/ viernes 22 de mayo de 2020

Casos y cosas de la experiencia | ¿Me separo o me divorcio?

A veces lleva tiempo resolver algo que
surgió en un instante.
(JILA, 2020)

La tarde pardeaba, así como la consulta del día. Escuchaba música relajante, con la que me desconecto del trabajo psicoterapéutico. Justo en ese momento entró la llamada de un número desconocido. Escuché la voz de una mujer que quería hablar conmigo; solicitó una consulta. Le pedí que me diera su nombre:

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— Soy Claudia, respondió, con respiración agitada.

Luego le pregunté si la cita era para ella:

— Me gustaría que estuviera mi esposo conmigo, contestó.

Por supuesto, dije. ¿Ambos están de acuerdo en asistir a la sesión?

Después de un breve silencio, respondió:

— Creo que si no asistimos nos vamos a divorciar…

Y terminó la frase con una risita…

Me quedé reflexionando en lo que Claudia me explicó en su llamada; relató las dificultades que estaban viviendo en pareja y cómo afectaban a su familia.

Como psicoterapeuta, creo que las parejas pueden resolver sus diferencias con base en los logros, recursos y disposición para salir adelante. Esto demanda disciplina, compromiso y trabajo arduo de ambos. No hay respuestas fáciles o recetas de cómo salvar un matrimonio.

Aunque hay literatura y videos de superación personal, que abonan estrategias y tácticas para rescatar a la pareja de las crisis existenciales en las que se encuentran, creo que cada una requiere prestar atención a su cultura de pareja, es decir, a lo que ambos han venido creando en el camino.

Esto implica que cada uno reconozca su historia personal, integrada por valores, costumbres, creencias, hábitos y expectativas respecto de su convivencia como pareja. Ahí nace la mayoría de los conflictos actuales.

— Teo, un consultante, expresó con determinación y enojo: “Quiero que ella cambie ese modito de hablar tan mamilas; ese dejar de hacer nuestras cosas por estar al pendiente de los demás. Quiero que se tome la molestia [esto dicho en tono sarcástico] de avisarme que no va a llegar a la hora que dijo. Eso me enp%$#&/”. Cree que con decir lo siento, ya se arregló todo. Siento que le vale m$%&”.

Estos ejemplos ilustran las dificultades cotidianas de las parejas. Sus integrantes se han olvidado de sí mismos; sus múltiples ocupaciones los han dirigido hacia fuera y poco ven hacia adentro, tanto en el ámbito individual como de pareja.

Miranda y Jorge tienen un año en plena batalla campal, se han dado con todo —agresión física y psicológica—. Verdaderamente siento que se pueden levantar del sofá y trenzarse a golpes. Los reclamos son tales que huelen agrios y hasta parece que están rancios. Esto los lleva a probar la terapia, como un último recurso, para buscar la solución a su situación actual, y demandan que sea pronta y efectiva.

Ante este tipo de situaciones creo pertinente expresar que no hay solución rápida o un tiempo preciso para asegurar que sea expedita o light. Cada pareja está equipada para asumir la tarea de separarse, divorciarse o seguir adelante. Sólo que tienen que tomar decisiones que implicarán dolor y sufrimiento. Aquí está la oportunidad para ponerse de acuerdo sobre lo que quieren hacer, como sucedió en el momento en que decidieron unirse.

Le pregunté a Miranda, cómo se sentía:

— ¿Quiere que le diga la verdad?

Con una expresión de molestia, ella afirmó:

— Me siento frustrada y molesta. Mi expectativa era que usted nos diría qué hacer para terminar con esto.

Le respondí que me encantaría ofrecerles una estrategia para resolver de forma inmediata su situación, sin embargo, no la tengo. No puedo garantizar algo que apenas estoy conociendo. Lo que puedo afirmar es que necesitamos trabajar juntos para encontrar las alternativas de solución que servirán de base para la toma adecuada de decisiones.

Miranda y Jorge cerraron la pantalla después de despedirnos. En ocasiones me gustaría contar con los recursos para ofrecer respuestas tajantes y verdaderas para el bienestar de las personas. Sin embargo, cada pareja es única e irrepetible.

No hay parejas perfectas… todas están en el proceso de ser mejores cada día.

Buen fin de semana… Quédate en casa y hablemos de Convida-20.

