/ viernes 20 de noviembre de 2020

Casos y cosas de la experiencia | Docencia y pandemia

“Nadie hace un cambio desde la exigencia. Nadie se modifica de verdad por el miedo. Nadie crece desde la represión”.
(J. Bucay)

Queridos colegas docentes, hola. Hoy quiero compartirles algunas reflexiones sobre la experiencia con el proceso enseñanza-aprendizaje mediante la propuesta virtual. Expongo comentarios a favor y en contra, y lo cierto es que esta modalidad llegó para quedarse. ¡Sálvese quien pueda!

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De un día para otro nos vimos obligados a trabajar con esta modalidad; algunos tuvimos que aprender el manejo de diversas plataformas para facilitarles el aprendizaje a los estudiantes. Este desafío ha sido maravilloso porque hemos puesto nuestros recursos y experiencia al servicio de las nuevas generaciones. Para algunos ha sido una tarea demoledora, pues hay que enfrentar la poca o nula respuesta de los participantes. Y, puesto que no es lo mismo enseñar de forma presencial que virtual, tuvimos que rediseñar contenidos, aprender nuevas herramientas tecnológicas y hacer acopio de ciertas virtudes: paciencia, tolerancia y prudencia.

Hay testimonios como el siguiente, de una maestra: “Acabo de dar la clase de hoy y me he topado con la cruda realidad de que tengo jóvenes que no les importa aprender, que no les importa hacer nada. Tengo estudiantes que desde agosto no presentan ninguna tarea o actividad. Y ya yo estoy harta, me siento agobiada y ya no sé qué hacer”.

Otro colega compartió su experiencia; los estudiantes afirman sentirse estresados, desmotivados y no sienten deseos de aprender nada. Otro expresó que cada vez que se conecta, para impartir una clase, espera que sea diferente al día anterior y no sucede así. Refiere que los estudiantes no contestan al saludo, ni responden cuando se les pregunta, que les solicita opinión sobre lo expuesto y tiene que forzarlos a participar. Hay muchos más que manifiestan su descontento, enojo, frustración y coraje.

Sin lugar a dudas, la tarea que tenemos enfrente no es nada fácil. He leído algunos reportajes de maestros que deciden renunciar, otros se frustran y estallan frente a los estudiantes, y éstos se molestan, los acusan de acoso y los evidencian en las redes sociales. Otros buscan formas nuevas de coincidir y compartir los conocimientos con los chicos(a). Ellos afirman que la labor es desgastante física y emocionalmente, que el estrés y la ansiedad son agobiantes, pues el proceso de enseñanza-aprendizaje cada vez es más demandante.

Los estudiantes se quejan de cansancio, aburrimiento y desánimo. Ante esta desconexión, la falta de respuesta no verbal (estás detrás de la cámara apagada), no existe motivación de grupo, algunos carecen de espacio privado y reflejan cierta apatía en la entrega de actividades o tareas para reforzar el aprendizaje.

La demanda principal de los estudiantes es que las sesiones de clase sean atractivas, dinámicas y prácticas. Esto parece una tarea unilateral; en ocasiones supone librar una batalla en solitario, cuando más bien se necesita el acompañamiento de todos. El docente requiere la participación activa de todos, de su colaboración y compromiso en las actividades para lograr una sesión con buenos resultados.

Como afirma J. Bucay: “Nadie hace un cambio desde la exigencia. Nadie se modifica de verdad por el miedo. Nadie crece desde la represión”. Creo que es preciso dedicar tiempo para charlar con los estudiantes sobre su automotivación, es decir, qué los mueve a estudiar la carrera que eligieron. Y qué necesitan para involucrarse y comprometerse con su formación personal y profesional. Nos toca preguntarnos ¿qué les pasa a los estudiantes?; ¿cómo quieren enfrentar sus retos ante el proceso de enseñanza-aprendizaje?, y ¿qué están dispuestos a realizar para que todo resulte favorable?

Los maestros o docentes tienen la experiencia y habilidades para persuadir y convencer a los alumnos. Sé que resulta difícil y frustrante. Hay ocasiones en que me digo que esto ya se acabó, que no quiero continuar. Sin embargo, sé que es un desafío y eso me impulsa a seguir trabajando. Me apasiona lo que he aprendido y sigo aprendiendo a lo largo de mi proyecto personal y profesional. Quiero transmitir la alegría de aprender y compartir para crecer. No necesito del miedo, la presión ni la exigencia.

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Estimados colegas, sé que es complejo este periodo y que nos provoca estrés y ansiedad. Venga lo que venga, saldremos adelante pues contamos con recursos suficientes para enfrentar este reto.

