/ martes 20 de octubre de 2020

Casa de las ideas | Un “Búho” a morir

Al llegar nuestra querida Universidad de Sonora a su 78vo. Aniversario, me gustaría dedicar estas remembranzas y estos comentarios como un tributo de agradecimiento a los distinguidos sonorenses que fundaron lo que es la máxima casa de estudios en Sonora. También quiero dedicarlos a los maravillosos e inolvidables maestros que han impartido clases en sus aulas, en todas las épocas. Y finalmente, aunque no con menor cariño, a los alumnos de todas las generaciones, las primeras, las más recientes y todas y cada una de las intermedias, que acudieron en busca del saber que el Alma Máter les promete desde el lema que pregona en su escudo: “El Saber De Mis Hijos Hará Mi Grandeza”.

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Fui alumno en la Universidad de Sonora de 1950 a 1955. Tres años de secundaria [‘50-‘53] y dos de preparatoria [‘53-‘55], ya que en aquellos tiempos la prepa era de dos años. En aquel entonces los estudiantes tenían que elegir la carrera que seguirían apenas saliendo de la secundaria, y por consiguiente la prepa estaba orientada ya a las diferentes carreras. Era una prepa muy intensa y pesada, por cuanto concentraba en dos años un programa que más adelante se realizaría en tres. Una decisión vocacional de enorme trascendencia que debía tomarse de cara hacia el futuro, para la que muchos muchachos de apenas 16-17 años de edad, no estábamos adecuadamente preparados para tomar. Pero así era… ¡Qué tiempos aquellos, señor don Simón!

La Universidad de Sonora fue fundada el 12 de octubre de 1942, o sea que recién acaba de cumplir 78 años de su fundación. Cuando pisé sus aulas por vez primera yo tenía sólo 13 años de edad, y la Universidad tenía apenas 8 años de haber sido fundada, y aunque era una institución sumamente joven, sin comparación posible con lo que es hoy en día, no obstante era magnífica y, aunque pequeña en dimensiones, tenía un prestigio y gozaba de un reconocimiento envidiable a nivel nacional. Estuvo catalogada por largo tiempo como una de las mejores del país. Hoy, a pesar de las crisis, las huelgas y las dificultades económicas que todos conocemos y lamentamos, se encuentra el sitio número 14 entre las mejores universidades del país.

En mis primeros años de “Búho” sólo había dos carreras profesionales: La de Contabilidad y la de Ingeniería Civil. Luego vendrían otras carreras: primero la de Derecho, y poco después la de Agricultura, o “agropecuaria”, como le llamábamos. En los tiempos en que fui un Búho activo, incluso la Escuela Normal del Estado se encontraba incorporada a la Universidad. En aquella lejana época existían muy pocas escuelas secundarias en el Estado, y escuelas preparatorias ni se diga. Por esa razón a la Universidad llegaban estudiantes de todos los rumbos de la entidad, en un flujo juvenil incesante. Los jóvenes acudían, y siguen acudiendo, como ansiosas abejas en busca del inagotable panal de la capacitación para la vida futura

Si la Universidad de Sonora de la que estoy hablando tenía tanta calidad y prestigio, se debió en primer lugar a la calidad de sus maestros, tanto en secundaria, como en preparatoria y en las carreras profesionales. Voy a mencionar algunos, porque en honor a la justicia, deben ser recordados siempre como los verdaderos pioneros, heroicos artífices de la grandeza que siempre ha tenido nuestra Alma Máter.

Primero los de secundaria: Rosa María Acuña “Miss Acuña” (Inglés), Francisco Castillo (Modelado), Alberto Córdova “Chipotes” (Deportes), Francisco Dueñas “Birlochas” (Matemáticas), Alberto Estrella “Estrellita” (Arte Dramático), Carlos Espinoza “Largo” (Deportes), Matilde Fontes “Popeya” (Dibujo Lineal), Eva Loaiza “Miss Loaiza” (Inglés), Luis Méndez (Telegrafía), Rafael V. Meneses “Menesitos” (Español), Lucía Navarro de Pérez “Capulina” (Historia), Luis Peterson (Álgebra y Matemáticas), José Suárez “Pepe Loco” (Carpintería), Aureliano Corral “Corralitos” (Geografía), Carlos Gámez “Drácula” (Matemáticas), Rubén Gutiérrez “Glostora” Matemáticas), Amadeo Hernández (Etimologías), Luis López Álvarez (Historia Universal), Ernesto López Riesgo “Venadito” (Historia de México), Francisco Mendoza “Botas” (Español), Ernesto “Cabezón” Salazar Girón (Biología y Anatomía), Emiliana de Zubeldía “Miss Zubeldía” (Música), Isauro Sánchez Pérez “El Mayor” (Música).

