/ lunes 9 de diciembre de 2019

Casa de las ideas | ¡No callaré!

Las tres semanas comprendidas entre el 15 de diciembre y el 06 de enero constituyen lo que se ha dado en llamar el “periodo Guadalupe-Reyes”. Estando como estamos en un tiempo de reflexión, de toma de decisiones, de revisión y afirmación de propósitos, principios, valores y creencias, de dar y de recibir, decidí compartir con el amigo lector una situación de carácter personal… de hecho, muy personal. Y lo hago con la misma confianza con que he compartido con usted(es) a lo largo de los años, muchas otras cosas también de carácter personal, aunque de distinta naturaleza.

En mi decisión de dar conocer a usted esta peculiar situación, ha influido también el hecho de que se relaciona directamente con mi actividad como escritor y comunicador, y con mis 36 años como aprendiz de periodista, que equivalen a un 44% de mi vida. O sea prácticamente la mitad.

Mucha vida, mucho camino recorrido, muchas vicisitudes y tragos amargos, algunos logros, numerosos tropiezos, una gran cantidad de amigos perdidos, y algunos nuevos simpatizantes que han llegado. Pero siempre siendo el mismo que he sido desde el principio de mi carrera como escritor de artículos y columnas. Terco como una mula, irreductible hasta la necedad, portador de los viejos estandartes con el emblema de mis principios y convicciones. Sin ceder ni un ápice, y sin pedir ni ofrecer cuartel a los malos gobernantes, a los corruptos, a los ineptos y a los que abusan del poder.

La parte central de la situación que deseo compartir con usted en este escrito, involucra en forma directa los aspectos de integridad ética, y los códigos de conducta que he establecido para mí mismo, desde el primer momento en que decidí convertirme en escritor de columnas y artículos, y posteriormente al incursionar en la televisión, primero en Telemax durante cerca de tres años, y posteriormente en Megacanal Sonora, donde pronto cumpliré nueve años de permanencia, con mi programa “CasadelasIdeasTV”, que usted probablemente haya tenido la oportunidad de ver alguna vez.

25 años como columnista y articulista de El Imparcial, entre 1984 y 2009, un año y medio como colaborador en la página “ContactoX” de mi difunto amigo Claudio Escobosa, y de 2010 a la fecha director y articulista en mi propia página web www.cadadelasideas.com, más los casi 12 años que he tenido la oportunidad de estar en la televisión local, me permiten considerarme como una figura relativamente conocida, no solo en Hermosillo, mi ciudad natal, sino también en algunas otras partes del Estado.

Y de manera especial debo incluir en mi bagaje de experiencias en el universo de la comunicación, mi participación en las redes sociales, particularmente en Twitter, donde me he abierto paso desde el año 2012, cuando uno de mis hijos me abrió la cuenta @ChapoRomo, que me ha hecho ganar cerca de 17 mil 500 seguidores, y probablemente otros tantos detractores. De todo se cosecha en la viña del Señor, y más siendo el tipo de periodista y comunicador controversial, polémico y tormentoso que siempre, desde el primer día, he sido, y lo digo sin ánimo de ponerme o quitarme méritos. Es simplemente reconocer la realidad, tal cual es.

Una vez establecidos en forma general mis antecedentes, sólo falta decir que siempre, desde el primer artículo de su servidor que publicó El Imparcial en 1984, hasta la fecha, he sido un crítico contumaz, persistente e irreductible de los malos gobiernos. Primero en aquellos años de predominio y hegemonía feroz del PRI, luego en los 12 años de la alternancia panista, y desde hace un año, del gobierno de la 4T. Siempre crítico, siempre directo y sin pelos en la lengua, llamándole a las cosas por su nombre y arriesgando el pellejo e incluso la seguridad de mi familia, porque esos son los costos y los riesgos de ejercer el periodismo a rajatabla, sin concesiones ni contemplaciones. Me ha valido la amistad y el respeto de algunos, pero en cambio me ha acarreado el odio y la maledicencia de muchos más.

No niego, ni tengo por qué hacerlo, que en mi forma de ejercer el periodismo jamás he pretendido ser imparcial, en el sentido académico de la palabra, porque yo no creo, ni he creído jamás, en el periodismo imparcial, ese periodismo “químicamente puro” que se maneja como una virtud teologal de la que muchos presumen, y que nadie es capaz de probar en la práctica profesional diaria. He dicho, y creo que es momento de repetirlo, que no es pecado, ni constituye una violación a los códigos de ética periodística, el que un periodista o comunicador muestre simpatía o afinidad por alguna figura política, sea en campaña o en el ejercicio de sus funciones públicas. Si se hace abiertamente y se actúa con honestidad y franqueza, es perfectamente aceptable. Sucede en los países con democracias más avanzadas y perfeccionadas que la nuestra, donde se acepta como algo correcto, e incluso virtuoso. Pero está visto que hasta en este aspecto mostramos ante el mundo nuestro subdesarrollo.

