/ jueves 29 de agosto de 2019

Cruzando líneas | Y volveré: Arpaio

Arizona.- El saco le cuelga de los hombros y hace que las mangas cubran esas manos que delatan tantas décadas ya andadas. Ha perdido peso y su piel se ve opaca. Sus ideas son más fuertes que su cuerpo. Se le notan los años, la desazón y la nostalgia. Quizá por eso vuelve; tal vez necesita portar el uniforme para sentirse vivo, como antes, como en sus buenos tiempos, como si no le hubieran arrebatado la gloria o los reflectores no se hubieran alejado. “Volveré”, prometió… y aquí está: sarcástico y decidido, como el Joe Arpaio de siempre.

Tiene más de 80 años y varios millones de dólares en la cuenta de campaña; está listo para volver al rodeo de las entrevistas, las urnas y las pancartas. Tiene un par de años saboreando el regreso; el retiro forzado no le sienta bien. Si gana la reelección para la Comisaría del Condado Maricopa, dice, regresará el tiempo: El autonombrado “sheriff más duro del Oeste” y la polémica Ciudad de las Carpas volverían de la mano.

Pero una cosa es la contienda… y otra la elección. Por un lado están las promesas y por el otro las consecuencias. Arpaio no se fue de la jefatura, lo sacaron… y con él todos los trapos sucios que se lavaban en oficinas, cárceles y comisarías. Si no hubiera sido por el perdón presidencial de Trump… ¡bueno, para qué especular!

Por eso el lanzamiento de su campaña resulta tan sorpresivo. Después de seis términos como sheriff, en el pleno auge del Partido Republicano, con Donald Trump electo como presidente, Arpaio fue ajusticiado por el electorado. Con votos, incluso los conservadores de hueso colorado, le dijeron ya no más… abusos de poder, perfil racial, demandas millonarias o impunidad. Lo dejaron solo, como si después de ser su ídolo se hubiera convertido en el apestado. Ellos, sus amigos, podrían aplaudirle la continua cacería de indocumentados, pero no el derroche de recursos públicos en demandas millonarias; la simpatía llega hasta donde se vacía el bolsillo… y más de 200 millones de dólares de fondos públicos son mucho dinero.

Aun así, Arpaio insistió. No se podía quedar de brazos cruzados. Sus primeras patadas de ahogado las gastó en su intento de mudarse a Washington como senador por Arizona; no logró sortear ni las primarias. Quizá en el 2018 no se dio cuenta que su época ya había pasado y su discurso, a pesar de estar muy alineado con el del Presidente, se escuchaba como letanía forzada.

Los uniformes de rayas, la comida vegetariana, la cárcel al aire libre, los artistas como voluntarios y los calzoncillos rosados ya no atraen votantes. Arpaio se está quedando sin dinosaurios políticos que respalden su campaña y quizá nadie le ha avisado. Dice que miles le han pedido que vuelva, pero hay otros miles que impedirán que lo haga. Los tiempos han cambiado.

En 1992, cuando contendió por primera vez, se convirtió en un huracán político. Era carismático, de carácter fuerte, experimentado y prometía solo ser sheriff por unos cuantos años… pero el tiempo y las elecciones pasaron y al sacar las cuentas fueron 24 años. Mucho tiempo. Del joven avasallador poco quedaba al final, quizá solo el ego y es ese el que hoy lo levanta.

Sin embargo, tanto con Donald Trump como con el mismo Arpaio nada se puede dar por sentado. Sus carreras políticas han sido de cierta manera impredecibles y no se puede descartar la posibilidad de que, a sus 87 años, ese polémico sheriff vuelva a mandar. Le quedan los millones recaudados y el beneficio de la duda.

Maritza L. Félix es una periodista, productora y escritora independiente galardonada con múltiples premios por sus trabajos de investigación periodística para prensa y televisión en México, Estados Unidos y Europa.