José Ignacio Lovio Arvizu. Psicólogo y psicoterapeuta. ignacio.lovio@gmail.com


A veces lleva tiempo resolver algo que
surgió en un instante.
(JILA, 2020)

La tarde pardeaba, así como la consulta del día. Escuchaba música relajante, con la que me desconecto del trabajo psicoterapéutico. Justo en ese momento entró la llamada de un número desconocido. Escuché la voz de una mujer que quería hablar conmigo; solicitó una consulta. Le pedí que me diera su nombre:

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— Soy Claudia, respondió, con respiración agitada.

Luego le pregunté si la cita era para ella:

— Me gustaría que estuviera mi esposo conmigo, contestó.

Por supuesto, dije. ¿Ambos están de acuerdo en asistir a la sesión?

Después de un breve silencio, respondió:

— Creo que si no asistimos nos vamos a divorciar…

Y terminó la frase con una risita…

Me quedé reflexionando en lo que Claudia me explicó en su llamada; relató las dificultades que estaban viviendo en pareja y cómo afectaban a su familia.

Como psicoterapeuta, creo que las parejas pueden resolver sus diferencias con base en los logros, recursos y disposición para salir adelante. Esto demanda disciplina, compromiso y trabajo arduo de ambos. No hay respuestas fáciles o recetas de cómo salvar un matrimonio.

Aunque hay literatura y videos de superación personal, que abonan estrategias y tácticas para rescatar a la pareja de las crisis existenciales en las que se encuentran, creo que cada una requiere prestar atención a su cultura de pareja, es decir, a lo que ambos han venido creando en el camino.

Esto implica que cada uno reconozca su historia personal, integrada por valores, costumbres, creencias, hábitos y expectativas respecto de su convivencia como pareja. Ahí nace la mayoría de los conflictos actuales.

— Teo, un consultante, expresó con determinación y enojo: “Quiero que ella cambie ese modito de hablar tan mamilas; ese dejar de hacer nuestras cosas por estar al pendiente de los demás. Quiero que se tome la molestia [esto dicho en tono sarcástico] de avisarme que no va a llegar a la hora que dijo. Eso me enp%$#&/”. Cree que con decir lo siento, ya se arregló todo. Siento que le vale m$%&”.

Estos ejemplos ilustran las dificultades cotidianas de las parejas. Sus integrantes se han olvidado de sí mismos; sus múltiples ocupaciones los han dirigido hacia fuera y poco ven hacia adentro, tanto en el ámbito individual como de pareja.

Miranda y Jorge tienen un año en plena batalla campal, se han dado con todo —agresión física y psicológica—. Verdaderamente siento que se pueden levantar del sofá y trenzarse a golpes. Los reclamos son tales que huelen agrios y hasta parece que están rancios. Esto los lleva a probar la terapia, como un último recurso, para buscar la solución a su situación actual, y demandan que sea pronta y efectiva.

Ante este tipo de situaciones creo pertinente expresar que no hay solución rápida o un tiempo preciso para asegurar que sea expedita o light. Cada pareja está equipada para asumir la tarea de separarse, divorciarse o seguir adelante. Sólo que tienen que tomar decisiones que implicarán dolor y sufrimiento. Aquí está la oportunidad para ponerse de acuerdo sobre lo que quieren hacer, como sucedió en el momento en que decidieron unirse.

Le pregunté a Miranda, cómo se sentía:

— ¿Quiere que le diga la verdad?

Con una expresión de molestia, ella afirmó:

— Me siento frustrada y molesta. Mi expectativa era que usted nos diría qué hacer para terminar con esto.

Le respondí que me encantaría ofrecerles una estrategia para resolver de forma inmediata su situación, sin embargo, no la tengo. No puedo garantizar algo que apenas estoy conociendo. Lo que puedo afirmar es que necesitamos trabajar juntos para encontrar las alternativas de solución que servirán de base para la toma adecuada de decisiones.

Miranda y Jorge cerraron la pantalla después de despedirnos. En ocasiones me gustaría contar con los recursos para ofrecer respuestas tajantes y verdaderas para el bienestar de las personas. Sin embargo, cada pareja es única e irrepetible.

No hay parejas perfectas… todas están en el proceso de ser mejores cada día.

Buen fin de semana… Quédate en casa y hablemos de Convida-20.

José Ignacio Lovio Arvizu. Psicólogo y psicoterapeuta. ignacio.lovio@gmail.com