Usted conoce perfectamente, o cuando menos lo puede imaginar, la forma como la gente que ostenta el poder lo utiliza para reprimir y someter a su control a los que se les oponen. A veces es con la amenaza física de carácter personal o a cualquier familiar, esposa o hijos, a veces con presiones psicológicas, en ocasiones con repercusiones económicas, y no pocas veces llegan utilizar una combinación de todas. Como dicen: “según el sapo (o chapo) es la pedrada”.

En mi largo caminar por las veredas del periodismo, y en los numerosos diferendos que he tenido con los poderosos del PRI, en sus años de gloria e infinito poder, luego con los poderosos del PAN en sus doce años de hegemonía, y con muchos de los alcaldes y diputados de ambos partidos, obviamente fui objeto de numerosas presiones para que le bajara a mis críticas. Y recibí daños y perjuicios que me lastimaron, pero que jamás lograron doblegarme, y hacer que arriara las banderas de inconformidad ante lo que he considerado errores, mala fe, excesos de autoridad, robos, malversaciones y daños a la sociedad de cualquier tipo y naturaleza.

En tiempos de la LVIII Legislatura (2006-2009) en la que el PRI tuvo 14 diputados, el PAN 13, el PRD 3, Nueva Alianza 2 y PT 1, entre los cuales figuraron la actual gobernadora Claudia Pavlovich, el ex alcalde de Hermosillo “Maloro” Acosta, mi hermana Irma Romo, Mundo García, León Perea, Carlos Amaya, “Chito” Díaz, Susana Saldaña, Juan Leyva, Petra Santos, Carlos D. Fernández, Pancho García, entre otros, se me concedió un convenio de comunicación con el Congreso del Estado, para difundir la gran cantidad de boletines y comunicados que constantemente se generan en la Dirección de Comunicación Social del Congreso, a partir de las labores legislativas. Mis 22 años —en aquel entonces— como columnista y articulista y conductor de TV, probablemente influyeron en la decisión de los legisladores de la LVIII Legislatura, de ofrecerme un convenio de trabajo.

Entre aquel 2006 y el actual 2019 han transcurrido ya 13 años, periodo durante el cual ese convenio con el Congreso ha permanecido vigente. Con altos y bajos, y muchas ocasiones a pesar de las trabas por el periodismo crítico que siempre he desarrollado, el convenio se ha ratificado, incluso en la actualidad con la llegada de los legisladores de Morena y sus aliados, y su predominio en las decisiones que ahí se toman. Los periodistas, digan lo que digan y presuman lo que presuman, subsistimos en buena medida a base de los convenios, sea con las instancias de gobierno, o con los organismos de iniciativa privada.

Recientemente recibí un mensaje por conducto de una persona que goza de toda mi confianza y afecto, y que tal vez por eso fue seleccionada como portadora del “recadito”. En síntesis, el mensaje fue “cállate la boca, o a partir de enero haremos que te cancelen el convenio que tienes con el Congreso”. El impacto fue duro, desde luego por su contenido represivo, pero también porque, a mis 82 años de edad, mis fuentes de ingreso son ya muy escasas y limitadas. En la actualidad, mi principal preocupación es ver por mi esposa y compañera, por su salud y sus necesidades más elementales. Me mantengo en la pelea por la vida, pero cada vez las fuerzas son menos, y los adversarios más poderosos, como he podido comprobar.

Estuve reflexionando durante un par de días, tratando de asimilar el mensaje recibido y su contenido, sopesando cuidadosamente las consecuencias que tendría una respuesta en un sentido o en otro. Y después de ponderar todos los factores, los daños y los perjuicios, los costos y los beneficios, mi decisión fue la de no arriar banderas y de mantenerme en la trinchera de la rebeldía y de la oposición que he ocupado a lo largo de mis 36 años como periodista. No arriar banderas, jamás claudicar, y encontrar la forma de aguantar lo que venga, como venga. Casi al final de mi tiempo en este mundo, es momento de probar la fortaleza de los principios y convicciones que desde niño me fueron inculcados por mis padres y abuelos, y que he sostenido durante toda mi vida adulta.

Finalmente y como conclusión, amigo lector, hoy comparto con usted mi respuesta: ¡No callaré!

