/ martes 6 de octubre de 2020

Casa de las ideas | Reminiscencias musicales 2020

Debe haber sido por estas mismas fechas, pero en el año de 1956. O sea que de lo que les voy a platicar a la fecha ha transcurrido la friolera de 64 años. Como dice la letra de un hermoso bolero: “Toda una vida”. A la sazón recién acababa yo de iniciar mis estudios de Arquitectura en el Itesm, allá en la Sultana del Norte, donde se localizaba el único campus que existía en aquel entonces.

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Mis padres, y mis hermanas en edad de trabajar, tenían que hacer un enorme esfuerzo para solventar los gastos que representaban mis estudios en esa escuela tan cara, y como es lógico, el dinero no abundaba en mis casi siempre vacíos bolsillos. Lo suficiente apenas para cubrir mi manutención, el pago de los camiones para ir y venir a la escuela, y un poco para gastos menores e ir de vez en cuando a los cines Elizondo, Encanto y otros que había en aquella ciudad, en aquellos lejanos tiempos.

En una escuela para muchachos de familias ricas yo era un estudiante pobretón, con recursos siempre escasos, pero me las arreglaba como podía, y en mucho ayudaba la generosidad de algunos entrañables amigos ya desaparecidos, como Javier Molina Rodríguez (+), Francisco “Chesco” Ciscomani Félix (+), Jaime Félix Castro (+) y otros que de vez en cuando “se ponían guapos” a la hora de invitar las milanesas en el restaurante “Flores” o las cervezas en el bar “Imperial”, dos de los lugares favoritos de los estudiantes sonorenses en el Monterrey de aquella época… ¡Cuántos recuerdos de tiempos pasados, e inolvidables amigos que ya se han ido, o que simplemente se perdieron en las veredas y bifurcaciones de la vida!

A lo largo de los 36 años que llevo escribiendo, he publicado una infinidad de artículos sobre el tema de la música, y por ello mis amigos lectores conocen de sobra la empedernida melomanía que me aqueja, derivada de mi afición/devoción por la música, en cualquiera de sus géneros. Por ello, y aún a pesar de mi crónica escasez de recursos, en mis tiempos de estudiante en la ciudad de Monterrey me daba maña para comprar de vez en cuando algún disco que me llamaba la atención, en los negocios que vendían discos. Si mal no recuerdo, en aquel entonces los discos LP costaban entre 30 y 40 pesos “de aquellos”. En aquel entonces vivía yo en la calle Bravo #555 en la colonia María Luisa, que colindaba con la colonia Obispado, obviamente en Monterrey, en una casita de dos pisos que habíamos rentado entre 6 sonorenses: Juan Ramos Moreno (RIP) originario de Nacozari, Lauro Luis Othón y Emilio Cuéllar Acuña, de Cananea, Ernesto Elías Islas (RIP) de Nogales, Ricardo Rodríguez Tapia, de Empalme, y yo.

Volviendo a la historia: Faltaban alrededor de treinta días para las vacaciones navideñas de 1956, y se aproximaba la fecha de regresar a mi hogar para pasar con mi familia y amigos esas fiestas tan significativas, y un día, caminando yo por las aceras de la Avenida Padre Mier, pasé frente al edificio Chapa, en cuya planta baja había una tienda donde vendían diversos aparatos eléctricos, y que tenía también una pequeña sección para venta de discos long-play de 12” y 33 ⅓ r.p.m. Me detuve para curiosear en el aparador que daba hacia la calle, donde se exhibían algunos discos de reciente grabación. Uno de ellos captó mi atención de inmediato: era un disco con una portada muy llamativa donde aparecía un grupo de 3 hombres y una mujer, el nombre que aparecía en la portada del disco era ‘S Wonderful, y era de una orquesta nueva que yo no conocía: la orquesta de Ray Conniff y sus cantantes.

Cuando uno se vuelve tan aficionado a la música como lo soy yo, aparte de la ampliación y profundización del gusto musical, se va desarrollando paulatinamente un conocimiento cada vez más profundo sobre los artistas e intérpretes en los distintos géneros, y a la vez un instinto muy especial sobre lo que puede ser alguna grabación de buena calidad musical. Aquel día el instinto me dijo que ese disco LP era importante, y sin pensarlo mucho, y dado que aún me quedaba algo de dinero de mi remesa mensual, entré a la tienda y sin haberlo escuchado, ya que no se permitía que los discos se abrieran para probarlos, compré el disco de marras, consiguiendo además un buen descuento por ser estudiante del Tec.

