/ jueves 1 de noviembre de 2018

Cruzando líneas | Elecciones de medio término: El voto en familia

Texas.- Cuando Susana cruzó la frontera se despidió de Ciudad Juárez pensando que volvería pronto –como siempre– pero ya no pudo. La trajo una coyote que le advirtió que “la cosa se estaba poniendo dura” y quién sabe si se atrevería a volver a correr el riesgo.

No se la quiso jugar. Tenía dos hijos ciudadanos estadounidenses y muchas ganas de vivir al Norte del río que la separaba de su tierra. Allá nada la esperaba.

Ahora ve ese cerro del otro lado de la construcción del muro fronterizo y le tiembla el corazón. Aquí, El Paso; allá, Ciudad Juárez. Sí extraña, aunque le duela aceptarlo. Se aguanta las lágrimas y las ganas. Por más malos que sean los recuerdos de la miseria de sueldos en las maquiladoras, la violencia y las mujeres asesinadas, tiene ansias de volver. Se siente atrapada en su sueño americano ajeno. Tiene claustrofobia social. Es una víctima más de ese vacío que solo conocen los migrantes, los buenos y los malos, los de aquí y de allá… es una orfandad obligada por la necesidad.

Susana vive sin florecer, porque no ha tenido la oportunidad de echar raíces en esta tierra fértil que, para los que no tienen papeles, es más bien estéril.

Pero no se quiebra.

Labra campos para sus hijos, ya son tres. Ellos tienen los derechos que a ella le niega la clandestinidad. Uno de ellos, el mayor, Sebastián, ya puede votar… tiene 19 años y muchas razones para hacerlo.

Cuando Sebastián llenó la boleta su mamá estaba a su lado. Votaron juntos.

Votaron por los candidatos que les podrían devolver la esperanza de cruzar juntos la frontera como familia, sin miedo, con la posibilidad de volver a casa; votaron no solo por la incertidumbre migratoria, sino por las oportunidades educativas, por la posibilidad de trabajar y ahorrar, por vivir sin temor a la violencia… por su presente y el futuro.

Lo hicieron en plural, aunque el voto sea singular.

Votaron en familia, como otros miles de hogares que tienen estados migratorios mixtos en Texas.

Votaron varias generaciones en una.

Votaron porque los niños crecieron y se convirtieron en motor del cambio político y social de un país que se resiste abrazarlos.

Votaron porque son los primeros que pueden hacerlo.

Así se vota en Texas.

Las elecciones de medio término aquí y en todo el país estarán marcadas por las nuevas generaciones que por primera vez van a las urnas, como Sebastián.

Estos comicios son el reflejo de una realidad palpable: En Estados Unidos, los migrantes votan en familia, por ellos y por los suyos. Votan de uno en uno hasta que puedan votar todos.

Así somos los latinos.

Así son nuestros valores.

Así crecemos de este lado de la frontera.

Así se rescribe la historia que ahora tendrá que incluirlos.

Si así es ahora, las elecciones generales serán como en los viejos tiempos cuando jugábamos a la roña: Por mí y por todos mis amigos.

Maritza L. Félix. Periodista, escritora y amante de las letras.

Twitter: @maritzalfelix

Correo: maritzalizethfelix@gmail.com


Texas.- Cuando Susana cruzó la frontera se despidió de Ciudad Juárez pensando que volvería pronto –como siempre– pero ya no pudo. La trajo una coyote que le advirtió que “la cosa se estaba poniendo dura” y quién sabe si se atrevería a volver a correr el riesgo.

No se la quiso jugar. Tenía dos hijos ciudadanos estadounidenses y muchas ganas de vivir al Norte del río que la separaba de su tierra. Allá nada la esperaba.

Ahora ve ese cerro del otro lado de la construcción del muro fronterizo y le tiembla el corazón. Aquí, El Paso; allá, Ciudad Juárez. Sí extraña, aunque le duela aceptarlo. Se aguanta las lágrimas y las ganas. Por más malos que sean los recuerdos de la miseria de sueldos en las maquiladoras, la violencia y las mujeres asesinadas, tiene ansias de volver. Se siente atrapada en su sueño americano ajeno. Tiene claustrofobia social. Es una víctima más de ese vacío que solo conocen los migrantes, los buenos y los malos, los de aquí y de allá… es una orfandad obligada por la necesidad.

Susana vive sin florecer, porque no ha tenido la oportunidad de echar raíces en esta tierra fértil que, para los que no tienen papeles, es más bien estéril.

Pero no se quiebra.

Labra campos para sus hijos, ya son tres. Ellos tienen los derechos que a ella le niega la clandestinidad. Uno de ellos, el mayor, Sebastián, ya puede votar… tiene 19 años y muchas razones para hacerlo.

Cuando Sebastián llenó la boleta su mamá estaba a su lado. Votaron juntos.

Votaron por los candidatos que les podrían devolver la esperanza de cruzar juntos la frontera como familia, sin miedo, con la posibilidad de volver a casa; votaron no solo por la incertidumbre migratoria, sino por las oportunidades educativas, por la posibilidad de trabajar y ahorrar, por vivir sin temor a la violencia… por su presente y el futuro.

Lo hicieron en plural, aunque el voto sea singular.

Votaron en familia, como otros miles de hogares que tienen estados migratorios mixtos en Texas.

Votaron varias generaciones en una.

Votaron porque los niños crecieron y se convirtieron en motor del cambio político y social de un país que se resiste abrazarlos.

Votaron porque son los primeros que pueden hacerlo.

Así se vota en Texas.

Las elecciones de medio término aquí y en todo el país estarán marcadas por las nuevas generaciones que por primera vez van a las urnas, como Sebastián.

Estos comicios son el reflejo de una realidad palpable: En Estados Unidos, los migrantes votan en familia, por ellos y por los suyos. Votan de uno en uno hasta que puedan votar todos.

Así somos los latinos.

Así son nuestros valores.

Así crecemos de este lado de la frontera.

Así se rescribe la historia que ahora tendrá que incluirlos.

Si así es ahora, las elecciones generales serán como en los viejos tiempos cuando jugábamos a la roña: Por mí y por todos mis amigos.

Maritza L. Félix. Periodista, escritora y amante de las letras.

Twitter: @maritzalfelix

Correo: maritzalizethfelix@gmail.com