/ jueves 17 de enero de 2019

Cruzando líneas | Las fronteras y sus túneles: coladores de la miseria humana

Arizona.- Por arriba, un muro las separa celoso como un engreído guardián que intenta proteger una frontera porosa en la que se cuelan hasta los sueños; por abajo, unos pasadizos que las conectan burlándose de las leyes y la política.

Son como el día y la noche. Son como un colador de la miseria humana o la afrenta humana a la que nadie soporta sostenerle la mirada. Son las ciudades que marcan la línea entre México y Estados Unidos: Son Nogales.

Allá, Sonora; aquí, Arizona. Allá, contraste; aquí, dinamita del miedo. En medio, la gente, el dinero, los recuerdos, las armas, el agua, las drogas, los amores y el comercio. Todo se mueve. Nunca para. Nadie detiene lo bueno; nadie frena lo malo. Es un ir y venir constante. Los Nogales son siempre como la moneda que se tira al aire: vuela, gira, sube y se suspende… nunca cae; no hay cara o cruz. Lo mismo que en todas las fronteras… solo que en esta, gana el descaro.

En menos de un mes se han encontrado tres túneles que conectan a los Nogales a pesar de las divisiones humanas. Tres pasadizos clandestinos que se suman a los más de 168 que las autoridades han encontrado en las últimas dos décadas en la frontera de México con Estados Unidos. Desde 1990 ha sido uno tras otro. En algunos hay drogas; en otros, humanos; en unos cuantos, armas, y en la gran mayoría, solo la evidencia de que no importa qué tan alto sea el muro, siempre habrá una manera de burlarlo en lo oscuro, en lo húmedo y rudimentario.

Mientras los agentes recorren los corredores clandestinos e intentan entender cómo pudieron escapar de todos los detectores profesionales, en Nueva York se libra un juicio en donde el más importante capo mexicano desvela que no es bajo tierra donde deben buscar los indicios el crimen, sino en las garitas –a todas horas–. El “señor de los túneles” no habla de una red subterránea, sino que le da luz a la enmarañada corrupción que se manifiesta sin pudor en las calles, en los puertos de entrada, en los negocios y en la diplomacia.

Lo mismo pasa en Washington. El Presidente tiene secuestrada a una administración, con el Congreso y el pueblo de rehén, para cumplir un capricho que trae en mente desde que estaba en campaña: El muro.

Donald Trump, el empresario, sabe cómo negociar, por las buenas o por las malas; está acostumbrado a salirse con la suya. Exige 5 mil 700 millones de dólares para construir esa barda tan gigante e impenetrable que –a su parecer– evitaría la nunca placentera visita del caballo de Troya. Pero si él edifica, siempre habrá quien cave; lo que está arriba, muy pocas veces asusta a los que están acostumbrados a moverse abajo. El cerco sería tan solo un costoso parche a la siempre sangrante herida de la inmigración.

Pero hoy, Trump está perdiendo.

Mientras el Gobierno para, los Nogales se siguen moviendo, por arriba y por abajo.

Nada detiene el bien; nada frena el mal. Y en este limbo en el que reina la confusión se empieza a gestar otra caravana. No, la migración tampoco para.

Maritza L. Félix. Periodista, escritora y amante de las letras.

Twitter: @MaritzaLFélix

Correo: maritzalizethfelix@gmail.com

Arizona.- Por arriba, un muro las separa celoso como un engreído guardián que intenta proteger una frontera porosa en la que se cuelan hasta los sueños; por abajo, unos pasadizos que las conectan burlándose de las leyes y la política.

Son como el día y la noche. Son como un colador de la miseria humana o la afrenta humana a la que nadie soporta sostenerle la mirada. Son las ciudades que marcan la línea entre México y Estados Unidos: Son Nogales.

Allá, Sonora; aquí, Arizona. Allá, contraste; aquí, dinamita del miedo. En medio, la gente, el dinero, los recuerdos, las armas, el agua, las drogas, los amores y el comercio. Todo se mueve. Nunca para. Nadie detiene lo bueno; nadie frena lo malo. Es un ir y venir constante. Los Nogales son siempre como la moneda que se tira al aire: vuela, gira, sube y se suspende… nunca cae; no hay cara o cruz. Lo mismo que en todas las fronteras… solo que en esta, gana el descaro.

En menos de un mes se han encontrado tres túneles que conectan a los Nogales a pesar de las divisiones humanas. Tres pasadizos clandestinos que se suman a los más de 168 que las autoridades han encontrado en las últimas dos décadas en la frontera de México con Estados Unidos. Desde 1990 ha sido uno tras otro. En algunos hay drogas; en otros, humanos; en unos cuantos, armas, y en la gran mayoría, solo la evidencia de que no importa qué tan alto sea el muro, siempre habrá una manera de burlarlo en lo oscuro, en lo húmedo y rudimentario.

Mientras los agentes recorren los corredores clandestinos e intentan entender cómo pudieron escapar de todos los detectores profesionales, en Nueva York se libra un juicio en donde el más importante capo mexicano desvela que no es bajo tierra donde deben buscar los indicios el crimen, sino en las garitas –a todas horas–. El “señor de los túneles” no habla de una red subterránea, sino que le da luz a la enmarañada corrupción que se manifiesta sin pudor en las calles, en los puertos de entrada, en los negocios y en la diplomacia.

Lo mismo pasa en Washington. El Presidente tiene secuestrada a una administración, con el Congreso y el pueblo de rehén, para cumplir un capricho que trae en mente desde que estaba en campaña: El muro.

Donald Trump, el empresario, sabe cómo negociar, por las buenas o por las malas; está acostumbrado a salirse con la suya. Exige 5 mil 700 millones de dólares para construir esa barda tan gigante e impenetrable que –a su parecer– evitaría la nunca placentera visita del caballo de Troya. Pero si él edifica, siempre habrá quien cave; lo que está arriba, muy pocas veces asusta a los que están acostumbrados a moverse abajo. El cerco sería tan solo un costoso parche a la siempre sangrante herida de la inmigración.

Pero hoy, Trump está perdiendo.

Mientras el Gobierno para, los Nogales se siguen moviendo, por arriba y por abajo.

Nada detiene el bien; nada frena el mal. Y en este limbo en el que reina la confusión se empieza a gestar otra caravana. No, la migración tampoco para.

Maritza L. Félix. Periodista, escritora y amante de las letras.

Twitter: @MaritzaLFélix

Correo: maritzalizethfelix@gmail.com