Cuando llegó el momento de emprender el viaje a Hermosillo para pasar las vacaciones de Navidad con mi familia, empaqué ese disco en mi maleta, y cuando llegué a esta ciudad lo llevé a la primera fiesta navideña casera de las que se realizaron en la temporada navideña de 1956. Ese disco, el primero de los más de cien que grabara el inolvidable Ray Conniff, causó sensación. Fue el primer disco de Ray Conniff que llegó a Hermosillo, y tengo el orgullo de haberlo traído yo. Todos los concurrentes a aquella fiesta querían ver la portada del disco, que obviamente aún no llegaba a los negocios que se dedicaban a la venta de discos en Hermosillo. Durante toda la temporada navideña de aquel año, ese disco fue indiscutiblemente el más bailado y escuchado, y constantemente me pedían que lo llevara a las otras fiestas que se realizaban en los diferentes domicilios particulares.

Joseph Raymond “Ray” Conniff (6 de noviembre de 1916-12 de octubre de 2002) fue un destacado músico, director de orquesta, arreglista vocal e instrumental, y trombonista estadounidense, que se caracterizó por emplear un conjunto de seis voces masculinas y seis voces femeninas en combinación con los instrumentos de su orquesta. Un estilo sumamente original que lo convirtió en uno de los directores de orquesta más exitosos y prolíficos entre los años de 1956 en que lanzó su primer disco “’S Wonderful, hasta su muerte en 2002. Grabó más de 100 discos, y fue capaz de ajustarse a los constantes cambios que sufrió la música a lo largo del más de medio siglo de brillante y exitosa carrera. Entre sus arreglos más conocidos, antes de organizar su propia orquesta, están el estupendo y original arreglo de “’S Wonderful”, que hizo para Artie Shaw y su orquesta, y de “September Song”, que hiciera para Harry James y su orquesta.

Mencionaré una pequeña parte de sus grabaciones, la mayor parte de las cuales conservo en mi colección privada de LPs, cassettes y CDs: “S Wonderful” (1956), “Dance the Bop!” (1957), “'S Marvelous” (1957), “S Awful Nice” (1958), “Concert in Rhythm, Vol.1” (1958), "Broadway in Rhythm" (1958), “Hollywood in Rhythm” (1958), “It’s The Talk of the Town” (1959), “Conniff Meets Butterfield” (1959), Christmas with Conniff(1959), “Concert in Rhythm, Vol.2” (1959), “Young at Heart” (1960), “Say It with Music (A Touch of Latin)” (1960), “Memories Are Made of This” (1960), “Somebody Loves Me” (1961), “S Continental” (1961), “So Much in Love” (1962), “Rhapsody in Rhythm” (1962), We Wish You a Merry Christmas(1962), “The Happy Beat” (1962), “You Make Me Feel So Young” (1963), “Speak to Me of Love” (1963), “Friendly Persuasion” (1964)

“Éxitos Latinos” (1977), “Ray Conniff Plays The Bee Gees and Other Great Hits” (1978), “I Will Survive” (1979), “The Perfect ‘10’ Classics” (1980), “Exclusivamente Latino” (1980), “Siempre Latino” (1981), “Amor Amor” (1982), “Fantástico” (1983), “Supersónico” (1984), “Campeones” (1985), “Say You Say Me” (1986), “30th Anniversary Edition” (1986), “Always In My Heart” (1987), “16 Éxitos de Manuel Alejandro(1988), “Ray Conniff Plays Broadway” (1990), “S Always Conniff” (1991), “Latinísimo” (1993), “40th Anniversary” (1995), “Live in Río (aka Mi Historia)” (1997), “I Love Movies” (1997), “My Way” (1998), “S Country” (1999), “S Christmas” (1999).

Como podrán ustedes comprobar, Ray Conniff cubrió todas las épocas musicales a lo largo de su brillante y exitosa carrera, durante medio siglo. Un buen amigo mío me comentó alguna vez con un dejo de humor: “Mi Chapo, este Ray Conniff es un verdadero jornalero de la música”, refiriéndose a que cada vez que surgía algún éxito, Conniff lo grababa de inmediato, por supuesto con su propio estilo y sus arreglos tan especiales.

Mencionaré también, en este modesto tributo que hoy ofrezco en memoria de Ray Conniff, algunas de sus interpretaciones más populares, y sus arreglos más conocidos: Begin The Beguine, Sentimental Journey, I’ve Got You Under My Skin, Bésame Mucho, Vereda Tropical, Aquellos Ojos Verdes, La Mer, Caballo Viejo, La Múcura, Wagon Wheels, Too Young, Paradise, Dancing In The Dark, Somebody Loves Me, Mack The Knife, All The Things You Are, Ebb Tide, My Reverie, It Had To Be You, Cuando Salí de Cuba, Young At Heart. I’m In The Mood For Love, Temptation, La Bilirrubina, Lara’s Theme, Cuando Vuelva A Tu Lado, y la lista de resonantes éxitos podría ocupar largo tiempo y llenar páginas y más páginas, pero con los que he mencionado basta para tener una ligera idea de su tremenda productividad musical, y de su inagotable genio creativo.

