/ viernes 23 de julio de 2021

Casos y cosas de la experiencia | Sin palabras

Aquí estamos solos tú y yo.

Todo lo que ves es lo que soy.

No me pidas más de lo que doy.

(Luis Enrique)

El encuentro sucedió una noche fresca, y después de beber un par de cervezas y recorrer algunas calles, por fin llegamos a ese lugar especial. Se escuchaba la música y el ruido de pequeñas gotas de lluvia sobre el cristal en una noche que se tornó única, porque estábamos juntos después de tantos años.

Las palabras empezaron a brotar cadenciosamente y los amantes pudieron expresar lo que sentían realmente. De pronto se hizo el silencio y emergió la sorpresa; un beso furtivo, tierno y suave, como el roce de un pétalo sobre los labios. Se detuvo el tiempo y la caricia se grabó en la memoria, en ese lugar especial que resguarda los recuerdos más hermosos. El silencio, el amor y la pasión se entretejieron cuidadosamente, para pintar un arcoíris en el corazón, donde día a día se fue grabando cada experiencia, para crear así una historia nutricia.

Para recrear lo sucedido en este encuentro amoroso me vienen a la mente imágenes de parajes boscosos, donde el viento corre con suavidad, y se escucha el murmullo del agua de un río mezclado con una llovizna suave y fresca, que invita a disfrutar el instante y quedarse suspendido en él, como si fuese la última oportunidad de gozar la vida.

El sonido de los recuerdos inunda el bosque, la nostalgia se convierte en compañía que, junto con la luz de la luna, evoca cantos que alegran el alma y llenan de regocijo el corazón. Es cuando la paz interior aparece, de forma sigilosa, y se apodera del alma. El silencio es algo que permite el contacto con uno mismo, toca el ser de forma tal que te permite saber quién eres, se vuelve parte vital y, sobre todo, colma el corazón de quietud, cuya naturaleza es vital para nutrirte, acariciarte el alma e integrar las experiencias vividas.

Surge así una historia de amor verdadera, que es la de tomar conciencia de las lecciones aprendidas; agradecer a las personas que están, estuvieron y estarán en nuestra vida, para brindarnos una enseñanza. También sentir ese contacto con uno mismo, con la naturaleza de nuestro ser y con todas las experiencias vividas.

Hay silencio en la calle, el mar, el bosque y en la casa… se habrá acabado el mundo. Solo vives la quietud que permite crecer y aquilatar lo vivido aquí y ahora. Al explorar tu mundo interno, en compañía de la realidad, sobreviene la paz que te acaricia, envuelve y besa tu rostro con suavidad infinita. Una caricia única como ese beso furtivo, tierno y suave de los amantes.

Estos pensamientos me recordaron la canción Yo no sé mañana, de Luis Enrique, y me detuve a sentir esta frase: “Aquí estamos solos tú y yo. Todo lo que ves es lo que soy. No me pidas más de lo que doy”. Fue un momento para escuchar el silencio, hacer contacto y agradecer lo vivido en cada experiencia maravillosa que me ha regalado la vida. Me quedé sin palabras, sin juicios, ni evaluaciones, solo con el agradecimiento por todo lo vivido.

Después del encuentro, transcurrieron los días y los amantes retomaron su vida y actividades. Ahora les queda celebrar lo vivido, aprendido y gozado, también permanecer en esa parte del corazón donde habitan las personas significativas. Llegará un nuevo día, el sol y los seres que nutrirán nuestra existencia. Vendrá también la noche para estar en contacto con uno mismo, y soñar con todo lo recibido durante el día, y dormir agradecido por ser y estar en este mundo.

Entonces, aquí y ahora, celebro la vida y sus oportunidades de aprender y crecer, reír y llorar, cantar, soñar, amar y querer. Pintar los recuerdos con gratitud y amor por lo aprendido y disfrutado en cada momento. Los aprendizajes me seguirán a donde vaya, me recordarán los paisajes y a las personas que me han compartido sus sueños, aciertos, desaciertos, logros y fracasos. Todo sucede porque es preciso que ocurra así; lo agradezco plenamente.

