/ jueves 6 de junio de 2019

Cruzando líneas | Arizona y Sonora: ¿Amigos y rivales?



Arizona.- No es ninguna novedad que el presidente Donald Trump quiera imponer su voluntad a México. Lo ha hecho desde que estaba en campaña y en la Casa Blanca. Quiere que su vecino del Sur haga el trabajo sucio; demanda que pague por un muro que ya existe y exige que sortee a los migrantes que “merecen” llegar al Norte y que se quede con los que el magnate republicano podría considerar indeseables.

Lo quiere todo y lo quiere ya.

No es sorpresa.

Como hasta el momento sus discursos y ataques en las redes sociales no han tenido el efecto deseado, el presidente Trump decidió darle a México en donde más le duele: el dinero. Con la amenaza de imponer gradualmente aranceles punitivos a los productos mexicanos, empezando con el 5% y llegando hasta el 25, espera que su vecino solucione esa “crisis” fronteriza que, según el Ejecutivo, pone en jaque la seguridad de esta potencia mundial. Es decir, con un impuesto, el republicano da por terminada su luna de miel con el presidente mexicano, López Obrador. Había durado demasiado.

Pero esa ruptura también afecta el “coqueteo” entre Arizona y Sonora que, tras años de estira y afloja, por fin parecían reencontrarse en el mismo camino. ¿Por qué? Porque el gobernador de Arizona, Doug Ducey, decidió convertirse en el único mandatario estatal republicano y en el único gobernador fronterizo en apoyar esa medida. Es decir, se puso al servicio del Presidente y no del pueblo; todo, bajo el estandarte de la seguridad pública y la poca acción del Congreso.

Ducey está viviendo una doble moral política y económica. Por un lado habla de una “megarregión” Arizona-Sonora; por el otro, apoya los aranceles de Trump. Es decir, que si esto fuera un jardín de niños, Ducey sería el silencioso cómplice del acosador que le mete pie al niño más débil para que se caiga, y no es hasta que ve al verdugo alejarse, que se acerca a la víctima a ofrecerle una curita e intentar remendar el fregadazo. No. El silencio también es complicidad.

Quizá la política ha afectado su juicio como hombre de negocios. Ayudémosle a sacar cuentas.

La Cámara de Comercio de Arizona confirma que los mexicanos gastan en promedio 7.5 millones de dólares al día en el Estado. Esa cifra es muy similar a la que mostró un estudio de la Universidad de Arizona realizado en 2008. Han pasado 11 años y, a pesar de la devaluación del peso, los desacuerdos políticos, la recesión, la violencia, el obsoleto sistema de migración, la renegociación del Tratado de Libre Comercio y hasta los presidentes, México sigue siendo el principal socio comercial del “Estado del Gran Cañón”.

De acuerdo a una recopilación de ASU, el intercambio comercial de Arizona y Sonora ascendió a 15.5 mil millones de dólares en los últimos tres años; un crecimiento de 38% en comparación con 2008. Entre más dólares, más razones para mantener las buenas relaciones, ¿no?

En 2017, Arizona importó 7.9 mil millones de dólares en productos de México; exportó solo un poco menos, 7.6 mil millones. La mayor parte de las importaciones, el 27%, fueron productos agrícolas que siempre cruzan por el puerto de entrada Mariposa, en Nogales; de hecho, el 90% de las frutas y verduras que llegan a Estados Unidos, pasan por ahí.

Entonces, si el 10 de junio se empieza a cobrar ese 5% más a los productos de importación mexicanos, los consumidores arizonenses pagarían 452 millones de dólares más por los mismos insumos. Si el arancel sube hasta 25%, como es la propuesta para octubre, a los mismos contribuyentes se les pasaría la factura de 2.3 mil millones de dólares. ¡Qué capricho tan caro!

La postura de Ducey se contrapone a la salud económica del Estado que representa. Por más que se le busque, baja el cero y no toca. Pero ¿qué habrá detrás de ese apoyo incondicional? Quizá algo que valga mucho más que su relación con México.


Maritza L. Félix es una periodista, productora y escritora independiente galardonada con múltiples premios por sus trabajos de investigación periodística para prensa y televisión en México, Estados Unidos y Europa.



