/ viernes 7 de agosto de 2020

Casos y cosas de la experiencia | El cruce

“Me veo en el cruce hacia el mundo que me espera, con caricias y hechizos, me empieza a seducir tentándome a partir”.

(Soraya)


Días aciagos, con noticias dolorosas por la muerte de seres queridos, amigos y compañeros que han partido dejando con ello lágrimas y tristeza en sus familiares y amigos. En estos meses, la amargura invade a algunas personas debido a la pérdida de sus seres queridos. Es difícil la despedida, el cierre de ese momento y el duelo para procesarlo.

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Hay personas que se encuentran en el cruce de la vida a la muerte y luchan con denodado esfuerzo para recuperar la salud, junto con todo el personal médico y de quienes les brindan apoyo en hospitales, para rescatarlos de la enfermedad. Es primordial preparar a médicos e integrantes del Sector Salud en este proceso de despedida, ya que ellos enfrentan el dolor y miedo de los pacientes en ese trance.

En las conversaciones cotidianas surge el tema de la inconsciencia de quienes no siguen las reglas o protocolos de seguridad, para contener la contingencia sanitaria actual. En consecuencia, afloran sentimientos de miedo, enojo y tristeza, y aparecen de forma tal que duele escuchar lo que expresan las personas. Como le sucedió a Rubí, con quien charlé recientemente, y me manifestó que experimenta dichas emociones, y pude acompañarla y observarla. Por momentos ella permaneció muda y sin expresión alguna, como si esperara que el tiempo transcurriera rápido, para llevarse su dolor y tristeza.

Por momentos vi a Rubí comportarse de forma frágil y confundida. También advertí suspiros, como si siguieran un compás, con pausas que guardaban su discurso y con ello sus emociones y sentimientos. Permanecí en silencio cuidando su espacio y respetando su tiempo, para que expresara lo que surgiera. Después fluyó, y comentó que la invadía un sinfín de emociones y que no podía ordenarlas y darles curso como esperaba. Comentó que surgían en su mente los rostros de las personas conocidas y queridas.

Es doloroso no poder despedirte de los seres queridos; esta contingencia nos ha modificado los rituales que contribuyen a procesar nuestras pérdidas. Hay que hacer un trabajo de duelo cuando una persona muere de repente, y ya no tenemos oportunidad de hablar con ella, y decir cosas que teníamos pendientes o cerrar ciclos.

Otra situación es cuando existe alguna enfermedad terminal, y podemos remediar muchas situaciones pendientes. Lo cierto es que los familiares o amigos necesitamos prepararnos para acompañar al enfermo, es decir, enfrentar nuestros miedos ante la muerte.

Cuando entramos a la habitación del enfermo, ¿estamos dispuestos a escuchar lo que vive y siente y a enfrentar junto con él los miedos y culpas experimentados durante su vida? ¿Te has preguntado qué sientes respecto a la muerte? Cuando estemos dispuestos a responder estas preguntas, con certeza y sinceridad, como si se tratara de nosotros mismos, estaremos abiertos a acompañar a alguien que esté en el cruce de la vida a la muerte.

Esto me hace recordar una pregunta hecha en una entrevista a la doctora Elisabeth Kübler-Ross, sobre qué es más difícil aprender a morir o aprender a vivir, a la que respondió: “Creo que es lo mismo. Las personas que han sabido vivir verdaderamente han vivido, no temen a la muerte. Pero las personas que nunca han vivido sienten un miedo terrible a morir…”

Aprender a vivir implica estar aquí y ahora en el presente. Esto significa aprender a disfrutar cada amanecer soleado o nublado, el crecimiento de una planta, el canto de un ave, escuchar y acompañar a una persona cuando nos comparte su momento, el abrazo de un hijo o un canto que estimula tu ser, entre otras cosas.

Quien ha tenido la fortuna de querer de verdad a alguien y ha contribuido a su bienestar, seguramente tiene una sensación de riqueza interior y no le tendrá miedo a morir. Por ello es importante reflexionar sobre el valor de la vida y su impacto en los ámbitos personal y familiar.

Hay que valorar nuestra vida y la de otros, y atender las medidas o protocolos de seguridad, para combatir esta pandemia, y así podremos volver a disfrutar la alegría de abrazarnos y decirle al otro lo valioso que es para nosotros. Y termino con esta frase: “Confía en que venga lo que venga tienes con qué enfrentarlo” (P. Ocampo, 2020).

Buen fin de semana… Quédate en casa y hablemos de Convida-20.