Buen fin de semana… Conesperanza-21

#contagiabuenavibra

#yoaportoenpositivo


Aquí estamos solos tú y yo.

Todo lo que ves es lo que soy.

No me pidas más de lo que doy.

(Luis Enrique)

El encuentro sucedió una noche fresca, y después de beber un par de cervezas y recorrer algunas calles, por fin llegamos a ese lugar especial. Se escuchaba la música y el ruido de pequeñas gotas de lluvia sobre el cristal en una noche que se tornó única, porque estábamos juntos después de tantos años.

Las palabras empezaron a brotar cadenciosamente y los amantes pudieron expresar lo que sentían realmente. De pronto se hizo el silencio y emergió la sorpresa; un beso furtivo, tierno y suave, como el roce de un pétalo sobre los labios. Se detuvo el tiempo y la caricia se grabó en la memoria, en ese lugar especial que resguarda los recuerdos más hermosos. El silencio, el amor y la pasión se entretejieron cuidadosamente, para pintar un arcoíris en el corazón, donde día a día se fue grabando cada experiencia, para crear así una historia nutricia.

Para recrear lo sucedido en este encuentro amoroso me vienen a la mente imágenes de parajes boscosos, donde el viento corre con suavidad, y se escucha el murmullo del agua de un río mezclado con una llovizna suave y fresca, que invita a disfrutar el instante y quedarse suspendido en él, como si fuese la última oportunidad de gozar la vida.

El sonido de los recuerdos inunda el bosque, la nostalgia se convierte en compañía que, junto con la luz de la luna, evoca cantos que alegran el alma y llenan de regocijo el corazón. Es cuando la paz interior aparece, de forma sigilosa, y se apodera del alma. El silencio es algo que permite el contacto con uno mismo, toca el ser de forma tal que te permite saber quién eres, se vuelve parte vital y, sobre todo, colma el corazón de quietud, cuya naturaleza es vital para nutrirte, acariciarte el alma e integrar las experiencias vividas.

Surge así una historia de amor verdadera, que es la de tomar conciencia de las lecciones aprendidas; agradecer a las personas que están, estuvieron y estarán en nuestra vida, para brindarnos una enseñanza. También sentir ese contacto con uno mismo, con la naturaleza de nuestro ser y con todas las experiencias vividas.

Hay silencio en la calle, el mar, el bosque y en la casa… se habrá acabado el mundo. Solo vives la quietud que permite crecer y aquilatar lo vivido aquí y ahora. Al explorar tu mundo interno, en compañía de la realidad, sobreviene la paz que te acaricia, envuelve y besa tu rostro con suavidad infinita. Una caricia única como ese beso furtivo, tierno y suave de los amantes.

Estos pensamientos me recordaron la canción Yo no sé mañana, de Luis Enrique, y me detuve a sentir esta frase: “Aquí estamos solos tú y yo. Todo lo que ves es lo que soy. No me pidas más de lo que doy”. Fue un momento para escuchar el silencio, hacer contacto y agradecer lo vivido en cada experiencia maravillosa que me ha regalado la vida. Me quedé sin palabras, sin juicios, ni evaluaciones, solo con el agradecimiento por todo lo vivido.

Después del encuentro, transcurrieron los días y los amantes retomaron su vida y actividades. Ahora les queda celebrar lo vivido, aprendido y gozado, también permanecer en esa parte del corazón donde habitan las personas significativas. Llegará un nuevo día, el sol y los seres que nutrirán nuestra existencia. Vendrá también la noche para estar en contacto con uno mismo, y soñar con todo lo recibido durante el día, y dormir agradecido por ser y estar en este mundo.

Entonces, aquí y ahora, celebro la vida y sus oportunidades de aprender y crecer, reír y llorar, cantar, soñar, amar y querer. Pintar los recuerdos con gratitud y amor por lo aprendido y disfrutado en cada momento. Los aprendizajes me seguirán a donde vaya, me recordarán los paisajes y a las personas que me han compartido sus sueños, aciertos, desaciertos, logros y fracasos. Todo sucede porque es preciso que ocurra así; lo agradezco plenamente.

Buen fin de semana… Conesperanza-21

#contagiabuenavibra

#yoaportoenpositivo