/ viernes 29 de octubre de 2021

Casos y cosas de la experiencia | Preocupaciones existenciales

“Es más fácil eludir algo cuando a uno se lo dicen desde afuera que cuando surge de las profundidades del propio ser”: Irving Yalom.

El otoño cobra presencia y trae consigo un sinfín de momentos de reflexión. En esta carrera cotidiana tan acelerada no nos detenemos a sentir y pensar sobre temas esenciales como la muerte, la exclusión, la libertad y el sentido de la vida. Dichos temas aparecen cuando me detengo a revisar mis notas sobre las personas que acompaño en su proceso psicoterapéutico.

Hay quienes temen charlar abiertamente sobre la muerte, ya sea la propia o la de sus seres queridos. Otros le tienen miedo a la exclusión, y por ello se involucran en relaciones tormentosas que los hieren profundamente. La libertad también causa dificultades existenciales, porque implica responsabilidades y nos resistimos a comprometernos en alguna relación interpersonal (pareja, amistad, familia, etcétera). En la medida que vamos envejeciendo se nos complica la toma de decisiones, por ejemplo cambiar de profesión, de lugar de residencia, modificar la forma de relacionarnos con nuestra pareja o tener una nueva. Esto genera ansiedad, porque nos obliga a tomar decisiones aquí y ahora; no tenemos tiempo para posponer todos los cambios que queremos realizar para sentirnos bien.

Sin lugar a dudas, uno de los temas más difíciles es el miedo a la muerte; se trata de un sentimiento instintivo, que reprimimos y se acentúa conforme nos acercamos a la vejez. Esto tiene que ver también con sentirnos acabados y desplazados, porque ya no somos jóvenes y productivos. ¿Qué hacer para enfrentar ese miedo? Lo que hacemos es sabotearnos, negar la realidad. Sin embargo, creo que tener presente a la muerte puede ayudarnos, porque contribuirá a que vivamos más plenamente cada instante. Desde que nacemos, estamos muriendo cada día; cómo enfrentar esa ansiedad que nos agobia, envuelve y nos llena de incertidumbre. Aquí me detengo a pensar en la incertidumbre como una posibilidad, una esperanza y no como una pérdida.

Por lo tanto, dedicaré tiempo a disfrutar lo que he vivido y experimentado en cada momento de mi existencia. Sé que mi vida tiene un propósito definido, algo que le otorga sentido. ¿Cómo extraer lo máximo de mi existencia, en cada rol que me corresponde representar? Aunque el tiempo pase, de mí depende darle sentido a cada experiencia.

Recuerdo ahora algunas obras que versan sobre la muerte, como La muerte tiene permiso, de Edmundo Valadés o Luto humano, de J. Revueltas. En definitiva, todo depende de nuestra visión del ciclo de la vida. Estoy seguro de que nadie me devolverá el día de hoy, por ello viviré intensamente cada minuto. Gozaré el nuevo día, el amanecer, el rocío de la mañana, el ladrido de aquel perro que percibe mis pasos, el saludo de las personas que, como yo, se ejercitan caminando. Disfrutaré el agua que baña mi cuerpo, la meditación matutina, esa taza de café caliente que acompaña la lectura cotidiana, y así sucesivamente todo lo que emprendo. Aunque hay días en que la prisa por cumplir con diversas actividades me roba la calma, detengo mi carrera y celebro que estoy vivo y disfruto de los encuentros con las personas en la consulta, el café, el tránsito y en cada lugar por donde camino.

Estoy vivo y disfruto lo que este mundo tiene de bello; por eso cultivo la paciencia, porque ésta necesita tiempo, aguante y esfuerzo. La paciencia es la capacidad para tolerar todas las dificultades, pues nos permiten aprender algo de cada una. Hay otro aspecto relevante, la importancia de los aprendizajes que nos brinda la tristeza y la soledad, porque proporcionan una información capital acerca de nosotros y del mundo que nos rodea.

Hoy agradezco lo que he recibido, y lo pongo a disposición de la misión personal. Gracias a la vida que me ha dado tanto… Que el otoño nos recuerde que las hojas caen, pero que vendrá otro momento para celebrar la vida.