Ahora los de preparatoria: José Peña y Peña (Cálculo Infinitesimal y Diferencial), Rafael Meneses “Menesitos” (Cosmografía), Miguel Ríos Aguilera “Frijolito” (Ética y Etimologías), Gonzalo Sánchez Díaz-Carey (Química), Adalberto Sotelo “Sotelito” (Física), Raúl Peterson (Física), Olga Quiroz Martínez (Francés), Ernesto Ramos Bours (Higiene), Gastón Cano Ávila (Higiene), Ricardo Valenzuela “Peloné” (Francés), Rosario Paliza de Carpio “Chalina” (Lógica y Psicología), Leopoldo Palafox Muñoz (Dibujo Arquitectónico), José Jiménez Cervantes “Parménides” (Literatura Universal, Biología), Miguel Castro Servín “El Güero” (Cultura Física).

Rectores: Me tocaron dos: Manuel Quiroz Martínez [1946-1953] y Norberto Aguirre Palancares “Pluma Blanca” [1953-1956]. Secretario general con ambos: Rosalío Moreno “Chalío”.

Imposible olvidar las actividades extracurriculares a las que se podían dedicar los interesados, tales como el coro de Emiliana de Zubeldía (al que yo pertenecí), la banda de música y la banda de guerra, ambas formadas y dirigidas por el mayor Isauro Sánchez Pérez, de las cuales orgullosamente también formé parte.

Como dije en un párrafo anterior, a las escuelas que entonces existían dentro de la Universidad acudían muchachos y muchachas de todo el Estado. No eran una multitud, como sucede hoy en día, pero para los estándares de aquella época, era una escuela grande. Un hervidero de jóvenes —seríamos tal vez 400 o 500—, y el campus universitario de entonces parecía un panal de abejas dadas las reducidas dimensiones de las instalaciones: El edificio principal, que alojaba la Rectoría y las oficinas, además de las aulas de preparatoria y de las dos carreras que existían entonces. Además estaba el edificio que ocupaba la secundaria, en el costado Sur del edificio principal; un pequeño salón de actos ubicado en el costado Norte del edificio principal, y más atrás y hacia el Poniente, los rústicos talleres de carpintería, modelado y música. Estaba también la alberca con sus baños, vestidores y gradas de cemento, localizada hacia el Sur del edificio de la secundaria, y a un lado el estadio de softbol. Lo demás eran terrenos baldíos que representaban las reservas territoriales del Alma Máter, y que hoy se han llenado en su totalidad.

Imposible mencionar a todos y cada uno de los amigos y compañeros de aquellos tiempos gloriosos e inolvidables, pero voy a tratar de mencionar algunos con los que tuve una estrecha relación, ofreciendo de antemano una cumplida disculpa a quienes se sientan relegados.

Primero los compañeros en la prepa de arquitectura, algunos de los cuales por desgracia ya han fallecido: Napoleón Lozano “Napo”, Ricardo Romero “Frijol”, Ricardo Peart, Enrique Flores López “Gorila”, los hermanos Enrique y Abelardo Molina, José María Ibarra “Chemali”, René Arzac, y dos o tres más cuyos nombres lamento no recordar. No éramos muchos, como pueden ustedes ver.

En la prepa de otras carreras, algunos anteriores y otros contemporáneos: Juan A. Ruibal, Arturo Suárez “Coruco”, Enrique Quiroz “Huevo”, Mario Meza, Mario Téllez, Leopoldo Luna “Polito”, los hermanos Falcón de Guaymas, Mario Almaraz, Héctor Tirado “Avi”, Roberto Ross, David F. Munguía “Pato”, César Augusto Palafox “Teco”, Miguel A. Castellanos “Pinto”, Alejandro y Daniel Galindo, Mario Padilla, Manuel Agraz “Manteco”, Arturo Ortega, Ramiro García “Rumija”, Fernando Nieblas, Felipe Ceceña, Arturo del Busto “Chicho”, Abelardo y Dorita Beltrán, Rigoberto Cabanillas ”Rigo”, Mario Carbajal, Jorge Cristópulos “Griego”, Antonio Torres “Toño”, Fortunato Garibaldi, Albero Nava “Cuervito”, Víctor Galindo, Roberto y Eduardo “Lalo” Gómez Torres, Fernando Huerta “Cañón”, Luis Ruiz Vázquez.

