/ viernes 29 de mayo de 2020

Casa de las ideas | Recorrido sentimental por el viejo centro

Aunque ustedes no lo crean, o piensen que estoy mal de la cabeza (lo cual muy probablemente es correcto) les aseguro que el viejo centro de Hermosillo es una zona que esconde innumerables tesoros, y una vasta colección de historias y anécdotas, de lugares y de personas, muchas de las cuales ya no existen, y que fueron desapareciendo poco a poco, conforme transcurrían los años e iban cambiando las cosas. Pero aún permanecen los ecos, las sombras fugaces, los aromas, y las dulces y melancólicas vibraciones de los recuerdos.

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El viejo centro tiene magia, y merece que le tengamos un profundo respeto, un respeto que las sucesivas autoridades municipales se han negado sistemáticamente a concederle. Ya sea por el desconocimiento absoluto de la historia del viejo Hermosillo, por indiferencia o indolencia, o bien por sus proyectos y sus planes personales, que nada tienen que ver con la preservación de esa parte de la ciudad, que en realidad, y en muchos sentidos, sigue siendo el corazón de esta ciudad. Pero ese corazón del Hermosillo de mis amores, está enfermo, y necesita que le coloquen un marcapasos, antes de que colapse.

Efectivamente, esa parte de la ciudad hace mucho dejó de ser el centro geográfico puesto que, con el crecimiento descontrolado y la descomunal expansión territorial que ha experimentado Hermosillo en los últimos 50 años, éste se desplazó bastante más hacia el Norponiente. Algunos todavía le llaman a esta zona de la ciudad “el primer cuadro”, aunque por su deterioro y estado de abandono más bien parece ser el último cuadro.

Algunas autoridades han realizado ahí obras que según su entender la embellecieron y le agregaron categoría, pensando seguramente engañar a los que han llegado a residir aquí, pero sin conocer la historia de la ciudad. Con muy escasas y honrosas excepciones, casi todas las autoridades municipales han evidenciado una ausencia total de amor por esta ciudad, y el nulo respeto a sus antecedentes históricos.

Ya les he platicado a ustedes diversas ocasiones que yo le tengo un profundo cariño a esa parte de la ciudad. Hay mil razones para este apego, entre ellas el que durante mis primeras juventudes ahí estuvieron los lugares de reunión, los restaurantes y cafeterías en que solía reunirme con mis amigos y amigas.

Ahí, por la histórica calle Serdán, “dábamos la vuelta”, es decir subíamos y bajábamos incansablemente, paseando por supuesto a pie, y viendo a las muchachas y dejándonos ver por ellas, que así era el juego del coqueteo de entonces. Un coqueteo inocente y completamente exento de cualquier malicia o picardía. Por esa calle Serdán iban y venían los desfiles de los viejos carnavales, y era el escenario de las paradas conmemorativas de las fechas gloriosas de nuestra historia.

En un repaso rápido, permítanme ustedes nombrarles algunos de los sitios memorables, comercios, negocios, bancos, casas habitación, farmacias, restaurantes, boutiques y demás, que hubo en otros tiempos sobre la Serdán. Cuando se trate de la acera Norte pondré una “n” entre paréntesis y una “s” cuando se trate de la acera Sur. Las épocas pueden variar, y no necesariamente esos lugares existieron al mismo tiempo.

Partiendo de Este a Oeste, del Parque Madero hacia abajo, recuerdo en primer lugar el Club Atenas (s) frente al monumento a Jesús García. A unos cuantos metros hacia el Poniente vivió la familia Nava Ortega (s). En Serdán y Manuel González (s) hubo unas ruinas donde se reunían los “pepinos” (militantes del Partido Popular), y enseguida el Instituto Soria donde muchos cursamos la primaria. La Refaccionaria Romandía (n), el Banco de Cananea (s), radiodifusora XEHQ (s), Gutiérrez Hermanos (n), Botica Reval (s), Centro Médico (s), Residencia de la familia Arias-Noriega (s), Pasaje Comercial Seguros del Pacífico (n), Auto Servicios (s), Notaría de Carlos Cabrera (n), Laboratorio del Quim. Alberto Torres E. (n), Lord’s (n), Botica Carreón (n), Radio Motores (s).

