda, a las pruebas me remito.

En Twitter soy @ChapoRomo

Mi dirección de correo es oscar.romo@casadelasideas.com