/ viernes 30 de abril de 2021

Casos y cosas de la experiencia | Encuentro de almas

“En mi alma, todavía soy ese pequeño niño que no le importa nada más que los colores de un arco iris”. (Papiya Ghosh)

Hace unos días recibí un mensaje y una fotografía que me enternecieron profundamente. Amigo, de seguro estarás sensible y emocionado por tener en tus brazos a otro nieto; felicidades. Podría titular esta experiencia como “Encuentro de almas”. Disfruté ese momento, pensé en la trascendencia de la vida, y reflexioné sobre su significado: llegar más allá, es decir, expandir los límites físicos y temporales. Entonces centré mi atención en el punto clave de una filosofía de vida: nuestros actos, por más pequeños que sean, tienen consecuencias y, por tanto, estar consciente de ello infunde mayor responsabilidad sobre nuestro ser y quehacer en el mundo. Esto remite al deseo de dejar huella en personas, lugares y en nosotros mismos.

Este “Encuentro de almas” me evocó recuerdos sobre el nacimiento de mis hijos; la vivencia de tenerlos en brazos, observar su hermosura y fragilidad, y conectarme con ellos a través de las emociones y sentimientos que provocaron en mí. Reviví su olor y el calor que me compartieron. Es hermoso gozarlos ahora que son adultos, y verlos tirados en el piso, abrazarlos, escuchar sus experiencias, lecciones y recordar historias de la niñez.

Cuando tenemos hijos trascendemos, aunque hay varias formas de hacerlo, por ejemplo, a través de acciones diarias, quizá simples, como tocar suavemente a alguien o regalar una palabra de aliento a quien lo necesite. Sorprender a una persona con una llamada inesperada que le acaricie el alma, compartir una fotografía que evoca recuerdos, enviar ese mensaje que provoca una sonrisa, despertar una carcajada sonora en alguien que escucha todo lo que le platicas, y que lleva la intención de alegrarle el momento.

Ligo lo expuesto con la celebración del Día del Niño; ahora les comparto algo sobre su origen. Fue en 1959, en Ginebra, Suiza, durante una reunión de la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas, cuando se decidió reafirmar los derechos de los niños universalmente, mediante la aprobación de la Declaración de los Derechos del Niño y la Convención sobre los Derechos del Niño. Desde entonces, la celebración mundial es el 20 de noviembre, pero cada país eligió un día especial para hacerlo, y organizar actividades para ayudar a desarrollar el bienestar de los pequeños.

En los archivos históricos de México consta que la celebración del Día del Niño data de 1916, declarada en Tantoyuca, Veracruz. Pero el 30 de abril de 1924 se instituyó oficialmente, cuando Álvaro Obregón encabezaba la Presidencia de la República y José Vasconcelos era ministro de Educación Pública.

Los derechos humanos de niñas, niños y adolescentes están incluidos en la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, en los tratados internacionales y demás leyes aplicables, en especial en la Convención sobre los Derechos del Niño y en la Ley General de los Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes, publicada el 4 de diciembre de 2014. El objetivo del Día del Niño es “que se consagre un momento a la comprensión de la población infantil, fomentar su inclusión social y realizar actividades para la promoción de su bienestar y de los derechos a los que tienen acceso como seres humanos”. (https://www.pjecz.gob.mx/)

Una vez recordado esto, cabe preguntarnos cómo hemos contribuido en favor de niños, niñas y adolescentes. Todavía más, qué hemos hecho con nuestro niño interior, si lo escuchamos, apapachamos o atendemos sus necesidades. Que esta fecha nos permita hacer un alto en el camino y volver a ese niño que clama por ser atendido y cuidado. Disfruten este encuentro con sus niños o con los que tengan cerca. Observen su flexibilidad, espontaneidad, curiosidad y asertividad para expresar lo que sienten y piensan.

Los invito a explorar su niño interior y reconocer esas características hermosas que habitan en él. John Bradshaw dijo: “Cuando las personas han recuperado y cuidado al niño herido que vive en su interior, la natural energía de este niño maravilloso comienza a surgir. Una vez que se integra, el niño interior se convierte en una fuente de regeneración y vitalidad”. Indaguemos en nuestro interior, atendamos a ese niño que se agazapa, permitámosle expresarse a través de una carcajada o un juego, y disfrutemos con nuestros hijos alguna actividad que nos energice.

Agradezco al amigo entrañable su regalo; la fotografía estimuló este escrito. Celebro lo que este mundo tiene de bueno. Bienvenido ese hermoso niño y felicidades a la familia.

Buen fin de semana… Conesperanza-21.

