/ jueves 25 de octubre de 2018

Cruzando líneas | Blanco, el color de la educación en Estados Unidos

La disparidad étnica en la docencia determina el éxito profesional de las minorías, ¡comprobado!

Etnicidad y color: indispensables y en extremo polémicos. ¿Cuál es el problema? El daltonismo cultural en la sociedad estadounidense. Por ejemplo: Yo soy “hispana/latina” y “blanca”. ¿Blanca? Sí, blanca, aunque tengo la piel morena y los ojos color miel. Hay millones como yo: mestizos que se han atrevido a colarse en un mundo de rubios ojos azules a los que ven como iguales… lo somos.

Estos rasgos de ojos tapatíos y cejas pobladas, de bronceados hereditarios y piel correosa están cambiando el rostro de una nación que se resiste a perder su palidez; hay quienes piensan que su belleza está en la blancura, sin recordar que no hay luz sin sombra y que es el contraste, lo oscuro, lo que la moldea... es sentido común; lo debieron haber aprendido en la escuela, pero no, es ahí en donde está el problema.

En Estados Unidos hay una crisis de diversidad en los salones de clases. Hay una mayoría de minorías sentada en los pupitres que es aleccionada por maestros blancos con poca empatía cultural. Solo 18 de cada 100 maestros son considerados “de color”, ¡no alcanzan!

Esta escasez no debe ser tomada a la ligera, ya que repercute en la alta tasa de deserción escolar y determina el éxito académico de un estudiante para continuar con una preparación superior.

Si un niño se siente identificado con su profesor, las probabilidades de que continúe en la escuela es más alta; si un alumno aprende con empatía cultural, es posible que saque mejores notas. No es una fórmula complicada si se incluye al menos un maestro de su raza durante sus primeros años de formación.

Sin embargo, el sistema está creado para fomentar la disparidad étnica en los colegios. En los libros de texto falta color; en las aulas falta hablar más de un Gandhi, un Martin Luther King o un César Chávez; en el currículo se necesitan más de Frida Kahlo y Mandela; en el recreo se necesita alguien que sepa jugar “bebe leches” y la roña, que cante en inglés, español o coreano; en las actividades extracurriculares podría ofrecerse más mariachi y soul. Es decir, hace falta una conexión entre estudiante y maestro… por ahora, la desproporción es abismal.

Esta inequidad (que de por sí es palpable en los niveles sociales y económicos, sin dejar de lado migratorios) pone al estudiante de color en desventaja con los blancos, aunque ambos tengan la misma capacidad intelectual. El alumno de piel oscura tiene menos oportunidades desde que se inscribe en preescolar y ese rezago lo arrastra hasta la universidad, si es que llega.

Por esa desconexión es que no vemos a tantos latinos o asiáticos en puestos de poder; por eso hay menos afroamericanos liderando grandes empresas; por eso, los mejores escritorios los ocupan blancos, porque el sistema los ha empujado a la cima, mientras las minorías se quedaban en el camino.

Lo bueno es que así como el rostro de este país se está “bronceando”, muy pronto se irán pintado también los colores en los salones de clase. El mestizaje se abre camino en la docencia y con ello se refrenda el poder de un pueblo que ya no se deja encandilar por un color de piel. Así, señores, es como comienza el verdadero cambio.

Maritza L. Félix. Periodista, escritora y amante de las letras.

Twitter: @MaritzaLFelix

Correo: maritzalizethfelix@gmail.com

La disparidad étnica en la docencia determina el éxito profesional de las minorías, ¡comprobado!

Etnicidad y color: indispensables y en extremo polémicos. ¿Cuál es el problema? El daltonismo cultural en la sociedad estadounidense. Por ejemplo: Yo soy “hispana/latina” y “blanca”. ¿Blanca? Sí, blanca, aunque tengo la piel morena y los ojos color miel. Hay millones como yo: mestizos que se han atrevido a colarse en un mundo de rubios ojos azules a los que ven como iguales… lo somos.

Estos rasgos de ojos tapatíos y cejas pobladas, de bronceados hereditarios y piel correosa están cambiando el rostro de una nación que se resiste a perder su palidez; hay quienes piensan que su belleza está en la blancura, sin recordar que no hay luz sin sombra y que es el contraste, lo oscuro, lo que la moldea... es sentido común; lo debieron haber aprendido en la escuela, pero no, es ahí en donde está el problema.

En Estados Unidos hay una crisis de diversidad en los salones de clases. Hay una mayoría de minorías sentada en los pupitres que es aleccionada por maestros blancos con poca empatía cultural. Solo 18 de cada 100 maestros son considerados “de color”, ¡no alcanzan!

Esta escasez no debe ser tomada a la ligera, ya que repercute en la alta tasa de deserción escolar y determina el éxito académico de un estudiante para continuar con una preparación superior.

Si un niño se siente identificado con su profesor, las probabilidades de que continúe en la escuela es más alta; si un alumno aprende con empatía cultural, es posible que saque mejores notas. No es una fórmula complicada si se incluye al menos un maestro de su raza durante sus primeros años de formación.

Sin embargo, el sistema está creado para fomentar la disparidad étnica en los colegios. En los libros de texto falta color; en las aulas falta hablar más de un Gandhi, un Martin Luther King o un César Chávez; en el currículo se necesitan más de Frida Kahlo y Mandela; en el recreo se necesita alguien que sepa jugar “bebe leches” y la roña, que cante en inglés, español o coreano; en las actividades extracurriculares podría ofrecerse más mariachi y soul. Es decir, hace falta una conexión entre estudiante y maestro… por ahora, la desproporción es abismal.

Esta inequidad (que de por sí es palpable en los niveles sociales y económicos, sin dejar de lado migratorios) pone al estudiante de color en desventaja con los blancos, aunque ambos tengan la misma capacidad intelectual. El alumno de piel oscura tiene menos oportunidades desde que se inscribe en preescolar y ese rezago lo arrastra hasta la universidad, si es que llega.

Por esa desconexión es que no vemos a tantos latinos o asiáticos en puestos de poder; por eso hay menos afroamericanos liderando grandes empresas; por eso, los mejores escritorios los ocupan blancos, porque el sistema los ha empujado a la cima, mientras las minorías se quedaban en el camino.

Lo bueno es que así como el rostro de este país se está “bronceando”, muy pronto se irán pintado también los colores en los salones de clase. El mestizaje se abre camino en la docencia y con ello se refrenda el poder de un pueblo que ya no se deja encandilar por un color de piel. Así, señores, es como comienza el verdadero cambio.

Maritza L. Félix. Periodista, escritora y amante de las letras.

Twitter: @MaritzaLFelix

Correo: maritzalizethfelix@gmail.com