Aída y Elvia Mendoza, Margarita y Silvia Martínez, Olga y Sarita Chávez, Matty Suárez, Yolanda Lizárraga, Graciela Katzuda, Aída Isibasi, Mayola Fontes, Betty y Margarita Frunz, Carmelita Buelna, Alfonsina Gil, Norma Lilia Padilla, Norma Rico, Lydia Favela, Margarita Coronado, Elba Rovira, Consuelo Astrain.

Ernesto “Tombo” Búrquez, Armando Benard Noriega, Luis M. Isibasi, Fortino León, Sergio Lerma, René Liera “Gordo”, José R. Salido “Pepe”, José Calderón, Humberto Limón, Humberto Romero, Gaspar Lizarazu “Raspar”, Porfirio Lizárraga “Dumbo”, Jesús León, Raúl Loustaunau, Marco A. Manzo, Ricardo y Benjamín Reyes “Caquín o Cananea”, Wilebaldo y Leobardo Márquez, Ramón Moreno “Borracho”, Rodolfo Rubio “Bagre”, Francisco y Carmelita Molina, Alberto Moraga, Manuel Muñoz “Mimi”, René Navarro, Enguerrando Tapia, Ramiro Óquita, Manuel Muñoz “Tepupa”, Carlos Gámez, Alfonso Romero, Raúl y Miguel Carrillo, Otto Banderas, Gilberto Salazar “Gay”, Carlos Salcido “Elaborado”, Héctor Puebla “Pipí”, Alfredo Osio, Carlos Cázarez, Remigio Agraz, Francisco Duarte “Pancho”, Francisco Vizcaíno “Pancho”, Héctor Vizcaíno “Taquico”, Ernesto Ávila, Manuel Reyes, Enrique Aja “Kiki”, José Carranza “Pepito”, Federico Caire “Freddy”, Jorge Castro “Malabaro”.

En mi mente bullen los recuerdos, los rostros, los nombres y tantos y tantos sucesos que formaron parte importante de mi lejana juventud. Podría llenar páginas y más páginas con ellos, sin lograr terminar jamás. Dios me proveyó generosamente de una memoria que se niega a olvidar, que se aferra y no deja ir nada. Es mi tesoro y, en cierta forma, es también mi castigo. ¿Por qué? Porque recordar aquellos viejos tiempos que jamás volverán, y a tantos maestros y amigos que ya no están, me resulta sumamente triste y doloroso.

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Por hoy lo dejaremos hasta aquí, si les parece. Les prometo regresar en otro momento con algunos capítulos de las viejas historias que aún conservo en mi memoria, y que con todo gusto compartiré con ustedes.

Al llegar nuestra querida Universidad de Sonora a su 78vo. Aniversario, me gustaría dedicar estas remembranzas y estos comentarios como un tributo de agradecimiento a los distinguidos sonorenses que fundaron lo que es la máxima casa de estudios en Sonora. También quiero dedicarlos a los maravillosos e inolvidables maestros que han impartido clases en sus aulas, en todas las épocas. Y finalmente, aunque no con menor cariño, a los alumnos de todas las generaciones, las primeras, las más recientes y todas y cada una de las intermedias, que acudieron en busca del saber que el Alma Máter les promete desde el lema que pregona en su escudo: “El Saber De Mis Hijos Hará Mi Grandeza”.

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Fui alumno en la Universidad de Sonora de 1950 a 1955. Tres años de secundaria [‘50-‘53] y dos de preparatoria [‘53-‘55], ya que en aquellos tiempos la prepa era de dos años. En aquel entonces los estudiantes tenían que elegir la carrera que seguirían apenas saliendo de la secundaria, y por consiguiente la prepa estaba orientada ya a las diferentes carreras. Era una prepa muy intensa y pesada, por cuanto concentraba en dos años un programa que más adelante se realizaría en tres. Una decisión vocacional de enorme trascendencia que debía tomarse de cara hacia el futuro, para la que muchos muchachos de apenas 16-17 años de edad, no estábamos adecuadamente preparados para tomar. Pero así era… ¡Qué tiempos aquellos, señor don Simón!

La Universidad de Sonora fue fundada el 12 de octubre de 1942, o sea que recién acaba de cumplir 78 años de su fundación. Cuando pisé sus aulas por vez primera yo tenía sólo 13 años de edad, y la Universidad tenía apenas 8 años de haber sido fundada, y aunque era una institución sumamente joven, sin comparación posible con lo que es hoy en día, no obstante era magnífica y, aunque pequeña en dimensiones, tenía un prestigio y gozaba de un reconocimiento envidiable a nivel nacional. Estuvo catalogada por largo tiempo como una de las mejores del país. Hoy, a pesar de las crisis, las huelgas y las dificultades económicas que todos conocemos y lamentamos, se encuentra el sitio número 14 entre las mejores universidades del país.

