/ viernes 10 de enero de 2020

Casos y cosas de la experiencia | Llegó una a una…


“Elegí, decidí y emprendí acciones para

comprender lo que siento aquí y ahora

así mi vida tomó otro curso”.

“Mi vida es una vida hecha de todas las vidas: las vidas del poeta” (P. Neruda). Así es la vida del psicoterapeuta; en el transcurso de su quehacer registra datos, hechos, recuerdos, emociones y sentimientos de las personas. Todo ello lo envuelve y lo agita para acompañarlas en su proceso personal de ser.

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Esos recuerdos, en ocasiones intermitentes, otras veces quedan olvidados o registrados en un cuaderno, para revisar algún aprendizaje propio o de los demás. Eso conforma la vida del psicoterapeuta, que se dispone a acompañar a otros seres humanos: estar ahí para ellos y para sí, y crear una relación.

Cada registro de experiencias, sueños o proyectos contribuye a colocar a las personas en su justo lugar. Es decir, sin olvidar a quienes le permitieron que las acompañara en su vida durante algunas sesiones o un tiempo establecido. Agradecido estoy con todas ellas por haber compartido su proceso conmigo.

Dichos momentos y experiencias expresadas en este y otros escritos no son las memorias del psicoterapeuta, pues lo vivido por cada persona tiene su significado y lo honro, porque representa una oportunidad de liberarse y ser autónoma.

De ahí la relevancia de que el psicoterapeuta se prepare continuamente para estar disponible y, claro, para acompañar a otros. Quizás no he vivido lo que los demás han sufrido, sin embargo, estoy preparado para vivir en su compañía el proceso de descubrimiento y de contacto real con ellos mismos.

Preciso trabajar arduamente en mí para estar listo y presto a servir al otro, esto implica dedicar tiempo, disciplina y esfuerzo para sentirme completo. Es decir, tener la fortaleza para enfrentarme a mí y así aprender a acompañar a los demás.

El sonido de la música, el ruido del silencio y la disposición a compartir este tipo de experiencias me transportó a esos momentos en consulta, a visualizar a cada persona que llegó hasta allí. Algunas eligieron y decidieron trabajar aspectos de su vida y ya partieron. Otras más exploraron algo en particular, así ubicaron hechos relevantes y se atrevieron a abordarlos.

Como señala Kottler: “La práctica de la psicoterapia permite un estilo de vida único en el que los roles personales y profesionales se complementan entre sí. Existen pocas carreras en las que los límites entre trabajo y juego, vida profesional y personal son tan permeables”.

De lo anterior se desprende la reflexión sobre cada prueba que experimento en mi quehacer personal y profesional: hacer frente a los retos y desafíos personales. Salir de la comodidad, trabajar más en la disciplina, paciencia, selectividad, mesura y prudencia.

Esta tarea implica estar alerta a mis necesidades, vivir plenamente y disfrutar cada día lo que está presente, aquí y ahora. Prepararme para disponer de más recursos emocionales, desarrollar y fortalecer habilidades psicoterapéuticas.

Por consiguiente, la práctica de la psicoterapia es una vocación, lo que conduce a conocer y comprender la condición humana en quienes acompañamos, y también en nosotros mismos. Esa curiosidad de conocer y comprender al otro, y darle sentido a las experiencias vividas, le aporta conocimientos y perspectiva a su vida personal y profesional.

Tengo preguntas personales y profesionales por resolver, las cuales hacen retadora mi tarea. Disfruto mi quehacer y quiero estar cada día fortalecido para servir a otros, sin olvidarme de mí. En esta tarea del ser, existen algunas pruebas que sortear y voy avanzando, gracias al trabajo psicoterapéutico personal, al apoyo de colegas y al estudio permanente. Por eso parafraseo a Neruda cuando digo que mi vida está llena de otras vidas, que son un impulso para mi crecimiento personal.

Buen fin de semana.

