/ viernes 18 de septiembre de 2020

Casos y cosas de la experiencia | Historias de ayer y hoy

“…el amor no se ha ido, sólo las palabras de amor,

dijo él”.

(Malcolm Lowry)

Con la lectura de un poema fui fluyendo, como río sin basura, ramas, ni troncos que desviaran su corriente de agua hacia el mar; así fui sintiendo la libertad y la paz que habitan en mí. Mis acciones aportan paz interior y nutren mi relación conmigo y con los demás. Me alberga un espacio, convertido ahora en un lugar que se viste de colores tenues y fuertes, de alegrías y nostalgia, de cantos y silencios que son mi compañía.

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Continué la lectura … “… el amor no se ha ido, sólo las palabras de amor, dijo él. Las palabras se han ido, las que hubieran pintado ese barco de rojos colores que nunca tuvo en puestas de sol lívidas en el Cabo. Yo también dije que era una buena cosa. Él sonrió y dijo: ‘Algún día habré dejado este lugar como las palabras me dejaron a mí’”.

El cambio habita en mí, como una pequeña espiral que toma fuerza, sigue con calma el camino hacia el encuentro. Escucho el silencio y la brisa del aire que me acaricia y permite gozar del frescor de este lugar que me cobija. Cuento con mi compañía y con la de aquellos que están presentes en mi vida, a través de múltiples vivencias. Quienes comparten el privilegio de acompañar a otros, familiares, amigos y lectores, interpretarán o llegarán a conclusiones al leer estos escritos, acerca de lo que vivo y veo en el acontecer diario. Por ahora esta soledad es el medio más propicio para viajar al interior, y descubrir el camino hacia el aprendizaje y sobre todo a la comunicación directa y asertiva.

Al verme al espejo cada día encuentro al hombre y su historia, sus andanzas y nuevos proyectos de vida. También recuerdo los rumbos por los que he viajado, algunos pedregosos, empinados, otros tantos con olor a pino y múltiples fragancias, que envuelven cada experiencia y las traducen en un bello recuerdo. Cierto que caminar hacia el encuentro personal implica estar enfocado para no pisar en falso, concentrarse para evitar las distracciones, pero también conlleva darnos permiso para errar, aunque no pretendiéramos que ocurriera. Esa sensación de salir del camino, también representa una lección.

Entonces, diseñar un proyecto de vida es algo que se construye paso a paso, lentamente, siendo paciente y tolerante consigo mismo y los demás. La parte crucial de este proceso es que cada uno sea responsable de las elecciones y acciones que emprenda para llevar a término el plan. Esto quizá no sea algo extraordinario, aunque sí es fecundo para mí, porque decido trabajar en ello con ímpetu y determinación para dejar huellas en el camino. Recuerdo que cuando mi hijo tenía cinco años me regaló un dibujo, era una tela con sus pies pintados y una frase que me impactó: “Papá, tus huellas marcan mi camino”.

Tropezar en el camino no es un fracaso, más bien define lo que es preciso aprender, desaprender o reaprender. Significa que era otro el camino, que necesitaba enfocar mejor mis gafas para ver y mirar con claridad la brecha para llegar a mí. La responsabilidad personal sobre el proyecto no se delega. Para mí esta tarea ha sido ardua, rica, fabulosa, enternecedora y gratificante, por fortuna he encontrado acompañantes clave: los libros, mis libros. Los descubrí a temprana edad y ahora asociados con la música se han convertido en algo valioso para el recorrido.

Esta compañía conjunta me ha servido para conocer, comprender y crear las rutas que necesito transitar para conectar con otros y dibujar caminos nuevos para el ser. La lectura me ha permitido crear un jardín interior, cuidarlo y protegerlo. Ese encuentro ha provocado otros maravillosos, donde el contacto es crucial para sentir la vida en plenitud.

Leer es una pasión, un grito a la imaginación y la creatividad; es algo fascinante, lleno de sensaciones, emociones, sentimientos y recuerdos. Es un encuentro con personas de otras latitudes, con experiencias similares o diferentes a las propias. Aprendí que leer era descubrir otros mundos, personas, culturas y espacios, y crear un puente de comunicación interpersonal. Mi gratitud para quienes despertaron y reforzaron esa pasión por la lectura: el abuelo José Ignacio, los profesores Carmelita Anguiano y Joaquín Vásquez y el sacerdote Antonio Magallanes Márquez.

Concluyo citando de nuevo a Malcolm Lowry: “… el amor no se ha ido, sólo las palabras de amor, dijo él”.