En mis primeros años de “Búho” sólo había dos carreras profesionales: La de Contabilidad y la de Ingeniería Civil. Luego vendrían otras carreras: primero la de Derecho, y poco después la de Agricultura, o “agropecuaria”, como le llamábamos. En los tiempos en que fui un Búho activo, incluso la Escuela Normal del Estado se encontraba incorporada a la Universidad. En aquella lejana época existían muy pocas escuelas secundarias en el Estado, y escuelas preparatorias ni se diga. Por esa razón a la Universidad llegaban estudiantes de todos los rumbos de la entidad, en un flujo juvenil incesante. Los jóvenes acudían, y siguen acudiendo, como ansiosas abejas en busca del inagotable panal de la capacitación para la vida futura

Si la Universidad de Sonora de la que estoy hablando tenía tanta calidad y prestigio, se debió en primer lugar a la calidad de sus maestros, tanto en secundaria, como en preparatoria y en las carreras profesionales. Voy a mencionar algunos, porque en honor a la justicia, deben ser recordados siempre como los verdaderos pioneros, heroicos artífices de la grandeza que siempre ha tenido nuestra Alma Máter.

Primero los de secundaria: Rosa María Acuña “Miss Acuña” (Inglés), Francisco Castillo (Modelado), Alberto Córdova “Chipotes” (Deportes), Francisco Dueñas “Birlochas” (Matemáticas), Alberto Estrella “Estrellita” (Arte Dramático), Carlos Espinoza “Largo” (Deportes), Matilde Fontes “Popeya” (Dibujo Lineal), Eva Loaiza “Miss Loaiza” (Inglés), Luis Méndez (Telegrafía), Rafael V. Meneses “Menesitos” (Español), Lucía Navarro de Pérez “Capulina” (Historia), Luis Peterson (Álgebra y Matemáticas), José Suárez “Pepe Loco” (Carpintería), Aureliano Corral “Corralitos” (Geografía), Carlos Gámez “Drácula” (Matemáticas), Rubén Gutiérrez “Glostora” Matemáticas), Amadeo Hernández (Etimologías), Luis López Álvarez (Historia Universal), Ernesto López Riesgo “Venadito” (Historia de México), Francisco Mendoza “Botas” (Español), Ernesto “Cabezón” Salazar Girón (Biología y Anatomía), Emiliana de Zubeldía “Miss Zubeldía” (Música), Isauro Sánchez Pérez “El Mayor” (Música).

Ahora los de preparatoria: José Peña y Peña (Cálculo Infinitesimal y Diferencial), Rafael Meneses “Menesitos” (Cosmografía), Miguel Ríos Aguilera “Frijolito” (Ética y Etimologías), Gonzalo Sánchez Díaz-Carey (Química), Adalberto Sotelo “Sotelito” (Física), Raúl Peterson (Física), Olga Quiroz Martínez (Francés), Ernesto Ramos Bours (Higiene), Gastón Cano Ávila (Higiene), Ricardo Valenzuela “Peloné” (Francés), Rosario Paliza de Carpio “Chalina” (Lógica y Psicología), Leopoldo Palafox Muñoz (Dibujo Arquitectónico), José Jiménez Cervantes “Parménides” (Literatura Universal, Biología), Miguel Castro Servín “El Güero” (Cultura Física).

Rectores: Me tocaron dos: Manuel Quiroz Martínez [1946-1953] y Norberto Aguirre Palancares “Pluma Blanca” [1953-1956]. Secretario general con ambos: Rosalío Moreno “Chalío”.

Imposible olvidar las actividades extracurriculares a las que se podían dedicar los interesados, tales como el coro de Emiliana de Zubeldía (al que yo pertenecí), la banda de música y la banda de guerra, ambas formadas y dirigidas por el mayor Isauro Sánchez Pérez, de las cuales orgullosamente también formé parte.

Como dije en un párrafo anterior, a las escuelas que entonces existían dentro de la Universidad acudían muchachos y muchachas de todo el Estado. No eran una multitud, como sucede hoy en día, pero para los estándares de aquella época, era una escuela grande. Un hervidero de jóvenes —seríamos tal vez 400 o 500—, y el campus universitario de entonces parecía un panal de abejas dadas las reducidas dimensiones de las instalaciones: El edificio principal, que alojaba la Rectoría y las oficinas, además de las aulas de preparatoria y de las dos carreras que existían entonces. Además estaba el edificio que ocupaba la secundaria, en el costado Sur del edificio principal; un pequeño salón de actos ubicado en el costado Norte del edificio principal, y más atrás y hacia el Poniente, los rústicos talleres de carpintería, modelado y música. Estaba también la alberca con sus baños, vestidores y gradas de cemento, localizada hacia el Sur del edificio de la secundaria, y a un lado el estadio de softbol. Lo demás eran terrenos baldíos que representaban las reservas territoriales del Alma Máter, y que hoy se han llenado en su totalidad.

