Por Dr. Juan M J. Aragón Palacios, Profesor - Investigador de El Colegio de Sonora
En las últimas semanas se han intensificado los ataques contra el territorio palestino de Rafah, por parte de Israel. Hecho de lo más atroz, dada la ofensiva agresiva y el exceso de violencia por parte de uno de los ejércitos más poderosos, contra un Pueblo que apenas sobrevive. Pero lo más cruel del asunto, aparte del número muertos, es el no reconocer el conflicto o simplemente ignorarlo volteando la mirada. Por ello, #AllEyesOnRafah (todos los ojos en Rafah), nos hace ese llamamiento de dirigir la mirada que se niega a ver la crueldad. De hacer contacto visual con aquello que se ha vuelto oscuro, difuso para los sujetos que no ven más allá de sus limitaciones. No es culpa de ellos, es culpa de la infocracia, la cual no produce una narrativa que tienda puentes y nos vincule con los otros, al contrario, produce un exceso de datos efímeros donde la realidad se confunde con la posverdad y desde esta última se desvía la mirada.
La mirada permite el acto de reconocer y de re-conocer como una forma recursiva de reflexionar a los otros, en cuanto a tu diferencia y a su humanidad. Pero por la censura de las redes sociales, no es posible presentar al ser sufriente, sino solo a la materialidad destruida por las bombas, pero en su interior, albergaba vidas, historias y esperanzas. El algoritmo no permite el reconocimiento del rostro del otro, porque así no se fija una responsabilidad, o peor aún, una corresponsabilidad del no querer ver, evitando toda ética. Como nos señala Emmanuel Levinas, en Ética e Infinito (2015, Antonio Machado Libros): “Entiendo la responsabilidad como responsabilidad para con el otro, así, pues, como responsabilidad para con lo que no es asunto mío o que incluso no me concierne; o que precisamente me concierne, es abordado por mí, como rostro”. Pues para el filósofo lituano, el rostro es base de toda ética, pues lleva inscrito el mandato “no matarás”, pero a su vez está desprotegido, de tal forma que el rostro nos recuerda también la fragilidad al estar expuesto a la violencia.
La viralización de #AllEyesOnRafah, hay que verla desde lo expuesto y frágil que resulta el rostro de los palestinos, pensar en sus rostros de miedo, desesperación, tristeza y no voltear la mirada. Realizar un ejercicio ético de la responsabilidad, que posiblemente no nos incumbe, pero nos afecta como humanidad. De lo contrario, nos volvemos cómplices de la barbarie perpetrada desde el poder. Resulta un imperativo ético salir al encuentro del otro, pues como menciona Paul Ricoeur, en Caminos del reconocimiento (2006, Fondo de Cultura Económica): “encontrar es reencontrar, y reencontrar es reconocer, y reconocer es aprobar, por tanto, juzgar que la cosa reencontrada es, sin duda, la misma que la cosa buscada y, por tanto, tenida después por olvidada”. Y si algo hemos olvidado en estos tiempos del realismo capitalista, la aceleración y el rendimiento, es el rostro del otro e inclusive el propio.