#contagiabuenavibra

#yoaportoenpositivo

“En mi alma, todavía soy ese pequeño niño que no le importa nada más que los colores de un arco iris”. (Papiya Ghosh)

Hace unos días recibí un mensaje y una fotografía que me enternecieron profundamente. Amigo, de seguro estarás sensible y emocionado por tener en tus brazos a otro nieto; felicidades. Podría titular esta experiencia como “Encuentro de almas”. Disfruté ese momento, pensé en la trascendencia de la vida, y reflexioné sobre su significado: llegar más allá, es decir, expandir los límites físicos y temporales. Entonces centré mi atención en el punto clave de una filosofía de vida: nuestros actos, por más pequeños que sean, tienen consecuencias y, por tanto, estar consciente de ello infunde mayor responsabilidad sobre nuestro ser y quehacer en el mundo. Esto remite al deseo de dejar huella en personas, lugares y en nosotros mismos.

Este “Encuentro de almas” me evocó recuerdos sobre el nacimiento de mis hijos; la vivencia de tenerlos en brazos, observar su hermosura y fragilidad, y conectarme con ellos a través de las emociones y sentimientos que provocaron en mí. Reviví su olor y el calor que me compartieron. Es hermoso gozarlos ahora que son adultos, y verlos tirados en el piso, abrazarlos, escuchar sus experiencias, lecciones y recordar historias de la niñez.

Cuando tenemos hijos trascendemos, aunque hay varias formas de hacerlo, por ejemplo, a través de acciones diarias, quizá simples, como tocar suavemente a alguien o regalar una palabra de aliento a quien lo necesite. Sorprender a una persona con una llamada inesperada que le acaricie el alma, compartir una fotografía que evoca recuerdos, enviar ese mensaje que provoca una sonrisa, despertar una carcajada sonora en alguien que escucha todo lo que le platicas, y que lleva la intención de alegrarle el momento.

Ligo lo expuesto con la celebración del Día del Niño; ahora les comparto algo sobre su origen. Fue en 1959, en Ginebra, Suiza, durante una reunión de la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas, cuando se decidió reafirmar los derechos de los niños universalmente, mediante la aprobación de la Declaración de los Derechos del Niño y la Convención sobre los Derechos del Niño. Desde entonces, la celebración mundial es el 20 de noviembre, pero cada país eligió un día especial para hacerlo, y organizar actividades para ayudar a desarrollar el bienestar de los pequeños.

En los archivos históricos de México consta que la celebración del Día del Niño data de 1916, declarada en Tantoyuca, Veracruz. Pero el 30 de abril de 1924 se instituyó oficialmente, cuando Álvaro Obregón encabezaba la Presidencia de la República y José Vasconcelos era ministro de Educación Pública.

Los derechos humanos de niñas, niños y adolescentes están incluidos en la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, en los tratados internacionales y demás leyes aplicables, en especial en la Convención sobre los Derechos del Niño y en la Ley General de los Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes, publicada el 4 de diciembre de 2014. El objetivo del Día del Niño es “que se consagre un momento a la comprensión de la población infantil, fomentar su inclusión social y realizar actividades para la promoción de su bienestar y de los derechos a los que tienen acceso como seres humanos”. (https://www.pjecz.gob.mx/)

Una vez recordado esto, cabe preguntarnos cómo hemos contribuido en favor de niños, niñas y adolescentes. Todavía más, qué hemos hecho con nuestro niño interior, si lo escuchamos, apapachamos o atendemos sus necesidades. Que esta fecha nos permita hacer un alto en el camino y volver a ese niño que clama por ser atendido y cuidado. Disfruten este encuentro con sus niños o con los que tengan cerca. Observen su flexibilidad, espontaneidad, curiosidad y asertividad para expresar lo que sienten y piensan.

Los invito a explorar su niño interior y reconocer esas características hermosas que habitan en él. John Bradshaw dijo: “Cuando las personas han recuperado y cuidado al niño herido que vive en su interior, la natural energía de este niño maravilloso comienza a surgir. Una vez que se integra, el niño interior se convierte en una fuente de regeneración y vitalidad”. Indaguemos en nuestro interior, atendamos a ese niño que se agazapa, permitámosle expresarse a través de una carcajada o un juego, y disfrutemos con nuestros hijos alguna actividad que nos energice.

Agradezco al amigo entrañable su regalo; la fotografía estimuló este escrito. Celebro lo que este mundo tiene de bueno. Bienvenido ese hermoso niño y felicidades a la familia.

Buen fin de semana… Conesperanza-21.

#contagiabuenavibra

#yoaportoenpositivo