Imposible mencionar a todos y cada uno de los amigos y compañeros de aquellos tiempos gloriosos e inolvidables, pero voy a tratar de mencionar algunos con los que tuve una estrecha relación, ofreciendo de antemano una cumplida disculpa a quienes se sientan relegados.

Primero los compañeros en la prepa de arquitectura, algunos de los cuales por desgracia ya han fallecido: Napoleón Lozano “Napo”, Ricardo Romero “Frijol”, Ricardo Peart, Enrique Flores López “Gorila”, los hermanos Enrique y Abelardo Molina, José María Ibarra “Chemali”, René Arzac, y dos o tres más cuyos nombres lamento no recordar. No éramos muchos, como pueden ustedes ver.

En la prepa de otras carreras, algunos anteriores y otros contemporáneos: Juan A. Ruibal, Arturo Suárez “Coruco”, Enrique Quiroz “Huevo”, Mario Meza, Mario Téllez, Leopoldo Luna “Polito”, los hermanos Falcón de Guaymas, Mario Almaraz, Héctor Tirado “Avi”, Roberto Ross, David F. Munguía “Pato”, César Augusto Palafox “Teco”, Miguel A. Castellanos “Pinto”, Alejandro y Daniel Galindo, Mario Padilla, Manuel Agraz “Manteco”, Arturo Ortega, Ramiro García “Rumija”, Fernando Nieblas, Felipe Ceceña, Arturo del Busto “Chicho”, Abelardo y Dorita Beltrán, Rigoberto Cabanillas ”Rigo”, Mario Carbajal, Jorge Cristópulos “Griego”, Antonio Torres “Toño”, Fortunato Garibaldi, Albero Nava “Cuervito”, Víctor Galindo, Roberto y Eduardo “Lalo” Gómez Torres, Fernando Huerta “Cañón”, Luis Ruiz Vázquez.

Aída y Elvia Mendoza, Margarita y Silvia Martínez, Olga y Sarita Chávez, Matty Suárez, Yolanda Lizárraga, Graciela Katzuda, Aída Isibasi, Mayola Fontes, Betty y Margarita Frunz, Carmelita Buelna, Alfonsina Gil, Norma Lilia Padilla, Norma Rico, Lydia Favela, Margarita Coronado, Elba Rovira, Consuelo Astrain.

Ernesto “Tombo” Búrquez, Armando Benard Noriega, Luis M. Isibasi, Fortino León, Sergio Lerma, René Liera “Gordo”, José R. Salido “Pepe”, José Calderón, Humberto Limón, Humberto Romero, Gaspar Lizarazu “Raspar”, Porfirio Lizárraga “Dumbo”, Jesús León, Raúl Loustaunau, Marco A. Manzo, Ricardo y Benjamín Reyes “Caquín o Cananea”, Wilebaldo y Leobardo Márquez, Ramón Moreno “Borracho”, Rodolfo Rubio “Bagre”, Francisco y Carmelita Molina, Alberto Moraga, Manuel Muñoz “Mimi”, René Navarro, Enguerrando Tapia, Ramiro Óquita, Manuel Muñoz “Tepupa”, Carlos Gámez, Alfonso Romero, Raúl y Miguel Carrillo, Otto Banderas, Gilberto Salazar “Gay”, Carlos Salcido “Elaborado”, Héctor Puebla “Pipí”, Alfredo Osio, Carlos Cázarez, Remigio Agraz, Francisco Duarte “Pancho”, Francisco Vizcaíno “Pancho”, Héctor Vizcaíno “Taquico”, Ernesto Ávila, Manuel Reyes, Enrique Aja “Kiki”, José Carranza “Pepito”, Federico Caire “Freddy”, Jorge Castro “Malabaro”.

En mi mente bullen los recuerdos, los rostros, los nombres y tantos y tantos sucesos que formaron parte importante de mi lejana juventud. Podría llenar páginas y más páginas con ellos, sin lograr terminar jamás. Dios me proveyó generosamente de una memoria que se niega a olvidar, que se aferra y no deja ir nada. Es mi tesoro y, en cierta forma, es también mi castigo. ¿Por qué? Porque recordar aquellos viejos tiempos que jamás volverán, y a tantos maestros y amigos que ya no están, me resulta sumamente triste y doloroso.

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