/ viernes 27 de agosto de 2021

Casos  y cosas de la experiencia | Escribo de lo vivido

“Yo soy profesor de la vida, vago estudiante de la muerte y si lo que sé no les sirve no he dicho nada, sino todo”.
(Fragmento del poema No tan alto, Pablo Neruda)

Ayer platicaba con Neruda, le compartía ciertas historias que precisaba liberar en este momento. Hablé con él de amor y desamor, la vida y la muerte, la naturaleza y los amantes, también del dolor que cala los huesos, de esa soledad que abraza amorosamente y de la alegría de vivir y compartir. Le expresé mis experiencias cuando leí Confieso que he vivido, que llegaron a mi corazón suavemente, unas veces lo agitaron y otras lo aquietaron dulcemente.

Recordé tu libro Estravagario, un hermoso regalo recibido de una bella joven, María Jesús, que conocí en mis mocedades —febrero de 1977—. En él despliegas tu visión del mundo y tus logros como poeta. Releí el poema ¿Y cuánto vive?, que entre sus líneas dice: “¿Cuánto vive el hombre, por fin? ¿Vive mil días o uno solo? ¿Una semana o varios siglos? ¿Por cuánto tiempo muere el hombre? ¿Qué quiere decir para siempre?”

Desde la primera vez que leí este poema me ocupé del asunto, y dediqué tiempo a buscar respuestas a mis preguntas sobre qué vivo y cómo contribuye a mi bienestar y al de los demás. Continúo buscando respuestas, ya resolví algunas cuestiones, pero emergen otras que demandan mi tiempo y espacio. Sí, hay tantos días que dedico a vivir plenamente; he tenido aciertos y desaciertos, logros y fracasos, amores y desamores, alegrías y tristezas, abrazos nutricios que alegran el alma. Sí, encontré las memorias de mi alma.

Cómo cuesta vivir con la plena conciencia de la misión personal, pues demanda disciplina, compromiso, responsabilidad y congruencia. El resultado es la influencia que tiene en las almas que nos acompañan. Esto me compromete con mi comunidad, aunque sea en el silencio. Gracias les doy a todos por ese compartir amoroso, los regalos que acarician mi alma, pues son el aliciente para continuar el camino. Amo todas las cosas que vivo y he vivido, por ello confieso que he vivido, aquí y ahora.

Todas mis experiencias han construido mi memoria, lecciones y aprendizajes. Decidí recorrer varios caminos, en algunos encontré lo que buscaba y en otros perdí el rumbo. Sin embargo, aguardo la esperanza de llegar a mi destino con el corazón rebosante de alegría y confianza, y cumplir así mi misión personal.

Para nacer he nacido, emprendí el camino más largo: salir de mí mismo para compartir lo vivido y ponerlo al servicio de los demás, para acompañarlos en su ruta de vida, ya que eso me libera. Es haciendo lo aprendido como dejaré mis huellas en el camino; este trabajo ha implicado una revisión permanente, una exégesis en plena soledad y silencio. Estoy decidido a andar el camino, aunque en ocasiones las fuerzas fallen o el dolor cale hondo. Al final, el amor amainará los vendavales del frío congelante de la muerte.

Seguiré sintiendo y gozando la vida a plenitud; disfrutaré cada amanecer y atardecer, la lluvia al caer sobre mi cuerpo, las plantas que adornan mi casa y los jardines que embellecen las calles. Gozaré la música, la compañía de mis hijos, el abrazo de los amigos, esa copa de vino ocasional que acompaña una buena charla. Abrazaré tus libros, Neruda, que son una compañía que acaricia mi alma.

Volveré a sentir ese amor que tú reúnes en 20 poemas de amor y una canción desesperada. Te agradezco tu obra fecunda y los matices que dejaste en todas las que escribiste y compartiste. Gracias, gracias, gracias.

Concluyo mis reflexiones con el poema Amigo, de Neruda.

Amigo, llévate lo que tú quieras, penetra tu mirada en los rincones y, si así lo deseas, yo te doy mi alma entera con sus blancas avenidas y sus canciones.

Amigo —con la tarde haz que se vaya este inútil y viejo deseo de vencer—.

Bebe de mi cántaro si tienes sed.

Amigo —con la tarde haz que se vaya este deseo mío de que todo el rosal me pertenezca—.

Amigo si tienes hambre come de mi pan. Todo, amigo, lo he hecho para ti.

Todo esto que sin mirar verás en mi estancia desnuda: todo esto que se eleva por los muros derechos —como mi corazón— siempre buscando altura.

Te sonríes amigo… ¡Qué importa!