Si tú eres de los que ya peinan canas o se soban la “pelonera”, y perteneces a las generaciones de los ‘60s hacia atrás, seguramente guardas buenos recuerdos de este creativo hombre y de su popularísima orquesta. Son muy pocos los sesentones, setentones y ochentones y ochentonas que no hayan bailado mil veces, en mil noches de fiesta y de sana alegría, al compás de Ray Conniff, sus cantantes y orquesta, con una buena compañera o compañero de baile entre los brazos.

Esta inolvidable orquesta de Ray Conniff, así como también las de Ray Anthony, Billy May, Les Elgart, Bert Kaempfert, Ralph Flanagan y muchas otras que llenaron una larga y feliz época para los aficionados al baile y los adictos al romanticismo en las décadas entre 1950 y 2000, posiblemente sea arrumbada en el polvoriento desván de los recuerdos, cuando haya desaparecido el último exponente de aquellas generaciones que amaban la música por el placer indescriptible de escuchar, o de bailar al compás de aquellas maravillosas orquestas, plagadas de auténticos maestros en cada instrumento musical.

Ray Conniff, Ray Anthony, Billy May, Les Elgart, Bert Kaempfert y Ralph Flanagan ya se han ido, como se han ido todos y cada uno de aquellos inmortales directores de las bandas y orquestas de la maravillosa época del swing, en la que bailar (como Dios y los cánones han dispuesto que se baile) era un auténtico arte, a la vez de un gran placer. Pero en realidad no se fueron del todo. Nos dejaron sus estupendas e inmortales interpretaciones, que han quedado y permanecen en las manos de coleccionistas empedernidos como su servidor y amigo “El Chapo”, y otros anacrónicos orates románticos, y que han quedado inmortalizadas para la posteridad, gracias a la moderna tecnología digital.

Debe haber sido por estas mismas fechas, pero en el año de 1956. O sea que de lo que les voy a platicar a la fecha ha transcurrido la friolera de 64 años. Como dice la letra de un hermoso bolero: “Toda una vida”. A la sazón recién acababa yo de iniciar mis estudios de Arquitectura en el Itesm, allá en la Sultana del Norte, donde se localizaba el único campus que existía en aquel entonces.

RECIBE LAS NOTICIAS MÁS IMPORTANTES, ALERTAS, REPORTAJES E HISTORIAS DIRECTO EN TU CELULAR, ¡CON UN SOLO CLICK!

Mis padres, y mis hermanas en edad de trabajar, tenían que hacer un enorme esfuerzo para solventar los gastos que representaban mis estudios en esa escuela tan cara, y como es lógico, el dinero no abundaba en mis casi siempre vacíos bolsillos. Lo suficiente apenas para cubrir mi manutención, el pago de los camiones para ir y venir a la escuela, y un poco para gastos menores e ir de vez en cuando a los cines Elizondo, Encanto y otros que había en aquella ciudad, en aquellos lejanos tiempos.

En una escuela para muchachos de familias ricas yo era un estudiante pobretón, con recursos siempre escasos, pero me las arreglaba como podía, y en mucho ayudaba la generosidad de algunos entrañables amigos ya desaparecidos, como Javier Molina Rodríguez (+), Francisco “Chesco” Ciscomani Félix (+), Jaime Félix Castro (+) y otros que de vez en cuando “se ponían guapos” a la hora de invitar las milanesas en el restaurante “Flores” o las cervezas en el bar “Imperial”, dos de los lugares favoritos de los estudiantes sonorenses en el Monterrey de aquella época… ¡Cuántos recuerdos de tiempos pasados, e inolvidables amigos que ya se han ido, o que simplemente se perdieron en las veredas y bifurcaciones de la vida!