José Ignacio Lovio Arvizu. Psicólogo y psicoterapeuta.


“Elegí, decidí y emprendí acciones para

comprender lo que siento aquí y ahora

así mi vida tomó otro curso”.

“Mi vida es una vida hecha de todas las vidas: las vidas del poeta” (P. Neruda). Así es la vida del psicoterapeuta; en el transcurso de su quehacer registra datos, hechos, recuerdos, emociones y sentimientos de las personas. Todo ello lo envuelve y lo agita para acompañarlas en su proceso personal de ser.

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Esos recuerdos, en ocasiones intermitentes, otras veces quedan olvidados o registrados en un cuaderno, para revisar algún aprendizaje propio o de los demás. Eso conforma la vida del psicoterapeuta, que se dispone a acompañar a otros seres humanos: estar ahí para ellos y para sí, y crear una relación.

Cada registro de experiencias, sueños o proyectos contribuye a colocar a las personas en su justo lugar. Es decir, sin olvidar a quienes le permitieron que las acompañara en su vida durante algunas sesiones o un tiempo establecido. Agradecido estoy con todas ellas por haber compartido su proceso conmigo.

Dichos momentos y experiencias expresadas en este y otros escritos no son las memorias del psicoterapeuta, pues lo vivido por cada persona tiene su significado y lo honro, porque representa una oportunidad de liberarse y ser autónoma.

De ahí la relevancia de que el psicoterapeuta se prepare continuamente para estar disponible y, claro, para acompañar a otros. Quizás no he vivido lo que los demás han sufrido, sin embargo, estoy preparado para vivir en su compañía el proceso de descubrimiento y de contacto real con ellos mismos.

Preciso trabajar arduamente en mí para estar listo y presto a servir al otro, esto implica dedicar tiempo, disciplina y esfuerzo para sentirme completo. Es decir, tener la fortaleza para enfrentarme a mí y así aprender a acompañar a los demás.

El sonido de la música, el ruido del silencio y la disposición a compartir este tipo de experiencias me transportó a esos momentos en consulta, a visualizar a cada persona que llegó hasta allí. Algunas eligieron y decidieron trabajar aspectos de su vida y ya partieron. Otras más exploraron algo en particular, así ubicaron hechos relevantes y se atrevieron a abordarlos.

Como señala Kottler: “La práctica de la psicoterapia permite un estilo de vida único en el que los roles personales y profesionales se complementan entre sí. Existen pocas carreras en las que los límites entre trabajo y juego, vida profesional y personal son tan permeables”.

De lo anterior se desprende la reflexión sobre cada prueba que experimento en mi quehacer personal y profesional: hacer frente a los retos y desafíos personales. Salir de la comodidad, trabajar más en la disciplina, paciencia, selectividad, mesura y prudencia.

Esta tarea implica estar alerta a mis necesidades, vivir plenamente y disfrutar cada día lo que está presente, aquí y ahora. Prepararme para disponer de más recursos emocionales, desarrollar y fortalecer habilidades psicoterapéuticas.

Por consiguiente, la práctica de la psicoterapia es una vocación, lo que conduce a conocer y comprender la condición humana en quienes acompañamos, y también en nosotros mismos. Esa curiosidad de conocer y comprender al otro, y darle sentido a las experiencias vividas, le aporta conocimientos y perspectiva a su vida personal y profesional.

Tengo preguntas personales y profesionales por resolver, las cuales hacen retadora mi tarea. Disfruto mi quehacer y quiero estar cada día fortalecido para servir a otros, sin olvidarme de mí. En esta tarea del ser, existen algunas pruebas que sortear y voy avanzando, gracias al trabajo psicoterapéutico personal, al apoyo de colegas y al estudio permanente. Por eso parafraseo a Neruda cuando digo que mi vida está llena de otras vidas, que son un impulso para mi crecimiento personal.

Buen fin de semana.

José Ignacio Lovio Arvizu. Psicólogo y psicoterapeuta.