Nadie sabe entregar en las manos lo que se esconde adentro, pero yo te doy mi alma, ánfora de mieles suaves, y todo te lo doy…

Menos aquél recuerdo…

…Que en mi heredad vacía aquel amor perdido, es una rosa blanca, que se abre en el silencio…

Buen fin de semana… Conesperanza-21

#contagiabuenavibra #yoaportoenpositivo

“Yo soy profesor de la vida, vago estudiante de la muerte y si lo que sé no les sirve no he dicho nada, sino todo”.
(Fragmento del poema No tan alto, Pablo Neruda)

Ayer platicaba con Neruda, le compartía ciertas historias que precisaba liberar en este momento. Hablé con él de amor y desamor, la vida y la muerte, la naturaleza y los amantes, también del dolor que cala los huesos, de esa soledad que abraza amorosamente y de la alegría de vivir y compartir. Le expresé mis experiencias cuando leí Confieso que he vivido, que llegaron a mi corazón suavemente, unas veces lo agitaron y otras lo aquietaron dulcemente.

Recordé tu libro Estravagario, un hermoso regalo recibido de una bella joven, María Jesús, que conocí en mis mocedades —febrero de 1977—. En él despliegas tu visión del mundo y tus logros como poeta. Releí el poema ¿Y cuánto vive?, que entre sus líneas dice: “¿Cuánto vive el hombre, por fin? ¿Vive mil días o uno solo? ¿Una semana o varios siglos? ¿Por cuánto tiempo muere el hombre? ¿Qué quiere decir para siempre?”

Desde la primera vez que leí este poema me ocupé del asunto, y dediqué tiempo a buscar respuestas a mis preguntas sobre qué vivo y cómo contribuye a mi bienestar y al de los demás. Continúo buscando respuestas, ya resolví algunas cuestiones, pero emergen otras que demandan mi tiempo y espacio. Sí, hay tantos días que dedico a vivir plenamente; he tenido aciertos y desaciertos, logros y fracasos, amores y desamores, alegrías y tristezas, abrazos nutricios que alegran el alma. Sí, encontré las memorias de mi alma.

Cómo cuesta vivir con la plena conciencia de la misión personal, pues demanda disciplina, compromiso, responsabilidad y congruencia. El resultado es la influencia que tiene en las almas que nos acompañan. Esto me compromete con mi comunidad, aunque sea en el silencio. Gracias les doy a todos por ese compartir amoroso, los regalos que acarician mi alma, pues son el aliciente para continuar el camino. Amo todas las cosas que vivo y he vivido, por ello confieso que he vivido, aquí y ahora.

Todas mis experiencias han construido mi memoria, lecciones y aprendizajes. Decidí recorrer varios caminos, en algunos encontré lo que buscaba y en otros perdí el rumbo. Sin embargo, aguardo la esperanza de llegar a mi destino con el corazón rebosante de alegría y confianza, y cumplir así mi misión personal.

Para nacer he nacido, emprendí el camino más largo: salir de mí mismo para compartir lo vivido y ponerlo al servicio de los demás, para acompañarlos en su ruta de vida, ya que eso me libera. Es haciendo lo aprendido como dejaré mis huellas en el camino; este trabajo ha implicado una revisión permanente, una exégesis en plena soledad y silencio. Estoy decidido a andar el camino, aunque en ocasiones las fuerzas fallen o el dolor cale hondo. Al final, el amor amainará los vendavales del frío congelante de la muerte.

Seguiré sintiendo y gozando la vida a plenitud; disfrutaré cada amanecer y atardecer, la lluvia al caer sobre mi cuerpo, las plantas que adornan mi casa y los jardines que embellecen las calles. Gozaré la música, la compañía de mis hijos, el abrazo de los amigos, esa copa de vino ocasional que acompaña una buena charla. Abrazaré tus libros, Neruda, que son una compañía que acaricia mi alma.

Volveré a sentir ese amor que tú reúnes en 20 poemas de amor y una canción desesperada. Te agradezco tu obra fecunda y los matices que dejaste en todas las que escribiste y compartiste. Gracias, gracias, gracias.

Concluyo mis reflexiones con el poema Amigo, de Neruda.

Amigo, llévate lo que tú quieras, penetra tu mirada en los rincones y, si así lo deseas, yo te doy mi alma entera con sus blancas avenidas y sus canciones.

Amigo —con la tarde haz que se vaya este inútil y viejo deseo de vencer—.

Bebe de mi cántaro si tienes sed.

Amigo —con la tarde haz que se vaya este deseo mío de que todo el rosal me pertenezca—.

Amigo si tienes hambre come de mi pan. Todo, amigo, lo he hecho para ti.

Todo esto que sin mirar verás en mi estancia desnuda: todo esto que se eleva por los muros derechos —como mi corazón— siempre buscando altura.

Te sonríes amigo… ¡Qué importa!

Nadie sabe entregar en las manos lo que se esconde adentro, pero yo te doy mi alma, ánfora de mieles suaves, y todo te lo doy…

Menos aquél recuerdo…

…Que en mi heredad vacía aquel amor perdido, es una rosa blanca, que se abre en el silencio…

Buen fin de semana… Conesperanza-21

#contagiabuenavibra #yoaportoenpositivo