Buen fin de semana… Convida-20.

“Nadie hace un cambio desde la exigencia. Nadie se modifica de verdad por el miedo. Nadie crece desde la represión”.
(J. Bucay)

Queridos colegas docentes, hola. Hoy quiero compartirles algunas reflexiones sobre la experiencia con el proceso enseñanza-aprendizaje mediante la propuesta virtual. Expongo comentarios a favor y en contra, y lo cierto es que esta modalidad llegó para quedarse. ¡Sálvese quien pueda!

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De un día para otro nos vimos obligados a trabajar con esta modalidad; algunos tuvimos que aprender el manejo de diversas plataformas para facilitarles el aprendizaje a los estudiantes. Este desafío ha sido maravilloso porque hemos puesto nuestros recursos y experiencia al servicio de las nuevas generaciones. Para algunos ha sido una tarea demoledora, pues hay que enfrentar la poca o nula respuesta de los participantes. Y, puesto que no es lo mismo enseñar de forma presencial que virtual, tuvimos que rediseñar contenidos, aprender nuevas herramientas tecnológicas y hacer acopio de ciertas virtudes: paciencia, tolerancia y prudencia.

Hay testimonios como el siguiente, de una maestra: “Acabo de dar la clase de hoy y me he topado con la cruda realidad de que tengo jóvenes que no les importa aprender, que no les importa hacer nada. Tengo estudiantes que desde agosto no presentan ninguna tarea o actividad. Y ya yo estoy harta, me siento agobiada y ya no sé qué hacer”.

Otro colega compartió su experiencia; los estudiantes afirman sentirse estresados, desmotivados y no sienten deseos de aprender nada. Otro expresó que cada vez que se conecta, para impartir una clase, espera que sea diferente al día anterior y no sucede así. Refiere que los estudiantes no contestan al saludo, ni responden cuando se les pregunta, que les solicita opinión sobre lo expuesto y tiene que forzarlos a participar. Hay muchos más que manifiestan su descontento, enojo, frustración y coraje.

Sin lugar a dudas, la tarea que tenemos enfrente no es nada fácil. He leído algunos reportajes de maestros que deciden renunciar, otros se frustran y estallan frente a los estudiantes, y éstos se molestan, los acusan de acoso y los evidencian en las redes sociales. Otros buscan formas nuevas de coincidir y compartir los conocimientos con los chicos(a). Ellos afirman que la labor es desgastante física y emocionalmente, que el estrés y la ansiedad son agobiantes, pues el proceso de enseñanza-aprendizaje cada vez es más demandante.

Los estudiantes se quejan de cansancio, aburrimiento y desánimo. Ante esta desconexión, la falta de respuesta no verbal (estás detrás de la cámara apagada), no existe motivación de grupo, algunos carecen de espacio privado y reflejan cierta apatía en la entrega de actividades o tareas para reforzar el aprendizaje.

La demanda principal de los estudiantes es que las sesiones de clase sean atractivas, dinámicas y prácticas. Esto parece una tarea unilateral; en ocasiones supone librar una batalla en solitario, cuando más bien se necesita el acompañamiento de todos. El docente requiere la participación activa de todos, de su colaboración y compromiso en las actividades para lograr una sesión con buenos resultados.

Como afirma J. Bucay: “Nadie hace un cambio desde la exigencia. Nadie se modifica de verdad por el miedo. Nadie crece desde la represión”. Creo que es preciso dedicar tiempo para charlar con los estudiantes sobre su automotivación, es decir, qué los mueve a estudiar la carrera que eligieron. Y qué necesitan para involucrarse y comprometerse con su formación personal y profesional. Nos toca preguntarnos ¿qué les pasa a los estudiantes?; ¿cómo quieren enfrentar sus retos ante el proceso de enseñanza-aprendizaje?, y ¿qué están dispuestos a realizar para que todo resulte favorable?

Los maestros o docentes tienen la experiencia y habilidades para persuadir y convencer a los alumnos. Sé que resulta difícil y frustrante. Hay ocasiones en que me digo que esto ya se acabó, que no quiero continuar. Sin embargo, sé que es un desafío y eso me impulsa a seguir trabajando. Me apasiona lo que he aprendido y sigo aprendiendo a lo largo de mi proyecto personal y profesional. Quiero transmitir la alegría de aprender y compartir para crecer. No necesito del miedo, la presión ni la exigencia.

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Estimados colegas, sé que es complejo este periodo y que nos provoca estrés y ansiedad. Venga lo que venga, saldremos adelante pues contamos con recursos suficientes para enfrentar este reto.

Buen fin de semana… Convida-20.