La Casa Romo (n), Joyería Arochi (s), Gabe (n), Daval De Lis (n), Bambino (n), Ellas (n), el Café Pradas (s), frente al Pradas vivían las familias Huerta Fontes y Bernal (n), el restaurante “El Quijote” (s), el restaurante Bulevar (n), el Mercado Alemán/Morales Hermanos (s) (hoy farmacia Benavides), la Botica Del Pueblo (n) el comercio más antiguo que existe en el viejo centro. La Botica Cruz Roja y la Dulcería Romo (s), La Sorpresa (n), el Banco de Londres y México (s), Dulcería Zamorano (s), Las Novedades y la Botica Moderna (n) y entre ambas La Copa de Leche, la Mueblería América (s), la botica Regis (s), el billar XXX (s), la Nevería “El Oso Blanco” (s), la Librería Lizárraga (n), el Tropicana (n), El Centro de Modas (s), la Casa Carreño (s), el ruinoso Edificio Ferreira (s), el Banco Ganadero y Agrícola (n).

Enrique Rivera T. (s), La Mercería de la Paz (n), Casa Ceceña (s), El Pinocho (n), Peluquería Delfino (n), La Escuela Prevocacional (s), Wells Fargo (n). Banco de Comercio (s), la casa de la familia Camou (s), que una noche fue demolida en sigilo. Librerías Mexicana y Renacimiento, una junto a la otra (n), Remington Rand (s), Mexicana de Aviación (s), Peluquería Los Amigos (s), John Deere (s), Oficinas Federales-Correo y Telégrafos (n), Notaría De La Mora (s) y Regalos Bona (s).

Cantina La Pagoda (n) que luego se convertiría en la terraza del Hotel San Alberto, Banco de México (s), Gasolinera Salazar (s) donde más tarde se construiría el Edificio Sonora, la Logia Masónica (n), Changarro “Los Chapos” (s), Sonora Motor (n), cantina La Bohemia (s), Peluquería Chanto (s), Casino de Hermosillo “La Muralla” (n). Entreveradas estaban los domicilios de las familias González (n), Miranda (s), y Platt (s). Y hasta aquí la dejo porque ya se me cansó el caballo.

Este recorrido pseudohistórico, pero sin duda muy nostálgico, nos ubica de nuevo ante el hecho innegable de que han pasado los años y “el centro” sigue abandonado por las autoridades y por los propietarios de inmuebles en dicha zona que, debiendo ser sus primeros impulsores y defensores, han doblado las manos y se han coludido con los sucesivos “remodeladores” de esta importante zona urbana. Un abandono criminal e injustificable que hiere a quienes queremos para Hermosillo un centro histórico digno, digno de la capital y digno de sus habitantes. En la actualidad duele el corazón de ver los lugares donde hubo tantas tiendas y comercios, convertidos en tristes patios de estacionamiento.

Algo muy malo, o muy chueco, debemos tener en la cabeza, o peor aún, en el corazón. Porque pasan los años y esta zona tan querida va empeorando. Fue bueno ver que en un momento dado llegaron nuevas inversiones (como la del edificio Woolworth) que sin duda revitalizaron momentáneamente el centro, pero que por desgracia no vino aparejado con una rehabilitación integral de la zona. De poco o nada sirve construir edificios nuevos (que por razones entendibles son bastante escasos) si las calles y las banquetas siguen hechas pedazos, los edificios viejos se desmoronan y caen a pedazos, y el ambiente general es de decaimiento, envejecimiento y ruina.

Por ejemplo, lo que el Ayuntamiento de Javier Gándara [2009-2012] hizo ahí fue una auténtica burla, una majadería para los hermosillenses que tenemos un poco de cerebro y entendimiento. Vergüenza debiera darles el llamar “regeneración” a la obra hollywoodesca y absurda realizada, que transgrede todos los antecedentes históricos de estilo arquitectónico. Una inversión cosmética que no aportó absolutamente nada, y que quedará ahí como un irremediable y horrendo testimonio, en tanto llega algún día el auténtico proyecto de regeneración que el Centro Histórico está pidiendo a gritos, y se le niega.

No será con obritas ratoneras, pinchurrientas e intrascendentes como se cambiará la faz de esta zona tan importante de la ciudad. Entre otras muchas evidencias, los pésimos proyectos de regeneración realizados en el Centro Histórico, prueban lo antes dicho.

