/ jueves 23 de mayo de 2019

Cruzando líneas | Las cruces de inmigración



Arizona.- No los mató el desierto ni el viaje ni el río; se les fue la vida cuando cruzaron la frontera y soltaron el cuerpo. Habían llegado al Norte; pensaron que lo peor ya había pasado y se entregaron. Ahí los halló la muerte: inocentes, curtidos, cansados, esperanzados… enfermos.

Los agentes de inmigración de Estados Unidos han tenido que cargar un ataúd tras otro. Van cinco desde diciembre. Todos guatemaltecos; todos menores. Aún portando su uniforme, los oficiales entregan los cuerpos fríos y se llevan las cruces en la conciencia. A esos niños no los mató el sueño americano; los traicionó el cuerpo, la pobreza y la negligencia.

La primera en morir fue Jakelin Caal Maquin, una niña de 7 años que dio su último suspiro en un hospital de El Paso a unas horas de estar en custodia de las autoridades. La causa de la defunción: Una infección bacteriana. La autopsia reveló que sus órganos fallaron por un “choque séptico”. Era 8 de diciembre; apenas habían pasado cinco días de su cumpleaños.

El segundo fue justo antes de Navidad, el 24 de diciembre, en Nuevo México. Felipe Gómez tenía fiebre y vómito; fue diagnosticado con resfriado común. Tras una corta hospitalización, le dieron el alta y una receta para antibióticos. Pero con el paso de las horas, el niño de 8 años empeoró. Según el médico forense, la influenza lo mató.

El tercero fue un adolescente de 16 años, Juan de León Gutiérrez. Cuentan que se aventuró a la peligrosa jornada desde Guatemala, a pesar de que los suyos le pidieron una y otra vez que no lo hiciera. Pero era terco y con la ayuda de un coyote cruzó las dos fronteras; estaba harto de matarse trabajando en su tierra para ganar solo cuatro dólares al día. Juan de León atravesó México acompañado de unas fuertes jaquecas que empeoraban con el paso del tiempo y al final lo mataron. De acuerdo a los médicos texanos, tenía una infección cerebral de la que no lo pudieron salvar. Era 30 de abril, irónicamente murió el “Día del Niño”.

El 14 de mayo se registró el cuarto caso. Un pequeño de 2 años y medio murió de neumonía en un hospital de Texas, luego de pasar semanas internado. Él y su mamá ingresaron a Estados Unidos a principios de abril y al poco a tiempo la salud del menor se deterioró; los agentes lo trasladaron al centro médico, del que no salió con vida.

Carlos Gregorio Hernández Vásquez fue el quinto. Tenía 16 años. El menor estaba en un centro de procesamiento en Texas cuando se sintió mal; una enfermera lo diagnosticó con influenza A y le recetó Tamiflú. Las autoridades lo aislaron. No evitó el contagio y tampoco mejoró; a unas horas de la consulta fue encontrado sin vida. La fecha de defunción: 20 de mayo de 2019.

¿Negligencia, mala suerte o destino? Impotencia e indignación. ¿A quién se le exige justicia?

Esto no es una corrida de toros y sí hay quinto malo. Cinco menores muertos en la custodia de las autoridades son demasiados. Han tenido que cerrar sus ojos para que un pueblo hipnotizado y manipulado por los embates políticos despierte. Estos niños son los mártires del derecho a migrar; para ellos, el sueño americano de sus padres se convirtió en su pase directo a la muerte.

Maritza L. Félix es una periodista, productora y escritora independiente galardonada con múltiples premios por sus trabajos de investigación periodística para prensa y televisión en México, Estados Unidos y Europa.

Twitter: @MaritzaLFélix

Correo: maritzalizethfelix@gmail.com



Arizona.- No los mató el desierto ni el viaje ni el río; se les fue la vida cuando cruzaron la frontera y soltaron el cuerpo. Habían llegado al Norte; pensaron que lo peor ya había pasado y se entregaron. Ahí los halló la muerte: inocentes, curtidos, cansados, esperanzados… enfermos.

Los agentes de inmigración de Estados Unidos han tenido que cargar un ataúd tras otro. Van cinco desde diciembre. Todos guatemaltecos; todos menores. Aún portando su uniforme, los oficiales entregan los cuerpos fríos y se llevan las cruces en la conciencia. A esos niños no los mató el sueño americano; los traicionó el cuerpo, la pobreza y la negligencia.

La primera en morir fue Jakelin Caal Maquin, una niña de 7 años que dio su último suspiro en un hospital de El Paso a unas horas de estar en custodia de las autoridades. La causa de la defunción: Una infección bacteriana. La autopsia reveló que sus órganos fallaron por un “choque séptico”. Era 8 de diciembre; apenas habían pasado cinco días de su cumpleaños.

El segundo fue justo antes de Navidad, el 24 de diciembre, en Nuevo México. Felipe Gómez tenía fiebre y vómito; fue diagnosticado con resfriado común. Tras una corta hospitalización, le dieron el alta y una receta para antibióticos. Pero con el paso de las horas, el niño de 8 años empeoró. Según el médico forense, la influenza lo mató.

El tercero fue un adolescente de 16 años, Juan de León Gutiérrez. Cuentan que se aventuró a la peligrosa jornada desde Guatemala, a pesar de que los suyos le pidieron una y otra vez que no lo hiciera. Pero era terco y con la ayuda de un coyote cruzó las dos fronteras; estaba harto de matarse trabajando en su tierra para ganar solo cuatro dólares al día. Juan de León atravesó México acompañado de unas fuertes jaquecas que empeoraban con el paso del tiempo y al final lo mataron. De acuerdo a los médicos texanos, tenía una infección cerebral de la que no lo pudieron salvar. Era 30 de abril, irónicamente murió el “Día del Niño”.

El 14 de mayo se registró el cuarto caso. Un pequeño de 2 años y medio murió de neumonía en un hospital de Texas, luego de pasar semanas internado. Él y su mamá ingresaron a Estados Unidos a principios de abril y al poco a tiempo la salud del menor se deterioró; los agentes lo trasladaron al centro médico, del que no salió con vida.

Carlos Gregorio Hernández Vásquez fue el quinto. Tenía 16 años. El menor estaba en un centro de procesamiento en Texas cuando se sintió mal; una enfermera lo diagnosticó con influenza A y le recetó Tamiflú. Las autoridades lo aislaron. No evitó el contagio y tampoco mejoró; a unas horas de la consulta fue encontrado sin vida. La fecha de defunción: 20 de mayo de 2019.

¿Negligencia, mala suerte o destino? Impotencia e indignación. ¿A quién se le exige justicia?

Esto no es una corrida de toros y sí hay quinto malo. Cinco menores muertos en la custodia de las autoridades son demasiados. Han tenido que cerrar sus ojos para que un pueblo hipnotizado y manipulado por los embates políticos despierte. Estos niños son los mártires del derecho a migrar; para ellos, el sueño americano de sus padres se convirtió en su pase directo a la muerte.

Maritza L. Félix es una periodista, productora y escritora independiente galardonada con múltiples premios por sus trabajos de investigación periodística para prensa y televisión en México, Estados Unidos y Europa.

Twitter: @MaritzaLFélix

Correo: maritzalizethfelix@gmail.com