/ martes 20 de agosto de 2019

Columna invitada | Preocúpate, Rosario

Efectivamente tarde, pero finalmente la justicia llegó. Rosario Robles Berlanga, ex jefa de Gobierno de la Ciudad de México, aquella líder sindical de “izquierda”, símbolo de la lucha de las mujeres, que fue de toda la confianza del ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas, para luego formar parte del círculo cercano de Enrique Peña Nieto, que pasó a ser instrumento de la mafia del poder, hoy está tras las rejas.

Rosario, desde que llegó al poder, en la izquierda, buscó construir alrededor de ella una historia como la de una “Cenicienta”: rebelde, luchadora social, pero siempre buscando proyectar la imagen de mujer y funcionaria recta, intachable y confiable.

Esa leyenda se vino abajo —aunque antes fue cuestionada— cuando en un trabajo periodístico del portal Animal Político (05/09/2017), se dieron a conocer contratos ilegales por 7 mil 670 millones de pesos en los que participaban varias secretarías de Estado. “El fraude era mucho más sofisticado que el practicado por el ex gobernador de Veracruz Javier Duarte”, acusaba el reportaje.

“La diferencia radica en que aquí el Gobierno no entrega los contratos directamente a las empresas, sino que primero los da a ocho universidades públicas y éstas lo hacen llegar después a las empresas. Sólo por triangular los recursos, las universidades cobraron mil millones de pesos de “comisión”, aunque no hayan dado ningún servicio.

“Aquellos recursos deberían haber llegado a las familias con pobreza alimentaria que, desde abril de 2013, se unirían a la Cruzada contra el Hambre y cuyos hogares se encuentran en las zonas marginadas de 11 estados, entre ellos Campeche, Guerrero, Yucatán y Chiapas”., subrayaba el medio informativo.

La Estafa Maestra fue cometida desde la Sedesol, en la Sedatu, así como en Pemex y Banobras, según encontró la Auditoría Superior de la Federación (ASF). La huella era la misma, la de Rosario Robles y la de su equipo de colaboradores.

A pesar de las afirmaciones de Juan Manuel Portal, ex auditor superior de la Federación, y de las pruebas que presentó en su momento cuando era titular de dicha institución, que tanto ella como el propio Enrique Peña Nieto, incluso, el ex candidato presidencial José Antonio Meade, estaban enterados de los desvíos; Rosario una y otra vez negó tener responsabilidad.

Es claro que una estafa nadie la firma, por eso una y otra vez Rosario aseveraba que ella no había rubricado nada, mucho menos el Presidente de la República, aunque esto no los exime del delito.

Juan Manuel Portal ha subrayado que los documentos que entregó Rosario Robles —o su equipo— a la ASF para solventar las revisiones a la cuenta pública, no sirvieron para aclarar las irregularidades encontradas.

De igual forma, cuando Rosario Robles presidió el PRD tuvo que renunciar a éste porque la deuda de ese partido creció escandalosamente, además de ser acusada de “llevarse” 50 millones de pesos.

Antes y después en su historial punible, está “el cochinito” para financiar su campaña porque se soñaba candidata presidencial, las “licitaciones a modo” en favor de su pareja sentimental, el argentino, Carlos Ahumada; la contratación de camiones de valores para llevar 700 millones de pesos en efectivo a casas particulares, hasta llegar a la “Maestra de la Estafa”.

Como aquel que grita “Al ladrón, al ladrón…”, para distraer la atención sobre su persona después de robarse la cartera de un pasajero, Rosario se victimiza. Se ha declarado una perseguida política, pero su problema es que nadie cree que sea una “chiva expiatoria”.

Repite una y otra vez la misma letanía “Al ladrón, al ladrón…” para tratar de hacer creer, no sé a quién, que las acusaciones en su contra son producto de una venganza de sus enemigos políticos.

Ella misma es quien mejor conoce sus culpas y pecados, por lo que, para intentar “salvarse”, afirma ser víctima de una venganza. Buena parte de su estrategia legal se centra en una defensa mediática, en la que sus representantes, Julio Hernández Barros y Xavier Olea, van a todos los medios de comunicación que los invitan y repiten que su clienta “es una presa política”.

En una comparecencia con diputados federales, Rosario Robles, cuando le exigían explicar los desvíos en la Sedesol y la Sedatu, respondió que estaba enfrentando ataques en su contra producto de la “violencia política de género”. La ex funcionaria del gobierno de Peña Nieto buscaba generar un clima en la opinión pública a su favor, pero efectivamente “la condición de género no nos exime [a las mujeres] de asumir nuestras responsabilidades en el cargo público y de ser señaladas por actos de corrupción”, como se le respondió en aquel momento.

Más aún, como ha reconocido la misma Comisión Nacional de Derechos Humanos y grupos de activistas, su denuncia “no encaja con ninguna de las características para ser considerada violencia de género” y, mucho menos, una presa política.

Por ello, preocúpate, Rosario.