En Twitter soy @ChapoRomo

Mi dirección de correo es oscar.romo@casadelasideas.com

Las tres semanas comprendidas entre el 15 de diciembre y el 06 de enero constituyen lo que se ha dado en llamar el “periodo Guadalupe-Reyes”. Estando como estamos en un tiempo de reflexión, de toma de decisiones, de revisión y afirmación de propósitos, principios, valores y creencias, de dar y de recibir, decidí compartir con el amigo lector una situación de carácter personal… de hecho, muy personal. Y lo hago con la misma confianza con que he compartido con usted(es) a lo largo de los años, muchas otras cosas también de carácter personal, aunque de distinta naturaleza.

En mi decisión de dar conocer a usted esta peculiar situación, ha influido también el hecho de que se relaciona directamente con mi actividad como escritor y comunicador, y con mis 36 años como aprendiz de periodista, que equivalen a un 44% de mi vida. O sea prácticamente la mitad.

Mucha vida, mucho camino recorrido, muchas vicisitudes y tragos amargos, algunos logros, numerosos tropiezos, una gran cantidad de amigos perdidos, y algunos nuevos simpatizantes que han llegado. Pero siempre siendo el mismo que he sido desde el principio de mi carrera como escritor de artículos y columnas. Terco como una mula, irreductible hasta la necedad, portador de los viejos estandartes con el emblema de mis principios y convicciones. Sin ceder ni un ápice, y sin pedir ni ofrecer cuartel a los malos gobernantes, a los corruptos, a los ineptos y a los que abusan del poder.

La parte central de la situación que deseo compartir con usted en este escrito, involucra en forma directa los aspectos de integridad ética, y los códigos de conducta que he establecido para mí mismo, desde el primer momento en que decidí convertirme en escritor de columnas y artículos, y posteriormente al incursionar en la televisión, primero en Telemax durante cerca de tres años, y posteriormente en Megacanal Sonora, donde pronto cumpliré nueve años de permanencia, con mi programa “CasadelasIdeasTV”, que usted probablemente haya tenido la oportunidad de ver alguna vez.

25 años como columnista y articulista de El Imparcial, entre 1984 y 2009, un año y medio como colaborador en la página “ContactoX” de mi difunto amigo Claudio Escobosa, y de 2010 a la fecha director y articulista en mi propia página web www.cadadelasideas.com, más los casi 12 años que he tenido la oportunidad de estar en la televisión local, me permiten considerarme como una figura relativamente conocida, no solo en Hermosillo, mi ciudad natal, sino también en algunas otras partes del Estado.

Y de manera especial debo incluir en mi bagaje de experiencias en el universo de la comunicación, mi participación en las redes sociales, particularmente en Twitter, donde me he abierto paso desde el año 2012, cuando uno de mis hijos me abrió la cuenta @ChapoRomo, que me ha hecho ganar cerca de 17 mil 500 seguidores, y probablemente otros tantos detractores. De todo se cosecha en la viña del Señor, y más siendo el tipo de periodista y comunicador controversial, polémico y tormentoso que siempre, desde el primer día, he sido, y lo digo sin ánimo de ponerme o quitarme méritos. Es simplemente reconocer la realidad, tal cual es.

Una vez establecidos en forma general mis antecedentes, sólo falta decir que siempre, desde el primer artículo de su servidor que publicó El Imparcial en 1984, hasta la fecha, he sido un crítico contumaz, persistente e irreductible de los malos gobiernos. Primero en aquellos años de predominio y hegemonía feroz del PRI, luego en los 12 años de la alternancia panista, y desde hace un año, del gobierno de la 4T. Siempre crítico, siempre directo y sin pelos en la lengua, llamándole a las cosas por su nombre y arriesgando el pellejo e incluso la seguridad de mi familia, porque esos son los costos y los riesgos de ejercer el periodismo a rajatabla, sin concesiones ni contemplaciones. Me ha valido la amistad y el respeto de algunos, pero en cambio me ha acarreado el odio y la maledicencia de muchos más.

No niego, ni tengo por qué hacerlo, que en mi forma de ejercer el periodismo jamás he pretendido ser imparcial, en el sentido académico de la palabra, porque yo no creo, ni he creído jamás, en el periodismo imparcial, ese periodismo “químicamente puro” que se maneja como una virtud teologal de la que muchos presumen, y que nadie es capaz de probar en la práctica profesional diaria. He dicho, y creo que es momento de repetirlo, que no es pecado, ni constituye una violación a los códigos de ética periodística, el que un periodista o comunicador muestre simpatía o afinidad por alguna figura política, sea en campaña o en el ejercicio de sus funciones públicas. Si se hace abiertamente y se actúa con honestidad y franqueza, es perfectamente aceptable. Sucede en los países con democracias más avanzadas y perfeccionadas que la nuestra, donde se acepta como algo correcto, e incluso virtuoso. Pero está visto que hasta en este aspecto mostramos ante el mundo nuestro subdesarrollo.

