/ jueves 18 de julio de 2019

Cruzando líneas | Asilo: La medalla del sufrimiento

Arizona.- Asilo: Lugar inviolable. Refugio: Acogida, amparo. Dos palabras con la misma definición, pero con millones de facciones que les dan otro significado: Desesperación. Cuando uno tiene miedo, no hay lugar seguro. Cuando uno escapa, lo persiguen los recuerdos. Cuando uno tiembla, la necesidad se cuela. Cuando uno llega, la realidad lo devuelve. Estados Unidos ha cerrado las puertas; aquí, los perseguidos no son ya bienvenidos.

Miles de centroamericanos están varados en México con la esperanza de cruzar a Estados Unidos por lo derecho. Se amontonan en albergues y garitas. Esperan, porque no les queda de otra. Aguardan por algo que hoy pareciera inalcanzable. “Si hubiera pasado ayer”, piensan; ahora ya es tarde: ¡Maldición! El Gobierno estadounidense ha “modificado” los términos del asilo; ahora, ser refugiado es casi un estatus social, un lujo o una medalla al sufrimiento.

Con las políticas nuevas, solo unos cuantos centroamericanos calificarían para obtener ese beneficio migratorio en la Unión Americana. Las regulaciones de la administración Trump han creado un purgatorio migrante y se llama México. Es decir, Centroamérica es el infierno y Estados Unidos, el cielo; los kilómetros en medio son el limbo, un lugar para purificarse antes de alcanzar la gloria, un sitio en el que se atrapan las almas de los migrantes buenos y malos que jamás llegarían al “sueño americano”.

De acuerdo a las reglas de asilo nuevas, los migrantes que hayan pasado por un tercer país en su camino a la frontera Sur de Estados Unidos ya no serían elegibles. Es decir, el solo hecho de pisar México, aunque sea una parada obligatoria, los descartaría. Una movida cruel, pero inteligente. Después de presionar a los mexicanos para frenar de tajo el cruce migratorio, ahora el presidente Trump los fuerza a quedarse con ellos.

México no es un aliado de esta regulación, a pesar de que sus ciudadanos no tendrían que enfrentarse a este proceso tan selectivo de extranjeros que buscan protección en territorio estadounidense; para ellos no hay punto medio, van directo. Pero que Trump no le ponga el blanco a su gente no representa, de ninguna manera, un triunfo. México no se salvó de pagarle aranceles al Gobierno de Estados Unidos; no lo quiere admitir, pero entrega tributo con intereses: la cuota no se paga con dólares, sino con familias centroamericanas migrantes.

El presidente Trump tiene colmillo. Dio el golpe bajo del asilo justo cuando la atención estaba centrada en la incertidumbre de las redadas.

La mera posibilidad de una operación policial masiva despertó el miedo, formó un caparazón y dejó que otras guardias se desarmaran. Los de adentro buscaban protección dejando a los de afuera a la buena de Dios. En ese descuido, Trump volvió a atacar. Lo hizo con todas las de la ley y sin necesitar al Congreso. Lo hizo con alevosía, como cuando quiere salirse con la suya. Lo logró, otra vez, pero por poco tiempo. Esperaba una demanda y llegó. Incluso así ganó votos y está un paso más cerca de la reelección. México le está ayudando a saborearse un segundo término. Astuto.

Maritza L. Félix es una periodista, productora y escritora independiente galardonada con más de 15 años de experiencia. Ha ganado múltiples premios por sus trabajos de investigación periodística para prensa y televisión en México, Estados Unidos y Europa.

Twitter: @MaritzaLFélix

Correo: maritzalizethfelix@gmail.com

Arizona.- Asilo: Lugar inviolable. Refugio: Acogida, amparo. Dos palabras con la misma definición, pero con millones de facciones que les dan otro significado: Desesperación. Cuando uno tiene miedo, no hay lugar seguro. Cuando uno escapa, lo persiguen los recuerdos. Cuando uno tiembla, la necesidad se cuela. Cuando uno llega, la realidad lo devuelve. Estados Unidos ha cerrado las puertas; aquí, los perseguidos no son ya bienvenidos.

Miles de centroamericanos están varados en México con la esperanza de cruzar a Estados Unidos por lo derecho. Se amontonan en albergues y garitas. Esperan, porque no les queda de otra. Aguardan por algo que hoy pareciera inalcanzable. “Si hubiera pasado ayer”, piensan; ahora ya es tarde: ¡Maldición! El Gobierno estadounidense ha “modificado” los términos del asilo; ahora, ser refugiado es casi un estatus social, un lujo o una medalla al sufrimiento.

Con las políticas nuevas, solo unos cuantos centroamericanos calificarían para obtener ese beneficio migratorio en la Unión Americana. Las regulaciones de la administración Trump han creado un purgatorio migrante y se llama México. Es decir, Centroamérica es el infierno y Estados Unidos, el cielo; los kilómetros en medio son el limbo, un lugar para purificarse antes de alcanzar la gloria, un sitio en el que se atrapan las almas de los migrantes buenos y malos que jamás llegarían al “sueño americano”.

De acuerdo a las reglas de asilo nuevas, los migrantes que hayan pasado por un tercer país en su camino a la frontera Sur de Estados Unidos ya no serían elegibles. Es decir, el solo hecho de pisar México, aunque sea una parada obligatoria, los descartaría. Una movida cruel, pero inteligente. Después de presionar a los mexicanos para frenar de tajo el cruce migratorio, ahora el presidente Trump los fuerza a quedarse con ellos.

México no es un aliado de esta regulación, a pesar de que sus ciudadanos no tendrían que enfrentarse a este proceso tan selectivo de extranjeros que buscan protección en territorio estadounidense; para ellos no hay punto medio, van directo. Pero que Trump no le ponga el blanco a su gente no representa, de ninguna manera, un triunfo. México no se salvó de pagarle aranceles al Gobierno de Estados Unidos; no lo quiere admitir, pero entrega tributo con intereses: la cuota no se paga con dólares, sino con familias centroamericanas migrantes.

El presidente Trump tiene colmillo. Dio el golpe bajo del asilo justo cuando la atención estaba centrada en la incertidumbre de las redadas.

La mera posibilidad de una operación policial masiva despertó el miedo, formó un caparazón y dejó que otras guardias se desarmaran. Los de adentro buscaban protección dejando a los de afuera a la buena de Dios. En ese descuido, Trump volvió a atacar. Lo hizo con todas las de la ley y sin necesitar al Congreso. Lo hizo con alevosía, como cuando quiere salirse con la suya. Lo logró, otra vez, pero por poco tiempo. Esperaba una demanda y llegó. Incluso así ganó votos y está un paso más cerca de la reelección. México le está ayudando a saborearse un segundo término. Astuto.

Maritza L. Félix es una periodista, productora y escritora independiente galardonada con más de 15 años de experiencia. Ha ganado múltiples premios por sus trabajos de investigación periodística para prensa y televisión en México, Estados Unidos y Europa.

Twitter: @MaritzaLFélix

Correo: maritzalizethfelix@gmail.com