/ jueves 16 de junio de 2022

Cruzando líneas | El llamado de la naturaleza

PUYO, ECUADOR.- Dejé el desierto por una semana para adentrarme en la Amazonía y sus contrastes. Apagué el ordenador y dejé que la lluvia constante me lavara la constante culpa que conlleva la desconexión. Sí, viajé al corazón de Ecuador por trabajo, pero esta vez sería diferente. La misión era escuchar a la naturaleza y allá, en medio de la selva, eché raíces.

Acudí a la “Primera cumbre amazónica de periodismo y cambio climático”. Era la única mexicana, fronteriza, que no vive cubriendo el medio ambiente… la única que no pensó estar ahí y al final descubrió que era justo en ese lugar donde debía estar. Extraña la vida y la manera sutil de tomarnos de la mano.

Amanecer en la Amazonía ecuatoriana despertó mi curiosidad. Escuché a colegas peruanos que han develado historias de corrupción y poder; periodistas colombianos que realizan investigaciones exhaustivas de medio ambiente, legislación y deforestación; reporteros ecuatorianos que se han convertido en sabuesos de la información para salvar lo que queda intacto de su tierra y sus etnias; charlé con venezolanos obligados a migrar por la violencia y el cambio climático. Todos distintos y a la vez con el mismo sentido.

Cuando me invitaron a participar en el evento me pregunté qué haría una periodista independiente, comunitaria y migrante como yo en una cumbre que se sentía tan alejada de casa. Pero era necesaria esa mirada de lejos, ajena y virgen. Charlamos de las muchas fronteras que burlamos de la migración y de los muros invisibles que edificamos… y de cómo la naturaleza intenta sanarnos.

Hablé de periodismo local y de nuevas tecnologías; debatimos la innovación en los medios de pocos recursos y mucha voluntad, y en el diálogo encontramos las coincidencias. También me sirvió de espejo.

Por años he estado enfocada en la cobertura migrante entre México y Estados Unidos. He estado tan adentrada con el fenómeno humano que me he olvidado de voltear a otro lado, allá donde la naturaleza nos grita que la escuchemos. Damos por sentado que la tierra estará ahí sosteniéndonos a pesar de todo, incluso de nosotros.

Sentí mis pies mojados por el lodo, los ríos y la lluvia que no dan tregua en la Amazonía y recordé lo árido que es el terreno en el que doy los pasos, la sequía, la lucha por el agua, los saguaros agonizantes y la calidad del aire. Tanto por contar. Quizá esta pluma empiece a hacerlo.

PUYO, ECUADOR.- Dejé el desierto por una semana para adentrarme en la Amazonía y sus contrastes. Apagué el ordenador y dejé que la lluvia constante me lavara la constante culpa que conlleva la desconexión. Sí, viajé al corazón de Ecuador por trabajo, pero esta vez sería diferente. La misión era escuchar a la naturaleza y allá, en medio de la selva, eché raíces.

Acudí a la “Primera cumbre amazónica de periodismo y cambio climático”. Era la única mexicana, fronteriza, que no vive cubriendo el medio ambiente… la única que no pensó estar ahí y al final descubrió que era justo en ese lugar donde debía estar. Extraña la vida y la manera sutil de tomarnos de la mano.

Amanecer en la Amazonía ecuatoriana despertó mi curiosidad. Escuché a colegas peruanos que han develado historias de corrupción y poder; periodistas colombianos que realizan investigaciones exhaustivas de medio ambiente, legislación y deforestación; reporteros ecuatorianos que se han convertido en sabuesos de la información para salvar lo que queda intacto de su tierra y sus etnias; charlé con venezolanos obligados a migrar por la violencia y el cambio climático. Todos distintos y a la vez con el mismo sentido.

Cuando me invitaron a participar en el evento me pregunté qué haría una periodista independiente, comunitaria y migrante como yo en una cumbre que se sentía tan alejada de casa. Pero era necesaria esa mirada de lejos, ajena y virgen. Charlamos de las muchas fronteras que burlamos de la migración y de los muros invisibles que edificamos… y de cómo la naturaleza intenta sanarnos.

Hablé de periodismo local y de nuevas tecnologías; debatimos la innovación en los medios de pocos recursos y mucha voluntad, y en el diálogo encontramos las coincidencias. También me sirvió de espejo.

Por años he estado enfocada en la cobertura migrante entre México y Estados Unidos. He estado tan adentrada con el fenómeno humano que me he olvidado de voltear a otro lado, allá donde la naturaleza nos grita que la escuchemos. Damos por sentado que la tierra estará ahí sosteniéndonos a pesar de todo, incluso de nosotros.

Sentí mis pies mojados por el lodo, los ríos y la lluvia que no dan tregua en la Amazonía y recordé lo árido que es el terreno en el que doy los pasos, la sequía, la lucha por el agua, los saguaros agonizantes y la calidad del aire. Tanto por contar. Quizá esta pluma empiece a hacerlo.