/ viernes 4 de septiembre de 2020

Casos y cosas de la experiencia | Lo que he visto

Yo no sé muchas cosas, es verdad.

Digo tan sólo lo que he visto.

Y he visto …

(León Felipe)

Sentado frente a mi escritorio, mirando los documentos y libros escucho las gotas de lluvia que golpean mi ventana. Recuerdo ahora momentos que viví cuando estudiaba, son evocaciones de lugares y tiempos maravillosos. Aspiro el olor a tierra húmeda y me acompaña la belleza de una bugambilia; admiro ese arbusto trepador que se extiende sobre construcciones y otros árboles; tiene espinas, hojas alargadas y flores de colores llamativos.

En mi época de estudiante descubrí personas, lugares y formas de vida. Hacía caminatas que me ejercitaban físicamente y estimulaban mi imaginación, en calles llenas de arbustos y flores, que emanaban aromas que disfrutaba enormemente. En ocasiones la lluvia me atrapaba en el camino y gozaba el encuentro con ella.

Esta tarde nublada y con amenaza de lluvia es propicia para escribir este artículo, y reflexionar sobre los detalles que nos brinda el entorno. Las gotas de lluvia, un libro, una taza de café y el olor a tabaco de la pipa, ¡vaya regalo! He vivido experiencias distintas, acompañado de estos detalles, lo que me ha permitido enfocar mi atención en lo que conozco mejor: el cambio de las cosas y las personas con el paso del tiempo.

Mis sentimientos y pensamientos ahora están llenos de esperanza, gozo y alegría, porque veo el camino recorrido y las lecciones aprendidas y las que me quedan por aprender. Al escuchar música para meditar recordé los encuentros en Jocotepec, Jalisco; fueron momentos de paz y reflexión. Esos descubrimientos que estimulan el avance, correr riesgos y progresar lo más posible en el crecimiento personal. Cada uno a su ritmo, con la entrega y confianza en que todo será por un bien mayor. Eso nos llena de una paz interior indescriptible. “Nuestras experiencias modifican las creencias”; esta frase de Pilar Ocampo resuena con frecuencia en mi ser, como tantos otros aprendizajes.

Romper un ciclo permite que un nuevo aire entre y purifique nuestro ser y quehacer en el mundo. La soledad es una elección, de la cual nacen preguntas que vamos resolviendo paso a paso, es una espiral que impulsa a otros estadios de conocimiento y creación. El camino, los pasos y los acompañamientos de las personas que están a tu lado detonan cambios, que son oportunidades para crecer y desarrollarte plenamente. En esos caminos se encuentran otras vidas, y conocerlas o no es una decisión importante y en ello se juega tanto tu existencia como, por supuesto, la de quienes están a tu lado.

La alegría de vivir, gozar y disfrutar los detalles cotidianos son nutrientes que fortalecen. También acompañar a otro ser humano en su vivir diario, y compartir sus logros, alegrías y tristezas alimenta nuestra felicidad. Esa cualidad del acompañamiento, es decir, la aceptación incondicional del otro, impulsa a lograr los cambios personales y evolucionar al propio ritmo. Cierto que en ocasiones resulta difícil seguir el camino, sin embargo, tarde o temprano volverás a tomar el sendero para ir a donde el corazón te lleve.

La solución a algunos dilemas surge de la experiencia de todos los días, de apreciar las grandes o pequeñas lecciones que recibimos de la realidad. Esto me ha conducido a respetar el silencio, pues me lleva a la comprensión propia y la de los demás. El silencio es como el trapeador que borra el polvo que levanta la escoba al agitarse. Ahora que escribo esto quiero decirte que tiene sentido cada cosa que realizo en casa. Me he detenido a observar y preguntarme sobre las cosas sencillas de la vida.

Estoy agradecido por cada día, por la vida misma, por los seres queridos, llámense familiares, amigos o compañeros de viaje. Entonces, detener la carrera frenética de múltiples actividades ha dado frutos maduros. El tiempo dedicado a la meditación, a escuchar música y poner atención a los detalles cotidianos es un aliciente hermoso para gozar cada día. Mis plantas son seres sensibles que requieren disciplina, constancia y entrega. Mis espacios y lugares memorables están aquí y ahora. Con esto recuerdo una estrofa del poema Sé todos los cuentos, de León Felipe: “Yo no sé muchas cosas, es verdad. Digo tan sólo lo que he visto”.

