/ miércoles 11 de mayo de 2022

Democracia y debate | Cuba

Salí de Cuba, porque mi hija me lo pidió, “sácame de aquí papá, quiero montarme en tus hombros y ver más lejos”, esas fueron las palabras que detonaron la acción que tendría consecuencias para él y su familia por el resto de sus vidas.

Un día, caminando por Paseo de la Reforma y con las palabras de mi pequeña hija de apenas 4 años de edad retumbando en mi cabeza, tomé la decisión de no volver a Cuba, de “desertar” de la misión diplomática en la que me encontraba y con 7 dólares en la bolsa enfrentar lo que viniera como viniera y que salga el sol por donde tenga que salir.

Uno de los primeros destinos de nuestro personaje fue Acapulco y una universidad en el puerto, donde fue recibido y querido por alumnos y maestros, quienes después de algunos años recibieron como heroínas a su esposa y a su hija que tuvieron que abandonar la isla por la vía de España, pasando algunos años en un pueblo de aquel país.

Así el reencuentro y así el sol seguía saliendo, al paso de los años, la vida me lo presentó, yo venía regresado de España y comenzamos varios y muy exitosos proyectos juntos, recorrimos el país en varias ocasiones y yo escuchaba con atención su nostalgia por Cuba, su realidad al tener que abandonarlo por considerar que no tenía su patria las condiciones para mejorar la calidad de vida de su esposa y de su hija, condiciones que en México encontró.

Un día muy serio me dice “Salvador, voy a Cuba y no sé qué va a pasar”, la necesidad de visitar a un hermano enfermo, fue el motivo del regreso después de tantos años. “Cualquier cosa puede pasar, en cuanto entre a Cuba, pueden arrestarme, pueden encarcelarme, puede que nunca sepas más de mí”, sobraba que lo dijera, pero evidentemente quedaríamos muchos grandes amigos pendientes de su hija y de su esposa, si el régimen le pasaba factura de su decisión, sobraba quien socorriera de la mejor manera a su familia que nuevamente quedaba en otro país.

El viaje se dio y afortunadamente no pasó nada de lo que se temía, así que mi querido amigo cubano ha podido regresar a su país siempre que ha querido, incluso con su esposa y su hija, también ha podido (previa fianza), traer a sus hermanos a México.

Mi querido doctor cubano ama a su Cuba de eso no hay duda, pero tuvo que dejarla, porque su hija quería ver más lejos que él. Afortunadamente todo se ha logrado y ha valido la pena.

Es realmente interesante ese sentimiento complejo y contradictorio de un régimen que despierta de todo menos indiferencia.


Salí de Cuba, porque mi hija me lo pidió, “sácame de aquí papá, quiero montarme en tus hombros y ver más lejos”, esas fueron las palabras que detonaron la acción que tendría consecuencias para él y su familia por el resto de sus vidas.

Un día, caminando por Paseo de la Reforma y con las palabras de mi pequeña hija de apenas 4 años de edad retumbando en mi cabeza, tomé la decisión de no volver a Cuba, de “desertar” de la misión diplomática en la que me encontraba y con 7 dólares en la bolsa enfrentar lo que viniera como viniera y que salga el sol por donde tenga que salir.

Uno de los primeros destinos de nuestro personaje fue Acapulco y una universidad en el puerto, donde fue recibido y querido por alumnos y maestros, quienes después de algunos años recibieron como heroínas a su esposa y a su hija que tuvieron que abandonar la isla por la vía de España, pasando algunos años en un pueblo de aquel país.

Así el reencuentro y así el sol seguía saliendo, al paso de los años, la vida me lo presentó, yo venía regresado de España y comenzamos varios y muy exitosos proyectos juntos, recorrimos el país en varias ocasiones y yo escuchaba con atención su nostalgia por Cuba, su realidad al tener que abandonarlo por considerar que no tenía su patria las condiciones para mejorar la calidad de vida de su esposa y de su hija, condiciones que en México encontró.

Un día muy serio me dice “Salvador, voy a Cuba y no sé qué va a pasar”, la necesidad de visitar a un hermano enfermo, fue el motivo del regreso después de tantos años. “Cualquier cosa puede pasar, en cuanto entre a Cuba, pueden arrestarme, pueden encarcelarme, puede que nunca sepas más de mí”, sobraba que lo dijera, pero evidentemente quedaríamos muchos grandes amigos pendientes de su hija y de su esposa, si el régimen le pasaba factura de su decisión, sobraba quien socorriera de la mejor manera a su familia que nuevamente quedaba en otro país.

El viaje se dio y afortunadamente no pasó nada de lo que se temía, así que mi querido amigo cubano ha podido regresar a su país siempre que ha querido, incluso con su esposa y su hija, también ha podido (previa fianza), traer a sus hermanos a México.

Mi querido doctor cubano ama a su Cuba de eso no hay duda, pero tuvo que dejarla, porque su hija quería ver más lejos que él. Afortunadamente todo se ha logrado y ha valido la pena.

Es realmente interesante ese sentimiento complejo y contradictorio de un régimen que despierta de todo menos indiferencia.