La posibilidad de tener en el futuro cercano una nueva autoridad municipal, con mentalidad fresca, positiva, conocedora de la historia, y apartada del estilo de gobierno que hemos padecido durante los últimos trienios, nos ofrece una esperanza, leve, pero esperanza al fin y al cabo. Quizá, con suerte y voluntad electoral, podamos empezar a arreglar todo lo que anda mal en esta atribulada ciudad.

Las viejas calles, unas más, otras menos, todas tienen sus propias historias que contar: De Oriente a Poniente, la calle Jesús García, la Manuel González, la Juárez, la Matamoros, la Abasolo, la Guerrero, la Garmendia, la Yáñez, la Hidalgo (hoy Pino Suárez), la Rosales, la Morelos (hoy Pedro Moreno), y la calle “De La Carrera”.

Y de Sur a Norte la calles Del Carmen, la No Reelección, la Obregón, el bulevar Centenario, la Chihuahua, la Serdán, la Vildósola (hoy Elías Calles), la Monterrey, la Morelia, la Doctor Noriega, la Yucatán (hoy Colosio), la Sonora, la Oaxaca y la Sinaloa (hoy Niños Héroes). Todas ellas poseen gran riqueza histórica… si sabemos cómo extraerla.

Cuando pase la pandemia y salgan ustedes de nuevo a las calles del viejo y querido centro de Hermosillo para realizar sus quehaceres, pónganse los ojos de ver y recórralas con cariño y respeto, porque tienen mucho qué contar, y son depositarias de historias muy antiguas, y sumamente fascinantes. Y si ustedes desconocen esas historias y esas anécdotas, no se preocupen, que aún quedamos dos o tres viejos hermosillenses, románticos empedernidos y enamorados sin remedio de esta ciudad, para contárselas.

Paseen ustedes por ellas, sin prisas. Saboréenlas con calma, y disfrútenlas aunque se encuentren tan deterioradas y en tan mal estado, como esas señoras de edad avanzada a las que nadie atiende ni presta atención. Y observen atentamente, con mirada severa y crítica, con la intención de detectar la realidad “real”, que no es ni con mucho la misma que nos tratan de vender en los anuncios promocionales de la autoridad municipal en turno, experta en manipular, y dolorosamente inepta en la ciencia de gobernar.

Y la deteriorada ciudad capital lo está gritando por los cuatro puntos cardinales.

Aunque ustedes no lo crean, o piensen que estoy mal de la cabeza (lo cual muy probablemente es correcto) les aseguro que el viejo centro de Hermosillo es una zona que esconde innumerables tesoros, y una vasta colección de historias y anécdotas, de lugares y de personas, muchas de las cuales ya no existen, y que fueron desapareciendo poco a poco, conforme transcurrían los años e iban cambiando las cosas. Pero aún permanecen los ecos, las sombras fugaces, los aromas, y las dulces y melancólicas vibraciones de los recuerdos.

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El viejo centro tiene magia, y merece que le tengamos un profundo respeto, un respeto que las sucesivas autoridades municipales se han negado sistemáticamente a concederle. Ya sea por el desconocimiento absoluto de la historia del viejo Hermosillo, por indiferencia o indolencia, o bien por sus proyectos y sus planes personales, que nada tienen que ver con la preservación de esa parte de la ciudad, que en realidad, y en muchos sentidos, sigue siendo el corazón de esta ciudad. Pero ese corazón del Hermosillo de mis amores, está enfermo, y necesita que le coloquen un marcapasos, antes de que colapse.

Efectivamente, esa parte de la ciudad hace mucho dejó de ser el centro geográfico puesto que, con el crecimiento descontrolado y la descomunal expansión territorial que ha experimentado Hermosillo en los últimos 50 años, éste se desplazó bastante más hacia el Norponiente. Algunos todavía le llaman a esta zona de la ciudad “el primer cuadro”, aunque por su deterioro y estado de abandono más bien parece ser el último cuadro.

Algunas autoridades han realizado ahí obras que según su entender la embellecieron y le agregaron categoría, pensando seguramente engañar a los que han llegado a residir aquí, pero sin conocer la historia de la ciudad. Con muy escasas y honrosas excepciones, casi todas las autoridades municipales han evidenciado una ausencia total de amor por esta ciudad, y el nulo respeto a sus antecedentes históricos.

Ya les he platicado a ustedes diversas ocasiones que yo le tengo un profundo cariño a esa parte de la ciudad. Hay mil razones para este apego, entre ellas el que durante mis primeras juventudes ahí estuvieron los lugares de reunión, los restaurantes y cafeterías en que solía reunirme con mis amigos y amigas.