Buen fin de semana… Quédate en casa y hablemos de Convida-20.

Yo no sé muchas cosas, es verdad.

Digo tan sólo lo que he visto.

Y he visto …

(León Felipe)

Sentado frente a mi escritorio, mirando los documentos y libros escucho las gotas de lluvia que golpean mi ventana. Recuerdo ahora momentos que viví cuando estudiaba, son evocaciones de lugares y tiempos maravillosos. Aspiro el olor a tierra húmeda y me acompaña la belleza de una bugambilia; admiro ese arbusto trepador que se extiende sobre construcciones y otros árboles; tiene espinas, hojas alargadas y flores de colores llamativos.

En mi época de estudiante descubrí personas, lugares y formas de vida. Hacía caminatas que me ejercitaban físicamente y estimulaban mi imaginación, en calles llenas de arbustos y flores, que emanaban aromas que disfrutaba enormemente. En ocasiones la lluvia me atrapaba en el camino y gozaba el encuentro con ella.

Esta tarde nublada y con amenaza de lluvia es propicia para escribir este artículo, y reflexionar sobre los detalles que nos brinda el entorno. Las gotas de lluvia, un libro, una taza de café y el olor a tabaco de la pipa, ¡vaya regalo! He vivido experiencias distintas, acompañado de estos detalles, lo que me ha permitido enfocar mi atención en lo que conozco mejor: el cambio de las cosas y las personas con el paso del tiempo.

Mis sentimientos y pensamientos ahora están llenos de esperanza, gozo y alegría, porque veo el camino recorrido y las lecciones aprendidas y las que me quedan por aprender. Al escuchar música para meditar recordé los encuentros en Jocotepec, Jalisco; fueron momentos de paz y reflexión. Esos descubrimientos que estimulan el avance, correr riesgos y progresar lo más posible en el crecimiento personal. Cada uno a su ritmo, con la entrega y confianza en que todo será por un bien mayor. Eso nos llena de una paz interior indescriptible. “Nuestras experiencias modifican las creencias”; esta frase de Pilar Ocampo resuena con frecuencia en mi ser, como tantos otros aprendizajes.

Romper un ciclo permite que un nuevo aire entre y purifique nuestro ser y quehacer en el mundo. La soledad es una elección, de la cual nacen preguntas que vamos resolviendo paso a paso, es una espiral que impulsa a otros estadios de conocimiento y creación. El camino, los pasos y los acompañamientos de las personas que están a tu lado detonan cambios, que son oportunidades para crecer y desarrollarte plenamente. En esos caminos se encuentran otras vidas, y conocerlas o no es una decisión importante y en ello se juega tanto tu existencia como, por supuesto, la de quienes están a tu lado.

La alegría de vivir, gozar y disfrutar los detalles cotidianos son nutrientes que fortalecen. También acompañar a otro ser humano en su vivir diario, y compartir sus logros, alegrías y tristezas alimenta nuestra felicidad. Esa cualidad del acompañamiento, es decir, la aceptación incondicional del otro, impulsa a lograr los cambios personales y evolucionar al propio ritmo. Cierto que en ocasiones resulta difícil seguir el camino, sin embargo, tarde o temprano volverás a tomar el sendero para ir a donde el corazón te lleve.

La solución a algunos dilemas surge de la experiencia de todos los días, de apreciar las grandes o pequeñas lecciones que recibimos de la realidad. Esto me ha conducido a respetar el silencio, pues me lleva a la comprensión propia y la de los demás. El silencio es como el trapeador que borra el polvo que levanta la escoba al agitarse. Ahora que escribo esto quiero decirte que tiene sentido cada cosa que realizo en casa. Me he detenido a observar y preguntarme sobre las cosas sencillas de la vida.

Estoy agradecido por cada día, por la vida misma, por los seres queridos, llámense familiares, amigos o compañeros de viaje. Entonces, detener la carrera frenética de múltiples actividades ha dado frutos maduros. El tiempo dedicado a la meditación, a escuchar música y poner atención a los detalles cotidianos es un aliciente hermoso para gozar cada día. Mis plantas son seres sensibles que requieren disciplina, constancia y entrega. Mis espacios y lugares memorables están aquí y ahora. Con esto recuerdo una estrofa del poema Sé todos los cuentos, de León Felipe: “Yo no sé muchas cosas, es verdad. Digo tan sólo lo que he visto”.

Buen fin de semana… Quédate en casa y hablemos de Convida-20.