/ jueves 15 de noviembre de 2018

Cruzando líneas | Histórico: Arizona se pinta de morado

Arizona.- Morado; sí, Arizona es púrpura. El Estado que solía ser por tradición republicano por primera vez ha votado a favor de una mujer demócrata para el Senado federal. Histórico, no hay otra forma de describirlo.

Si los conservadores se hacen de oídos sordos, el electorado ya no está dispuesto a hacerse de la vista gorda. Esta fue la primera sacudida, el terremoto político se podría sentir en las elecciones generales de 2020.

Con una diferencia porcentual mínima –aunque socialmente gigantesca–, Kyrsten Sinema logró lo que ninguna funcionaria había hecho antes: Convertirse en la primera senadora federal por Arizona, a pesar de ser mujer y demócrata. Su triunfo manda un mensaje: Los dinosaurios políticos están muriendo, los ultraconservadores están pasados de moda y las minorías ya tienen un voto; ya no se puede tomar a ningún elector por sentado.

Pero el triunfo de Sinema no se da de la noche a la mañana. Fue una estratega astuta. Como legisladora estatal fue progresista; como congresista federal, más moderada en sus posturas. Como un simple ejemplo: fue una de las pocas demócratas que votó a favor de endurecer las leyes en contra de los migrantes criminales, restringir el acceso a algunos extranjeros que buscan refugio en los Estados Unidos y apoyó las tácticas de las autoridades migratorias de ICE; al mismo tiempo condenó los abusos del entonces sheriff del Condado Maricopa, Joe Arpaio, defendió las causas de los veteranos y se inmiscuyó en los escabrosos asuntos de la cobertura médica para familias de bajos recursos. Sinema se convirtió en una demócrata de centro.

Ese equilibrio entre los conservadores y los liberales la favoreció.

Los republicanos hartos del circo de la administración presidencial actual decidieron a apostar por ella; Donald Trump le había dado su respaldo a la otra candidata, Martha McSally, quien con sus propuestas radicales había incluso logrado derrotar al polémico Joe Arpaio, y eso la perjudicó; la nueva generación no quiso más de lo mismo.

Los independientes, que siempre se han caracterizado por buscar el punto medio, también la escogieron como el menor de los males. Muchos de ellos votaron por un gobernador republicano, pero una senadora demócrata. Hicieron lo que hacen los votantes informados: escoger al candidato y no al partido. Los independientes entendieron hace varias elecciones que una afiliación promueve un voto ciego, no consensuado, y ahora marcan tendencias con su revolución electoral.

Los demócratas votaron por Sinema por la lealtad al partido, a pesar de algunas desavenencias ideológicas. La escogieron porque era su oportunidad de recuperar un asiento en el Senado y de comenzar a cambiar el color de Arizona. Votaron por ella en el 2018 con miras a un 2020 más azul. Acertaron. Este es el principio del cambio.

Maritza L. Félix. Periodista, escritora y amante de las letras.

Correo: maritzalizethfelix@gmail.com

Twitter: @maritzalfelix


Arizona.- Morado; sí, Arizona es púrpura. El Estado que solía ser por tradición republicano por primera vez ha votado a favor de una mujer demócrata para el Senado federal. Histórico, no hay otra forma de describirlo.

Si los conservadores se hacen de oídos sordos, el electorado ya no está dispuesto a hacerse de la vista gorda. Esta fue la primera sacudida, el terremoto político se podría sentir en las elecciones generales de 2020.

Con una diferencia porcentual mínima –aunque socialmente gigantesca–, Kyrsten Sinema logró lo que ninguna funcionaria había hecho antes: Convertirse en la primera senadora federal por Arizona, a pesar de ser mujer y demócrata. Su triunfo manda un mensaje: Los dinosaurios políticos están muriendo, los ultraconservadores están pasados de moda y las minorías ya tienen un voto; ya no se puede tomar a ningún elector por sentado.

Pero el triunfo de Sinema no se da de la noche a la mañana. Fue una estratega astuta. Como legisladora estatal fue progresista; como congresista federal, más moderada en sus posturas. Como un simple ejemplo: fue una de las pocas demócratas que votó a favor de endurecer las leyes en contra de los migrantes criminales, restringir el acceso a algunos extranjeros que buscan refugio en los Estados Unidos y apoyó las tácticas de las autoridades migratorias de ICE; al mismo tiempo condenó los abusos del entonces sheriff del Condado Maricopa, Joe Arpaio, defendió las causas de los veteranos y se inmiscuyó en los escabrosos asuntos de la cobertura médica para familias de bajos recursos. Sinema se convirtió en una demócrata de centro.

Ese equilibrio entre los conservadores y los liberales la favoreció.

Los republicanos hartos del circo de la administración presidencial actual decidieron a apostar por ella; Donald Trump le había dado su respaldo a la otra candidata, Martha McSally, quien con sus propuestas radicales había incluso logrado derrotar al polémico Joe Arpaio, y eso la perjudicó; la nueva generación no quiso más de lo mismo.

Los independientes, que siempre se han caracterizado por buscar el punto medio, también la escogieron como el menor de los males. Muchos de ellos votaron por un gobernador republicano, pero una senadora demócrata. Hicieron lo que hacen los votantes informados: escoger al candidato y no al partido. Los independientes entendieron hace varias elecciones que una afiliación promueve un voto ciego, no consensuado, y ahora marcan tendencias con su revolución electoral.

Los demócratas votaron por Sinema por la lealtad al partido, a pesar de algunas desavenencias ideológicas. La escogieron porque era su oportunidad de recuperar un asiento en el Senado y de comenzar a cambiar el color de Arizona. Votaron por ella en el 2018 con miras a un 2020 más azul. Acertaron. Este es el principio del cambio.

Maritza L. Félix. Periodista, escritora y amante de las letras.

Correo: maritzalizethfelix@gmail.com

Twitter: @maritzalfelix