/ viernes 8 de noviembre de 2019

Casos y cosas de la experiencia | Un reencuentro más profundo

“Las almas que se encuentran y reconocen nunca se sueltan; ni con la distancia ni con el silencio, ni con las vueltas que da la vida”. (Colección de A. Navarro)

Hoy quiero compartirles una experiencia personal, muy vivificante: me surgió la necesidad de reencontrarme con ella, era justo el momento para escuchar sus palabras y, sobre todo, sentir ese amor que la caracteriza y me brinda siempre. Aunque no es muy expresiva, tiene formas peculiares para compartir su amor conmigo.

Viajé siguiendo un llamado para el reencuentro con ella, para compartirle mis últimas vivencias. Aunque ya las conocía, pues se las había relatado por la vía telefónica, es mejor hacerlo de viva voz y de frente. Ella es transparente, toda delicadeza y su espíritu de servicio es enorme; a veces creo que se olvida de sí para estar pendiente de los demás.

Me lleva algunos años de experiencia, la honro, y disfruto a plenitud nuestras charlas. Ella ha tenido la capacidad para adaptarse a las situaciones derivadas de sus andanzas por la vida (resiliencia), y su sabiduría la hace acreedora a un título que no entrega institución alguna, sólo la vida misma.

Me serví un café, para seguir conversando, pero se enfrió ya que me concentré en verla caminar de un lado a otro, con la alegría que siente al servir a sus seres queridos, y de acariciarlos a su manera. Entonces, sólo me dispuse a escucharla, sentirla y abrazarla en silencio.

Aunque ella no solicita mi presencia, la tiene, porque para mí estar cerca resulta una experiencia amorosa. No es perfecta, es real, es auténtica, no falsa, es asertiva no claridosa, es una fuerza que sostiene, como el árbol madre que me recuerda la historia del clan Omaticaya.

Me dedico a escucharla, y traer a la memoria las andanzas y los afectos compartidos, las personas queridas y amadas por ambos. Es un privilegio recibir su abrazo, caricia sencilla y tierna, que me sostiene cuando lo necesito. Espero que tengan una persona que los acompañe así en su proceso de crecimiento personal.

Es una mujer que guarda muchas historias; creo que he ganado terreno cuando me comparte su sentir, pensar y actuar. Su alma está cerca de la mía, como el aire está cerca del mar y la montaña. La reconocí cuando observé sus ojos y sentí esa comunicación plena que emana de dos seres que se conocen de antaño.

Confío en que podamos hacer algo juntos. En verdad te amo y quiero agradecer todo lo que hemos compartido durante estos años. Tu historia es la de un ser espiritual cuya experiencia humana deja huella en mi alma. Nuestro vínculo se ha reforzado a través del tiempo, espacio y experiencias compartidas.

Con este relato de un reencuentro, hoy quise rendirle tributo a mi tía, una persona muy especial, estoy agradecido porque soy parte de su historia de vida y de las lecciones aprendidas en forma conjunta. Respeto y honro ese lazo que nos une, y valido su existencia. Nuestro amor fluye gracias al vínculo establecido en otras vidas.

Buen fin de semana.

“Las almas que se encuentran y reconocen nunca se sueltan; ni con la distancia ni con el silencio, ni con las vueltas que da la vida”. (Colección de A. Navarro)

Hoy quiero compartirles una experiencia personal, muy vivificante: me surgió la necesidad de reencontrarme con ella, era justo el momento para escuchar sus palabras y, sobre todo, sentir ese amor que la caracteriza y me brinda siempre. Aunque no es muy expresiva, tiene formas peculiares para compartir su amor conmigo.

Viajé siguiendo un llamado para el reencuentro con ella, para compartirle mis últimas vivencias. Aunque ya las conocía, pues se las había relatado por la vía telefónica, es mejor hacerlo de viva voz y de frente. Ella es transparente, toda delicadeza y su espíritu de servicio es enorme; a veces creo que se olvida de sí para estar pendiente de los demás.

Me lleva algunos años de experiencia, la honro, y disfruto a plenitud nuestras charlas. Ella ha tenido la capacidad para adaptarse a las situaciones derivadas de sus andanzas por la vida (resiliencia), y su sabiduría la hace acreedora a un título que no entrega institución alguna, sólo la vida misma.

Me serví un café, para seguir conversando, pero se enfrió ya que me concentré en verla caminar de un lado a otro, con la alegría que siente al servir a sus seres queridos, y de acariciarlos a su manera. Entonces, sólo me dispuse a escucharla, sentirla y abrazarla en silencio.

Aunque ella no solicita mi presencia, la tiene, porque para mí estar cerca resulta una experiencia amorosa. No es perfecta, es real, es auténtica, no falsa, es asertiva no claridosa, es una fuerza que sostiene, como el árbol madre que me recuerda la historia del clan Omaticaya.

Me dedico a escucharla, y traer a la memoria las andanzas y los afectos compartidos, las personas queridas y amadas por ambos. Es un privilegio recibir su abrazo, caricia sencilla y tierna, que me sostiene cuando lo necesito. Espero que tengan una persona que los acompañe así en su proceso de crecimiento personal.

Es una mujer que guarda muchas historias; creo que he ganado terreno cuando me comparte su sentir, pensar y actuar. Su alma está cerca de la mía, como el aire está cerca del mar y la montaña. La reconocí cuando observé sus ojos y sentí esa comunicación plena que emana de dos seres que se conocen de antaño.

Confío en que podamos hacer algo juntos. En verdad te amo y quiero agradecer todo lo que hemos compartido durante estos años. Tu historia es la de un ser espiritual cuya experiencia humana deja huella en mi alma. Nuestro vínculo se ha reforzado a través del tiempo, espacio y experiencias compartidas.

Con este relato de un reencuentro, hoy quise rendirle tributo a mi tía, una persona muy especial, estoy agradecido porque soy parte de su historia de vida y de las lecciones aprendidas en forma conjunta. Respeto y honro ese lazo que nos une, y valido su existencia. Nuestro amor fluye gracias al vínculo establecido en otras vidas.

Buen fin de semana.