/ jueves 11 de agosto de 2022

Cruzando líneas | Calladito, ¿menos culpable?

Donald Trump nunca se ha ido. Dejó la Casa Blanca a fuerzas, pero sus tentáculos jamás dejaron de abrazar aquello con lo que se había engolosinado. Sus simpatizantes tampoco lo sueltan. Lo reviven en cada mitin, en las protestas, en candidaturas republicanas y hasta en las leyes que se promulgan y vetan en la Corte Suprema. Por un tiempo perdió tracción; el asalto al Capitolio tuvo una factura política, pero se aferró con uñas y dientes al poder. Le debían favores y se los cobró.

Hasta que lo llamaron a la Corte de Nueva York. Él, siempre altanero y opinador, se quedó sin palabras. Investigan si él o sus organizaciones engañaron a instituciones financieras para conseguir préstamos y otros beneficios. En la audiencia, se amparó en la quinta enmienda. Calladito, ¿menos culpable? Todo lo que diga o haga puede ser usado en su contra. No es una persecución política, es simplemente una consecuencia de sus excesos.

Por cuatro años gobernó Estados Unidos a teje y maneje. Se burló y se coló entre los recovecos de las lagunas legales del sistema. Dejó Washington, D.C. en medio del escándalo y la violencia. Trump ha sido astuto. Ha sabido burlarse de la justicia; el juicio por desacato, el asalto al Capitolio, una acusación tras otra por delitos sexuales o sus relaciones turbias con Rusia, son ejemplos.

Sin embargo, esta semana no solo fue a corte en Nueva York; unos días antes, el FBI allanó su vivienda de Mar-a-Lago, en Florida. Fue una redada en la que ni siquiera sus influencias valieron. Se indignó; despotricó en las redes sociales. Hizo un llamado a la unión republicana y conservadora… y parece que sirvió. Recargó sus cartuchos políticos.

El operativo en la residencia de Florida no es la primera ni última investigación a Trump. Se sospecha de mal manejo de información confidencial, luego de que se llevara archivos de la Casa Blanca a su casa.

Otra de las pesquisas en curso la realiza el Departamento de Justicia por el asalto al Capitolio el 6 de enero de 2021, aquí también se engloban los insistentes intentos de revertir el resultado de las elecciones de 2020.

En Georgia lo investigan por exigirle al secretario de Estado que “encontrara” los votos necesarios para asegurar su triunfo. Y en Nueva York tiene una demanda civil, la que lo dejó en silencio para evitar esta “cacería” de la que dice que está siendo víctima.

Para el ex presidente, esta es la manera de las autoridades de truncar sus aspiraciones para la contienda de 2024. Su poder político sigue casi intacto en el Partido Republicano y, al menos en Arizona, los candidatos a los que respaldó con los que lideraron la mayoría de las votaciones en la primaria.

Aquellos que no simpatizaban con él en las filas de su partido se han unido en solidaridad. Son todos contra los que consideran ser ataques demócratas. Sienten que, si sueltan a Trump en este momento, quedan vulnerables a más actos de oposición judiciales y eso no lo pueden permitir, no con las elecciones de medio término tan cerca ni con el deseo de recuperar la Casa Blanca.


Donald Trump nunca se ha ido. Dejó la Casa Blanca a fuerzas, pero sus tentáculos jamás dejaron de abrazar aquello con lo que se había engolosinado. Sus simpatizantes tampoco lo sueltan. Lo reviven en cada mitin, en las protestas, en candidaturas republicanas y hasta en las leyes que se promulgan y vetan en la Corte Suprema. Por un tiempo perdió tracción; el asalto al Capitolio tuvo una factura política, pero se aferró con uñas y dientes al poder. Le debían favores y se los cobró.

Hasta que lo llamaron a la Corte de Nueva York. Él, siempre altanero y opinador, se quedó sin palabras. Investigan si él o sus organizaciones engañaron a instituciones financieras para conseguir préstamos y otros beneficios. En la audiencia, se amparó en la quinta enmienda. Calladito, ¿menos culpable? Todo lo que diga o haga puede ser usado en su contra. No es una persecución política, es simplemente una consecuencia de sus excesos.

Por cuatro años gobernó Estados Unidos a teje y maneje. Se burló y se coló entre los recovecos de las lagunas legales del sistema. Dejó Washington, D.C. en medio del escándalo y la violencia. Trump ha sido astuto. Ha sabido burlarse de la justicia; el juicio por desacato, el asalto al Capitolio, una acusación tras otra por delitos sexuales o sus relaciones turbias con Rusia, son ejemplos.

Sin embargo, esta semana no solo fue a corte en Nueva York; unos días antes, el FBI allanó su vivienda de Mar-a-Lago, en Florida. Fue una redada en la que ni siquiera sus influencias valieron. Se indignó; despotricó en las redes sociales. Hizo un llamado a la unión republicana y conservadora… y parece que sirvió. Recargó sus cartuchos políticos.

El operativo en la residencia de Florida no es la primera ni última investigación a Trump. Se sospecha de mal manejo de información confidencial, luego de que se llevara archivos de la Casa Blanca a su casa.

Otra de las pesquisas en curso la realiza el Departamento de Justicia por el asalto al Capitolio el 6 de enero de 2021, aquí también se engloban los insistentes intentos de revertir el resultado de las elecciones de 2020.

En Georgia lo investigan por exigirle al secretario de Estado que “encontrara” los votos necesarios para asegurar su triunfo. Y en Nueva York tiene una demanda civil, la que lo dejó en silencio para evitar esta “cacería” de la que dice que está siendo víctima.

Para el ex presidente, esta es la manera de las autoridades de truncar sus aspiraciones para la contienda de 2024. Su poder político sigue casi intacto en el Partido Republicano y, al menos en Arizona, los candidatos a los que respaldó con los que lideraron la mayoría de las votaciones en la primaria.

Aquellos que no simpatizaban con él en las filas de su partido se han unido en solidaridad. Son todos contra los que consideran ser ataques demócratas. Sienten que, si sueltan a Trump en este momento, quedan vulnerables a más actos de oposición judiciales y eso no lo pueden permitir, no con las elecciones de medio término tan cerca ni con el deseo de recuperar la Casa Blanca.