Buen fin de semana… Conesperanza-21 #contagiabuenavibra #yoaportoenpositivo


“Es más fácil eludir algo cuando a uno se lo dicen desde afuera que cuando surge de las profundidades del propio ser”: Irving Yalom.

El otoño cobra presencia y trae consigo un sinfín de momentos de reflexión. En esta carrera cotidiana tan acelerada no nos detenemos a sentir y pensar sobre temas esenciales como la muerte, la exclusión, la libertad y el sentido de la vida. Dichos temas aparecen cuando me detengo a revisar mis notas sobre las personas que acompaño en su proceso psicoterapéutico.

Hay quienes temen charlar abiertamente sobre la muerte, ya sea la propia o la de sus seres queridos. Otros le tienen miedo a la exclusión, y por ello se involucran en relaciones tormentosas que los hieren profundamente. La libertad también causa dificultades existenciales, porque implica responsabilidades y nos resistimos a comprometernos en alguna relación interpersonal (pareja, amistad, familia, etcétera). En la medida que vamos envejeciendo se nos complica la toma de decisiones, por ejemplo cambiar de profesión, de lugar de residencia, modificar la forma de relacionarnos con nuestra pareja o tener una nueva. Esto genera ansiedad, porque nos obliga a tomar decisiones aquí y ahora; no tenemos tiempo para posponer todos los cambios que queremos realizar para sentirnos bien.

Sin lugar a dudas, uno de los temas más difíciles es el miedo a la muerte; se trata de un sentimiento instintivo, que reprimimos y se acentúa conforme nos acercamos a la vejez. Esto tiene que ver también con sentirnos acabados y desplazados, porque ya no somos jóvenes y productivos. ¿Qué hacer para enfrentar ese miedo? Lo que hacemos es sabotearnos, negar la realidad. Sin embargo, creo que tener presente a la muerte puede ayudarnos, porque contribuirá a que vivamos más plenamente cada instante. Desde que nacemos, estamos muriendo cada día; cómo enfrentar esa ansiedad que nos agobia, envuelve y nos llena de incertidumbre. Aquí me detengo a pensar en la incertidumbre como una posibilidad, una esperanza y no como una pérdida.

Por lo tanto, dedicaré tiempo a disfrutar lo que he vivido y experimentado en cada momento de mi existencia. Sé que mi vida tiene un propósito definido, algo que le otorga sentido. ¿Cómo extraer lo máximo de mi existencia, en cada rol que me corresponde representar? Aunque el tiempo pase, de mí depende darle sentido a cada experiencia.

Recuerdo ahora algunas obras que versan sobre la muerte, como La muerte tiene permiso, de Edmundo Valadés o Luto humano, de J. Revueltas. En definitiva, todo depende de nuestra visión del ciclo de la vida. Estoy seguro de que nadie me devolverá el día de hoy, por ello viviré intensamente cada minuto. Gozaré el nuevo día, el amanecer, el rocío de la mañana, el ladrido de aquel perro que percibe mis pasos, el saludo de las personas que, como yo, se ejercitan caminando. Disfrutaré el agua que baña mi cuerpo, la meditación matutina, esa taza de café caliente que acompaña la lectura cotidiana, y así sucesivamente todo lo que emprendo. Aunque hay días en que la prisa por cumplir con diversas actividades me roba la calma, detengo mi carrera y celebro que estoy vivo y disfruto de los encuentros con las personas en la consulta, el café, el tránsito y en cada lugar por donde camino.

Estoy vivo y disfruto lo que este mundo tiene de bello; por eso cultivo la paciencia, porque ésta necesita tiempo, aguante y esfuerzo. La paciencia es la capacidad para tolerar todas las dificultades, pues nos permiten aprender algo de cada una. Hay otro aspecto relevante, la importancia de los aprendizajes que nos brinda la tristeza y la soledad, porque proporcionan una información capital acerca de nosotros y del mundo que nos rodea.

Hoy agradezco lo que he recibido, y lo pongo a disposición de la misión personal. Gracias a la vida que me ha dado tanto… Que el otoño nos recuerde que las hojas caen, pero que vendrá otro momento para celebrar la vida.

Buen fin de semana… Conesperanza-21 #contagiabuenavibra #yoaportoenpositivo