/ miércoles 28 de octubre de 2020

Conversatorios mineros | Los negocios públicos  y el carbón

Las declaraciones recientes del presidente López Obrador invitan a la reflexión sobre una visión de Estado hacia el pasado, buscando otro México, uno que existió un siglo atrás, cuando el país desarrolló paraestatales y privilegió los negocios públicos. La diferencia es que entonces querían fomentar la llegada de los capitales privados que hoy no nos interesan.

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Qué miedo escuchar al Presidente con ese tono de desprecio, reproche, diría en ocasiones de coraje: "Los únicos negocios a los que se les debe dar toda la atención es a los negocios públicos, porque nosotros somos servidores públicos, el Gobierno no es un comité al servicio de grupos privados, particulares, de corporaciones, de bancos, de empresas, entonces ellos no aceptan esta nueva política y por eso, pues este tenemos protestas”, lo dijo en su mañanera el 22 de este mes.

Los negocios públicos “la nueva forma de hacer política” se remonta a 1926, cuando Plutarco Elías Calles, vio que llegábamos tarde a la industrialización y en una estrategia para atraer capital mercantil e industrial, inició con la creación de paraestatales, negocios públicos. La historia empieza con el Banco de Crédito Agrícola, el Banco Nacional de Irrigación y la Comisión Nacional de Caminos; en los 30 se creó la Compañía Nacional de Papel, Ferrocarriles Nacionales, el Banco Nacional Hipotecario, el Banco de Crédito Ejidal y las joyas de la corona hasta hoy vigentes Pemex y CFE, que en ambos casos tenían como misión dotar de combustible y energía a precios subsidiados a las nuevas empresas que se instalaran en el país y a la población en general, en ese entonces todo estaba funcionando, aunque spoiler alert, si no se dieron cuenta, todo se fue a la mierda.

El Gobierno mexicano dedicaba el 25% del gasto anual a las paraestatales, en los 40 y 50 ya tenía empresas de minería, siderurgia, bienes raíces y las nuevas Fonatur y Conasupo. Pero en los 60 sucedió la “Expansión No Planeada”, el Gobierno creó más “negocios públicos” comprando empresas en quiebra: envasadoras de mariscos, fábricas de textiles, ingenios azucareros, cigarreras y a partir de ese momento se evidenció que el Estado ya no podía ser empresa.

Llegaron a ser 1 mil 155 empresas paraestatales en México, hoy son 201, de las pocas redituables están Administración Portuaria Integral, grupos aeroportuarios y Exportadora de Sal. Desde 1983 el Gobierno de México aceptó el fin del modelo de paraestatales y empezó una liquidación y venta, Telmex, Altos Hornos de México, Mexicana de Aviación y Aeroméxico, entre las más conocidas.

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Hoy tenemos un gobierno que sigue viendo hacia el carbón, hacia las paraestatales. 10,425 millones de pesos se invertirán en plantas de CFE a base de carbón, mientras que el freno a la inversión en el sofisma de la energía renovable mantiene detenida una inversión de 100 mil millones de pesos de la española Iberdrola, pero ni esa derrama económica, ni el medio ambiente importan, sino la soberana opinión del Presidente. “¡Quieren hacer negocio!”, dice como si hacer negocios fuera malo, como si la única forma de hacer negocios que conociera fuera ilícita, habría que preguntarle a su hermano o a Bartlett, pero escuchar cómo desprecia a las empresas privadas no deja de inquietarme, ¿Qué tendrá en la cabeza? ¿carbón?

Las declaraciones recientes del presidente López Obrador invitan a la reflexión sobre una visión de Estado hacia el pasado, buscando otro México, uno que existió un siglo atrás, cuando el país desarrolló paraestatales y privilegió los negocios públicos. La diferencia es que entonces querían fomentar la llegada de los capitales privados que hoy no nos interesan.

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Qué miedo escuchar al Presidente con ese tono de desprecio, reproche, diría en ocasiones de coraje: "Los únicos negocios a los que se les debe dar toda la atención es a los negocios públicos, porque nosotros somos servidores públicos, el Gobierno no es un comité al servicio de grupos privados, particulares, de corporaciones, de bancos, de empresas, entonces ellos no aceptan esta nueva política y por eso, pues este tenemos protestas”, lo dijo en su mañanera el 22 de este mes.

Los negocios públicos “la nueva forma de hacer política” se remonta a 1926, cuando Plutarco Elías Calles, vio que llegábamos tarde a la industrialización y en una estrategia para atraer capital mercantil e industrial, inició con la creación de paraestatales, negocios públicos. La historia empieza con el Banco de Crédito Agrícola, el Banco Nacional de Irrigación y la Comisión Nacional de Caminos; en los 30 se creó la Compañía Nacional de Papel, Ferrocarriles Nacionales, el Banco Nacional Hipotecario, el Banco de Crédito Ejidal y las joyas de la corona hasta hoy vigentes Pemex y CFE, que en ambos casos tenían como misión dotar de combustible y energía a precios subsidiados a las nuevas empresas que se instalaran en el país y a la población en general, en ese entonces todo estaba funcionando, aunque spoiler alert, si no se dieron cuenta, todo se fue a la mierda.

El Gobierno mexicano dedicaba el 25% del gasto anual a las paraestatales, en los 40 y 50 ya tenía empresas de minería, siderurgia, bienes raíces y las nuevas Fonatur y Conasupo. Pero en los 60 sucedió la “Expansión No Planeada”, el Gobierno creó más “negocios públicos” comprando empresas en quiebra: envasadoras de mariscos, fábricas de textiles, ingenios azucareros, cigarreras y a partir de ese momento se evidenció que el Estado ya no podía ser empresa.

Llegaron a ser 1 mil 155 empresas paraestatales en México, hoy son 201, de las pocas redituables están Administración Portuaria Integral, grupos aeroportuarios y Exportadora de Sal. Desde 1983 el Gobierno de México aceptó el fin del modelo de paraestatales y empezó una liquidación y venta, Telmex, Altos Hornos de México, Mexicana de Aviación y Aeroméxico, entre las más conocidas.

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Hoy tenemos un gobierno que sigue viendo hacia el carbón, hacia las paraestatales. 10,425 millones de pesos se invertirán en plantas de CFE a base de carbón, mientras que el freno a la inversión en el sofisma de la energía renovable mantiene detenida una inversión de 100 mil millones de pesos de la española Iberdrola, pero ni esa derrama económica, ni el medio ambiente importan, sino la soberana opinión del Presidente. “¡Quieren hacer negocio!”, dice como si hacer negocios fuera malo, como si la única forma de hacer negocios que conociera fuera ilícita, habría que preguntarle a su hermano o a Bartlett, pero escuchar cómo desprecia a las empresas privadas no deja de inquietarme, ¿Qué tendrá en la cabeza? ¿carbón?