José Ignacio Lovio Arvizu. Psicólogo y psicoterapeuta.

ignacio.lovio@gmail.com


“Me veo en el cruce hacia el mundo que me espera, con caricias y hechizos, me empieza a seducir tentándome a partir”.

(Soraya)


Días aciagos, con noticias dolorosas por la muerte de seres queridos, amigos y compañeros que han partido dejando con ello lágrimas y tristeza en sus familiares y amigos. En estos meses, la amargura invade a algunas personas debido a la pérdida de sus seres queridos. Es difícil la despedida, el cierre de ese momento y el duelo para procesarlo.

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Hay personas que se encuentran en el cruce de la vida a la muerte y luchan con denodado esfuerzo para recuperar la salud, junto con todo el personal médico y de quienes les brindan apoyo en hospitales, para rescatarlos de la enfermedad. Es primordial preparar a médicos e integrantes del Sector Salud en este proceso de despedida, ya que ellos enfrentan el dolor y miedo de los pacientes en ese trance.

En las conversaciones cotidianas surge el tema de la inconsciencia de quienes no siguen las reglas o protocolos de seguridad, para contener la contingencia sanitaria actual. En consecuencia, afloran sentimientos de miedo, enojo y tristeza, y aparecen de forma tal que duele escuchar lo que expresan las personas. Como le sucedió a Rubí, con quien charlé recientemente, y me manifestó que experimenta dichas emociones, y pude acompañarla y observarla. Por momentos ella permaneció muda y sin expresión alguna, como si esperara que el tiempo transcurriera rápido, para llevarse su dolor y tristeza.

Por momentos vi a Rubí comportarse de forma frágil y confundida. También advertí suspiros, como si siguieran un compás, con pausas que guardaban su discurso y con ello sus emociones y sentimientos. Permanecí en silencio cuidando su espacio y respetando su tiempo, para que expresara lo que surgiera. Después fluyó, y comentó que la invadía un sinfín de emociones y que no podía ordenarlas y darles curso como esperaba. Comentó que surgían en su mente los rostros de las personas conocidas y queridas.

Es doloroso no poder despedirte de los seres queridos; esta contingencia nos ha modificado los rituales que contribuyen a procesar nuestras pérdidas. Hay que hacer un trabajo de duelo cuando una persona muere de repente, y ya no tenemos oportunidad de hablar con ella, y decir cosas que teníamos pendientes o cerrar ciclos.

Otra situación es cuando existe alguna enfermedad terminal, y podemos remediar muchas situaciones pendientes. Lo cierto es que los familiares o amigos necesitamos prepararnos para acompañar al enfermo, es decir, enfrentar nuestros miedos ante la muerte.

Cuando entramos a la habitación del enfermo, ¿estamos dispuestos a escuchar lo que vive y siente y a enfrentar junto con él los miedos y culpas experimentados durante su vida? ¿Te has preguntado qué sientes respecto a la muerte? Cuando estemos dispuestos a responder estas preguntas, con certeza y sinceridad, como si se tratara de nosotros mismos, estaremos abiertos a acompañar a alguien que esté en el cruce de la vida a la muerte.

Esto me hace recordar una pregunta hecha en una entrevista a la doctora Elisabeth Kübler-Ross, sobre qué es más difícil aprender a morir o aprender a vivir, a la que respondió: “Creo que es lo mismo. Las personas que han sabido vivir verdaderamente han vivido, no temen a la muerte. Pero las personas que nunca han vivido sienten un miedo terrible a morir…”

Aprender a vivir implica estar aquí y ahora en el presente. Esto significa aprender a disfrutar cada amanecer soleado o nublado, el crecimiento de una planta, el canto de un ave, escuchar y acompañar a una persona cuando nos comparte su momento, el abrazo de un hijo o un canto que estimula tu ser, entre otras cosas.

Quien ha tenido la fortuna de querer de verdad a alguien y ha contribuido a su bienestar, seguramente tiene una sensación de riqueza interior y no le tendrá miedo a morir. Por ello es importante reflexionar sobre el valor de la vida y su impacto en los ámbitos personal y familiar.

Hay que valorar nuestra vida y la de otros, y atender las medidas o protocolos de seguridad, para combatir esta pandemia, y así podremos volver a disfrutar la alegría de abrazarnos y decirle al otro lo valioso que es para nosotros. Y termino con esta frase: “Confía en que venga lo que venga tienes con qué enfrentarlo” (P. Ocampo, 2020).

Buen fin de semana… Quédate en casa y hablemos de Convida-20.

José Ignacio Lovio Arvizu. Psicólogo y psicoterapeuta.

ignacio.lovio@gmail.com