/ miércoles 22 de septiembre de 2021

Conversatorios mineros | Minas, cámara y acción

Combinamos una estrella de cine y un guión sobre una minera corrupta en Canadá, le agregamos lagos congelados, trailers y un sicario. Como resultado tenemos The Ice Roads, un ejemplo más de películas de Hollywood que de forma gratuita desprestigian a los mineros. Tristemente esta entretenida.

Por esta vez seremos columna de cine, total las redes sociales están llenas de críticos que nadie pidió. Los ejemplos de películas con una agenda política son muchísimos, algunas más sutiles que otras logran sembrar un mensaje, de cierta forma en The Ice Roads, ahora en cartelera, podemos ver algo así, donde a la mayoría del público le quedará “claro” que la trama se desata por la avaricia de unos mineros, pero a cualquiera con un poquito de conocimientos del tema, les es evidente que no tiene lógica.

En una mina de diamantes en la provincia de Manitoba en Canadá explota un túnel por la presencia de gas, quedan atrapados 26 obreros con oxígeno para 30 horas, ellos revelan que tenían apagados sus sensores de gas porque el gerente de la mina así lo ordenaba a cambio de 100 dólares al mes por debajo del agua. Resulta que el gerente de la mina y el administrador eran efectivamente los responsables, pero nunca se sabe ¿cómo se enriquecían? o ¿Qué ganaban? O sea, sí había detectores de gas, nomás no los prendían, ¿Cómo capitalizaban eso los dos funcionarios de una mina?, nada de eso se explica nunca en la película.

La aseguradora de la minera y el Gobierno de Canadá se ponen las pilas y compran tres cabezales enormes para perforar la mina y sacar a la gente, sólo necesitaban uno, pero mandan tres por sí las dudas. El problema es que cada broca gigante pesaba 30 toneladas y estaban en una ciudad a cientos de kilómetros de la mina y únicamente se podía llegar por tierra, atravesando lagos congelados en plena temporada de deshielo. Para esta misión contratan a tres traileros rifados, Liam Neeson (y su hermano), Laurence Fishburne y una morra nativa de la zona, cuyo hermano es uno de los mineros atrapados. Cuando el gerente de la mina se entera manda un sicario infiltrado para acompañar a los choferes ¡con la misión de matarlos!, ¡sí! matar a los choferes para evitar que salven a los mineros y que nunca se sepa que ellos les ordenaron apagar los sensores de gas. Resulta que el sicario tenía recursos ilimitados, otros compinches sicarios, camionetas y motos de nieve, sabotea dos trailers, mueren dos traileros, pero al final Liam Neeson logra llegar a la mina, sacan a los mineros y los responsables van a la cárcel.

La película fue grabada en la mina Ekati ubicada a 300 kilómetros al Norte de Yellowknife, Canadá, propiedad de Dominion Diamond Mines, en la zona existen otras dos minas de diamantes, Diavik de Río Tinto y Gahcho Kue de De Beers. Entre las tres operaciones han entregado recursos por 23 mil millones de dólares a las comunidades de la región, de eso no hay película, pero debería, lana hay, lo que falta es talento para comunicar.


Combinamos una estrella de cine y un guión sobre una minera corrupta en Canadá, le agregamos lagos congelados, trailers y un sicario. Como resultado tenemos The Ice Roads, un ejemplo más de películas de Hollywood que de forma gratuita desprestigian a los mineros. Tristemente esta entretenida.

Por esta vez seremos columna de cine, total las redes sociales están llenas de críticos que nadie pidió. Los ejemplos de películas con una agenda política son muchísimos, algunas más sutiles que otras logran sembrar un mensaje, de cierta forma en The Ice Roads, ahora en cartelera, podemos ver algo así, donde a la mayoría del público le quedará “claro” que la trama se desata por la avaricia de unos mineros, pero a cualquiera con un poquito de conocimientos del tema, les es evidente que no tiene lógica.

En una mina de diamantes en la provincia de Manitoba en Canadá explota un túnel por la presencia de gas, quedan atrapados 26 obreros con oxígeno para 30 horas, ellos revelan que tenían apagados sus sensores de gas porque el gerente de la mina así lo ordenaba a cambio de 100 dólares al mes por debajo del agua. Resulta que el gerente de la mina y el administrador eran efectivamente los responsables, pero nunca se sabe ¿cómo se enriquecían? o ¿Qué ganaban? O sea, sí había detectores de gas, nomás no los prendían, ¿Cómo capitalizaban eso los dos funcionarios de una mina?, nada de eso se explica nunca en la película.

La aseguradora de la minera y el Gobierno de Canadá se ponen las pilas y compran tres cabezales enormes para perforar la mina y sacar a la gente, sólo necesitaban uno, pero mandan tres por sí las dudas. El problema es que cada broca gigante pesaba 30 toneladas y estaban en una ciudad a cientos de kilómetros de la mina y únicamente se podía llegar por tierra, atravesando lagos congelados en plena temporada de deshielo. Para esta misión contratan a tres traileros rifados, Liam Neeson (y su hermano), Laurence Fishburne y una morra nativa de la zona, cuyo hermano es uno de los mineros atrapados. Cuando el gerente de la mina se entera manda un sicario infiltrado para acompañar a los choferes ¡con la misión de matarlos!, ¡sí! matar a los choferes para evitar que salven a los mineros y que nunca se sepa que ellos les ordenaron apagar los sensores de gas. Resulta que el sicario tenía recursos ilimitados, otros compinches sicarios, camionetas y motos de nieve, sabotea dos trailers, mueren dos traileros, pero al final Liam Neeson logra llegar a la mina, sacan a los mineros y los responsables van a la cárcel.

La película fue grabada en la mina Ekati ubicada a 300 kilómetros al Norte de Yellowknife, Canadá, propiedad de Dominion Diamond Mines, en la zona existen otras dos minas de diamantes, Diavik de Río Tinto y Gahcho Kue de De Beers. Entre las tres operaciones han entregado recursos por 23 mil millones de dólares a las comunidades de la región, de eso no hay película, pero debería, lana hay, lo que falta es talento para comunicar.