/ viernes 26 de noviembre de 2021

Casos y cosas de la experiencia | Remembranzas

“Lloró de alegría cuando vio sus manos,
que un poco más viejas
no estaban vacías.
Y el abuelo, entonces, cuando yo era un niño…”
(A. Cortez)
…partió de vuelta a casa.


El olor a café, la música selecta y el silencio de la mañana fue el ambiente idóneo para encontrarme con tu recuerdo, y lo vivido durante el tiempo que pasamos juntos aprendiendo de cada uno. Recordé los momentos en que disfrutamos la música, el contacto de tu mano sobre la mía, ese abrazo y beso suave y amoroso.

Es hermoso recordar cada experiencia vivida; nuestros encuentros colmaban mi existencia, la llenaban de amor y ternura. Volví a ver las fotografías donde estamos juntos, y miré una y otra vez tu sonrisa y recordé la ternura con la cual me envolvías. Sentí mucho tu partida; te fuiste sin despedirte, sin regalarme una sonrisa o un abrazo. Fue horrible no saber más de ti… la soledad, el silencio y el dolor adormecieron mis sentidos.

Durante horas no supimos nada de ti, no había noticias, la espera no cabía en mí. Extrañaba tenerte cerca, admirando tu ser lleno de luz y amor, oírte charlar de lo vivido cada día, verte disfrutar tu café y la música. Siempre te recuerdo como un ser conciliador, atento y servicial, lleno de bondad y dulzura. Hace 58 años mi abuelo José Ignacio, don Nacho como le decían los vecinos adultos y jóvenes, regresó a casa.

Mi abuelo partió un día de noviembre, y dejó un legado; tomó el camino hacia el origen de la vida, la fuente. Se fue a las estrellas para continuar enviándole luz a mi camino, que era preciso recorrer en su compañía. Don Nacho vivió su momento, aprendió lecciones, y le dejó recuerdos a la familia.

Es hermoso encontrarme con la pipa, que algunas veces disfrutaste escuchando tu música predilecta. Un día supe el nombre de una melodía maravillosa, que sonaba en mi corazón y mente, me hacía vibrar cuando la disfrutaba en tu compañía, y me conmueve hasta las lágrimas cada vez que la escucho. Se trata del Concierto para piano y orquesta número 1 en si bemol menor, opus 23, de Tchaikovsky, escrito entre noviembre de 1874 y febrero de 1875. Esta obra es de las más interpretadas del compositor; representa la lucha entre la orquesta y el piano, que se lleva la victoria en las frases finales, especialmente cuando la defiende un gran intérprete.

Disfruto la pasión del pianista al interpretar la obra y el acompañamiento de la orquesta. ¿Cuántas veces la habremos oído juntos? Y ahora, cuando la escucho, te invoco para que estés a mi lado. Gracias abuelo, por ofrecerme la oportunidad de compartir tantas vivencias del alma. También guardo el recuerdo del libro Ensayos poéticos, de Saturnino Campoy, cuya primera edición es de 1957. Recuerdo, en especial, Soñador, un poema que me trae tu presencia: “¿No sabes por qué sueño? —¡Porque vivo! Sólo un cadáver de soñar no es dueño. Nuestro propio existir tan solo es sueño, y existir sin soñar no lo concibo. Sueño también, porque al soñar revivo tiernos romances de amoroso ensueño; porque aun el día en su alborear risueño prende sueños de amor cuanto escribo…” Podría incluir el poema completo, para recordarte con amor y ternura.

Agradezco compartir contigo parte de mi existencia, los encuentros y reencuentros que integran nuestro rompecabezas familiar. Celebro tu vida y presencia desde donde te encuentres, porque sé que estás vivo y presente en mi vida. Era muy pequeño para comprender tu muerte, no supe cuál fue tu misión en la vida, sin embargo luego me percaté que era generar conciencia del valor de la libertad, y por ello celebro saber que eras bueno, sencillo, humilde y gentil; una luz en el camino. De nuevo agradezco tu legado, tu nombre está grabado en mi corazón y en otros más. Gracias, gracias, gracias.