@MaritzaLFélix

maritzalizethfelix@gmail.com

Arizona.- El saco le cuelga de los hombros y hace que las mangas cubran esas manos que delatan tantas décadas ya andadas. Ha perdido peso y su piel se ve opaca. Sus ideas son más fuertes que su cuerpo. Se le notan los años, la desazón y la nostalgia. Quizá por eso vuelve; tal vez necesita portar el uniforme para sentirse vivo, como antes, como en sus buenos tiempos, como si no le hubieran arrebatado la gloria o los reflectores no se hubieran alejado. “Volveré”, prometió… y aquí está: sarcástico y decidido, como el Joe Arpaio de siempre.

Tiene más de 80 años y varios millones de dólares en la cuenta de campaña; está listo para volver al rodeo de las entrevistas, las urnas y las pancartas. Tiene un par de años saboreando el regreso; el retiro forzado no le sienta bien. Si gana la reelección para la Comisaría del Condado Maricopa, dice, regresará el tiempo: El autonombrado “sheriff más duro del Oeste” y la polémica Ciudad de las Carpas volverían de la mano.

Pero una cosa es la contienda… y otra la elección. Por un lado están las promesas y por el otro las consecuencias. Arpaio no se fue de la jefatura, lo sacaron… y con él todos los trapos sucios que se lavaban en oficinas, cárceles y comisarías. Si no hubiera sido por el perdón presidencial de Trump… ¡bueno, para qué especular!

Por eso el lanzamiento de su campaña resulta tan sorpresivo. Después de seis términos como sheriff, en el pleno auge del Partido Republicano, con Donald Trump electo como presidente, Arpaio fue ajusticiado por el electorado. Con votos, incluso los conservadores de hueso colorado, le dijeron ya no más… abusos de poder, perfil racial, demandas millonarias o impunidad. Lo dejaron solo, como si después de ser su ídolo se hubiera convertido en el apestado. Ellos, sus amigos, podrían aplaudirle la continua cacería de indocumentados, pero no el derroche de recursos públicos en demandas millonarias; la simpatía llega hasta donde se vacía el bolsillo… y más de 200 millones de dólares de fondos públicos son mucho dinero.

Aun así, Arpaio insistió. No se podía quedar de brazos cruzados. Sus primeras patadas de ahogado las gastó en su intento de mudarse a Washington como senador por Arizona; no logró sortear ni las primarias. Quizá en el 2018 no se dio cuenta que su época ya había pasado y su discurso, a pesar de estar muy alineado con el del Presidente, se escuchaba como letanía forzada.

Los uniformes de rayas, la comida vegetariana, la cárcel al aire libre, los artistas como voluntarios y los calzoncillos rosados ya no atraen votantes. Arpaio se está quedando sin dinosaurios políticos que respalden su campaña y quizá nadie le ha avisado. Dice que miles le han pedido que vuelva, pero hay otros miles que impedirán que lo haga. Los tiempos han cambiado.

En 1992, cuando contendió por primera vez, se convirtió en un huracán político. Era carismático, de carácter fuerte, experimentado y prometía solo ser sheriff por unos cuantos años… pero el tiempo y las elecciones pasaron y al sacar las cuentas fueron 24 años. Mucho tiempo. Del joven avasallador poco quedaba al final, quizá solo el ego y es ese el que hoy lo levanta.

Sin embargo, tanto con Donald Trump como con el mismo Arpaio nada se puede dar por sentado. Sus carreras políticas han sido de cierta manera impredecibles y no se puede descartar la posibilidad de que, a sus 87 años, ese polémico sheriff vuelva a mandar. Le quedan los millones recaudados y el beneficio de la duda.

Maritza L. Félix es una periodista, productora y escritora independiente galardonada con múltiples premios por sus trabajos de investigación periodística para prensa y televisión en México, Estados Unidos y Europa.

@MaritzaLFélix

maritzalizethfelix@gmail.com