A lo largo de los 36 años que llevo escribiendo, he publicado una infinidad de artículos sobre el tema de la música, y por ello mis amigos lectores conocen de sobra la empedernida melomanía que me aqueja, derivada de mi afición/devoción por la música, en cualquiera de sus géneros. Por ello, y aún a pesar de mi crónica escasez de recursos, en mis tiempos de estudiante en la ciudad de Monterrey me daba maña para comprar de vez en cuando algún disco que me llamaba la atención, en los negocios que vendían discos. Si mal no recuerdo, en aquel entonces los discos LP costaban entre 30 y 40 pesos “de aquellos”. En aquel entonces vivía yo en la calle Bravo #555 en la colonia María Luisa, que colindaba con la colonia Obispado, obviamente en Monterrey, en una casita de dos pisos que habíamos rentado entre 6 sonorenses: Juan Ramos Moreno (RIP) originario de Nacozari, Lauro Luis Othón y Emilio Cuéllar Acuña, de Cananea, Ernesto Elías Islas (RIP) de Nogales, Ricardo Rodríguez Tapia, de Empalme, y yo.

Volviendo a la historia: Faltaban alrededor de treinta días para las vacaciones navideñas de 1956, y se aproximaba la fecha de regresar a mi hogar para pasar con mi familia y amigos esas fiestas tan significativas, y un día, caminando yo por las aceras de la Avenida Padre Mier, pasé frente al edificio Chapa, en cuya planta baja había una tienda donde vendían diversos aparatos eléctricos, y que tenía también una pequeña sección para venta de discos long-play de 12” y 33 ⅓ r.p.m. Me detuve para curiosear en el aparador que daba hacia la calle, donde se exhibían algunos discos de reciente grabación. Uno de ellos captó mi atención de inmediato: era un disco con una portada muy llamativa donde aparecía un grupo de 3 hombres y una mujer, el nombre que aparecía en la portada del disco era ‘S Wonderful, y era de una orquesta nueva que yo no conocía: la orquesta de Ray Conniff y sus cantantes.

Cuando uno se vuelve tan aficionado a la música como lo soy yo, aparte de la ampliación y profundización del gusto musical, se va desarrollando paulatinamente un conocimiento cada vez más profundo sobre los artistas e intérpretes en los distintos géneros, y a la vez un instinto muy especial sobre lo que puede ser alguna grabación de buena calidad musical. Aquel día el instinto me dijo que ese disco LP era importante, y sin pensarlo mucho, y dado que aún me quedaba algo de dinero de mi remesa mensual, entré a la tienda y sin haberlo escuchado, ya que no se permitía que los discos se abrieran para probarlos, compré el disco de marras, consiguiendo además un buen descuento por ser estudiante del Tec.

Cuando llegó el momento de emprender el viaje a Hermosillo para pasar las vacaciones de Navidad con mi familia, empaqué ese disco en mi maleta, y cuando llegué a esta ciudad lo llevé a la primera fiesta navideña casera de las que se realizaron en la temporada navideña de 1956. Ese disco, el primero de los más de cien que grabara el inolvidable Ray Conniff, causó sensación. Fue el primer disco de Ray Conniff que llegó a Hermosillo, y tengo el orgullo de haberlo traído yo. Todos los concurrentes a aquella fiesta querían ver la portada del disco, que obviamente aún no llegaba a los negocios que se dedicaban a la venta de discos en Hermosillo. Durante toda la temporada navideña de aquel año, ese disco fue indiscutiblemente el más bailado y escuchado, y constantemente me pedían que lo llevara a las otras fiestas que se realizaban en los diferentes domicilios particulares.

Joseph Raymond “Ray” Conniff (6 de noviembre de 1916-12 de octubre de 2002) fue un destacado músico, director de orquesta, arreglista vocal e instrumental, y trombonista estadounidense, que se caracterizó por emplear un conjunto de seis voces masculinas y seis voces femeninas en combinación con los instrumentos de su orquesta. Un estilo sumamente original que lo convirtió en uno de los directores de orquesta más exitosos y prolíficos entre los años de 1956 en que lanzó su primer disco “’S Wonderful, hasta su muerte en 2002. Grabó más de 100 discos, y fue capaz de ajustarse a los constantes cambios que sufrió la música a lo largo del más de medio siglo de brillante y exitosa carrera. Entre sus arreglos más conocidos, antes de organizar su propia orquesta, están el estupendo y original arreglo de “’S Wonderful”, que hizo para Artie Shaw y su orquesta, y de “September Song”, que hiciera para Harry James y su orquesta.

