/ miércoles 18 de marzo de 2020

Conversatorios mineros | El oro, el Covid y el protocolo perdido

Una pandemia. El argumento más recurrente de las películas de apocalipsis zombie. Narrativas fantásticas de seres no muertos, infectados por un virus son una exageración de lo posible, una alegoría de la sociedad actual ante una amenaza sin precedentes. Aquí lo tenemos, con un pie dentro de casa, el Covid-19 o coronavirus. Vamos de lo macro a lo micro y al final el repegón bien ganado que no puede faltar al gobierno federal.

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Esta semana el oro, fue prueba de que ante una amenaza desconocida, el mundo actual no sabe cómo reaccionar, y los mercados, controlados y estimulados por gente, con miedos y ambiciones también se vuelven locos. El manual dice que ante una crisis de este tipo el oro sube, es un valor refugio, que da certeza tangible, la sorpresa fue que tras alcanzar los $1,700 dólares la onza de oro el 8 de marzo, hace un par de días, el 16 le pegó a los $1,450, se movió 250 dólares en una semana, así reaccionaron inversionistas ante la incertidumbre del petróleo y la caída bursátil, vendiendo lingotes a lo bruto.

No los aburro más, la idea es que cuando los capitales observan a empresarios, estrellas de cine y atletas profesionales infectados, las reacciones son inciertas, la lógica dice que el oro volverá a subir… ¿o no? Pero todo esto que tiene que ver con mi Sonora querida y ese México donde retiembla en sus centros la tierra.

Pues que al moverse el oro se mueven los empleos en minería, puede haber más o menos trabajo, podemos tener nuevas inversiones o cancelar las que ya existen. En el campo de juego, ¿qué están haciendo las mineras con unidades de producción que concentran a miles de empleados? Pues mucho. Primero aclaremos que la naturaleza de la actividad en campo permite un gran control, operadores en lo individual pasan horas sin acercarse a otro compañero. Además por regla, las largas jornadas siempre han forzado a que personal de mina debe asistir a trabajar en perfecto estado de salud.

Dicho esto comento que las mineras del país sí están trabajando ante el Covid-19, coordinando horarios en comedores, generando brigadas pequeñas, valoradas por médicos antes del inicio del turno, cancelando viajes de supervisión y juntas, mientras en oficina están fomentando el trabajo a distancia. Aplaudo la campaña oportuna de la Amsac fomentando el cuidado de la salud, y espero que entiendan que los eventos gremiales, conferencias y expos deberán ser pospuestas hasta que existan condiciones.

Finalmente les comparto, recién crucé las fronteras de Chile y Argentina, en Chile al bajar del avión un grupo de enfermeras bien protegidas nos hicieron una valoración, me tomaron mis datos, signos y temperatura, después pasabas a migración. En Argentina me hicieron llenar un formulario y el agente de migración me preguntó ¿Tiene usted coronavirus?, le dije no y me selló el pasaporte. Regresé a México ayer, no me revisaron, ni me preguntaron absolutamente nada, nadie. Así las cosas en casita.

Una pandemia. El argumento más recurrente de las películas de apocalipsis zombie. Narrativas fantásticas de seres no muertos, infectados por un virus son una exageración de lo posible, una alegoría de la sociedad actual ante una amenaza sin precedentes. Aquí lo tenemos, con un pie dentro de casa, el Covid-19 o coronavirus. Vamos de lo macro a lo micro y al final el repegón bien ganado que no puede faltar al gobierno federal.

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Esta semana el oro, fue prueba de que ante una amenaza desconocida, el mundo actual no sabe cómo reaccionar, y los mercados, controlados y estimulados por gente, con miedos y ambiciones también se vuelven locos. El manual dice que ante una crisis de este tipo el oro sube, es un valor refugio, que da certeza tangible, la sorpresa fue que tras alcanzar los $1,700 dólares la onza de oro el 8 de marzo, hace un par de días, el 16 le pegó a los $1,450, se movió 250 dólares en una semana, así reaccionaron inversionistas ante la incertidumbre del petróleo y la caída bursátil, vendiendo lingotes a lo bruto.

No los aburro más, la idea es que cuando los capitales observan a empresarios, estrellas de cine y atletas profesionales infectados, las reacciones son inciertas, la lógica dice que el oro volverá a subir… ¿o no? Pero todo esto que tiene que ver con mi Sonora querida y ese México donde retiembla en sus centros la tierra.

Pues que al moverse el oro se mueven los empleos en minería, puede haber más o menos trabajo, podemos tener nuevas inversiones o cancelar las que ya existen. En el campo de juego, ¿qué están haciendo las mineras con unidades de producción que concentran a miles de empleados? Pues mucho. Primero aclaremos que la naturaleza de la actividad en campo permite un gran control, operadores en lo individual pasan horas sin acercarse a otro compañero. Además por regla, las largas jornadas siempre han forzado a que personal de mina debe asistir a trabajar en perfecto estado de salud.

Dicho esto comento que las mineras del país sí están trabajando ante el Covid-19, coordinando horarios en comedores, generando brigadas pequeñas, valoradas por médicos antes del inicio del turno, cancelando viajes de supervisión y juntas, mientras en oficina están fomentando el trabajo a distancia. Aplaudo la campaña oportuna de la Amsac fomentando el cuidado de la salud, y espero que entiendan que los eventos gremiales, conferencias y expos deberán ser pospuestas hasta que existan condiciones.

Finalmente les comparto, recién crucé las fronteras de Chile y Argentina, en Chile al bajar del avión un grupo de enfermeras bien protegidas nos hicieron una valoración, me tomaron mis datos, signos y temperatura, después pasabas a migración. En Argentina me hicieron llenar un formulario y el agente de migración me preguntó ¿Tiene usted coronavirus?, le dije no y me selló el pasaporte. Regresé a México ayer, no me revisaron, ni me preguntaron absolutamente nada, nadie. Así las cosas en casita.