Ahí, por la histórica calle Serdán, “dábamos la vuelta”, es decir subíamos y bajábamos incansablemente, paseando por supuesto a pie, y viendo a las muchachas y dejándonos ver por ellas, que así era el juego del coqueteo de entonces. Un coqueteo inocente y completamente exento de cualquier malicia o picardía. Por esa calle Serdán iban y venían los desfiles de los viejos carnavales, y era el escenario de las paradas conmemorativas de las fechas gloriosas de nuestra historia.

En un repaso rápido, permítanme ustedes nombrarles algunos de los sitios memorables, comercios, negocios, bancos, casas habitación, farmacias, restaurantes, boutiques y demás, que hubo en otros tiempos sobre la Serdán. Cuando se trate de la acera Norte pondré una “n” entre paréntesis y una “s” cuando se trate de la acera Sur. Las épocas pueden variar, y no necesariamente esos lugares existieron al mismo tiempo.

Partiendo de Este a Oeste, del Parque Madero hacia abajo, recuerdo en primer lugar el Club Atenas (s) frente al monumento a Jesús García. A unos cuantos metros hacia el Poniente vivió la familia Nava Ortega (s). En Serdán y Manuel González (s) hubo unas ruinas donde se reunían los “pepinos” (militantes del Partido Popular), y enseguida el Instituto Soria donde muchos cursamos la primaria. La Refaccionaria Romandía (n), el Banco de Cananea (s), radiodifusora XEHQ (s), Gutiérrez Hermanos (n), Botica Reval (s), Centro Médico (s), Residencia de la familia Arias-Noriega (s), Pasaje Comercial Seguros del Pacífico (n), Auto Servicios (s), Notaría de Carlos Cabrera (n), Laboratorio del Quim. Alberto Torres E. (n), Lord’s (n), Botica Carreón (n), Radio Motores (s).

La Casa Romo (n), Joyería Arochi (s), Gabe (n), Daval De Lis (n), Bambino (n), Ellas (n), el Café Pradas (s), frente al Pradas vivían las familias Huerta Fontes y Bernal (n), el restaurante “El Quijote” (s), el restaurante Bulevar (n), el Mercado Alemán/Morales Hermanos (s) (hoy farmacia Benavides), la Botica Del Pueblo (n) el comercio más antiguo que existe en el viejo centro. La Botica Cruz Roja y la Dulcería Romo (s), La Sorpresa (n), el Banco de Londres y México (s), Dulcería Zamorano (s), Las Novedades y la Botica Moderna (n) y entre ambas La Copa de Leche, la Mueblería América (s), la botica Regis (s), el billar XXX (s), la Nevería “El Oso Blanco” (s), la Librería Lizárraga (n), el Tropicana (n), El Centro de Modas (s), la Casa Carreño (s), el ruinoso Edificio Ferreira (s), el Banco Ganadero y Agrícola (n).

Enrique Rivera T. (s), La Mercería de la Paz (n), Casa Ceceña (s), El Pinocho (n), Peluquería Delfino (n), La Escuela Prevocacional (s), Wells Fargo (n). Banco de Comercio (s), la casa de la familia Camou (s), que una noche fue demolida en sigilo. Librerías Mexicana y Renacimiento, una junto a la otra (n), Remington Rand (s), Mexicana de Aviación (s), Peluquería Los Amigos (s), John Deere (s), Oficinas Federales-Correo y Telégrafos (n), Notaría De La Mora (s) y Regalos Bona (s).

Cantina La Pagoda (n) que luego se convertiría en la terraza del Hotel San Alberto, Banco de México (s), Gasolinera Salazar (s) donde más tarde se construiría el Edificio Sonora, la Logia Masónica (n), Changarro “Los Chapos” (s), Sonora Motor (n), cantina La Bohemia (s), Peluquería Chanto (s), Casino de Hermosillo “La Muralla” (n). Entreveradas estaban los domicilios de las familias González (n), Miranda (s), y Platt (s). Y hasta aquí la dejo porque ya se me cansó el caballo.