Mencionaré una pequeña parte de sus grabaciones, la mayor parte de las cuales conservo en mi colección privada de LPs, cassettes y CDs: “S Wonderful” (1956), “Dance the Bop!” (1957), “'S Marvelous” (1957), “S Awful Nice” (1958), “Concert in Rhythm, Vol.1” (1958), "Broadway in Rhythm" (1958), “Hollywood in Rhythm” (1958), “It’s The Talk of the Town” (1959), “Conniff Meets Butterfield” (1959), Christmas with Conniff(1959), “Concert in Rhythm, Vol.2” (1959), “Young at Heart” (1960), “Say It with Music (A Touch of Latin)” (1960), “Memories Are Made of This” (1960), “Somebody Loves Me” (1961), “S Continental” (1961), “So Much in Love” (1962), “Rhapsody in Rhythm” (1962), We Wish You a Merry Christmas(1962), “The Happy Beat” (1962), “You Make Me Feel So Young” (1963), “Speak to Me of Love” (1963), “Friendly Persuasion” (1964)

“Éxitos Latinos” (1977), “Ray Conniff Plays The Bee Gees and Other Great Hits” (1978), “I Will Survive” (1979), “The Perfect ‘10’ Classics” (1980), “Exclusivamente Latino” (1980), “Siempre Latino” (1981), “Amor Amor” (1982), “Fantástico” (1983), “Supersónico” (1984), “Campeones” (1985), “Say You Say Me” (1986), “30th Anniversary Edition” (1986), “Always In My Heart” (1987), “16 Éxitos de Manuel Alejandro(1988), “Ray Conniff Plays Broadway” (1990), “S Always Conniff” (1991), “Latinísimo” (1993), “40th Anniversary” (1995), “Live in Río (aka Mi Historia)” (1997), “I Love Movies” (1997), “My Way” (1998), “S Country” (1999), “S Christmas” (1999).

Como podrán ustedes comprobar, Ray Conniff cubrió todas las épocas musicales a lo largo de su brillante y exitosa carrera, durante medio siglo. Un buen amigo mío me comentó alguna vez con un dejo de humor: “Mi Chapo, este Ray Conniff es un verdadero jornalero de la música”, refiriéndose a que cada vez que surgía algún éxito, Conniff lo grababa de inmediato, por supuesto con su propio estilo y sus arreglos tan especiales.

Mencionaré también, en este modesto tributo que hoy ofrezco en memoria de Ray Conniff, algunas de sus interpretaciones más populares, y sus arreglos más conocidos: Begin The Beguine, Sentimental Journey, I’ve Got You Under My Skin, Bésame Mucho, Vereda Tropical, Aquellos Ojos Verdes, La Mer, Caballo Viejo, La Múcura, Wagon Wheels, Too Young, Paradise, Dancing In The Dark, Somebody Loves Me, Mack The Knife, All The Things You Are, Ebb Tide, My Reverie, It Had To Be You, Cuando Salí de Cuba, Young At Heart. I’m In The Mood For Love, Temptation, La Bilirrubina, Lara’s Theme, Cuando Vuelva A Tu Lado, y la lista de resonantes éxitos podría ocupar largo tiempo y llenar páginas y más páginas, pero con los que he mencionado basta para tener una ligera idea de su tremenda productividad musical, y de su inagotable genio creativo.

Si tú eres de los que ya peinan canas o se soban la “pelonera”, y perteneces a las generaciones de los ‘60s hacia atrás, seguramente guardas buenos recuerdos de este creativo hombre y de su popularísima orquesta. Son muy pocos los sesentones, setentones y ochentones y ochentonas que no hayan bailado mil veces, en mil noches de fiesta y de sana alegría, al compás de Ray Conniff, sus cantantes y orquesta, con una buena compañera o compañero de baile entre los brazos.

Esta inolvidable orquesta de Ray Conniff, así como también las de Ray Anthony, Billy May, Les Elgart, Bert Kaempfert, Ralph Flanagan y muchas otras que llenaron una larga y feliz época para los aficionados al baile y los adictos al romanticismo en las décadas entre 1950 y 2000, posiblemente sea arrumbada en el polvoriento desván de los recuerdos, cuando haya desaparecido el último exponente de aquellas generaciones que amaban la música por el placer indescriptible de escuchar, o de bailar al compás de aquellas maravillosas orquestas, plagadas de auténticos maestros en cada instrumento musical.

Ray Conniff, Ray Anthony, Billy May, Les Elgart, Bert Kaempfert y Ralph Flanagan ya se han ido, como se han ido todos y cada uno de aquellos inmortales directores de las bandas y orquestas de la maravillosa época del swing, en la que bailar (como Dios y los cánones han dispuesto que se baile) era un auténtico arte, a la vez de un gran placer. Pero en realidad no se fueron del todo. Nos dejaron sus estupendas e inmortales interpretaciones, que han quedado y permanecen en las manos de coleccionistas empedernidos como su servidor y amigo “El Chapo”, y otros anacrónicos orates románticos, y que han quedado inmortalizadas para la posteridad, gracias a la moderna tecnología digital.