/ viernes 7 de junio de 2019

Casos y cosas de la experiencia | Días de silencio

“… tal vez un gran silencio pueda interrumpir esta tristeza, este no entendernos jamás y amenazarnos con la muerte…” (Pablo Neruda)


A pesar de los ruidos externos, he decidido dedicarle tiempo a escuchar el silencio, mi silencio. Este momento es para comprender lo que me acontece, después de experimentar un trabajo psicoespiritual, un tiempo para estar en contacto y unir las piezas del rompecabezas.

A mayor cercanía con esos aprendizajes, más intenso es el sentimiento por las revelaciones que esto conlleva. Tomar la decisión de crecer en forma integral implica renunciar a muchas cosas, en aras de un bien mayor.

Es difícil el silencio, cuando el ruido exterior inunda los sentidos, y las precauciones ordinarias le roban atención a un momento para acariciar el alma. Las justificaciones abundan para no entrar en contacto con esas experiencias extraordinarias.

Decidí darle un lugar al silencio, para romper la barrera que me atemorizaba, para colocar las cosas donde era preciso, y liberar todo lo que pudiera obstruir las posibilidades de crecimiento.

El piso frío de la sala, el murmullo de mi respiración y el abrazo tierno del silencio aceptado fueron la compañía precisa para adentrarme y recorrer las experiencias vividas, los momentos de contacto intenso y de vibración emocional.

Repasé con detalle cada experiencia y, sobre todo, cada emoción y sentimiento vivido. Era de esperarse que vendría ese tiempo para estar de nuevo atento a lo aprendido. Celebro esa elección y decisión de participar en este proceso de formación.

Cada sesión, ejercicio, reflexión y encuentro fueron vitales. Confío en que otras personas encuentren ese camino de luz y paz interior, que no es fácil, es un encontronazo consigo mismo, es revelador e implica disciplina, renuncias y desapegos.

Celebro ahora los espacios, el canto de las aves, el encuentro con los compañeros de viaje y aprendizajes.

Celebro el instante en que encuentro un motivo para agradecer, lo que este Universo me ofrece.

Celebro ver el amanecer y el atardecer de un día ordinario.

Celebro observar a las personas adultas transitar de un lugar a otro, con su paso lento y cuidadoso.

Celebro el silencio, porque es cómplice de mis andanzas y aprendizajes.

Todo eso me conduce a recordar a mi poeta preferido, Pablo Neruda, quien afirmó: “… tal vez un gran silencio pueda interrumpir esta tristeza, este no entendernos jamás y amenazarnos con la muerte…”

Ahora entiendo el valor de estos días de silencio, que me han servido para estar en contacto y serle fiel a los designios de este aprendizaje. Con el transcurrir de las horas, el río fluyó sin obstáculos… la suma de la meditación y el silencio gravitaron los momentos de encanto que aguardaba esta experiencia psicoespiritual.

La formación de un psicoterapeuta requiere atención especial, ya que aborda temas de salud mental y emocional. Ahora la repercusión de esta profesión es crucial, debido a la volatilidad, incertidumbre, complejidad y ambigüedad de la vida actual.

Las personas que solicitan la atención de un psicoterapeuta expresan su necesidad de resolver ciertos conflictos existenciales, que los agobian desde hace mucho tiempo. Por ello, él requiere ampliar su espectro profesional, para atender las urgencias y emergencias espirituales.

Mientras redacto este artículo disfruto de una taza de café, y del canto de los pájaros, el silencio interior me embriaga de paz. Celebro lo que este mundo tiene de bueno.

Buen fin de semana.

José Ignacio Lovio Arvizu. Psicoterapeuta.

Correo: ignacio.lovio@gmail.com

“… tal vez un gran silencio pueda interrumpir esta tristeza, este no entendernos jamás y amenazarnos con la muerte…” (Pablo Neruda)


A pesar de los ruidos externos, he decidido dedicarle tiempo a escuchar el silencio, mi silencio. Este momento es para comprender lo que me acontece, después de experimentar un trabajo psicoespiritual, un tiempo para estar en contacto y unir las piezas del rompecabezas.

A mayor cercanía con esos aprendizajes, más intenso es el sentimiento por las revelaciones que esto conlleva. Tomar la decisión de crecer en forma integral implica renunciar a muchas cosas, en aras de un bien mayor.

Es difícil el silencio, cuando el ruido exterior inunda los sentidos, y las precauciones ordinarias le roban atención a un momento para acariciar el alma. Las justificaciones abundan para no entrar en contacto con esas experiencias extraordinarias.

Decidí darle un lugar al silencio, para romper la barrera que me atemorizaba, para colocar las cosas donde era preciso, y liberar todo lo que pudiera obstruir las posibilidades de crecimiento.

El piso frío de la sala, el murmullo de mi respiración y el abrazo tierno del silencio aceptado fueron la compañía precisa para adentrarme y recorrer las experiencias vividas, los momentos de contacto intenso y de vibración emocional.

Repasé con detalle cada experiencia y, sobre todo, cada emoción y sentimiento vivido. Era de esperarse que vendría ese tiempo para estar de nuevo atento a lo aprendido. Celebro esa elección y decisión de participar en este proceso de formación.

Cada sesión, ejercicio, reflexión y encuentro fueron vitales. Confío en que otras personas encuentren ese camino de luz y paz interior, que no es fácil, es un encontronazo consigo mismo, es revelador e implica disciplina, renuncias y desapegos.

Celebro ahora los espacios, el canto de las aves, el encuentro con los compañeros de viaje y aprendizajes.

Celebro el instante en que encuentro un motivo para agradecer, lo que este Universo me ofrece.

Celebro ver el amanecer y el atardecer de un día ordinario.

Celebro observar a las personas adultas transitar de un lugar a otro, con su paso lento y cuidadoso.

Celebro el silencio, porque es cómplice de mis andanzas y aprendizajes.

Todo eso me conduce a recordar a mi poeta preferido, Pablo Neruda, quien afirmó: “… tal vez un gran silencio pueda interrumpir esta tristeza, este no entendernos jamás y amenazarnos con la muerte…”

Ahora entiendo el valor de estos días de silencio, que me han servido para estar en contacto y serle fiel a los designios de este aprendizaje. Con el transcurrir de las horas, el río fluyó sin obstáculos… la suma de la meditación y el silencio gravitaron los momentos de encanto que aguardaba esta experiencia psicoespiritual.

La formación de un psicoterapeuta requiere atención especial, ya que aborda temas de salud mental y emocional. Ahora la repercusión de esta profesión es crucial, debido a la volatilidad, incertidumbre, complejidad y ambigüedad de la vida actual.

Las personas que solicitan la atención de un psicoterapeuta expresan su necesidad de resolver ciertos conflictos existenciales, que los agobian desde hace mucho tiempo. Por ello, él requiere ampliar su espectro profesional, para atender las urgencias y emergencias espirituales.

Mientras redacto este artículo disfruto de una taza de café, y del canto de los pájaros, el silencio interior me embriaga de paz. Celebro lo que este mundo tiene de bueno.

Buen fin de semana.

José Ignacio Lovio Arvizu. Psicoterapeuta.

Correo: ignacio.lovio@gmail.com