Buen fin de semana… Quédate en casa y hablemos de Convida-20.

“…el amor no se ha ido, sólo las palabras de amor,

dijo él”.

(Malcolm Lowry)

Con la lectura de un poema fui fluyendo, como río sin basura, ramas, ni troncos que desviaran su corriente de agua hacia el mar; así fui sintiendo la libertad y la paz que habitan en mí. Mis acciones aportan paz interior y nutren mi relación conmigo y con los demás. Me alberga un espacio, convertido ahora en un lugar que se viste de colores tenues y fuertes, de alegrías y nostalgia, de cantos y silencios que son mi compañía.

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Continué la lectura … “… el amor no se ha ido, sólo las palabras de amor, dijo él. Las palabras se han ido, las que hubieran pintado ese barco de rojos colores que nunca tuvo en puestas de sol lívidas en el Cabo. Yo también dije que era una buena cosa. Él sonrió y dijo: ‘Algún día habré dejado este lugar como las palabras me dejaron a mí’”.

El cambio habita en mí, como una pequeña espiral que toma fuerza, sigue con calma el camino hacia el encuentro. Escucho el silencio y la brisa del aire que me acaricia y permite gozar del frescor de este lugar que me cobija. Cuento con mi compañía y con la de aquellos que están presentes en mi vida, a través de múltiples vivencias. Quienes comparten el privilegio de acompañar a otros, familiares, amigos y lectores, interpretarán o llegarán a conclusiones al leer estos escritos, acerca de lo que vivo y veo en el acontecer diario. Por ahora esta soledad es el medio más propicio para viajar al interior, y descubrir el camino hacia el aprendizaje y sobre todo a la comunicación directa y asertiva.

Al verme al espejo cada día encuentro al hombre y su historia, sus andanzas y nuevos proyectos de vida. También recuerdo los rumbos por los que he viajado, algunos pedregosos, empinados, otros tantos con olor a pino y múltiples fragancias, que envuelven cada experiencia y las traducen en un bello recuerdo. Cierto que caminar hacia el encuentro personal implica estar enfocado para no pisar en falso, concentrarse para evitar las distracciones, pero también conlleva darnos permiso para errar, aunque no pretendiéramos que ocurriera. Esa sensación de salir del camino, también representa una lección.

Entonces, diseñar un proyecto de vida es algo que se construye paso a paso, lentamente, siendo paciente y tolerante consigo mismo y los demás. La parte crucial de este proceso es que cada uno sea responsable de las elecciones y acciones que emprenda para llevar a término el plan. Esto quizá no sea algo extraordinario, aunque sí es fecundo para mí, porque decido trabajar en ello con ímpetu y determinación para dejar huellas en el camino. Recuerdo que cuando mi hijo tenía cinco años me regaló un dibujo, era una tela con sus pies pintados y una frase que me impactó: “Papá, tus huellas marcan mi camino”.

Tropezar en el camino no es un fracaso, más bien define lo que es preciso aprender, desaprender o reaprender. Significa que era otro el camino, que necesitaba enfocar mejor mis gafas para ver y mirar con claridad la brecha para llegar a mí. La responsabilidad personal sobre el proyecto no se delega. Para mí esta tarea ha sido ardua, rica, fabulosa, enternecedora y gratificante, por fortuna he encontrado acompañantes clave: los libros, mis libros. Los descubrí a temprana edad y ahora asociados con la música se han convertido en algo valioso para el recorrido.

Esta compañía conjunta me ha servido para conocer, comprender y crear las rutas que necesito transitar para conectar con otros y dibujar caminos nuevos para el ser. La lectura me ha permitido crear un jardín interior, cuidarlo y protegerlo. Ese encuentro ha provocado otros maravillosos, donde el contacto es crucial para sentir la vida en plenitud.

Leer es una pasión, un grito a la imaginación y la creatividad; es algo fascinante, lleno de sensaciones, emociones, sentimientos y recuerdos. Es un encuentro con personas de otras latitudes, con experiencias similares o diferentes a las propias. Aprendí que leer era descubrir otros mundos, personas, culturas y espacios, y crear un puente de comunicación interpersonal. Mi gratitud para quienes despertaron y reforzaron esa pasión por la lectura: el abuelo José Ignacio, los profesores Carmelita Anguiano y Joaquín Vásquez y el sacerdote Antonio Magallanes Márquez.

Concluyo citando de nuevo a Malcolm Lowry: “… el amor no se ha ido, sólo las palabras de amor, dijo él”.

Buen fin de semana… Quédate en casa y hablemos de Convida-20.