Usted conoce perfectamente, o cuando menos lo puede imaginar, la forma como la gente que ostenta el poder lo utiliza para reprimir y someter a su control a los que se les oponen. A veces es con la amenaza física de carácter personal o a cualquier familiar, esposa o hijos, a veces con presiones psicológicas, en ocasiones con repercusiones económicas, y no pocas veces llegan utilizar una combinación de todas. Como dicen: “según el sapo (o chapo) es la pedrada”.

En mi largo caminar por las veredas del periodismo, y en los numerosos diferendos que he tenido con los poderosos del PRI, en sus años de gloria e infinito poder, luego con los poderosos del PAN en sus doce años de hegemonía, y con muchos de los alcaldes y diputados de ambos partidos, obviamente fui objeto de numerosas presiones para que le bajara a mis críticas. Y recibí daños y perjuicios que me lastimaron, pero que jamás lograron doblegarme, y hacer que arriara las banderas de inconformidad ante lo que he considerado errores, mala fe, excesos de autoridad, robos, malversaciones y daños a la sociedad de cualquier tipo y naturaleza.

En tiempos de la LVIII Legislatura (2006-2009) en la que el PRI tuvo 14 diputados, el PAN 13, el PRD 3, Nueva Alianza 2 y PT 1, entre los cuales figuraron la actual gobernadora Claudia Pavlovich, el ex alcalde de Hermosillo “Maloro” Acosta, mi hermana Irma Romo, Mundo García, León Perea, Carlos Amaya, “Chito” Díaz, Susana Saldaña, Juan Leyva, Petra Santos, Carlos D. Fernández, Pancho García, entre otros, se me concedió un convenio de comunicación con el Congreso del Estado, para difundir la gran cantidad de boletines y comunicados que constantemente se generan en la Dirección de Comunicación Social del Congreso, a partir de las labores legislativas. Mis 22 años —en aquel entonces— como columnista y articulista y conductor de TV, probablemente influyeron en la decisión de los legisladores de la LVIII Legislatura, de ofrecerme un convenio de trabajo.

Entre aquel 2006 y el actual 2019 han transcurrido ya 13 años, periodo durante el cual ese convenio con el Congreso ha permanecido vigente. Con altos y bajos, y muchas ocasiones a pesar de las trabas por el periodismo crítico que siempre he desarrollado, el convenio se ha ratificado, incluso en la actualidad con la llegada de los legisladores de Morena y sus aliados, y su predominio en las decisiones que ahí se toman. Los periodistas, digan lo que digan y presuman lo que presuman, subsistimos en buena medida a base de los convenios, sea con las instancias de gobierno, o con los organismos de iniciativa privada.

Recientemente recibí un mensaje por conducto de una persona que goza de toda mi confianza y afecto, y que tal vez por eso fue seleccionada como portadora del “recadito”. En síntesis, el mensaje fue “cállate la boca, o a partir de enero haremos que te cancelen el convenio que tienes con el Congreso”. El impacto fue duro, desde luego por su contenido represivo, pero también porque, a mis 82 años de edad, mis fuentes de ingreso son ya muy escasas y limitadas. En la actualidad, mi principal preocupación es ver por mi esposa y compañera, por su salud y sus necesidades más elementales. Me mantengo en la pelea por la vida, pero cada vez las fuerzas son menos, y los adversarios más poderosos, como he podido comprobar.

Estuve reflexionando durante un par de días, tratando de asimilar el mensaje recibido y su contenido, sopesando cuidadosamente las consecuencias que tendría una respuesta en un sentido o en otro. Y después de ponderar todos los factores, los daños y los perjuicios, los costos y los beneficios, mi decisión fue la de no arriar banderas y de mantenerme en la trinchera de la rebeldía y de la oposición que he ocupado a lo largo de mis 36 años como periodista. No arriar banderas, jamás claudicar, y encontrar la forma de aguantar lo que venga, como venga. Casi al final de mi tiempo en este mundo, es momento de probar la fortaleza de los principios y convicciones que desde niño me fueron inculcados por mis padres y abuelos, y que he sostenido durante toda mi vida adulta.

Finalmente y como conclusión, amigo lector, hoy comparto con usted mi respuesta: ¡No callaré!

En Twitter soy @ChapoRomo

Mi dirección de correo es oscar.romo@casadelasideas.com