/ jueves 10 de diciembre de 2020

Cruzando líneas | La oscuridad de la pandemia

ARIZONA.- El primer caso de coronavirus en Arizona nos pasó de noche. Sí, fue noticia, pero no nos cimbró. Luego llegó el segundo, y todo sereno. En el tercero empezó la preocupación. Tardamos meses en reaccionar. Cuando el conteo de casos nuevos diarios apenas llegaba a los 100, el Estado ordenó la cuarentena, una que —para algunos— duró demasiado poco.

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El verano fue cruel; el otoño un poco más benévolo. Parecía que avanzábamos en la dirección correcta y con ello llegó la reactivación económica y el resurgimiento de la vida social. Fue muy rápido todo: un día cientos de casos y al siguiente miles. Los hoteles, restaurantes y centros nocturnos se pusieron al tope; el aeropuerto se llenó. Retrocedimos. Pareciera que esa pequeña tregua fue solo un paso atrás para agarrar vuelo. Aquí estamos rompiendo récords y llenando morgues y hospitales. Y esto no para.

Esta semana se reportaron más de 12 mil casos nuevos de coronavirus en un solo día en Arizona. Demasiados. Las muertes también sobrepasaron las cien en 24 horas. La poca preocupación por la pandemia y el hartazgo del aislamiento está pasando factura. Todavía falta contar los que se reportarán por el Día de Acción de Gracias, las posadas, las quinceañeras, las reuniones familiares y las celebraciones de Navidad y Año Nuevo.

Estamos viviendo lo más oscuro antes de amanecer y pareciera que deseamos prolongar la noche. La esperanza de una vacuna nos ha hecho descarados, pensamos que sería el remedio mágico a un virus que nos ha costado y quitado tanto. Pero no es así. En esto, como en tanto, nos falta mucho por aprender. No hay un antídoto ni una cura mágica. Nada nos devuelve a los muertos. Nada nos quita el miedo o la falta de él. No, no se ha acabado. No, nunca volverá a ser como antes.

Ha pasado casi un año desde que todo comenzó en Arizona. Cientos de negocios han tenido que cerrar y las bancarrotas aumentan según pasan los días, se extienden las restricciones fronterizas y se recrudece el invierno. No se ve la luz al final del túnel. La poca acción del Gobierno y la indiferencia social nos está costando caro. Esto es la vida real, donde las tretas políticas y las teorías de conspiración mutan y matan, quizá más que el mismo coronavirus.

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La pandemia nos marcará para siempre. La recordaremos incluso cuando salgamos de las sombras. Lo haremos por todo lo que tuvimos que sacrificar para vivir o por aquellos a los que sacrificamos por hacerlo, porque después de tanto ya deberíamos saber lo que cuesta una vida. Pero aun así nos tomamos de la mano y nos contagiamos, nos damos un abrazo mortal y nos besamos como si no importara el mundo o mañana. Y, dicen los expertos, que viene lo peor. ¿Estamos listos?

Maritza L. Félix es una periodista, productora y escritora independiente galardonada con múltiples premios por sus trabajos de investigación periodística para prensa y televisión en México, Estados Unidos y Europa.

ARIZONA.- El primer caso de coronavirus en Arizona nos pasó de noche. Sí, fue noticia, pero no nos cimbró. Luego llegó el segundo, y todo sereno. En el tercero empezó la preocupación. Tardamos meses en reaccionar. Cuando el conteo de casos nuevos diarios apenas llegaba a los 100, el Estado ordenó la cuarentena, una que —para algunos— duró demasiado poco.

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El verano fue cruel; el otoño un poco más benévolo. Parecía que avanzábamos en la dirección correcta y con ello llegó la reactivación económica y el resurgimiento de la vida social. Fue muy rápido todo: un día cientos de casos y al siguiente miles. Los hoteles, restaurantes y centros nocturnos se pusieron al tope; el aeropuerto se llenó. Retrocedimos. Pareciera que esa pequeña tregua fue solo un paso atrás para agarrar vuelo. Aquí estamos rompiendo récords y llenando morgues y hospitales. Y esto no para.

Esta semana se reportaron más de 12 mil casos nuevos de coronavirus en un solo día en Arizona. Demasiados. Las muertes también sobrepasaron las cien en 24 horas. La poca preocupación por la pandemia y el hartazgo del aislamiento está pasando factura. Todavía falta contar los que se reportarán por el Día de Acción de Gracias, las posadas, las quinceañeras, las reuniones familiares y las celebraciones de Navidad y Año Nuevo.

Estamos viviendo lo más oscuro antes de amanecer y pareciera que deseamos prolongar la noche. La esperanza de una vacuna nos ha hecho descarados, pensamos que sería el remedio mágico a un virus que nos ha costado y quitado tanto. Pero no es así. En esto, como en tanto, nos falta mucho por aprender. No hay un antídoto ni una cura mágica. Nada nos devuelve a los muertos. Nada nos quita el miedo o la falta de él. No, no se ha acabado. No, nunca volverá a ser como antes.

Ha pasado casi un año desde que todo comenzó en Arizona. Cientos de negocios han tenido que cerrar y las bancarrotas aumentan según pasan los días, se extienden las restricciones fronterizas y se recrudece el invierno. No se ve la luz al final del túnel. La poca acción del Gobierno y la indiferencia social nos está costando caro. Esto es la vida real, donde las tretas políticas y las teorías de conspiración mutan y matan, quizá más que el mismo coronavirus.

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La pandemia nos marcará para siempre. La recordaremos incluso cuando salgamos de las sombras. Lo haremos por todo lo que tuvimos que sacrificar para vivir o por aquellos a los que sacrificamos por hacerlo, porque después de tanto ya deberíamos saber lo que cuesta una vida. Pero aun así nos tomamos de la mano y nos contagiamos, nos damos un abrazo mortal y nos besamos como si no importara el mundo o mañana. Y, dicen los expertos, que viene lo peor. ¿Estamos listos?

Maritza L. Félix es una periodista, productora y escritora independiente galardonada con múltiples premios por sus trabajos de investigación periodística para prensa y televisión en México, Estados Unidos y Europa.