Buen fin de semana… Conesperanza-21 #contagiabuenavibra #yoaportoenpositivo


“Lloró de alegría cuando vio sus manos,
que un poco más viejas
no estaban vacías.
Y el abuelo, entonces, cuando yo era un niño…”
(A. Cortez)
…partió de vuelta a casa.


El olor a café, la música selecta y el silencio de la mañana fue el ambiente idóneo para encontrarme con tu recuerdo, y lo vivido durante el tiempo que pasamos juntos aprendiendo de cada uno. Recordé los momentos en que disfrutamos la música, el contacto de tu mano sobre la mía, ese abrazo y beso suave y amoroso.

Es hermoso recordar cada experiencia vivida; nuestros encuentros colmaban mi existencia, la llenaban de amor y ternura. Volví a ver las fotografías donde estamos juntos, y miré una y otra vez tu sonrisa y recordé la ternura con la cual me envolvías. Sentí mucho tu partida; te fuiste sin despedirte, sin regalarme una sonrisa o un abrazo. Fue horrible no saber más de ti… la soledad, el silencio y el dolor adormecieron mis sentidos.

Durante horas no supimos nada de ti, no había noticias, la espera no cabía en mí. Extrañaba tenerte cerca, admirando tu ser lleno de luz y amor, oírte charlar de lo vivido cada día, verte disfrutar tu café y la música. Siempre te recuerdo como un ser conciliador, atento y servicial, lleno de bondad y dulzura. Hace 58 años mi abuelo José Ignacio, don Nacho como le decían los vecinos adultos y jóvenes, regresó a casa.

Mi abuelo partió un día de noviembre, y dejó un legado; tomó el camino hacia el origen de la vida, la fuente. Se fue a las estrellas para continuar enviándole luz a mi camino, que era preciso recorrer en su compañía. Don Nacho vivió su momento, aprendió lecciones, y le dejó recuerdos a la familia.

Es hermoso encontrarme con la pipa, que algunas veces disfrutaste escuchando tu música predilecta. Un día supe el nombre de una melodía maravillosa, que sonaba en mi corazón y mente, me hacía vibrar cuando la disfrutaba en tu compañía, y me conmueve hasta las lágrimas cada vez que la escucho. Se trata del Concierto para piano y orquesta número 1 en si bemol menor, opus 23, de Tchaikovsky, escrito entre noviembre de 1874 y febrero de 1875. Esta obra es de las más interpretadas del compositor; representa la lucha entre la orquesta y el piano, que se lleva la victoria en las frases finales, especialmente cuando la defiende un gran intérprete.

Disfruto la pasión del pianista al interpretar la obra y el acompañamiento de la orquesta. ¿Cuántas veces la habremos oído juntos? Y ahora, cuando la escucho, te invoco para que estés a mi lado. Gracias abuelo, por ofrecerme la oportunidad de compartir tantas vivencias del alma. También guardo el recuerdo del libro Ensayos poéticos, de Saturnino Campoy, cuya primera edición es de 1957. Recuerdo, en especial, Soñador, un poema que me trae tu presencia: “¿No sabes por qué sueño? —¡Porque vivo! Sólo un cadáver de soñar no es dueño. Nuestro propio existir tan solo es sueño, y existir sin soñar no lo concibo. Sueño también, porque al soñar revivo tiernos romances de amoroso ensueño; porque aun el día en su alborear risueño prende sueños de amor cuanto escribo…” Podría incluir el poema completo, para recordarte con amor y ternura.

Agradezco compartir contigo parte de mi existencia, los encuentros y reencuentros que integran nuestro rompecabezas familiar. Celebro tu vida y presencia desde donde te encuentres, porque sé que estás vivo y presente en mi vida. Era muy pequeño para comprender tu muerte, no supe cuál fue tu misión en la vida, sin embargo luego me percaté que era generar conciencia del valor de la libertad, y por ello celebro saber que eras bueno, sencillo, humilde y gentil; una luz en el camino. De nuevo agradezco tu legado, tu nombre está grabado en mi corazón y en otros más. Gracias, gracias, gracias.

Buen fin de semana… Conesperanza-21 #contagiabuenavibra #yoaportoenpositivo