/ jueves 20 de septiembre de 2018

Cruzando líneas | Laura Esquivel: Con México como su hoja en blanco

Se parece mucho a Tita, aunque no lo reconozca en voz alta. A las dos les gusta la cocina; ambas hacen magia con las manos. Tita escribe recetas y Laura Esquivel, libros.

Ninguna le pertenece a la otra, aunque Esquivel la haya creado. Juntas son “Como agua para chocolate”; juntas son las mujeres que han desafiado los tradicionalismos mexicanos a través de los sentidos… una seduce paladares, la otra a la inteligencia. La diferencia es que Esquivel es de carne y hueso y Tita de meras letras y sueños.

Laura Esquivel es más descarada que su personaje, pero no en el sentido de la insolencia, sino en el atrevimiento. La escritora mexicana se mete en la cocina, sí, pero también en la política. Tuvo su primer hervor como diputada y está en espera de formar parte de la nueva administración presidencial en la Subsecretaría de Diversidad Cultural y Fomento a la Lectura. Su misión será que los mexicanos, dentro y fuera de su patria, puedan leer, para no “ler”. Qué atinada selección.

Esta mujer –que ha dedicado su vida a que los enunciados cobren vida–, sabe que México no es un país inculto ni de puras novelas. “En México, no es que se lea o se lea poco, lo que pasa es que leer es muy caro”, dijo en su reciente visita a Arizona. Ella sabe, porque lo ha vivido, que el problema es la mala distribución de la riqueza. La autora está consciente de que no podrá acabar con la pobreza económica, pero sí podría darle batalla a la intelectual, porque sabe que un libro es –como diría Stephen King– la magia más portátil que existe. Menos carteles, más bibliotecas; menos sicarios, más autores; menos extranjerismos, más patriotismo.

Esquivel se sentará ahora frente a la que quizá sea la hoja en blanco más difícil de llenar, porque la escribirá con tinta prestada e historias reales. Una cosa es imaginarse al México de sus libros y otro ese real que no se describe en los textos didácticos. Pero se siente segura, con los amaneceres de su lado. Sabe que escribir y cocinar son como un acto de amor puro y que siempre habrá lectores y comensales dispuestos a una aventura literaria o gastronómica. El chiste es encontrarle el punto. Tiene buen sazón, ya lo sabemos, nos lo contó Tita, pero ahora será cuestión de que no le racionen la sal.

Pero le gustan las hojas en blanco y por eso se metió a la cocina de Tita con su nueva trilogía; por eso se atreve a entrar de lleno en el gabinete de López Obrador; por eso lleva sus libros y letras al extranjero; por eso busca la eterna identidad cultural que da la memoria colectiva; por eso se admira de las nuevas generaciones chicanas surgidas de la necesidad de arte; por eso aplaude los movimientos de regeneración; por eso comparte su energía sin fronteras. Por eso… y porque amar escribiendo hace que le hierva la sangre y le den ganas de cocinar cosas grandes en la política, incluso con una pizca de mexicanidad en el exterior. Sí es tan atrevida que hasta podría dedicarle unas cuantas líneas al presidente Trump.

Quizá Tita le hubiera cocinado al polémico mandatario el mole o unas codornices en pétalos de rosa; tal vez hubiera sido más visceral. Pero Laura es más prudente: “Lo que a él le guste, con amor…”; por si algún día compartieran mesa. Y es que al final, Esquivel tiene razón: “Solo las ollas saben los hervores de su caldo”. Tal vez sea mejor no moverle mucho.

Correo: maritzalizethfelix@gmail.com Twitter: @MaritzaLFélix

Se parece mucho a Tita, aunque no lo reconozca en voz alta. A las dos les gusta la cocina; ambas hacen magia con las manos. Tita escribe recetas y Laura Esquivel, libros.

Ninguna le pertenece a la otra, aunque Esquivel la haya creado. Juntas son “Como agua para chocolate”; juntas son las mujeres que han desafiado los tradicionalismos mexicanos a través de los sentidos… una seduce paladares, la otra a la inteligencia. La diferencia es que Esquivel es de carne y hueso y Tita de meras letras y sueños.

Laura Esquivel es más descarada que su personaje, pero no en el sentido de la insolencia, sino en el atrevimiento. La escritora mexicana se mete en la cocina, sí, pero también en la política. Tuvo su primer hervor como diputada y está en espera de formar parte de la nueva administración presidencial en la Subsecretaría de Diversidad Cultural y Fomento a la Lectura. Su misión será que los mexicanos, dentro y fuera de su patria, puedan leer, para no “ler”. Qué atinada selección.

Esta mujer –que ha dedicado su vida a que los enunciados cobren vida–, sabe que México no es un país inculto ni de puras novelas. “En México, no es que se lea o se lea poco, lo que pasa es que leer es muy caro”, dijo en su reciente visita a Arizona. Ella sabe, porque lo ha vivido, que el problema es la mala distribución de la riqueza. La autora está consciente de que no podrá acabar con la pobreza económica, pero sí podría darle batalla a la intelectual, porque sabe que un libro es –como diría Stephen King– la magia más portátil que existe. Menos carteles, más bibliotecas; menos sicarios, más autores; menos extranjerismos, más patriotismo.

Esquivel se sentará ahora frente a la que quizá sea la hoja en blanco más difícil de llenar, porque la escribirá con tinta prestada e historias reales. Una cosa es imaginarse al México de sus libros y otro ese real que no se describe en los textos didácticos. Pero se siente segura, con los amaneceres de su lado. Sabe que escribir y cocinar son como un acto de amor puro y que siempre habrá lectores y comensales dispuestos a una aventura literaria o gastronómica. El chiste es encontrarle el punto. Tiene buen sazón, ya lo sabemos, nos lo contó Tita, pero ahora será cuestión de que no le racionen la sal.

Pero le gustan las hojas en blanco y por eso se metió a la cocina de Tita con su nueva trilogía; por eso se atreve a entrar de lleno en el gabinete de López Obrador; por eso lleva sus libros y letras al extranjero; por eso busca la eterna identidad cultural que da la memoria colectiva; por eso se admira de las nuevas generaciones chicanas surgidas de la necesidad de arte; por eso aplaude los movimientos de regeneración; por eso comparte su energía sin fronteras. Por eso… y porque amar escribiendo hace que le hierva la sangre y le den ganas de cocinar cosas grandes en la política, incluso con una pizca de mexicanidad en el exterior. Sí es tan atrevida que hasta podría dedicarle unas cuantas líneas al presidente Trump.

Quizá Tita le hubiera cocinado al polémico mandatario el mole o unas codornices en pétalos de rosa; tal vez hubiera sido más visceral. Pero Laura es más prudente: “Lo que a él le guste, con amor…”; por si algún día compartieran mesa. Y es que al final, Esquivel tiene razón: “Solo las ollas saben los hervores de su caldo”. Tal vez sea mejor no moverle mucho.

Correo: maritzalizethfelix@gmail.com Twitter: @MaritzaLFélix