Diputada federal de Morena.

Efectivamente tarde, pero finalmente la justicia llegó. Rosario Robles Berlanga, ex jefa de Gobierno de la Ciudad de México, aquella líder sindical de “izquierda”, símbolo de la lucha de las mujeres, que fue de toda la confianza del ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas, para luego formar parte del círculo cercano de Enrique Peña Nieto, que pasó a ser instrumento de la mafia del poder, hoy está tras las rejas.

Rosario, desde que llegó al poder, en la izquierda, buscó construir alrededor de ella una historia como la de una “Cenicienta”: rebelde, luchadora social, pero siempre buscando proyectar la imagen de mujer y funcionaria recta, intachable y confiable.

Esa leyenda se vino abajo —aunque antes fue cuestionada— cuando en un trabajo periodístico del portal Animal Político (05/09/2017), se dieron a conocer contratos ilegales por 7 mil 670 millones de pesos en los que participaban varias secretarías de Estado. “El fraude era mucho más sofisticado que el practicado por el ex gobernador de Veracruz Javier Duarte”, acusaba el reportaje.

“La diferencia radica en que aquí el Gobierno no entrega los contratos directamente a las empresas, sino que primero los da a ocho universidades públicas y éstas lo hacen llegar después a las empresas. Sólo por triangular los recursos, las universidades cobraron mil millones de pesos de “comisión”, aunque no hayan dado ningún servicio.

“Aquellos recursos deberían haber llegado a las familias con pobreza alimentaria que, desde abril de 2013, se unirían a la Cruzada contra el Hambre y cuyos hogares se encuentran en las zonas marginadas de 11 estados, entre ellos Campeche, Guerrero, Yucatán y Chiapas”., subrayaba el medio informativo.

La Estafa Maestra fue cometida desde la Sedesol, en la Sedatu, así como en Pemex y Banobras, según encontró la Auditoría Superior de la Federación (ASF). La huella era la misma, la de Rosario Robles y la de su equipo de colaboradores.

A pesar de las afirmaciones de Juan Manuel Portal, ex auditor superior de la Federación, y de las pruebas que presentó en su momento cuando era titular de dicha institución, que tanto ella como el propio Enrique Peña Nieto, incluso, el ex candidato presidencial José Antonio Meade, estaban enterados de los desvíos; Rosario una y otra vez negó tener responsabilidad.

Es claro que una estafa nadie la firma, por eso una y otra vez Rosario aseveraba que ella no había rubricado nada, mucho menos el Presidente de la República, aunque esto no los exime del delito.

Juan Manuel Portal ha subrayado que los documentos que entregó Rosario Robles —o su equipo— a la ASF para solventar las revisiones a la cuenta pública, no sirvieron para aclarar las irregularidades encontradas.

De igual forma, cuando Rosario Robles presidió el PRD tuvo que renunciar a éste porque la deuda de ese partido creció escandalosamente, además de ser acusada de “llevarse” 50 millones de pesos.

Antes y después en su historial punible, está “el cochinito” para financiar su campaña porque se soñaba candidata presidencial, las “licitaciones a modo” en favor de su pareja sentimental, el argentino, Carlos Ahumada; la contratación de camiones de valores para llevar 700 millones de pesos en efectivo a casas particulares, hasta llegar a la “Maestra de la Estafa”.

Como aquel que grita “Al ladrón, al ladrón…”, para distraer la atención sobre su persona después de robarse la cartera de un pasajero, Rosario se victimiza. Se ha declarado una perseguida política, pero su problema es que nadie cree que sea una “chiva expiatoria”.

Repite una y otra vez la misma letanía “Al ladrón, al ladrón…” para tratar de hacer creer, no sé a quién, que las acusaciones en su contra son producto de una venganza de sus enemigos políticos.

Ella misma es quien mejor conoce sus culpas y pecados, por lo que, para intentar “salvarse”, afirma ser víctima de una venganza. Buena parte de su estrategia legal se centra en una defensa mediática, en la que sus representantes, Julio Hernández Barros y Xavier Olea, van a todos los medios de comunicación que los invitan y repiten que su clienta “es una presa política”.

En una comparecencia con diputados federales, Rosario Robles, cuando le exigían explicar los desvíos en la Sedesol y la Sedatu, respondió que estaba enfrentando ataques en su contra producto de la “violencia política de género”. La ex funcionaria del gobierno de Peña Nieto buscaba generar un clima en la opinión pública a su favor, pero efectivamente “la condición de género no nos exime [a las mujeres] de asumir nuestras responsabilidades en el cargo público y de ser señaladas por actos de corrupción”, como se le respondió en aquel momento.

Más aún, como ha reconocido la misma Comisión Nacional de Derechos Humanos y grupos de activistas, su denuncia “no encaja con ninguna de las características para ser considerada violencia de género” y, mucho menos, una presa política.

Por ello, preocúpate, Rosario.

Diputada federal de Morena.

ÚLTIMASCOLUMNAS