Arizona.- No es ninguna novedad que el presidente Donald Trump quiera imponer su voluntad a México. Lo ha hecho desde que estaba en campaña y en la Casa Blanca. Quiere que su vecino del Sur haga el trabajo sucio; demanda que pague por un muro que ya existe y exige que sortee a los migrantes que “merecen” llegar al Norte y que se quede con los que el magnate republicano podría considerar indeseables.

Lo quiere todo y lo quiere ya.

No es sorpresa.

Como hasta el momento sus discursos y ataques en las redes sociales no han tenido el efecto deseado, el presidente Trump decidió darle a México en donde más le duele: el dinero. Con la amenaza de imponer gradualmente aranceles punitivos a los productos mexicanos, empezando con el 5% y llegando hasta el 25, espera que su vecino solucione esa “crisis” fronteriza que, según el Ejecutivo, pone en jaque la seguridad de esta potencia mundial. Es decir, con un impuesto, el republicano da por terminada su luna de miel con el presidente mexicano, López Obrador. Había durado demasiado.

Pero esa ruptura también afecta el “coqueteo” entre Arizona y Sonora que, tras años de estira y afloja, por fin parecían reencontrarse en el mismo camino. ¿Por qué? Porque el gobernador de Arizona, Doug Ducey, decidió convertirse en el único mandatario estatal republicano y en el único gobernador fronterizo en apoyar esa medida. Es decir, se puso al servicio del Presidente y no del pueblo; todo, bajo el estandarte de la seguridad pública y la poca acción del Congreso.

Ducey está viviendo una doble moral política y económica. Por un lado habla de una “megarregión” Arizona-Sonora; por el otro, apoya los aranceles de Trump. Es decir, que si esto fuera un jardín de niños, Ducey sería el silencioso cómplice del acosador que le mete pie al niño más débil para que se caiga, y no es hasta que ve al verdugo alejarse, que se acerca a la víctima a ofrecerle una curita e intentar remendar el fregadazo. No. El silencio también es complicidad.

Quizá la política ha afectado su juicio como hombre de negocios. Ayudémosle a sacar cuentas.

La Cámara de Comercio de Arizona confirma que los mexicanos gastan en promedio 7.5 millones de dólares al día en el Estado. Esa cifra es muy similar a la que mostró un estudio de la Universidad de Arizona realizado en 2008. Han pasado 11 años y, a pesar de la devaluación del peso, los desacuerdos políticos, la recesión, la violencia, el obsoleto sistema de migración, la renegociación del Tratado de Libre Comercio y hasta los presidentes, México sigue siendo el principal socio comercial del “Estado del Gran Cañón”.

De acuerdo a una recopilación de ASU, el intercambio comercial de Arizona y Sonora ascendió a 15.5 mil millones de dólares en los últimos tres años; un crecimiento de 38% en comparación con 2008. Entre más dólares, más razones para mantener las buenas relaciones, ¿no?

En 2017, Arizona importó 7.9 mil millones de dólares en productos de México; exportó solo un poco menos, 7.6 mil millones. La mayor parte de las importaciones, el 27%, fueron productos agrícolas que siempre cruzan por el puerto de entrada Mariposa, en Nogales; de hecho, el 90% de las frutas y verduras que llegan a Estados Unidos, pasan por ahí.

Entonces, si el 10 de junio se empieza a cobrar ese 5% más a los productos de importación mexicanos, los consumidores arizonenses pagarían 452 millones de dólares más por los mismos insumos. Si el arancel sube hasta 25%, como es la propuesta para octubre, a los mismos contribuyentes se les pasaría la factura de 2.3 mil millones de dólares. ¡Qué capricho tan caro!

La postura de Ducey se contrapone a la salud económica del Estado que representa. Por más que se le busque, baja el cero y no toca. Pero ¿qué habrá detrás de ese apoyo incondicional? Quizá algo que valga mucho más que su relación con México.


Maritza L. Félix es una periodista, productora y escritora independiente galardonada con múltiples premios por sus trabajos de investigación periodística para prensa y televisión en México, Estados Unidos y Europa.