Este recorrido pseudohistórico, pero sin duda muy nostálgico, nos ubica de nuevo ante el hecho innegable de que han pasado los años y “el centro” sigue abandonado por las autoridades y por los propietarios de inmuebles en dicha zona que, debiendo ser sus primeros impulsores y defensores, han doblado las manos y se han coludido con los sucesivos “remodeladores” de esta importante zona urbana. Un abandono criminal e injustificable que hiere a quienes queremos para Hermosillo un centro histórico digno, digno de la capital y digno de sus habitantes. En la actualidad duele el corazón de ver los lugares donde hubo tantas tiendas y comercios, convertidos en tristes patios de estacionamiento.

Algo muy malo, o muy chueco, debemos tener en la cabeza, o peor aún, en el corazón. Porque pasan los años y esta zona tan querida va empeorando. Fue bueno ver que en un momento dado llegaron nuevas inversiones (como la del edificio Woolworth) que sin duda revitalizaron momentáneamente el centro, pero que por desgracia no vino aparejado con una rehabilitación integral de la zona. De poco o nada sirve construir edificios nuevos (que por razones entendibles son bastante escasos) si las calles y las banquetas siguen hechas pedazos, los edificios viejos se desmoronan y caen a pedazos, y el ambiente general es de decaimiento, envejecimiento y ruina.

Por ejemplo, lo que el Ayuntamiento de Javier Gándara [2009-2012] hizo ahí fue una auténtica burla, una majadería para los hermosillenses que tenemos un poco de cerebro y entendimiento. Vergüenza debiera darles el llamar “regeneración” a la obra hollywoodesca y absurda realizada, que transgrede todos los antecedentes históricos de estilo arquitectónico. Una inversión cosmética que no aportó absolutamente nada, y que quedará ahí como un irremediable y horrendo testimonio, en tanto llega algún día el auténtico proyecto de regeneración que el Centro Histórico está pidiendo a gritos, y se le niega.

No será con obritas ratoneras, pinchurrientas e intrascendentes como se cambiará la faz de esta zona tan importante de la ciudad. Entre otras muchas evidencias, los pésimos proyectos de regeneración realizados en el Centro Histórico, prueban lo antes dicho.

La posibilidad de tener en el futuro cercano una nueva autoridad municipal, con mentalidad fresca, positiva, conocedora de la historia, y apartada del estilo de gobierno que hemos padecido durante los últimos trienios, nos ofrece una esperanza, leve, pero esperanza al fin y al cabo. Quizá, con suerte y voluntad electoral, podamos empezar a arreglar todo lo que anda mal en esta atribulada ciudad.

Las viejas calles, unas más, otras menos, todas tienen sus propias historias que contar: De Oriente a Poniente, la calle Jesús García, la Manuel González, la Juárez, la Matamoros, la Abasolo, la Guerrero, la Garmendia, la Yáñez, la Hidalgo (hoy Pino Suárez), la Rosales, la Morelos (hoy Pedro Moreno), y la calle “De La Carrera”.

Y de Sur a Norte la calles Del Carmen, la No Reelección, la Obregón, el bulevar Centenario, la Chihuahua, la Serdán, la Vildósola (hoy Elías Calles), la Monterrey, la Morelia, la Doctor Noriega, la Yucatán (hoy Colosio), la Sonora, la Oaxaca y la Sinaloa (hoy Niños Héroes). Todas ellas poseen gran riqueza histórica… si sabemos cómo extraerla.

Cuando pase la pandemia y salgan ustedes de nuevo a las calles del viejo y querido centro de Hermosillo para realizar sus quehaceres, pónganse los ojos de ver y recórralas con cariño y respeto, porque tienen mucho qué contar, y son depositarias de historias muy antiguas, y sumamente fascinantes. Y si ustedes desconocen esas historias y esas anécdotas, no se preocupen, que aún quedamos dos o tres viejos hermosillenses, románticos empedernidos y enamorados sin remedio de esta ciudad, para contárselas.

Paseen ustedes por ellas, sin prisas. Saboréenlas con calma, y disfrútenlas aunque se encuentren tan deterioradas y en tan mal estado, como esas señoras de edad avanzada a las que nadie atiende ni presta atención. Y observen atentamente, con mirada severa y crítica, con la intención de detectar la realidad “real”, que no es ni con mucho la misma que nos tratan de vender en los anuncios promocionales de la autoridad municipal en turno, experta en manipular, y dolorosamente inepta en la ciencia de gobernar.

Y la deteriorada ciudad capital lo está gritando por los cuatro puntos cardinales.