Hay de días a días, y hay también días donde volteamos a ver a una persona en particular.
El calendario está lleno de días de celebración, de días dedicados a personas y situaciones, de días que nos hacen aplaudir, recordar.
Días que valen la pena y otros días que son producto del mercado duro y puro.
Pero hay un día que está sobre los otros días, es complejo permanecer indiferente, es casi imposible no tenerlo en cuenta por múltiples razones, tenemos que reconocer que sí, el mercado ha sabido aprovechar este sentimiento cultural profundo en los latinoamericanos, pero también es un día que evoca nuestro laberinto de la soledad, nuestro pasado, presente y futuro, nuestra compleja forma de ser y de entender.
Un día que tiene que ver con todo lo que somos, con todo lo que hacemos, sabemos y hacia dónde nos dirigimos, un día que recuerda que hay una persona que históricamente ha sido el gran cántaro de sentimientos, educación y consecuencias de la sociedad.
En un mundo complejo, en una sociedad en destrucción y deconstrucción hay pocas cosas que le dan soporte, hay pocas realidades que tienen sentido, a pesar de los pesares, a pesar de nuestra forma de destruirnos en el fondo hay algo, un sentimiento, profundo, natural, humano que es exaltado y resaltado un día.
Así es, ha pasado otro 10 de mayo, ha pasado otro Día de la Madre, ha pasado otro cúmulo de amor, de encuentro, de sentimientos, de culpas, de compensaciones, de mercadeo, de honestidad, de pensamiento y agradecimiento.
Son ellas las madres las que buscan a sus hijos e hijas, son ellas las madres las que tienen años marchando por justicia, son ellas las madres las que sostienen familias, son ellas las madres las que mantienen a flote lo que está por hundirse.
Por eso es también la ofensa que más duele, por todo lo que es, por todo lo que significa, por todo lo que representa.
Felicidades, madres naturales, madres por elección, madres por decisión, simplemente gracias.
Esperanza es el nombre de una que representa a muchas.
Gracias.
